Mark Wahlberg y Mel Gibson recrearán la vida del Padre Stu

anticristiano que acabó siendo sacerdote

El sacerdote Stuart Long convirtió su discapacidad en una forma de ejemplo y apostolado cristiano.

Stuart Long era un joven con una prometedora carrera atlética y deportiva. Jugador de fútbol americano en la universidad, Stuart siempre sintió un profundo odio hacia la fe que canalizó a través de sus primeros pasos en el boxeo profesional.

Tras un brutal accidente de tráfico, los doctores le habían desahuciado cuando tuvo una experiencia mística en el hospital. Después de una milagrosa recuperación, este episodio le condujo a una conversión fulminante que le llevó al sacerdocio hasta su muerte por una enfermedad semejante al ELA en 2014. Siete años después, Mark Wahlberg y Mel Gibson quieren llevar la historia de redención y superación del “Padre Stu” a la gran pantalla.

Se definía como “anticristiano por excelencia”

Durante su juventud, Stuart se definía a sí mismo como “anticristiano por excelencia” pese a estudiar en la universidad católica de Helena (Montana), donde aprovechaba para polemizar con sacerdotes y creyentes.

Allí comenzó a jugar al fútbol americano y dio sus primeros pasos en el boxeo profesional. Su gusto y facilidad por este último le llevó a ganar varios títulos hasta que se licenció en Literatura inglesa en 1986.

El boxeo, una forma de canalizar su odio

Desde entonces, Stuart encontró en el boxeo la forma de canalizar su pasión deportiva con una profunda agresividad. Sin embargo, tras una pelea, tuvo que someterse a una compleja cirugía en la mandíbula que le inhabilitó de por vida para dedicarse al boxeo.  

Aconsejado por su madre, Stuart se trasladó a Los Ángeles para probar suerte en la industria cinematográfica. Como recoge California Catholic Daily, Stuart reconocería años más tarde citando Las Confesiones de San Agustín que “Dios estaba trabajando detrás de escena; Él estaba dentro de mí y yo estaba fuera”.

Actor, gerente en un museo… nada le satisfacía

La experiencia de Stuart tampoco fue fructífera en Los Ángeles. Grabó algunos anuncios e interpretó pequeños papeles, pero se desilusionó rápidamente debido a la sordidez que se vivía en aquel entorno.

La vida de Stuart era un continuo cambio de rumbo. Su siguiente parada fue el Norton Simon Museum, en Pasadena (California) donde ascendió hasta convertirse en gerente.

Una experiencia «extracorporal» que le cambió

Una noche, de camino a su casa en moto desde el museo, Stuart fue atropellado por un coche a gran velocidad. Tras caer al asfalto, un segundo vehículo embistió a Stuart, que fue trasladado de inmediato al hospital. Los médicos no podían hacer nada por él, salvo avisar a su padre y su novia para que le diesen el último adiós.

En aquel momento, Stuart vivió una experiencia que definió como “extracorporal”. Long explicó que sentía a su alma flotar sobre la camilla del hospital, en una situación cercana a la muerte y con una serie de encuentros misteriosos.

Aquella experiencia supuso un punto de inflexión. Esto le motivó a acercarse a la fe que durante toda su vida había rechazado e incluso odiado.

Poco después, se bautizó y según salió del hospital, se dirigió a la Iglesia más cercana, donde conoció a un sacerdote que le guiaría espiritualmente en sus primeros pasos en la fe, Benedict Groeschel.

El sacerdote Stuart Long, contando su testimonio en Catholic Voices

El sacerdote Stuart Long contó su testimonio en Catholic Voices

Paralizó la construcción de una clínica abortista

Desde aquellos meses de conversión, Stuart practicó una profunda devoción a los santos, especialmente San Agustín, Santo Tomás, el Padre Pío y San Francisco. También profundizó en la devoción a la Virgen María y desarrolló iniciativas apostólicas, caritativas y en defensa de la vida. Llegó a paralizar la construcción de una clínica de Planned Parenthood –la multinacional abortista más relevante– en Monrovia, California.

La vocación sacerdotal no tardó en aflorar. Estudió filosofía en la Universidad Franciscana de Steubenville, entró en el seminario de Mount Angel en Oregón y fue ordenado sacerdote en diciembre de 2007.

El accidente, un tumor… y algo parecido a la ELA

Junto con las secuelas del accidente de tráfico, el sufrimiento y dolor para Stuart aún no habían concluido. Durante su estancia en el seminario, le descubrieron y extirparon un tumor en la cadera, y le diagnosticaron una enfermedad autoinmune e incurable semejante a la Esclerosis Lateral Amitrófica (ELA).

El padre Stuart se ordenó en muletas, pero su enfermedad no tardaría en empeorar su estado de salud y movilidad. El sacerdote regresó a su ciudad natal de Helena, donde comenzó a ejercer su labor apostólica ayudado por su padre y una silla de ruedas motorizada. Durante sus últimos años, el sacerdote hacía todo lo posible por acudir allí donde le necesitasen, pese a sus impedimentos físicos y de salud.

Convirtió el dolor en una forma de apostolado

Celebraba misa siempre que podía, y su amor por Cristo y los feligreses crecía conforme disminuían sus capacidades físicas. Convirtió el dolor y el sufrimiento en su principal forma de apostolado y de ejemplo para vivir cristianamente la adversidad: “La enfermedad es lo mejor que me ha pasado en la vida, porque me permitió deshacerme del orgullo que había sentido durante gran parte de mi vida”.

El padre Stuart soportaba cristianamente su dolor y sufrimiento, sin quejarse y dando gracias a Dios, atrayendo con su testimonio a centenares de habitantes de Montana a la Iglesia. El multitudinario funeral celebrado tras su muerte en junio de 2014 es una prueba del amor que sentían los fieles por «el padre Stu», que acabó su vida en la tierra de forma opuesta a como la había comenzado: amando a la Iglesia y al prójimo.

“Padre Stu”, en la gran pantalla

El Padre Pío, uno de los santos favoritos del Padre Stu, decía que “haría mucho más ruido muerto que vivo”. Algo que podría aplicarse a la carrera del sacerdote Stuart Long en el ámbito cinematográfico, ya que su historia será llevada a la gran pantalla.

Mel Gibson y Mark Wahlberg en Padres por desigual.

Mark Wahlberg y Mel Gibson, en «Padres por desigual 2».

Padre Stu será el título de la película que llevará la historia de conversión, redención y superación de Stuart Long a los cines. La cinta contará con protagonistas que han declarado públicamente su fe cristiana. Es el caso de Mark Wahlberg –que interpretará al padre Stuart– o Mel Gibson (La Pasión de Cristo) –Bill, el padre del sacerdote–. Según ha informado Hollywood Reporter, se espera que la producción de la película comience a mediados de abril en Los Ángeles.

Wahlberg llevaba seis años queriendo hacer este film, en cuya producción parece que se va a implicar personalmente. Padre Stu será dirigida, en su debut tras las cámaras, por la guionista Rosalind Ross, pareja de Gibson desde 2014, con quien tiene un hijo. También integrará el reparto, en el papel de la novia de Stuart Long, Teresa Ruiz, de la serie Narcos.

La buena amistad que se creó entre Gibson y Wahlberg durante el rodaje en 2017 de Padres por desigual 2, y el propio interés de Ross, que ha trabajado desde hace tiempo en el guión, han tenido mucho que ver en que finalmente la vida del padre Stuart Long entre en la historia del cine por la puerta grande. 

¿Qué pasa cuando Netflix hace un musical sobre un campamento cristiano de verano?

Poca teología, pero, asombrosamente, ni es grosero ni hostil ni ideológico

hico malote conoce hija de catequista jefe… El campamento de mi vida, musical en Netflix

Esta Semana Santa ya hay mucha gente planteándose los campamentos veraniegos de catequesis o de oración para sus hijos, niños o adolescentes. El verano de 2020, por la pandemia, estuvo lleno de limitaciones e incertidumbres, pero para el de 2021 parece que con precauciones y cuidados es posible organizar encuentros con chavales.

LifeTeen España, por ejemplo, ya ha anunciado dos campamentos (adolescentes más jóvenes o más mayores) para la segunda mitad de julio, al estilo «americano».

¿Y cuál es «el estilo americano»? Una buena forma de venderlo es aprovechar el nuevo musical estrenado en Netflix «A Week Away», en español El campamento de mi vida, la historia de un adolescente conflictivo que llega a un campamento veraniego de jóvenes cristianos en los 90 (antes de la plaga del smartphone).

Fotograma de El Campamento de mi Vida, un musical de jóvenes en un campamento cristiano

Campamentos divertidos y amistad

Todos los críticos coinciden en que no es una maravilla a la hora de presentar la doctrina cristiana (hay poca, más allá de decir que Dios nos ama y tiene un plan para cada uno), pero es una película familiar agradable, no enseña herejías, no hay sexo ni desnudos, no hay ideología de género y los cristianos y sus campamentos veraniegos aparecen como algo muy divertido y bien organizado.

Allí hay competiciones de paintball, saltos hinchables, tirar de la cuerda en el barro, equipos y amistades y romances sinceros y limpios (por ejemplo, el chico malote con la hija del catequista jefe).

Durante 97 minutos, la historia de dos romances y la conciencia de necesitar ser transformados para sanar las heridas ocultas se entrelazan con numerosas canciones y bailes coreografiados con total profesionalidad y una luminosidad al aire libre que todos apreciamos tras más de un año de pandemias y confinamientos.

En Ángelus News, el digital de la diócesis católica de Los Ángeles, aprecian que los personajes tienen las dudas y problemas más comunes y reales de cualquier adolescente, incluyendo el escepticismo ante la fe. No hay personajes almibarados ni fanatizados ni rollos LGTB como en la española La llamada de 2017 (una de monjas y jóvenes de campamento, nada recomendable para menores), y es mucho más espectacular. Además, los personajes van siempre suficientemente vestidos y sus bromas y chistes no son groseros y vulgares.

Adultos que dan ejemplo y buena música

Otros críticos señalan que en nuestra época llena de películas de adultos bobos, que no se enteran, con adolescentes «listos» que cambian las reglas (por ejemplo, en tantas películas modernas de dibujos de Disney), es reconfortante que todos los adultos de la película sean protectores y sabios, no caricaturas.

Hay que tener en cuenta también que muchos de los temas musicales son grandes clásicos de la música cristiana joven estadounidense de los años 90, que los espectadores cristianos del país verán con nostalgia: obras de Amy Grant, Michael W. Smith, Rich Mullins y Steven Curtis Chapman. Hay también temas originales de Adam Watts.

En evangelicos.com explican que «la idea de la película surgió de Alan Powell, un cantante y actor cristiano, que co-escribió el guion con Kali Bailey. Se inspiró para escribir el guion después de charlar con su cuñado que dirige un grupo de jóvenes. Inicialmente, iba a ser estrenada en cines, pero Powell dijo que la adquisición de la película por parte de Netflix es un sueño hecho realidad». Y probablemente así llegue a mucha más gente joven, al menos fuera de Estados Unidos.

Fotograma de El Campamento de mi Vida, un musical de jóvenes en un campamento cristiano

Hay preguntas «tamaño Job»… pero no las afrontan

En ChristianityToday es interesante el análisis de Megan Fowler, que pasa muchos veranos en campamentos cristianos porque es la actividad pastoral de su marido.

«Para el equipo, un campamento de verano se puede vivir como una gran producción. Requiere energía, y algo de teatro, emocionar a los chavales con actividades que están fuera de su zona de confort. Sin una buena acogida, los recién llegados pueden sentir que les han arrojado a una danza coreografiada que nadie se ha molestado en enseñarles, como le pasa a Will al llegar al Campamento Aweegaway», comenta.

Megan Fowler comenta que la película capta bien casi toda la experiencia de un campamento cristiano, excepto la fe, que en realidad sólo está en la letra de la banda sonora. Se dice, simplemente, que Dios te hizo «especial» y que te ama mucho. Cuando cantan «Dios te hizo como deberías ser», dice Fowler, suena vacío.

Hay preguntas «tamaño Job» sobre el mal, la muerte o desaparición de los padres, heridas graves, pero la película no deja «espacio para las respuestas con sustancia». Hay preguntas serias con respuestas blandas, y así el final feliz parece artificial.

Este musical no va a respondernos las grandes preguntas del bien, el mal, la muerte y Dios, pero nos puede animar a ir a plantearlas en un campamento cristiano de verdad. Ese es un entorno de amistad, juego y oración donde las grandes preguntas deben plantearse, y la Palabra y la Presencia de Dios pueden iluminarlas.

Las dos grandes lecciones católicas que firmó un guionista masón en una película de James Stewart

Jerome Cady murió poco después del estreno de «Yo creo en ti», de Henry Hathaway

James Stewart, periodista, y Lee J. Cobb, su redactor jefe, en una escena de «Yo creo en ti».

Yo creo en ti [Call Northside 777] es un gran clásico de 1948. Dirigida por Henry Hathaway (Niágara, La conquista del Oeste) e interpretada en el papel estelar por James Stewart (¡Qué bello es vivir!, Vértigo), la película contó con dos secundarios de lujo: Richard Conte (Don Barzini, mafioso rival de Vito Corleone en El Padrino) y Lee J. Cobb (el policía de El Exorcista).

El resultado fue un film extraordinario basado en hechos reales: un craso error judicial o, para ser más exactos, un craso error del jurado, que condenó a dos hombres a quienes el juez consideraba inocentes.

La historia real

En 1932, dos norteamericanos de origen polaco y con antecedentes delictivos, Joseph Majczek y Theodore Marcinkiewicz, de 24 y 25 años, fueron acusados del asesinato de un policía de Chicago, en plena época de gángsters y ley seca (prohibición de la venta de alcohol). La sentencia fue de 99 años de cárcel para cada uno.

La madre de Joseph, convencida de que su hijo no era culpable, trabajó durante once años como limpiadora hasta conseguir reunir 5000 dólares. Entonces, el 10 de octubre de 1944 puso un anuncio en el periódico ofreciéndolos como recompensa para quien encontrase a los verdaderos asesinos del policía.

Un periodista del Chicago Times, James McGuire, aunque convencido de que Joseph era culpable, se puso en contacto con la mujer para descubrir una posible historia de interés humano. Pero diversos hechos le pusieron sobre la pista de un posible amaño de pruebas, e investigó el caso hasta convencerse de su inocencia y conseguir el perdón para ambos. Logró demostrar que el informe del arresto de Joseph había sido falsificado. Y demostró asimismo una contradicción fundamental en las declaraciones de la testigo del caso, Vera Walush, que habían constituido la única prueba.

James McGuire, en el centro, sale de la cárcel el 1 de febrero de 1950 flanqueado a su derecha por Joseph y a su izquierda por Ted, los dos hombres a cuya declaración de inocencia tanto contribuyó.

Joseph salió de la cárcel el 15 de agosto de 1945. Theodore, cuyas circunstancias eran distintas, no lo hizo hasta 1950, exonerado asimismo de responsabilidad en el asesinato. Los verdaderos autores del crimen nunca fueron descubiertos, como tampoco la razón del falso testimonio de Vera. Pudo ser presionada por policías corruptos, pues regentaba un local de venta clandestina de alcohol.

La película

Yo creo en ti es un reflejo de estos hechos (en un Chicago magníficamente retratado), aunque se toma alguna libertades, con escenas inventadas y algunos hechos omitidos. Para ello, el guión cambió los nombres de los protagonistas: el acusado será Frank, y el periodista McNeal (a partir de ahora mantendremos esa denominación). El espectador sabe desde el principio que los acusados son inocentes. Lo sabía el espectador norteamericano de 1948 porque había seguido la noticia, que alcanzó gran relevancia. Y lo sabe el espectador posterior… ¡porque solo si son inocentes la película tiene sentido!

Sin embargo, pese a conocerse el desenlace, la mano maestra de Henry Hathaway y un soberbio guión mantienen la tensión hasta el último instante. No en vano la película recibió al año siguiente el Premio Edgar, que otorga la Asociación de Escritores de Misterio, en la categoría Mejor Guión Cinematográfico.

La película tiene dos llamativos momentos «católicos», que derivan del origen polaco de Frank y su madre. 

Dos momentos católicos

Y no son llamativos en cuanto referencias religiosas -pues el cine de los años 40 y 50 está plagado de ellas y «normalizó» lo católico en la cultura estadounidense-, sino porque expresan, sin demasiado adorno pero con gran perfección doctrinal, dos verdades muy importantes para un católico, que ambos protagonistas viven intensamente: la indisolubilidad del matrimonio y el poder de intercesión misericordiosa de la Santísima Virgen.

[Atención spoiler: A partir de este momento desvelamos dos momentos argumentalmente importantes de la película, aunque conocerlos no impide disfrutarla por igual. Si prefieres ignorarlos antes de verla, puedes seguir leyendo tras la indicación en rojo de final del spoiler.]

El primer momento «católico» (minuto 54:30) tiene lugar cuando Frank se somete al polígrafo o detector de mentiras, inventado en 1938 por el policía Leonarde Keeler, quien interviene en la película interpretándose a sí mismo. La prueba no tiene pleno valor legal, pero el acusado la supera: ha dicho la verdad en todo lo que se refiere al crimen. 

Pero hay una pregunta en la que ha mentido: «¿Está usted casado?»

Tras ser condenado, Frank, casado y con un hijo, había convencido a su esposa de que se divorciase por bien del pequeño, para que no llevase para siempre el apellido de alguien considerado un asesino. Ella no está dispuesta, pero finalmente acepta y con el paso de los años se casa con otro hombre.

Por eso, a la pregunta de si está casado, Frank responde que no. ¿Por qué entonces el polígrafo dice que miente? Porque él sabe que sí lo está. Keeler lo explica así: «Como es católico, piensa que sigue casado. En su fuero interno, piensa que aún lo está. Reaccionó como ante un engaño«.

Todo un tributo de un hombre que lo ha perdido todo a la fe en la indisolubilidad del matrimonio. Lo que haya dicho un juez, incluso por iniciativa del propio Frank a efectos legales, no tiene ningún valor real para él. Lo real es lo que sucedió cuando contrajo matrimonio, sabedor de que lo que Dios ha unido no puede separarlo el hombre (Mt 19, 6). Tan interiorizado lo tiene, que las reacciones fisiológicas involuntarias que mide el polígrafo responden por él lo contrario de lo que dicen sus labios.

Y lo cierto es que el personaje real, Joseph, volvería a casarse con su esposa algunos años después de salir de prisión, aunque antes tuvo un hijo que conto cómo fue su vida tras esa dura experiencia.

Escena de Yo creo en ti.

La visita del periodista nos permite ver el impresionante panóptico de la cárcel de Statesville (Illinois) donde Joseph (Frank) cumplía condena.

Un segundo momento católico (minuto 1:29:30) realmente bello y emotivo, sucede en el clímax final que precede a la resolución del caso. McNeal tira la toalla, porque los abogados consideran que sus hallazgos no tienen valor probatorio suficiente como para revocar la sentencia. Plantear el caso sin la seguridad de ganarlo podría perjudicar a Frank cuando, cumplidos treinta años entre rejas, pida la libertad condicional. 

El periodista acude entonces a explicárselo a su madre, quien tocaba ya con los dedos el sueño de la libertad de su hijo. La escena de su desazón es muy triste. «Si usted me deja, no me queda ningún amigo«, le dice la mujer a James Stewart, desolada. «Lo siento», responde, antes de irse.

La madre de Frank se queda entonces sola, sollozando y repitiendo «No me queda ningún amigo». Hasta que levanta los ojos y se encuentra de frente a una imagen de Nuestra Señora en el aparador. Le dice, entre lágrimas: «Perdón, Virgencita mía. Aún te tengo a ti«.

¡Y vaya si la tenía a Ella! Los guionistas parecen haber querido remarcar su intercesión misericordiosa como causa y efecto. Porque es justo en la siguiente escena, cuando McNeal, hundido, sale de casa de la madre de Frank, pasa ante la imponente iglesia de la Santísima Trinidad de Chicago y coge un taxi para regresar a la redacción… cuando el caso se resuelve. No diremos cómo, por supuesto.

[Fin del spoiler.]

¿Tenían motivo los premiados guionistas de Yo creo en ti para esta doble y perfecta expresión de una fe católica creída y vivida? El guión lo firman Jerome Cady y Jay Dratler (por ese orden en los títulos de crédito), con la colaboración en la adaptación de Leonard Hoffman y Quentin Reynolds, aunque solo aparece el nombre de Dratler en la primera página de la versión final, que lleva fecha 13 de septiembre de 1947.

Cartel de Yo creo en ti.

Dratler fue un novelista y guionista de éxito en el género negro, y de hecho fue nominado al Oscar en 1945 por la extraordinaria Laura dOtto Preminger, que lo estaba también al mejor director.  

El guionista masón

Por su parte, Cady tuvo una carrera intensa y brillante que se truncó prematuramente. Tras ejercer como periodista radiofónico, en 1940 fue fichado por la 20th Century Fox. En 1948,  no mucho después del estreno de Yo creo en ti, fue encontrado muerto por una sobredosis de somníferos en su yate en la isla Catalina, frente a la costa californiana. Tuvo un servicio fúnebre masónico, por lo cual es presumible que perteneciera a alguna logia.

En la crónica periodística real de la prueba del polígrafo que firmó McGuire no aparece el incidente de la pregunta sobre el matrimonio, incluido -si es que no se trata de una licencia narrativa- entre las «preguntas irrelevantes» que le hizo Keeler como parte del proceso de control de sus reacciones. En cuanto a la escena de la imagen de la Virgen, parece un mero recurso dramático para enfatizar la religiosidad de la madre de Frank, quien indudablemente rezó por él y así se lo manifestó al reportero.

En un film donde la religión no juega un papel, ambas escenas encajan sin embargo de forma muy natural. Y sorprenden por la fidelidad con la que reflejan dos ideas característicamente católicas: el divorcio entendido como un no-ser (no solo algo indeseable, sino algo inexistente) y la creencia en la intercesión de la Virgen.

El Mandaloriano

16 capítulos de buen western galáctico, aventura para todas las edades

El Mandaloriano es la historia de un cazarrecompensas solitario que de repente se encuentra protegiendo a un niño muy peculiar

Acaba de finalizar en Disney+ la segunda temporada de El Mandaloriano, que ha seducido a la audiencia recuperando la esencia del western galáctico con samuráis que es Star Wars y dejándose de tonterías.

Aquí tenemos todo lo que nos gusta: bandidos del desierto, monstruos enormes, disparos láser, muñecos tiernos, robots algo locos, una banda que se va juntando para enfrentarse al Imperio, persecuciones en cacharros voladores, naufragios en planetas helados.

Cada temporada tiene 8 capítulos. Ni una escena de sexo. Ni una alusión de ideología de género ni marcianos o humanos trisexuales. Los 16 capítulos los puede ver con tranquilidad toda la familia, igual que las primeras películas de Star Wars. Sólo eso es ya un alivio en estos tiempos. Esta serie es independiente de las últimas películas de Star Wars, completamente prescindibles.

El western: tipos duros, pero con ética

El Mandaloriano recupera la esencia western de Star Wars. Hay quien dice que el western, la lucha del hombre en el desierto y la frontera, es el género cinematográfico que mejor mantiene la moral tradicional. Algo tendrá para que Trece, la televisión de los obispos, no deje de tener cada fin de semana sus películas clásicas del Oeste entre lo más visto. Los buenos pueden ser tipos duros, pero suelen mantenerse incorruptibles ante la ambición desmedida o la crueldad de los malos. La acogida al viajero es necesaria en las tierras salvajes. Está mal matar a mujeres, a hombres desarmados y a personas por la espalda. En el Western se valora la verdad, la valentía y la lealtad, y se castiga la mentira, la cobardía y la traición. A menudo, se castiga el prejuicio y los personajes aprenden a explorar y juzgar desde cerca.

Cuando pones un niño tierno e impredecible con un tipo duro en un western, la aventura está servida, y ese es el tema que El Mandaloriano.

El mandaloriano con su equipo de amigos

Un camino para vivir con virtud

Mando es un cazador de recompensas, pero tiene un firme código de honor, como todos los mandalorianos de su gremio. «Este es el camino», dicen los mandalorianos, cuando se aferran a él. Como recuerda C.S.Lewis, el «camino» en oriente es el «tao», un vivir con sabiduría que debe impregnarlo todo. Cuando los griegos buscaban esa sabiduría para vivir, los cristianos les respondían: «Jesús dijo ‘Yo soy el camino'». Porque la sabiduría llega con el trato a la persona.

«Maestro y discípulo, así siempre fue», dicen los Jedi en Star Wars. Los griegos estarían de acuerdo, pero los cristianos, desde Navidad, incluso desde Moisés en las aguas, saben que también hay fuerza en la pequeñez y en la debilidad, en los niños.

Huir y proteger al niño: tema navideño

Contratan a Mando para recuperar un «recurso». Piensa que será una poderosa arma, pero resulta ser el ya famoso y muy tierno «baby Yoda», con sus ojazos y sus simpáticos orejones. Star Wars siempre ofreció muñecos tiernos y robots con chispa y ambos abundan en El Mandaloriano. ¿Hasta donde alcanzan sus poderes? ¿De dónde viene? ¿Hay más? Mando se encontrará huyendo con el niño para protegerlo (tema más que navideño). Gracias al niño, el rudo cazarrecompensas solitario aprenderá a abrir su corazón. «Nada más me importa, sólo él», llegará a decir en el capítulo final. 

Star Wars siempre trató, en el fondo, de los daños de la ausencia del padre. Annakin cae en el lado oscuro y se convierte en Darth Vader (Dark Father) porque no tiene padre y su madre fue asesinada entre torturas. Luke, su hijo, tomará a Obi Wan como padre y tratará de salvar a su padre verdadero.

Mando perdió a sus padres, que murieron después de esconderlo en la sangrienta caída del planeta Mandalore en manos del imperio. Cuidar de un niño es un cambio para él, que le hará mejor persona.

El mandaloriano con Grogu, el bebé yoda

Entenderá que sólo no puede. Necesita amigos. Buscará gente en los márgenes de la galaxia (o las periferias, que diría el Papa). Como estamos en tiempos feministas, la mayoría desproporcionada serán mujeres fuertes de armas tomar. En el asalto a la fortaleza final del capítulo 16 a Mando le acompañan cuatro mujeres con pistolas, reclutadas en tres capítulos distintos; el único hombre de su bando, Boba Fett, se limita a maniobras de distracción con su nave. Recuerda esa escena de sólo superheroínas de la batalla final de Los Vengadores: Endgame, con cierto tufillo innecesario de militancia para cumplir cuotas.

Los malos también tienen rostro y motivaciones

Un punto interesante es que la serie sigue considerando buenos a los buenos y malos a los malos, pero con matices. Los bandidos tusken del desierto de Tatooine, que en películas anteriores eran bárbaros asesinos y violadores (ya hemos dicho que torturando a la madre de Annakin abrieron el paso al surgir de Darth Vader), aquí resultan ser simplemente nómadas en circunstancias de escasez. Como apaches de rostro enmascarado. Mando y una comunidad de granjeros aprenderán a colaborar con ellos contra un monstruo.

En el mismo sentido, Mando compartirá cantina varias veces con oficiales de lo que queda del Imperio. Son fanáticos, son como nazis orgullosos de sus crímenes que se niegan a admitir su derrota. Pero vemos sus rostros, hablamos con ellos: son humanos, pero marcados por su ideología cruel.

La señora rana y sus huevos

Al principio de la segunda temporada se organizó cierto revuelo en las redes cuando el niño se pone a comer los valiosos huevos de una señora rana, que buscaba reunirse con su marido. La gente que no sabe biología no entiende la diferencia entre un huevo sin fecundar (en los humanos, un óvulo, la célula femenina) y un embrión, que es un individuo de la especie en una de sus fases vitales iniciales.

En realidad, el esfuerzo de la señora rana por reunirse con su marido (están casados, insisten) y tener prole es enternecedor, profamilia y casi antisistema en 2020. Veremos una escena del niño jugando luego con el matrimonio rana y sus renacuajos. «No, niño, no podemos llevárnoslos con nosotros, ya tengo demasiadas mascotas», le dice Mando.

Parece -pero no es seguro- que debería haber una tercera temporada en diciembre de 2021. Los fans lo esperan. Si sigue la fórmula clásica, todos lo disfrutaremos. Lo que sí se ha anunciado -en una escena tras los créditos del final- es una serie sobre otro cazarrecompensas, Boba Fett. Podría ser que siguiese la misma fórmula, o que los cineastas intenten algo más oscuro.