Despierta de repente y cuenta que estuvo frente a Jesús

Adolescente sufre paro cardíaco, muere durante 20 minutos

Lo que sea que haya sucedido, los médicos no lo supieron explicar

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Zack Clements, de Brownwood, en Texas, se sintió mal durante la clase de gimnasia en el colegio y sufrió un paro cardiaco para sorpresa de todos, ya que el chico de 17 años era deportista y mantenía hábitos saludables de vida.

Su corazón dejó de latir durante 20 minutos. El joven fue llevado de emergencia al hospital, donde permaneció tres días en un especie de coma – del que despertó de repente, como si nada hubiera pasado.

Pero lo más sorprendente aún estaba por venir.

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Cuando despertó, Zack le dijo a sus padres, Billy y Theresa, lo que había sucedido durante esos 20 minutos en que había estado clínicamente muerto.

Cuenta que vio a un hombre de pelo largo y barba y, siempre según su relato, reconoció en él el rostro de Jesús, que le puso la mano sobre los hombros y le dijo que todo estaría bien.

Lo que sea que haya sucedido con Zack, el hecho es que los largos 20 minutos de paro cardiaco y la súbita recuperación de los latidos del joven impresionaron mucho a los médicos que lo atendieron, dejándolos sin saber cómo explicar lo que pasó con el joven y, principalmente, cómo sobrevivió a esa ausencia de pulso.

En la más escéptica de las hipótesis, lo que queda patente es que la vida tiene mucho más fuerza de lo que acostumbramos imaginar – y merece ser respetada, preservada y cuidada con todos los esfuerzos, incluso cuando parece imposible recuperarla.

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Cuando Carrie Fisher fue monja

La actriz que interpretó a la princesa Leia Organa en «La guerra de las galaxias» defendía la libertad religiosa

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Mientras el mundo llora la pérdida de la actriz que creó uno de los personajes más icónicos de su generación, algunos de nosotros recordamos aquel momento de su carrera en el que la joven Carrie Fisher interpretó el papel de una monja en Broadway.

La obra, de John Pielmeier, era Agnes of God, sobre el misterio de la trinidad, y Fisher asumió el papel de una joven monja de clausura que había dado a luz inexplicablemente, un papel creado originalmente para Amanda Plummer (interesante coincidencia, Fisher y Plummer fueron ambas hijas de Hollywood).

No obstante, cabe destacar que también hizo de monja en un par de películas, en particular en Jay y Bob el Silencioso contraatacan y en Los Ángeles de Charlie: Al Límite.

Y para rizar el rizo, su propia madre, Debbie Reynolds, también desempeñó su famoso papel de la monja cantora en The Singing Nun, a mediados de los años 60.

Aunque las inclinaciones religiosas de Fisher no eran de dominio público, el periódico Religion News Service señala: Recordemos que Fisher estuvo brevemente casada con el cantante y compositor Paul Simon. Simon canta sobre su relación en el tema Hearts and Bones : “Un judío y una medio judía errantes, libres para vagar por donde quieran…”.

Fisher era esa “medio judía errante”.

El padre de Fisher era judío; su madre no. En teoría, Fisher podría haber sido considerada judía según las corrientes judías reconstruccionista y reformista en los Estados Unidos… de haber sido criada y educada en el judaísmo.

De hecho, Fisher fue criada a la luz del protestantismo por su madre, pero después se identificó como judía. Ella y su hija habían asistido a cenas de sabbat en hogares de amigos judíos ortodoxos, y a veces asistían a los servicios de la sinagoga.

Sin embargo, el año pasado sí hablo sobre religión, en cierto modo:

La actriz de Star Wars Carrie Fisher  ha cargado contra los cines de Reino Unido por negarse a mostrar un anuncio de la Iglesia de Inglaterra que incluía el Padrenuestro, aludiendo a temores de que pudiera ofender a los espectadores.

El anuncio de 60 segundos estaba previsto que apareciera antes del nuevo episodio de la saga Star Wars: El despertar de la fuerza. No obstante, fue rechazado por [la agencia de publicidad] Digital Cinema Media (DCM), que representa a las cadenas principales Odeon, Cineworld y Vue, a pesar de haber sido aprobado por la [asociación profesional de publicidad en el cine de Reino Unido] Cinema Advertising Authority (CAA) y el Consejo Británico de Clasificación de Películas (BBFC).

Fisher, que repite en su papel de la princesa Leia Organa (ahora conocida como General Organa) en el nuevo episodio El despertar de la fuerza, declaró para The Mail on Sunday que no podía concebir de qué manera esa corta emisión podría ser ofensiva para los espectadores.

“No tengo la menor idea de por qué harían algo así”, decía. “¿Ofendidos? No. La gente debería buscarse una vida. No creo que sea ofensivo ver una nuncio sobre el ‘poder de la oración’ antes de Star Wars”.

Fisher, de 59 años, comparó el anuncio a la presencia de una copia de la Biblia en una habitación de hotel.

“Nunca he visto un anuncio como este, pero si consideramos el cine como una habitación de hotel, entonces tienen todo el derecho a poner un anuncio sobre el poder de la oración”, explicaba. “Es publicidad, así que han de ser los publicistas los que se opongan”.

Descanse en paz, hermana.

¿La muerte puede ser “inesperada”?

En serio…

La pregunta decisiva frente a nosotros no es «¿Cómo voy a prepararme para la muerte?» sino «¿Cómo voy a prepararme para la vida eterna?»

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Tras haber pasado casi toda mi infancia y la mayor parte de mi vida adulta en ciudades violentas y barrios conflictivos, yo siempre suponía que en algún momento sería atracado. Siempre suponía que me iban a pillar desprevenido y robarme. Y aun así, cuando me roban, me sigue cogiendo por sorpresa.

He estado pensando en sorpresas desagradables porque recientemente enterré a unos seres queridos que habían muerto inesperadamente. Dos veces en los últimos meses descolgué el teléfono para escuchar: “Sentimos mucho decirle que…”.

En ambos casos, era como cuando te atracan: una pérdida repentina e impactante que me repito no debería haberme pillado por sorpresa. Dolor, remordimiento y confusión me invaden presurosos, aunque no parece haber lugar donde alojarlos. ¿Cómo podría responder un cristiano ante estas situaciones?

Según escribía monseñor Lorenzo Albacete: “La respuesta más cruel ante el sufrimiento es el intento de justificarlo, decirle al que sufre: ‘Esto sucede por esta razón. Lamento que no puedas ver la respuesta, pero para mí está claro’”. Debemos resistir la tentación de envolver el dolor y la fealdad de la vida y la muerte en un envoltorio suave y brillante, de limar los bordes afilados y esconder las manchas de sangre.

De la misma forma debemos resistir la tentación de ofrecer “remedios” prácticos. Los cristianos no deben contribuir a la letanía bienintencionada de bálsamos del tipo “5 cosas que hacer cuando estás triste” o “Ayuda feliz para dolientes desesperados”.

Sí, debemos entender la muerte de los seres queridos como un recordatorio de las incertidumbres de la vida; tenemos que rezar diariamente por que podamos recibir los sacramentos antes de morir; deberíamos recordar que no llevaremos con nosotros ninguna posesión terrenal al más allá. Pero incluso con todo esto, no es suficiente.

Cuando observamos la violencia a nuestro alrededor y la enfermedad en torno al hecho de enfrentar la muerte, y nos preguntamos “¿cuándo llegará mi turno?”, deberíamos recordar que nosotros que vivimos a través del tiempo debemos pasar por la muerte para adentrarnos en la eternidad.

La pregunta decisiva ante nosotros no es “¿cómo debo prepararme para la muerte?”, sino “¿cómo debo prepararme para la eternidad?”. Con el pecado malogramos nuestra eternidad; con Su muerte y resurrección, Jesús nos la devolvió. Por ello, la mejor forma de prepararnos para la vida eterna con Dios es morir y resucitar con Jesús en el Sagrado Sacrificio de la Misa.

Nuestro buen Padre Celestial bendice todo lo que se Le ofrece en sacrificio digno, sobre todo Su unigénito Hijo. En otras palabras, aquellos que deseen vivir para siempre con Dios deben vivir esta vida desde y para la Eucaristía, desde y para el Sagrado Sacrificio de la Misa, y con urgente caridad debemos invitar a otros a imitarnos.

Cuando invitamos a otros al Sagrado Sacrificio de la Misa y al camino de muerte y vida que exige, no les invitamos a una simple celebración, aunque sea noble, o una mera comida, aunque sea festiva, ni a una sencilla hermandad, aunque sea deleitosa.

Les estamos invitando, de hecho, a una forma de muerte, de resurrección y de vida que extinguirá lo indigno dentro de ellos y habrá elevado a una vida divina lo que quiera que reste en su interior que pueda ser transformado en Cristo. Llamamos a nuestro prójimo a la salvación y a una mayor gloria de Dios no a través de consignas cómodas ni con el rubor del entusiasmo fácil, sino por el camino de la cruz, por la fidelidad hasta la muerte, y hacia la victoria inesperada, aunque ya profetizada y cumplida: la resurrección.

Así que yo (como muchos de vosotros, quizás) he sido “atracado” recientemente por una muerte inesperada. La visión de las tumbas recién cavadas aún sigue fresca en mi retina. Todavía no se han secado todas las lágrimas. Asumiendo que mañana nos despertemos, tendremos que afrontar otro día más y, preparados o no, dar un paso más hacia la eternidad.

A no ser que nuestro Señor Bendito regrese en gloria antes de entonces, algún día alguien se alejará de mi recién estrenada tumba. Entre ahora y entonces, yo caminaré del cementerio al altar y luego a mis deberes diarios. La sabiduría de los santos nos dice que esta es la mejor forma de prepararse para la muerte y para la vida eterna.

Mientras tanto confío en que, como yo, encontréis alivio en las palabras de oración que escribió el beato Rupert Mayer, S.J.:

Señor, como Tú lo quieras, así ocurrirá.
Y como Tú lo quieras, así también lo desearé yo;
Ayúdame a entender de verdad Tu voluntad.
Señor, lo que Tú quieras, eso es lo que escogeré,
Y lo que Tú quieras, esa es mi ganancia;
Me basta y me es suficiente saber que soy todo tuyo.

Señor, porque Tú lo quieres, por eso mismo eso es bueno;
Y porque Tú lo quieres, por eso tengo ánimos.
Mi corazón descansa en Tus manos.
Señor, cuando Tú lo quieras, ese será el momento adecuado;
Y cuando Tú lo quieres, yo estoy dispuesto.
Hoy y en toda la eternidad.

Cuando escriba otra vez, ofreceré una meditación sobre la esperanza y la desesperación. Hasta entonces, recemos los unos por los otros.

El “don” de ser ancianos y frágiles

Una reflexión sobre el valor de la vejez y la enfermedad, a partir de la experiencia de mi papá con Parkinson

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“Te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, oré haciendo tres veces el signo de la cruz sobre la frente de papá, la penúltima noche. Él me miró desde su cama, con los ojos bien abiertos. Me acordé de mis hijos cuando, antes de dormirse, estaban listos para la oración y para un beso de buenas noches.

“Es como un niño”, dijo después mi madre al referirse a mi frágil padre de 86 años enfermo de Parkinson. “Ha vuelto a ser completamente un niño”, repitió con una mezcla de sorpresa y tristeza.

Sabíamos todos que este día estaba llegando. Pero a pesar de saberlo, fue conmovedor ver a un hombre tan fuerte, robusto y físicamente atlético caer en la total impotencia y debilidad.

Mi mente voló a uno de los momentos más dulces que haya vivido nunca con mi padre, durante el semestre en que asistió a mi curso sobre “Principios de bioética” en la Universidad de Nuestra Señora de la Santa Cruz, hace casi una década. Orgulloso como un pavo del hecho que yo estuviera enseñando en la universidad, estaba feliz de asistir a mi curso y mis estudiantes lo amaban.Leyó diligentemente y subrayó el libro de texto dejándolo sobre la mesa junto al sofá en la sala, para poderlo mostrar a quien lo fuera a visitar a la casa. La enfermedad de Parkinson estaba empezando a afianzarse en esa época y, por suerte, los fuertes temblores estaban muy controlados por los fármacos que tomaba.

Un martes pasé a recogerlo por la mañana temprano para ir a la clase, como hice todo el semestre. Habíamos cruzado el Greater New Orleans Bridge hasta la orilla oeste del Mississippi, donde está la pequeña universidad católica. Recogimos algunas naranjas maduras que estaban en el árbol junto al estacionamiento, para luego entrar al edificio escolar por la puerta de atrás. Después de subir un piso con el elevador, atravesamos el pasillo de azulejos blancos que conducía al salón donde nos esperaban treinta estudiantes.

Casi a mitad de la calle las piernas de mi papá se petrificaron y él, con una mirada asustada, les ordenó que siguieran adelante, con el pensamiento. Nada que hacer. En pocos segundos se derrumbó en un gran llanto a causa de la pérdida de control sobre su cuerpo. “Ánimo, papá”, le dije tomándolo por el brazo para ayudarlo a seguir adelante. “Tú puedes”. Llegamos tarde a la clase, y mientras él intentaba poner buena cara al mal tiempo, estaba sacudido al darse cuenta de su condición degenerativa. Esas fueron las primeras manifestaciones de una enfermedad que al final le habrían vuelto casi imposible caminar o hablar.

Al mirar fijamente el frágil y debilitado cuerpo de mi papá, reflexioné sobre el misterio de la pérdida de la fuerza y capacidades de nuestra vida – tal como la conocemos – para prepararnos a la vida eterna. Existe una inmensa gracia en el dejar de depender de nosotros mismos, y aprender a depender completamente de Dios y los demás. La última etapa de una larga vida está generalmente caracterizada por una profunda vulnerabilidad, un despojarse de las propias corazas, máscaras y mecanismos de defensa. Es una etapa sagrada donde volvemos a ser lavados, alimentados, acompañados y limpiados por los demás. Teniendo la posibilidad de recuperar – a pesar de la piel marchita – un corazón de niños.

La mayor parte de nosotros necesita una vida entera para alcanzar el lugar en que la naturaleza ofrece como un don – la impotencia – lo que hemos, a menudo, temido perder más, contra lo que hemos combatido más duramente y que hemos buscado rechazar incansablemente con cada instrumento a nuestra disposición. Al final, la impotencia es una gracia que nos invita a rendirnos, nos enseña simplemente a abrir nuestras manos para recibir de Dios y de los demás. La impotencia es el beso del cielo, un beso que nos invita a la confianza, un beso que nos invita a casa al lugar donde hemos finalmente entendido que somos infinitamente amados por un Dios que nos ve como lo que hemos sido creados para ser: pequeños niños.

“Buenas noches, papá. Te quiero”, le dije en voz baja arrodillándome para besar su rostro infantil. “Todo está bien. Quédate en paz”.

¿Qué es la escatología?

Fin del mundo, juicio, cielo, infierno,…

Un diccionario útil para conocer mejor el futuro

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La escatología trata de los acontecimientos que afectarán a cada individuo al finalizar su camino en la tierra, es decir, la muerte, el juicio particular, el purgatorio, el infierno, el cielo.

Y la escatología colectiva trata los acontecimientos relacionados con el fin de los tiempos, es decir, la parusía (segunda venida de Cristo), resurrección de la carne, juicio final o universal y los “Cielos y Tierra nuevos”.

La muerte es donde se da la separación entre el cuerpo y el alma. Dios no es el autor de la muerte. Fue el hombre que, usando mal la libertad que Dios le dio, pecó, y al pecar, permitió que la muerte entrara en el mundo.

El juicio particular ocurre inmediatamente después de la muerte, y define si el alma va al cielo, al infierno o al purgatorio. No hay una acción violenta de Dios, sino simplemente el alma tendrá nítida conciencia de lo que fue su vida en la tierra, y así, se sentirá irresistiblemente impulsada a Dios (cielo), o lejos de la presencia de Dios (infierno) o a un estado de purificación (purgatorio).

El purgatorio es el estado en que las almas de los fieles que mueren en el amor de Dios, pero aún con tendencias pecaminosas, son liberadas a través de una purificación de su amor. Es decir, son almas justificadas, pero que aún necesitan ser santificadas. El purgatorio fortalecerá el amor de Dios en lo íntimo de la persona, con el fin de expulsar las malas tendencias. Todas las almas del purgatorio, posteriormente, irán al cielo.

El infierno es un estado de total infelicidad. Es vivir eternamente sin Dios, sin amar, sin ser amado. El alma entiende que Dios es el bien mayor, pero su libre voluntad lo rechaza y sabe que será siempre incompatible con Dios. Eso genera un inmenso vacío en el alma que odia a Dios y a sus criaturas. Sólo va al infierno quien rechaza a Dios consciente, libre y voluntariamente. Pero, ¿cómo puede existir el infierno si Dios es bueno y nos ama?

El cielo no es un lugar en las nubes, sino un estado de total felicidad capaz de realizar todas las aspiraciones del ser humano. En el cielo participamos de la vida de Dios. Y cuanto mayor es el amor que la persona desarrolló en este mundo, más profunda será la participación en la vida de Dios. De este modo, en el cielo todos son felices, pero en grados diferentes, pues cada uno es correspondido en la medida exacta de su amor. Dios es amor, amor que se da a conocer a quien ama. No existe la monotonía en el cielo, sino una intensa actividad de conocer y amar.

El limbo sería el “lugar” eterno donde irían los niños que mueren sin Bautismo. No tendrían la visión sobrenatural de Dios, sino una visión natural más perfecta de la que tenemos. Sin embargo, el limbo siempre fue una suposición y jamás fue un dogma de fe. Al contrario, esos niños son confiados por la Iglesia a la misericordia de Dios, que creemos tendrá un camino de salvación propio a ellos.

Por Estêvão Bettencourt

Fuente: Apostila do Mater Ecclesiae – Escatologia

El momento de los héroes y de los mártires

La masacre de Oregón

Conmovedoras historias de valor y salvación en medio de una brutal tragedia que ha conmocionado a EE.UU.

WINSTON, OR - OCTOBER 03: Nancy Peete prays during a prayer service and candlelight vigil at River Bend Park to remember the victims of the mass shooting at Umpqua Community College in nearby Roseburg on October 3, 2015 in Winston, Oregon. On Thursday 26-year-old Chris Harper Mercer went on a shooting rampage at the college killing nine people and wounding another nine before killing himself.   Scott Olson/Getty Images/AFP
WINSTON, OR – OCTOBER 03: Nancy Peete prays during a prayer service and candlelight vigil at River Bend Park to remember the victims of the mass shooting at Umpqua Community College in nearby Roseburg on October 3, 2015 in Winston, Oregon. On Thursday 26-year-old Chris Harper Mercer went on a shooting rampage at the college killing nine people and wounding another nine before killing himself. Scott Olson/Getty Images/AFP

Inestabilidad mental es solo uno de los primeros diagnósticos para describir al hombre de 26 años de edad que este jueves pasado, en un violento ataque con armas de fuego, asesinó a sangre fría a nueve personas e hirió a otras veinte personas en un colegio comunitario en el estado de Oregon (EE.UU.)

Las investigaciones por parte de las autoridades continúan para determinar las razones que llevaron a un hombre de 26 años a cometer el brutal ataque en un campus universitario.

De acuerdo con el testimonio ofrecido por parte de la familia de una de las supervivientes del ataque, el asesino preguntaba a sus víctimas si eran cristianos: si la respuesta era sí, los ejecutaba con un tiro a a la cabeza; si no se identificaban como cristianos, les disparaba en las piernas.

El testimonio fue ofrecido por la joven Ana Boylen, la cual se encuentra en recuperación después de pasar por el quirófano para extraer una bala que recibió en la espinal dorsal.

La tragedia ha conmocionado a la nación: conforme pasan los días se van dando a conocer los nombres de las victimas mortales y los heridos en esta tragedia.

Las notas a resaltar en esta tragedia la ofrecen los actos heroicos de estudiantes que no lo pensaron dos veces en salvar la vida de sus compañeros. Tal es el caso del veterano del ejército estadounidense Chris Mintz, el cual, de acuerdo a su tía Sheila Brown, recibió siete balazos al proteger y salvar a estudiantes.

Chris Mintz recibió balazos en las manos, el abdomen y la espalda, y también termino con las dos piernas rotas. “No estamos seguros de como se rompió las piernas” dijo su tía.

Lacey Sroggins está viva gracias a las acciones de Treven Anspach, el cual la protegió con su cuerpo herido de muerte. Lacey, al estar cubierta en sangre de su Anspach, evitó recibir un balazo por parte del asesino. Treven Anspach, de tan solo veinte años de edad demostró una vez más junto con Chris Mintz que aún en las horas más oscuras de tragedia y dolor el valor y amor al prójimo siempre aparecen.