¿Qué quiere decir castidad?

La castidad es un gran sí al verdadero significado del sexo, a lo bueno que es haber sido creados varón y mujer a imagen de Dios. La castidad no reprime, libera. Nos libera de usar a los otros para obtener una gratificación egoísta, y nos hace capaces de amar a los otros como Dios nos ama.

Dos adultos solteros que están de acuerdo son capaces de tener relaciones sexuales. La cuestión es: ¿es bueno para ellos? El amor no es arbitrario. El amor no se acaba en los sentimientos, ni es equiparado a la atracción y al deseo sexual. El amor no es algo que “sucede”; el amor es una decisión. Las emociones y atracciones son “la materia prima” del amor. Pero es un error considerar la materia prima como su “forma perfecta”.

Por definición el amor siempre elige libremente sacrificarse por el bien del amado. El amor sexual verdadero decide libremente hacer una donación total, fiel y fructífera de sí mismo al ser amado. La relación sexual habla el idioma del amor de Dios. Éste es el lenguaje del enlace matrimonial. Es lo que el corazón desea: un amor verdadero y durable. Las relaciones sexuales son expresión del vínculo matrimonial.

“Vivir juntos” en vez de ser una preparación para el matrimonio, es más bien una preparación para el divorcio. Los que viven juntos tienen un 50% más de probabilidades de divorciarse, comparado con los que no lo hacen (Estudios de Larry Bumpass y James Sweet, Cohabitation, Marriage and Unios Stability: Preliminary Findings, Madison, Wis, 1995, Working Paper # 65).

Mantener una relación sexual que es fácil de disolver, sin un compromiso de fidelidad de por vida y opuesto a la vida no puede preparar a la pareja a aceptar una relación sexual que exige indisolubilidad, fidelidad de por vida y estar abiertos a la vida. Al elegir consistentemente tal conducta, la pareja demuestra que están de hecho mal preparados para el compromiso matrimonial, porque han sido “entrenados” psicológicamente para lo contrario.

Estar dispuestos a involucrarse en rfelaciones prematrimoniales demuestra una aceptación implícita del sexo fuera de los límites del matrimonio. Por eso hay una tasa mucho más alta de adulterio entre parejas que se embarcaron en sexo prematrimonial, comparada con las que no lo hicieron. El adulterio es una de las principales causas de divorcio (cfr.Christopher West, Buena Nueva sobre sexo y matrimonio, p. 72-73).

Las relaciones prematrimoniales establecen un modelo de auto indulgencia que facilita los auténticos vicios (lujuria, orgullo, egoísmo, deshonestidad, desconfianza, pereza, y más) que sirven para minar la relación sana de marido y mujer.

La intimidad sexual nubla el juicio de la pareja sobre sus relaciones, impidiéndoles obtener el juicio objetivo esencial para poder discernir una vocación matrimonial auténtica, para discernir también si esa es la persona adecuada o no.

La castidad implica vivir la abstinencia en el noviazgo y respetar la naturaleza fértil del acto conyugal en el matrimonio. Se pueden evitar los hijos con métodos naturales que no dañan a la mujer, cuando hay seria necesidad de ello.

Lo opuesto al amor no es el odio, sino utilizar a la otra persona como una cosa. En cada “conquista” del varón hay una mujer del otro lado, que ha sido usada y descartada. Y ¿a quién le importa? Le importó a Juan Pablo II, quien, con su Teología del cuerpo, ha ayudado a muchos jóvenes a encontrar el camino correcto para ser más plenos en su noviazgo y en su matrimonio. La doctrina de la Iglesia sobre el sexo y matrimonio es buena nueva porque es la verdad sobre el amor verdadero, y también es noticia porque nos desafía.

A los recién casados

Hay cosas que puede obstaculizar la buena marcha de un matrimonio, como la falta de comunicación y la ignorancia de qué es el matrimonio y la sexualidad, pero para empezar el primer consejo sería: saquen la televisión de su recámara. El televisor aísla, recorta la comunicación.

Uno de los grandes retos de la familia actual es tratar de comer juntos y tener momentos de conversación. Al menos se ha de procurar hacer una comida al día juntos, ya que vivimos bombardeados por trabajos y entretenimientos que puede quitar estos preciosos momentos del arte de convivir en familia y con los hijos. Hay que planear los temas de conversación (temas actuales, trabajo, estudio, amistades, historia, lecturas, deportes, exámenes, etc.) y saber preguntar a cada uno cómo le fue durante el día e interesarse por los detalles más pequeños.

Madre Teresa de Calcuta dijo: “Hoy el aborto es el peor mal y un enemigo de la paz. Los que nos hemos reunido hoy hemos sido deseados por nuestros padres, sino, no estaríamos aquí. Muchos niños mueren de forma intencionada, por la voluntad de la madre. Esto es lo que hoy destruye la paz, porque si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué le impide matar a cualquiera? Nada.

Muy pobre es el país donde se tolera privar de la vida a un niño no nacido: un niño creado a imagen y semejanza de Dios, creado para vivir y para amar. Su vida no está para ser destruida, sino para que viva…

Cada uno de nosotros tiene que llevar su propia cruz: esa es la señal de que pertenecemos a Cristo”.

Hay matrimonios jóvenes que quieren esperar a tener un hijo porque viven en pobreza extrema o por otro motivo serio En este caso sería conveniente que estudien qué medios van a poner para evitar los hijos, pues tendría que ser un método natural, ya que la mayor parte de las pastillas anticonceptivas son abortivas, y si no lo creen, acudan al laboratorio que las hace y estudien los componentes de las mismas.

La píldora no siempre impide la fertilización, y cuando ésta ocurre, la píldora impide que el óvulo fecundado se implante en la membrana del útero. En estos casos la píldora actúa como un abortivo directo. El dispositivo intrauterino DIU, el Depo Provera, el Preven también pueden ser abortivos.

El aborto químico producido por fármacos se está constituyendo en el asesino número uno de embriones y fetos humanos en todo el mundo.

La primera reacción psicológica de la mujer que ha practicado un aborto es la negación. Luego vienen cuadros depresivos acompañados de un sentimiento de culpa. Para curarse hay que pedir y recibir el perdón de Dios. Para los católicos es imprescindible recibir el sacramento de la confesión para recibir el perdón y la curación de Dios de los pecados graves. Dios es misericordioso ante quien se arrepiente del mal hecho. Orar por un bebé que ha fallecido puede curar a los hijos que viven y a familias enteras.

Muchos desconocen que es intrínsecamente mala toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación. (Cfr. CEC 2730).

Es imposible creer en la santidad de la vida humana y a la vez creer en el derecho a la contracepción. Con certeza se ha demostrado que la mentalidad anticonceptiva siempre conduce al aborto. Un matrimonio que usa métodos anticonceptivos no naturales no debe acercarse a comulgar.

Hay matrimonios que viven la abstinencia y otros que usan el método Billings porque tienen un motivo para evitar a los hijos, método que exige cierta disciplina de parte de los dos.

Lo que se pretende es que la pareja sea feliz y se vea con amor, y no que uno al otro se vean como cómplices. Es muy importante orar porque orar es amar.

Afirmar que Dios es Creador es decir que gobierna este mundo, es decir que está presente en la Historia. Si nos quedamos en que Dios ha creado un mundo bonito, nos quedamos en un cuento de hadas. Este mundo no es Disneylandia; hay quienes aspiran a vivir en Disneylandia, entretenidos. Hay quien sólo piensa en divertirse, en pasarla bien, y piensan que estamos en el paraíso terrenal. No estamos para divertirnos. Tenemos un papel en esta historia de pecado. Si quiero Disneylandia y la vida no es así, vivo en una frustración constante. El problema de nuestros contemporáneos es que quieren hacer de este mundo Disneylandia, cuando aquí está pasando algo, estamos llamados a colaborar en esta batalla espiritual, en este campo de trigo y cizaña.

Nuestro futuro está condicionado a que tengamos dos cosas: piedad y doctrina cristiana. Tener piedad consiste en tener prácticas que acercan a Dios, como la Santa Misa, el rezo del Rosario y la oración mental. Tener doctrina es, en resumen, conocer el Catecismo de la Iglesia Católica y los rudimentos de la Teología.

¿Y si me embarazo?

Matriz caída o ya transparente, mujer de 39 años, esposo sin trabajo, dos cesáreas, tres hijos, estrés, depresión, irregularidad en los ciclos menstruales, deudas con el banco que ya no esperará y amenaza con quitarles la casa… y un largo etc. Estas sí son tragedias y no las de las telenovelas.

Estamos metidos, sin duda alguna, en uno de los temas más álgidos y de mayor interés en la vida de millones de personas, quienes, vinculadas por medio del matrimonio, se cuestionan sobre el uso de los medios de control natal artificiales cuando, por otra parte se oye decir que la Iglesia no los admite como recursos lícitos desde el punto de vista moral.

Pablo VI, calificando de intrínsecamente ilícito el acto contraceptivo, ha enseñado que esa norma no admite excepciones: ninguna circunstancia personal o social ha podido, puede o podrá hacer que tal acto sea bueno en sí mismo, porque el fin no justifica los medios. Pero tal postura no significa un abandono de la Iglesia a los esposos que enfrentan tan grave dilema, pues en otro momento de la encíclica deja bien claro: “La Iglesia, al mismo tiempo que enseña las exigencias imprescindibles de la ley divina, anuncia la salvación, y abre con los sacramentos, los caminos de la gracia, la cual hace del hombre una nueva criatura capaz de corresponder en el amor y en la verdadera libertad al designio de su Creador y Salvador”. Puesto que Dios no pide imposibles.

Convendrá pensar en este tema que, si Dios no existe, el hombre es dueño de su naturaleza, pero si sí…  entonces no. Es por esto que la Iglesia no tiene el poder de cambiar las normas morales, de igual forma que ninguna autoridad civil puede cambiar el curso del sol, ni hacer que las raíces crezcan hacia arriba y el tronco, las ramas, y las flores hacia abajo.

Juan Pablo II, confirmando las enseñanzas de la encíclica sobre el control natal, decía: “Por otra parte, los esposos pueden verse seriamente obstaculizados en su empeño por vivir correctamente el amor conyugal a causa de la mentalidad hedonista ambiental, de los “mass media”, de las ideologías y praxis contrarias al Evangelio. Y esto puede suceder también, con consecuencias graves y disgregadoras, cuando la doctrina enseña en la encíclica “Humanae vitae”  se pone en discusión -como a veces ha sucedido- por parte de algunos teólogos y pastores de almas. Efectivamente, esta actitud puede suscitar dudas sobre una enseñanza que para la Iglesia es cierta, oscureciendo, de este modo, la percepción de una verdad que no puede ser discutida. Tal actitud no es signo de “comprensión pastoral”, sino de incomprensión del verdadero bien de las personas. La verdad no puede tener como medida la opinión de la mayoría”.

Si leemos los cuatro Evangelios con sentido analítico, descubriremos que en la doctrina enseñada por Jesús no aparecen promesas de una vida fácil, cómoda, sino todo lo contrario; pues se caracteriza, de principio a fin, por sus fuertes exigencias, y por el enfrentamiento a los criterios mundanos que buscan la felicidad absoluta  al precio más bajo.

En otro punto, Pablo VI insiste: “afronten, pues, los esposos, los necesarios esfuerzos apoyados por la fe y la esperanza (…) invoquen con oración perseverante la ayuda divina… y si aun así, el pecado los sorprendiese, no se desanimen, sino que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios que se concede en el sacramento de la confesión”.

Alejandro Cortés González-Báez