Juan Pablo II rumbo a los altares

Primera fase de la causa de Juan Pablo II se concluirá en el 2do aniversario de su partida

VATICANO, 12 Mar. 07 / 10:43 am (ACI).- La primera fase, “fase diocesana”, de la causa de beatificación del Siervo de Dios Juan Pablo II se cerrará el próximo 2 de abril, el mismo día en que se cumplen dos años de su muerte, informó este sábado el Cardenal Camillo Ruini, Vicario del Papa para la ciudad de Roma.
Con la clausura de esta fase, la más laboriosa, la causa pasará a la Congregación para la Causa de los Santos, donde se examinará la evidencia de la heroicidad de sus virtudes, y se aguardará a la confirmación de un milagro para poder proclamarlo beato primero, santo después.
Los promotores de la causa “Juan Pablo el Grande”, han señalado que existe abundante información que comprueba suficientemente la existencia de más de un milagro ocurrido por intercesión del Siervo de Dios. Existe el caso de un estadounidense que pudo sanar de una afección hepática incurable y el de una religiosa francesa que padecía el Parkinson y que quedó curada el mismo día de la partida del Papa Wojtyla a la Casa del Padre.
La causa de Juan Pablo II se abrió por expreso deseo de Benedicto XVI, sin tener que esperar a que transcurran cinco años de su muerte, como establece el Código de Derecho Canónico. En efecto, el Papa Benedicto XVI la anunció el 13 de mayo de 2005, el día en que se cumplían 24 años del atentado contra su Predecesor a manos de Mehmet Alí Agca y festividad de la Virgen de Fátima.Aunque muchos auguran que el proceso será breve, el postulador de la causa, el P. Slawomir Oder, recordó que hay que tener paciencia, al recordar que la Congregación debe revisar más de cien mil páginas de discursos y escritos solamente de la etapa de su pontificado.

‘Anunciad que Dios es amor’

Miles peregrinos segunda Javierada 2007, con lema ‘Anunciad que Dios es amor’

Miles de personas participaron hoy en la segunda y última Javierada del 2007, peregrinación a la cuna del patrono de Navarra, Francisco Javier, que se desarrolló bajo el lema ‘Anunciad que Dios es amor’.
Más de 20.000 peregrinos, según indicaron a Efe fuentes del arzobispado de Pamplona, tomaron parte en esta Javierada que resultó ‘masiva’, con mayor afluencia que en la edición del año anterior (unas 18.000 personas), y que transcurrió de forma ‘brillante y sin incidencias’.
El buen tiempo acompañó durante la jornada, que concluyó con una celebración religiosa en la explanada del castillo de Javier oficiada por el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, quien en su homilía sostuvo que ‘no son los poderes de este mundo los que nos van a decir dónde está nuestra dignidad, es Dios la fuente de nuestros derechos, la fuente de nuestras aspiraciones, la norma de nuestra vida, y no las leyes de los Parlamentos’.
Agregó que con la ayuda de Dios se puede construir ‘una sociedad fundada no en el laicismo, el olvido de Dios o en una libertad desmesurada, salvaje, desconsiderada, falsa, sin consistencia, sino una vida edificada sobre la verdad y la justicia de Dios, sobre la sabiduría y la misericordia de Dios, que nos construye como personas libres, responsables, serenas, misericordiosas y juiciosas’.
Sebastián se dirigió especialmente a las familias, a las que instó a construir ‘un mundo verdadero, pacífico, humano y fraterno en la convivencia social, en el ejercicio de la profesión, en el ejercicio de las relaciones y obligaciones políticas fundadas en la verdad, la justicia, la solidaridad, el perdón y el arrepentimiento’.
Asimismo tuvo palabras para ‘los miles de jóvenes’ allí reunidos, a quienes dijo que son ‘la esperanza y la continuidad de la Navarra de siempre con la fe de Jesucristo, que ha dado fuerza e identidad a este pueblo a lo largo de los siglos’.
Durante las horas previas las carreteras que conducen a Javier acogieron a miles de caminantes, al igual que sucedió el pasado fin de semana con la primera de las Javieradas. A ellos hay que sumar las numerosas personas que se trasladaron en autobuses (se contabilizaron 202) y en vehículos particulares (2.300).
Con el objeto de atender a los peregrinos, diferentes organizaciones y entidades como Cruz Roja, la Policía Foral o la Guardia Civil pusieron en marcha un dispositivo especial que, según indicaron, no tuvo que atender incidencias de especial relevancia, al margen de las habituales asistencias a los participantes.
Los nueve puestos de socorro instalados por Cruz Roja casi duplicaron las asistencias del año pasado debido al aumento de peregrinos, con la atención de 725 personas, que precisaron en la mayoría de los casos masajes (245), lavados (156) y cura de ampollas (164). (Terra – Efe)

Ola de laicismo

Una ola de laicismo nos invade– En algunas instituciones de la Administración Pública, en la mayoría de los casos, dentro del ámbito de los colegios públicos se ha comenzado a eliminar todo símbolo religioso y, en concreto, crucifijos, belenes y villancicos. El resultado ha sido dispar pues, mientras la directora de uno de esos colegios tiró directamente a la basura las figuras que habían realizado los alumnos, en cambio, en otro el director tuvo que plegarse a la presión de los padres y dar marcha atrás en su decisión de suprimir el popular «Nacimiento».En Zaragoza, el Sindicato de Estudiantes de Izquierdas (SEI) convocó una concentración de protesta con la que pretendía boicotear la tradicional misa con que el instituto Goya, de la misma ciudad, celebra el inicio de las fiestas navideñas.

Bajo el lema «Fuera la Religión de la escuela pública» el SEI organizó una protesta en la misma puerta del instituto a las diez de la mañana, unos minutos antes de que comenzara la celebración eucarística, a la que el sindicato considera «un atentado directo contra la educación laica». Las reacciones ante las pretensiones de este piquete laicista llegaron poco más tarde desde la CONCAPA (Confederación Católica de Padres de Alumnos) que lo valoró como «un hecho grave» y una «intolerable expresión de acoso a la libertad de los padres y alumnos del centro que desean libremente asistir a la misa».

La asociación que representa a los padres católicos hizo público un comunicado en el que valoraba que este tipo de demostraciones «no hacen sino crispar la convivencia de los españoles, fomentando la división en lugar de la tolerancia» y pedía a los «responsables políticos» que «condenen abiertamente estas restricciones a las libertades constitucionales» y dejen de «apoyar con su silencio» estos actos. Un silencio que consideran «especialmente grave» por la complicidad que supone con la «ilegal petición de nacionalización de los colegios concertados o la retirada de la clase de religión de los centros públicos». CONCAPA ha habilitado un correo electrónico (concapa@concapa.org) para que se pueda denunciar «cualquier discriminación o imposición en este sentido».

La última instrucción pastoral aprobada en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Española ya alertaba de la ola de laicismo que está sacudiendo a España. En concreto, los prelados advertían de que «España se ve invadida por un modo de vida en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad». El documento añadía que «parece que lo único correcto y a la altura de los tiempos es manifestarse como agnóstico y partidario de un laicismo radical y del relativismo moral como única mentalidad compatible con la democracia». «Se trata de la voluntad de prescindir de Dios en la visión y la valoración del mundo».

Ante esta ola de laicismo que nos invade ¿dónde estamos los católicos? ¿No vamos a defender nuestros derechos como cristianos, nuestra libertad religiosa? ¿Vamos a seguir esperando que nos impongan todas estas situaciones desde el silencio, sin hacer nada? Creo que muchos de nosotros deberíamos ser valientes y salir del armario… porque parece que ahora lo difícil es ser cristiano.

Santa Clara de Asís

ORACION

Por ese espíritu de penitencia que os indujo a considerar particular delicia el ayuno más severo, la pobreza más rigurosa y la mortificación más penosa y por lo tanto la privación de todos los bienes para consagraros eternamente al amor de Jesús, y por la especial devoción a Jesús Sacramentado por medio del cual salvaste Vuestro Monasterio y la ciudad de Asís de los bárbaros que la amenazaban, concédenos la gracia de preferir la pobreza a la riqueza, la mortificación al placer y especial devoción a la Santa Eucaristía, para que nos conforte en todo el camino de ésta vida y nos lleve con seguridad a la santa eternidad. Amén.

SANTA CLARA DE ASIS Santa Clara defiende la ciudad con la Eucaristía ORACION Por ese espíritu de penitencia que os indujo a considerar particular delicia el ayuno más severo, la pobreza más rigurosa y la mortificación más penosa y por lo tanto la privación de todos los bienes para consagraros eternamente al amor de Jesús, y por la especial devoción a Jesús Sacramentado por medio del cual salvaste Vuestro Monasterio y la ciudad de Asís de los bárbaros que la amenazaban, concédenos la gracia de preferir la pobreza a la riqueza, la mortificación al placer y especial devoción a la Santa Eucaristía, para que nos conforte en todo el camino de ésta vida y nos lleve con seguridad a la santa eternidad. Amén. SANTA CLARA DE ASÍS Fiesta 11 de Agosto Por SCTJM Clara significa: «vida transparente» «El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre» -Santa Clara. Nació en Asís, Italia, en 1193. Su padre Favarone Offeduccio era un caballero de los más ricos y poderosos de esa época. Su madre Ortolana, descendiente de familia noble y feudal, era una mujer muy cristiana, de ardiente piedad y de gran celo por el Señor. Desde sus primeros años Clara se vio dotada de innumerables virtudes y aunque su ambiente familiar pedía otra cosa de ella, siempre desde pequeña fue asidua a la oración y mortificación. Siempre mostró gran desagrado por las cosas del mundo y gran amor y deseo por crecer cada día en su vida espiritual. Su conversión hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. Cuando ella tenía 18 años San Francisco predicó en Asís los sermones de cuaresma y allí insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales. Su llamada y su encuentro con San Francisco. Cofundadora de la orden. Cuando su corazón comprendió la amargura, el odio, la enemistad y la codicia que movía a los hombres a la guerra comprendió que esta forma de vida eran como la espada afilada que un día traspasó el corazón de Jesús. No quiso tener nada que ver con eso, no quiso otro señor mas que el que dio la vida por todos, aquel que se entrega pobremente en la Eucaristía para alimentarnos diariamente. El que en la oscuridad es la Luz y que todo lo cambia y todo lo puede, aquel que es puro Amor. Renace en ella un ardiente amor y un deseo de entregarse a Dios de una manera total y radical. Ya en ese entonces se oía de los Hermanos Menores, como se les llamaba a los seguidores de San Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos, aunque tenía prohibido verles y hablarles. Ella cuidaba de ellos y les proveía enviando a una de las criadas. Le llamaba mucho la atención como los frailes gastaban su tiempo y sus energías cuidando a los leprosos. Todo lo que ellos eran y hacían le llamaba mucho la atención y se sentía unida de corazón a ellos y a su visión. En 1210 cuando Francisco predicaba en la Catedral, al oír las palabras que él decía «este es el tiempo favorable… es el momento… ha llegado el tiempo de dirigirme hacia El que me habla al corazón desde hace tiempo… es el tiempo de optar, de escoger… sintió una gran confirmación de todo lo que venía experimentando en su interior. Durante todo el día y la noche, meditó en aquellas palabras que habían calado lo más profundo de su corazón. Tomó esa misma noche la decisión de comunicárselo a Francisco y de no dejar que ningún obstáculo la detuviera en responder al llamado del Señor, depositando en El toda su fuerza y entereza. Clara sabía que el hecho de tomar esta determinación de seguir a Cristo y sobre todo de entregar su vida a la visión revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues el solo hecho de la presencia de los Hermanos Menores en Asís estaba ya cuestionando la tradicional forma de vida y las costumbres que mantenían intocables los estratos sociales y sus privilegios. A los pobres les daba una esperanza de encontrar su dignidad, mientras que los ricos comprendían que el Evangelio bien vivido exponía por contraste sus egoísmos a la luz del día. Para Clara el reto era muy grande. Siendo la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal entendida. Santa Clara se fuga de su casa el 18 de Marzo de 1212, un Domingo de Ramos, empezando así la gran aventura de su vocación. Se sobrepuso a los obstáculos y al miedo para darle una respuesta concreta al llamado que el Señor había puesto en su corazón. Llega a la humilde Capilla de la Porciúncula donde la esperaban Francisco y los demás Hermanos Menores y se consagra al Señor por manos de Francisco. Días más tardes fue trasladada temporalmente, por seguridad, a las monjas Benedictinas, ya que su padre, al darse cuenta de su fuga, sale furioso en su búsqueda con la determinación de llevársela de vuelta al palacio. Pero la firme convicción de Clara, a pesar de sus cortos años de edad, obligan finalmente al Caballero Offeduccio a dejarla. Días más tardes, San Francisco, preocupado por su seguridad dispone trasladarla a otro monasterio de Benedictinas situado en San Angelo. Allí la sigue su hermana Inés, quien fue una de las mayores colaboradoras en la expansión de la Orden y la hija (si se puede decir así) predilecta de Santa Clara. Le sigue también su prima Pacífica. DamianoSan Francisco les reconstruye la capilla de San Damián, lugar donde el Señor había hablado a su corazón diciéndole, «Reconstruye mi Iglesia». Esas palabras del Señor habían llegado a lo más profundo de su ser y lo llevó al más grande anonadamiento y abandono en el Señor. Gracias a esa respuesta de amor, de su gran «Si» al Señor, había dado vida a una gran obra, que hoy vemos y conocemos como la Comunidad Franciscana, de la cual Santa Clara se inspiraría y formaría parte crucial, siendo cofundadora con San Francisco en la Orden de las Clarisas. Cuando se trasladan las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad, como guía de Las Damas Pobres a Santa Clara. Al principio le costó aceptarlo pues por su gran humildad deseaba ser la última y ser la servidora, esclava de las esclavas del Señor. Pero acepta y con verdadero temor asume la carga que se le impone, entiende que es el medio de renunciar a su libertad y ser verdaderamente esclava. Así se convierte en la madre amorosa de sus hijas espirituales, siendo fiel custodia y prodigiosa sanadora de las enfermas. Desde que fue nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que trasmitía, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor había revelado para la Orden se viviera en plenitud. Siempre atenta a la necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro mas rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres. Sta. Clara acostumbraba tomar los trabajos mas difíciles, y servir hasta en lo mínimo a cada una. Pendiente de los detalles más pequeños y siendo testimonio de ese corazón de madre y de esa verdadera respuesta al llamado y responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos. Por el testimonio de las misma hermanas que convivieron con ella se sabe que muchas veces, cuando hacía mucho frío, se levantaba a abrigar a sus hijas y a las que eran mas delicadas les cedía su manta. A pesar de ello, Clara lloraba por sentir que no mortificaba suficiente su cuerpo. Cuando hacía falta pan para sus hijas, ayunaba sonriente y si el sayal de alguna de las hermanas lucía más viejo ella lo cambiaba dándole el de ella. Su vida entera fue una completa dádiva de amor al servicio y a la mortificación. Su gran amor al Señor es un ejemplo que debe calar nuestros corazones, su gran firmeza y decisión por cumplir verdaderamente la voluntad de Dios para ella. Tenía gran entusiasmo al ejercer toda clase de sacrificios y penitencias. Su gozo al sufrir por Cristo era algo muy evidente y es, precisamente esto, lo que la llevó a ser Santa Clara. Este fue el mayor ejemplo que dio a sus hijas. Hay un detalle importante en el llamado de San Francisco y Santa Clara. Cuando el Señor ve que el mundo está tomando rumbos equivocados o completamente opuestos al Evangelio, levanta mujeres y hombres para que contrarresten y aplaquen los grandes males con grandes bienes. Es decir que podemos ver claramente en la Orden Franciscana, en su carisma, que cuando el mundo estaba siendo arrastrado por la opulencia, por la riqueza, las injusticias sociales etc., suscita en dos jóvenes de las mejores familias el amor valiente para abrazar el espíritu de pobreza, como para demostrar de una manera radical el verdadero camino a seguir que al mismo tiempo deja al descubierto la obra de Satanás, aplastándole la cabeza. Ellos se convirtieron en signo de contradicción para el mundo y a la vez, fuente donde el Señor derrama su gracia para que otros reciban de ella. El Señor en su gran sabiduría y siendo el buen Pastor que siempre cuida de su pueblo y de su salvación, nunca nos abandona y manda profetas que con sus palabras y sus vidas nos recuerdan la verdad y nos muestran el camino de regreso a El. Los santos nos revelan nuestros caminos torcidos y nos enseñan como rectificarlos. Empiezan las renuncias. De rodillas ante San Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. El santo, como primer paso, tomó unas tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y le colocó en la cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas que vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una santa religiosa. Para Santa Clara la humildad es pobreza de espíritu y esta pobreza se convierte en obediencia, en servicio y en deseos de darse sin límites a los demás. La humildad brilló grandemente en Santa Clara y una de las mas grandes pruebas de su humildad fue su forma de vida en el convento, siempre sirviendo con sus enseñanzas, sus cuidados, su protección y su corrección. La responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos no la utilizó para imponer o para simplemente mandar en el nombre del Señor. Lo que ella mandaba a sus hijas lo cumplía primero ella misma con toda perfección. Se exigía mas de lo que pedía a sus hermanas. Hacía los trabajos mas costosos y daba amor y protección a cada una de sus hijas. Buscaba como lavarle los pies a las que llegaban cansadas de mendigar el sustento diario. Lavaba a las enfermas y no había trabajo que ella despreciara pues todo lo hacía con sumo amor y con suprema humildad. «En una ocasión, después de haberle lavado los pies a una de las hermanas, quiso besarlos. La hermana, resistiendo aquel acto de su fundadora, retiró el pie y accidentalmente golpeó el rostro a Clara. Pese al moretón y la sangre que había salido de su nariz, volvió a tomar con ternura el pie de la hermana y lo besó.» Con su gran pobreza manifestaba su anhelo de no poseer nada mas que al Señor. Y esto lo exigía a todas sus hijas. Para ella la Santa Pobreza era la reina de la casa. Rechazó toda posesión y renta, y su mayor anhelo era alcanzar de los Papas el privilegio de la pobreza, que por fin fue otorgado por el Papa Inocencio III. Para Santa Clara la pobreza era el camino en donde uno podía alcanzar mas perfectamente esa unión con Cristo. Este amor por la pobreza nacía de la visión de Cristo pobre, de Cristo Redentor y Rey del mundo, nacido en el pesebre. Aquel que es el Rey y, sin embargo, no tuvo nada ni exigió nada terrenal para si y cuya única posesión era vivir la voluntad del Padre. La pobreza alcanzada en el pesebre y llevada a su cúlmen en la Cruz. Cristo pobre cuyo único deseo fue obedecer y amar. Por eso la vida de Sta. Clara fue una constante lucha por despegarse de todo aquello que la apartaba del Amor y todo lo que le limitara su corazón de tener como único y gran amor al Señor y el deseo por la salvación de las almas. La pobreza la conducía a un verdadero abandono en la Providencia de Dios. Ella, al igual que San Francisco, veía en la pobreza ese deseo de imitación total a Jesucristo. No como una gran exigencia opresiva sino como la manera y forma de vida que el Señor les pedía y la manera de mejor proyectar al mundo la verdadera imagen de Cristo y Su Evangelio. Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y, aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: «Santo padre: le suplico que me absuelva y me libere de todos mis pecados, pero no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo». A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: «Mi Padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros». Santa ClaraMortificación de su cuerpo. Si hay algo que sobresale en la vida de Santa Clara es su gran mortificación. Utilizaba debajo de su túnica, como prenda íntima, un áspero trozo de cuero de cerdo o de caballo. Su lecho era una cama compuesta de sarmientos cubiertos con paja, la que se vio obligada a cambiar por obediencia a Francisco, debido a su enfermedad. Los ayunos. Siempre vivió una vida austera y comía tan poco que sorprendía hasta a sus propias hermanas. No se explicaban como podía sostener su cuerpo. Durante el tiempo de cuaresma, pasaba días sin probar bocado y los demás días los pasaba a pan y agua. Era exigente con ella misma y todo lo hacía llena de amor, regocijo y de una entrega total al amor que la consumía interiormente y su gran anhelo de vivir, servir y desear solamente a su amado Jesús. Por su gran severidad en los ayunos, sus hermanas, preocupadas por su salud, informaron a San Francisco quien intervino con el Obispo ordenándole a comer, cuando menos diariamente, un pedazo de pan que no fuese menos de una onza y media. Oración Para Santa Clara la oración era la alegría, la vida; la fuente y manantial de todas las gracias, tanto para ella como para el mundo entero. La oración es el fin en la vida Religiosa y su profesión. Ella acostumbraba pasar varias horas de la noche en oración para abrir su corazón al Señor y recoger en su silencio las palabras de amor del Señor. Muchas veces, en su tiempo de oración, se le podía encontrar cubierta de lágrimas al sentir el gran gozo de la adoración y de la presencia del Señor en la Eucaristía, o quizás movida por un gran dolor por los pecados, olvidos y por las ingratitudes propias y de los hombres. Se postraba rostro en tierra ante el Señor y, al meditar la pasión las lágrimas brotaban de lo mas íntimo de su corazón. Muchas veces el silencio y soledad de su oración se vieron invadidos de grandes perturbaciones del demonio. Pero sus hermanas dan testimonio de que, cuando Clara salía del oratorio, su semblante irradiaba felicidad y sus palabras eran tan ardientes que movían y despertaban en ellas ese ardiente celo y encendido amor por el Señor. Hizo fuertes sacrificios los cuarenta y dos años de su vida consagrada. Cuando le preguntaban si no se excedía, ella contestaba: Estos excesos son necesarios para la redención, «Sin el derramamiento de la Sangre de Jesús en la Cruz no habría Salvación». Ella añadía: «Hay unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la idolatría de los sentidos. Ha de haber compensación. Alguien debe rezar y sacrificarse por los que no lo hacen. Si no se estableciera ese equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por el maligno». Santa Clara aportó de una manera generosa a este equilibrio. Milagros de Santa Clara Santa ClaraLa Eucaristía ante los sarracenos En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos. En otra ocasión los enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué. El milagro de la multiplicación de los panes. Cuando solo tenían un pan para que comieran cincuenta hermanas, Santa Clara lo bendijo y, rezando todas un Padre Nuestro, partió el pan y envió la mitad a los hermanos menores y la otra mitad se la repartió a las hermanas. Aquel pan se multiplicó, dando a basto para que todas comieran. Santa Clara dijo: «Aquel que multiplica el pan en la Eucaristía, el gran misterio de fe, ¿acaso le faltará poder para abastecer de pan a sus esposas pobres?» En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: «quiero que seas tu la que bendigas estos panes». Santa Clara le dice que sería como un irespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo. El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes. Larga agonía. Santa Clara estuvo enferma 27 años en el convento de San Damiano, soportando todos los sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó «Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita». Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos. San Francisco ya había muerto pero tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: «Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan». El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida. En la Basílica de Sta. Clara encontramos su cuerpo incorrupto y muchas de sus reliquias. En el convento de San Damiano, se recorren los pasillos que ella recorrió. Se entra al cuarto donde ella pasó muchos años de su vida acostada, se observa la ventana por donde veía a sus hijas. También se conservan el oratorio, la capilla, y la ventana por donde expulsó a los sarracenos con el poder de la Eucaristía. Hoy las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248 conventos en el mundo.