La Virgen con una hoz

La aparición de Porzus y otras en las que pidió guardar las fiestas

En la iglesia en Porzûs recuerdan la aparición de la Virgen a una niña, con un mensaje

No blasfemar y guardar el domingo y los días festivos. Este tema, que no aparece en las apariciones marianas de Lourdes, en 1858, sí aparece con cierta frecuencia en otras apariciones francesas. Y también, como veremos, en la aparición italo-eslovena de Porzûs, en 1855, tres años antes de Lourdes.

Dominique Le Tourneau, sacerdote investigador de los santuarios marianos en Francia, autor del libro Guide des Sanctuaires Mariaux de Franceseñalaba que varias apariciones marianas insisten en la necesidad de respetar los festivos sin trabajar y en reprochar, al mismo tiempo, a los que juran con palabrotas blasfemas. Son pecados que, en estas apariciones, parecen ir siempre juntos.

“Este es el significado de las apariciones en Notre-Dame de l’Osier en 1649, y en La Salette en 1846, en Isère, y aún más claramente en Hérault, en Saint-Bauzille-de-la-Sylve en 1873, donde se rinde culto a Nuestra Señora del Domingo”, apunta.

Notre-Dame de l’Osier en 1657 y el campesino protestante

El 25 de marzo de 1649, día de la Anunciación, era fiesta de precepto y la ley civil francesa castigaba con multas a quien trabajara ese día. Pierre Port-Combet era un campesino hugonote (es decir, protestante) que ese día decidió ponerse a cortar ramas de mimbre. Cuenta la historia que del arbusto brotó sangre que manchó la podadera y la ropa del campesino, que se asustó.

Ocho años más tarde, en 1657, de nuevo en marzo, 1657, Pierre vio en uno de sus campos a una hermosa dama vestida de blanco, envuelta en un manto azul y con la cabeza cubierta por un velo negro.

– Aquel hugonote que cortó el mimbre, ¿dónde vive? ¿No quiere convertirse? -preguntó la misteriosa dama.
– No lo sé… Habita muy del otro lado -dijo él.
– ¡Ah, miserable! ¿Crees que no sé que tú eres el hugonote? Pues bien, sabe que el tiempo de tu fin está próximo. Si no cambias tu situación serás uno de los mayores tizones de infierno que hubo jamás. Si cambias de religión, yo te protegeré ante Dios.

Pierre se hizo católico antes del 15 de agosto y murió poco después. Más allá del cambio de denominación, tradicionalmente se ve esta historia como una crítica a los campesinos que no guardan el domingo.

La Salette en 1846: la Señora que lloraba

El 19 de septiembre de 1846, los pastorcitos Mélanie Mathieu y Maximin Giraud informaron haber encontrado a una «bella dama» sentada en la ladera de una pequeña aldea en los Alpes franceses que lloraba desconsolada tapándose la cara con las manos. Llevaba unas cadenas sobre los hombros, un chal rojo y le rodeaban rosas.

No les dijo explícitamente ser la Virgen, pero sí les dijo, hablando en francés y en occitano, que lloraba por la impiedad imperante en la sociedad, especialmente porque muchas personas blasfemaban al hablar, y porque no dedicaban el domingo a descansar y acudir a misa, sino que trabajaban.

Hérault, en Saint-Bauzille-de-la-Sylve en 1873: la dama de blanco en las viñas

El caso de 1873 se da a unos 30 kilómetros de Montpellier, en medio de una plaga de filoxera que destruía viñas en pueblos no lejanos. El caso de Lourdes, que empezó en 1858, había sido valorado como verdadero por la Iglesia, que empezaba a fomentar las peregrinaciones.

Auguste Arnaud era un agricultor católico pero no muy piadoso, que por lo general trabajaba en las viñas de otros dueños, pero dedicaba algunos domingos a trabajar en las suyas propias. Después de dos horas de trabajo muy temprano de mañana, toma su almuerzo en la viña, se prepara para sacar su pipa y antes de encenderla aparece ante él, a uno o dos metros, una hermosa joven que, dice, aparenta tener entre 25 y 28 años y está vestido completamente de blanco.

– ¿Cal ses bous? (¿Quién es usted?) – le pregunta él en occitano.
 Sioi la Sainta Bierja. N’agès pas paou (Soy la Santa Virgen, no tengas miedo) – responde ella en el mismo idioma. Hablan en occitano y ella le avisa de que vendrá un terrible enfermedad a las viñas… ¿Le estaba criticando por trabajar en domingo? Después ella pide que reclame al sacerdote local que ponga en los campos de vides una nueva cruz con una imagen de la Virgen. «Después de estas palabras, la aparición se elevó verticalmente como un aerostato y la seguí con los ojos hasta que ya no pude verla», declaró él.

Un mes después habría otra aparición, con varios testigos describiendo el trance de Arnaud. La iglesia investigó el caso. Un obispo le dio credibilidad, pero no se difundió mucho, quizá porque -apuntan algunos- no interesaba que compitiera con Lourdes.

Porzûs, 1855: la Virgen siega con la hoz

Recientemente ha ido ganando en popularidad la aparición de la Virgen en 1855 en Porzus, una aldea de montaña que hoy tiene 30 habitantes, en Italia, casi en la frontera con Eslovenia. Muchos historiadores de la Segunda Guerra Mundial conocen el lugar porque allí unos partisanos comunistas mataron en febrero de 1945 a 17 partisanos católicos, algunos en emboscada y otros como prisioneros ejecutados (es conocido como el ‘Eccidio di Porzûs’).

La fuente de la aparición mariana de 1855 son notas biográficas guardadas en el Instituto de las Hermanas de la Providencia en la cercana ciudad de Udine. El sacerdote udinés San Luigi Scrosoppi (1804-1884), fundador de esta congregación, fue el acompañante de la niña vidente. No hubo peregrinación al lugar de los hechos hasta 1992 y su narración básica la escribió el sacerdote Carlo Gamberoni en su librito «La Virgen en Porzus: Se apareció a una niña y luego fue olvidado».

Teresa Dush nació en 1845 en Porzus, cuando sus padres, Giuseppe y Caterina Grimaz, llevaban ya 18 años casados. Era una familia muy pobre de campesinos de lengua eslovena. Tenían un terreno pedregoso y poco fértil, con algunos pastos. Teresa, de niña o de joven, siempre fue de salud frágil, aunque colaboraba en las tareas de la casa.

Empezó a recibir lecciones de catequesis en 1854, a los 9 años. La aparición mariana sucedió tres días antes de que Teresa cumpliera los 10 años. Era el 8 de septiembre de 1855, fiesta de la Natividad de la Virgen, que caía en sábado. Era una fiesta de guardar, seguida de un domingo, pero la madre de Teresa se había olvidado de estos festivos y no había preparado hierba para dar a los animales.

La madre pidió a la niña que fuera al pasto y trajera hierba para los animales. Ella le recordó lo que había aprendido en el catecismo: no había que trabajar en la fiesta de la Virgen. La madre le respondió: “Si nosotros comemos, los animales también deben comer”.

La niña fue al prado hoz en mano, dudando sobre el asunto. Cuando levantó la hoz, notó que alguien se la quitaba. Al alzar los ojos, vio a una hermosa dama.

– ¡No deberías trabajar en la fiesta! – dijo la dama con voz dulce en lengua eslovena. Y recortando un poco de hierba y dándoselo a la niña, añadió: – Toma, esto será suficiente.

Después la desconocida dijo:

– Di a todos que santifiquen el nombre del Señor y no blasfemen, porque al hacerlo ofenden a mi Hijo y hieren mi Corazón materno. Además, quiero que se observen ayunos y vigilias.

Cuando la niña comentó en el pueblo lo sucedido, los vecinos dijeron a la niña: “Dile a Nuestra Señora que te dé alguna señal”.

Sucedió al domingo siguiente, cuando Teresa se encontraba en la iglesia. La Virgen se le apareció allí, cerca del altar, con un vestido cubierto de rosas (lo que hace pensar en La Salette 9 años antes). Otras chicas y vecinos veían a la niña en éxtasis hablando cerca del altar, pero nadie veía ni oía nada. Después la niña les enseñó una marca en su mano izquierda: un signo como impreso en la piel, brillante «como el oro», con forma de cruz de 3 cm de largo. No había forma de borrarlo. Esa cruz se mantuvo en su mano hasta su muerte quince años después.

Muy pronto murieron los padres de la niña. Teresa fue encomendada a los cuidados de San Luigi Scrosoppi, que con las hermanas de la Providencia cuidaba a otras niñas. A los 23 años Teresa entró en esta congregación con el nombre de Sor María Osanna. Murió dos años después, de tuberculosis pulmonar, con 25 años, habiendo dejado algunos datos más sobre sus visiones.

En 1885, treinta años después de los hechos, los vecinos edificaron una capillita en el prado de la aparición y un mensaje recordando la enseñanza de la Virgen: “Santificad las fiestas. No blasfeméis y observad ayunos y vigilias”. Los vecinos adquirieron la costumbre de rezar allí el rosario los domingos por la tarde. La capilla fue bendecida por el obispo auxiliar de Udine en 1953.

En 2018 celebró misa allí el cardenal esloveno -aunque formado en los paúles de Argentina- Franc Rodé, arzobispo emérito de Liubliana y prefecto emérito de la Congregación vaticana de Vida Consagrada. Destacó que en Porzûs, como en Lourdes (y en La Salette, Herault y otros sitios) la Virgen hablaba con los lugareños en el dialecto local. También destacó la actualidad de sus peticiones: abstenerse de blasfemar y respetar las festividades.

Un fotorreportaje de Porzus aquí

Vídeo de 2020 sobre Parzus y la misa a los 150 años de la muerte de la joven vidente

Nuestra Señora de la Salette

La historia oficial y el secreto de Melanie y Maximin

PARTE I.

El 18 de septiembre (1846), víspera de la Santa Aparición de la Santísima Virgen, estaba solo, como de costumbre, cuidando las vacas de mi Maestro. Alrededor de las once de la mañana, vi a un niño pequeño caminando hacia mí. Estaba asustado por esto, porque me parecía que todo el mundo debería saber que evitaba todo tipo de compañía. Este chico se me acercó y me dijo:

«Niña, vengo contigo, también soy de Corps». Ante estas palabras, el mal natural en mí pronto se mostró, y dando unos pasos atrás, le dije: «No quiero a nadie cerca. Quiero estar solo». Pero el niño me siguió, diciendo: «Adelante, déjame quedarme contigo. Mi Maestro me dijo que viniera a velar por mis vacas junto con las tuyas. Soy del Cuerpo».

Me alejé de él, haciéndole un gesto de que no quería a nadie cerca, y cuando estaba a cierta distancia, me senté en la hierba. Allí, solía hablar con las pequeñas flores del Buen Señor.

Un momento después, miré detrás de mí, y allí encontré a Maximin sentado cerca de mí. De frente me dice: «Mantenme contigo. Seré muy bueno».

Pero el mal natural en mí no escuchará la razón. Salto a mis pies, y corro un poco más lejos sin decir una palabra y de nuevo empiezo a jugar con las pequeñas flores del Buen Señor. En un instante, Maximin estaba allí de nuevo, diciéndome que sería muy bueno, que no hablaría, que se aburriría solo, y que su Maestro lo había enviado a estar conmigo, etc. Esta vez, me apiadé, le hice un gesto para que se sentara, y seguí jugando con las pequeñas flores del Buen Señor.

No pasó mucho tiempo antes de que Maximin rompiera el silencio estallando en risas (creo que se estaba burlando de mí). Lo miro y me dice: «Vamos a divertirnos, inventemos un juego». No dije nada en respuesta, porque era tan ignorante que no entendía lo que eran los juegos con otras personas, siempre habiendo estado solo. Jugué con las flores, por mi cuenta, y Maximin se acercó a mí, sin hacer nada más que reírse, diciéndome que las flores no tenían oídos para escucharme y que deberíamos jugar juntos en su lugar.

Pero no me gustaba el juego que me dijo que jugara. Sin embargo, comencé a hablar con él, y me dijo que los diez días que iba a pasar con su Maestro pronto terminarían y luego se iría a casa con su padre en Corps, etc.

Mientras hablaba, escuché la campana de La Salette, era el Ángelus. Le hice un gesto a Maximin para que elevara su alma a Dios. Se quitó el sombrero y guardó silencio por un momento. Entonces le dije: «¿Quieres cenar?» «Sí, respondió, comamos». Nos sentamos y saqué de mi bolso las provisiones que mi Maestro me había dado. Como era mi costumbre, antes de irrumpir en mi pequeño pan redondo, hice una cruz con la punta de mi cuchillo en el pan, y un pequeño agujero en el medio, diciendo: «Si el diablo está allí, que se vaya, y si el Buen Señor está allí, ¡que se quede!» y rápidamente cubrí el pequeño agujero. Maximin se echó a reír y me echó el pan de las manos. Rodó por la ladera de la montaña y se perdió de vista. Tenía otro pedazo de pan que compartimos. Después, jugamos un partido. Luego, al darme cuenta de que Maximin todavía debe tener hambre, señalé un lugar en la ladera de la montaña cubierto de todo tipo de bayas. Le insté a que fuera a comer un poco y se fue de inmediato. Comió algunas bayas y trajo su sombrero lleno de ellas. Por la noche caminamos juntos por la montaña y prometimos volver al día siguiente y cuidar de nuestras vacas juntos.

Al día siguiente, el 19 de septiembre, conocí a Maximin en el camino hacia arriba. Subimos juntos por la ladera de la montaña. Descubrí que Maximin era un chico muy bueno y sencillo, y que de buena gana hablaba de lo que quería hablar. También era muy flexible y no tenía opiniones fijas. Tenía un poco de curiosidad, porque, cuando me alejaba de él, tan pronto como veía que me había detenido, corría hacia mí para ver lo que estaba haciendo y escuchar lo que le estaba diciendo a las flores del Buen Señor. Y si llegaba demasiado tarde, me preguntaba qué había dicho.

Maximin me dijo que le enseñara un juego. Ya era tarde en la mañana. Le dije que recogiera algunas flores para el «Paraíso». Nos pusimos a trabajar juntos. Pronto tuvimos una serie de flores de varios colores. Podía escuchar el sonido del Ángelus del pueblo, porque el clima estaba bien y no había una nube en el cielo. Habiendo dicho al Buen Señor lo que habíamos aprendido, le dije a Maximin que debíamos conducir nuestras vacas a una pequeña meseta cerca del barranco, donde habría piedras para construir el «Paraíso». Condujimos nuestras vacas al lugar seleccionado y luego tuvimos una pequeña comida. Luego comenzamos a recolectar piedras para construir nuestra pequeña casa, que consistía en una llamada planta baja que era donde íbamos a vivir, y luego una historia sobre la cual iba a ser, como la llamábamos, «Paraíso».

Esta historia estaba decorada por todas partes con flores de diferentes colores, con guirnaldas colgando de tallos de flores. Este «Paraíso» estaba cubierto por una sola piedra grande que habíamos sembrado de flores. También habíamos colgado guirnaldas por todas partes. Cuando terminamos, nos sentamos y miramos el «Paraíso». Comenzamos a sentir sueño y después de habernos movido a un par de pies de distancia, nos fuimos a dormir en la hierba.

PARTE II.

Cuando me desperté no podía ver las vacas, así que llamé a Maximin y subí al pequeño montículo. Desde allí pude ver a nuestras vacas pastando pacíficamente y estaba en mi camino hacia abajo, con Maximin en su camino hacia arriba, cuando de repente vi una hermosa luz brillando más intensamente que el sol.

«Maximin, ¿ves lo que hay allí? ¡Oh! ¡Dios mío!» En el mismo momento, dejé caer el palo que sostenía. Algo inconcebiblemente fantástico pasó a través de mí en ese momento y me sentí atraído. Sentí un gran respeto, lleno de amor, y mi corazón latió más rápido.

Mantuve mis ojos firmemente fijos en esta luz, que era estática, y como si se hubiera abierto, vi otra luz mucho más brillante que se movía, y en esta luz vi a una dama muy hermosa sentada en la cima de nuestro Paraíso, con la cabeza en sus manos.

Esta hermosa Señora se puso de pie; ella cruzó fríamente los brazos mientras nos observaba, y nos dijo:

«Venid, hijos míos, no temáis, estoy aquí para PROCLAMARLES GRANDES NUEVAS».

Estas palabras suaves y dulces me hicieron volar hacia ella, y mi corazón deseaba adherirse a ella para siempre.

Cuando estaba cerca de la Bella Señora, frente a ella a su derecha, ella comenzó a hablar y de sus hermosos ojos también comenzaron a fluir lágrimas.

«Si mi pueblo no quiere someterse, me veo obligado a soltar la mano de mi Hijo. Es tan pesado y me pesa tanto que ya no puedo mantenerlo.

«¡He sufrido todo el tiempo por el resto de ustedes! Si no deseo que mi Hijo te abandone, debo encargarme de orar por esto continuamente. Y el resto de ustedes piensan poco de esto. En vano orarán, en vano actuarán, y nunca podrán compensar los problemas que he tomado por el resto de ustedes.

«Te di seis días para trabajar; Me quedé con el séptimo para mí, y nadie desea concedérmelo. Esto es lo que pesa tanto en el brazo de mi Hijo.

«Los que conducen carros no pueden hablar sin poner el nombre de mi Hijo en el medio.

«Estas son las dos cosas que pesan tanto en el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se echa a perder, es solo por el resto de ustedes. Te hice ver esto el año pasado con las papas; usted ha tenido poco en cuenta esto. Fue todo lo contrario cuando encontraste papas malas, juraste e incluiste el nombre de mi Hijo. Seguirán estropeándose, en Navidad no quedará ninguno».

En este punto, estaba tratando de interpretar la palabra «papas» (pommes de terre): pensé que entendía que era «manzanas» (pommes) 1. La Bella y Buena Señora, leyendo mis pensamientos, repitió así:

«Ustedes no entienden, hijos míos. Te lo diré de otra manera.

«Si la cosecha se echa a perder, no parece afectarte. Te hice ver esto el año pasado con las papas. Usted ha tenido poco en cuenta esto. Fue todo lo contrario cuando encontraste papas malas, juraste e incluiste el nombre de mi Hijo. Seguirán yendo mal y en Navidad, no quedará ninguno.

«Si tienes maíz, no debes sembrarlo. Las bestias comerán todo lo que siembres. Y todo lo que crezca caerá en polvo cuando lo trilles. Vendrá una gran hambruna. Antes de que llegue la hambruna, los niños menores de siete años comenzarán a temblar y morirán en los brazos de quienes los sostienen. Los demás harán penitencia a través del hambre. Las nueces se echarán a perder, las uvas se pudrirán».

En este punto, la Hermosa Dama, que me estaba cautivando, por un momento no se hizo oír. Pude ver, sin embargo, que ella continuaba, como si hablara, moviendo amablemente sus amables labios. En este momento, Maximin estaba recibiendo su secreto. Entonces, volviéndose hacia mí, la Santísima Virgen me habló y me dio un secreto en francés. Aquí está este secreto en su totalidad como ella me lo dio.

PARTE III.

«Melanie, lo que estoy a punto de decirte ahora no siempre será un secreto. Puede hacerlo público en 1858.

«Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, los sacerdotes, por sus vidas malvadas, por su irreverencia y su impiedad en la celebración de los santos misterios, por su amor al dinero, su amor por los honores y los placeres, y los sacerdotes se han convertido en pozos negros de impurezas. Sí, los sacerdotes están pidiendo venganza, y la venganza pende sobre sus cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y de los dedicados a Dios que por su infidelidad y sus vidas malvadas están crucificando de nuevo a mi Hijo! Los pecados de los dedicados a Dios claman hacia el Cielo y piden venganza, y ahora la venganza está en su puerta, porque no queda nadie para pedir misericordia y perdón para el pueblo. No hay almas más generosas; no queda nadie digno de ofrecer un sacrificio inoxidable al Eterno por el bien del mundo.

«Dios atacará de una manera sin precedentes.

«¡Ay de los habitantes de la tierra! Dios agotará Su ira sobre ellos y nadie podrá escapar de tantas aflicciones juntos.

«Los jefes, los líderes del pueblo de Dios han descuidado la oración y la penitencia, y el diablo ha acostado su inteligencia. Se han convertido en estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará junto con su cola para hacerlas perecer. Dios permitirá que la vieja serpiente cause divisiones entre los que reinan en cada sociedad y en cada familia. Se sufrirán agonías físicas y morales. Dios abandonará a la humanidad a sí misma y enviará castigos que seguirán uno tras otro durante más de treinta y cinco años.

«La Sociedad de los hombres está en vísperas de los flagelos más terribles y de los acontecimientos más graves. La humanidad debe esperar ser gobernada con una barra de hierro y beber del cáliz de la ira de Dios.

«Que el cura de mi Hijo, el Papa Pío IX, no vuelva a salir de Roma después de 1859; que, sin embargo, sea firme y noble, que luche con las armas de la fe y del amor. Estaré a su lado. Que esté en guardia contra Napoleón: tiene dos caras, y cuando desea hacerse Papa y Emperador, Dios pronto se apartará de él. Él es la mente maestra que, siempre queriendo ascender más, caerá sobre la espada que deseaba usar para obligar a su pueblo a ser levantado.

«Italia será castigada por su ambición al querer sacudirse el yugo del Señor de los Señores. Y así se le dejará pelear una guerra; la sangre fluirá por todos lados. Las iglesias serán encerradas o profanadas. Los sacerdotes y las órdenes religiosas serán perseguidos y obligados a morir una muerte cruel. Varios abandonarán la fe, y un gran número de sacerdotes y miembros de órdenes religiosas se separarán de la verdadera religión; entre estas personas incluso habrá obispos.

«Que el Papa se proteja contra los que realizan milagros. Porque ha llegado el momento en que las maravillas más asombrosas tendrán lugar en la tierra y en el aire.

«En el año 1864, Lucifer junto con un gran número de demonios serán liberados del infierno; poco a poco pondrán fin a la fe, incluso en los dedicados a Dios. Los cegarán de tal manera que, a menos que sean bendecidos con una gracia especial, estas personas tomarán el espíritu de estos ángeles del infierno; varias instituciones religiosas perderán toda fe y perderán muchas almas.

«Los libros malvados serán abundantes en la tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un aflojamiento universal de todo lo que concierne al servicio de Dios. Tendrán un gran poder sobre la Naturaleza: habrá iglesias construidas para servir a estos espíritus. Las personas serán transportadas de un lugar a otro por estos espíritus malignos, incluso sacerdotes, porque no habrán sido guiados por el espíritu bueno del Evangelio, que es un espíritu de humildad, caridad y celo para la gloria de Dios. En ocasiones, los muertos y los justos serán devueltos a la vida. (Es decir, estos muertos tomarán la forma de almas justas que habían vivido en la tierra, para desviar aún más a los hombres; estos llamados muertos resucitados, que no serán más que el diablo en esta forma, predicarán otro Evangelio contrario al del verdadero Cristo Jesús, negando la existencia del Cielo; es decir, las almas de los condenados. Todas estas almas aparecerán como si estuvieran fijas a sus cuerpos).2

«En todas partes habrá maravillas extraordinarias, ya que la verdadera fe se ha desvanecido y la luz falsa ilumina a la gente. Ay de los Príncipes de la Iglesia que sólo piensan en acumular riquezas sobre riquezas para proteger su autoridad y dominar con orgullo.

«El Vicario de mi Hijo sufrirá mucho, porque por un tiempo la Iglesia cederá a una gran persecución, a un tiempo de tinieblas y la Iglesia será testigo de una crisis espantosa.

«Habiendo sido olvidada la verdadera fe al Señor, cada individuo querrá estar solo y ser superior a las personas de la misma identidad, abolirán los derechos civiles y eclesiásticos, todo orden y toda justicia serán pisoteados y solo los homicidios, el odio, los celos, las mentiras y la disensión se verán sin amor por el país o la familia.

«El Santo Padre sufrirá mucho. Estaré con él hasta el final y recibiré su sacrificio.

«El travieso intentaría su vida varias veces para hacer daño y acortar sus días, pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la Iglesia de Dios.

«Todos los gobiernos civiles tendrán un mismo plan, que será abolir y eliminar todo principio religioso para dar paso al materialismo, el ateísmo, el espiritualismo y el vicio de todo tipo.

«En el año 1865, habrá profanación de lugares santos. En los conventos, las flores de la Iglesia se descompondrán y el diablo se hará como el Rey de todos los corazones. Que los responsables de las comunidades religiosas estén en guardia contra las personas que deben recibir, porque el diablo recurrirá a todos sus trucos malvados para introducir a los pecadores en las órdenes religiosas, porque el desorden y el amor a los placeres carnales se extenderán por toda la tierra.

«Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra. La sangre fluirá en las calles. El francés luchará contra el francés, el italiano luchará contra el italiano. Seguirá una guerra general que será espantosa. Por un tiempo, Dios dejará de recordar a Francia e Italia porque el Evangelio de Jesucristo ha sido olvidado. Los malvados harán uso de todos sus malos caminos. Los hombres se matarán unos a otros; masacrarse unos a otros incluso en sus casas.

«Al primer golpe de Su espada atronadora, las montañas y toda la Naturaleza temblarán de terror, porque los desórdenes y crímenes de los hombres han atravesado la bóveda de los cielos. París arderá y Marsella será engullida. Varias ciudades serán sacudidas y tragadas por los terremotos. La gente creerá que todo está perdido. No se verá nada más que asesinato, no se escuchará nada más que el choque de armas y la blasfemia.

«Los justos sufrirán mucho. Sus oraciones, sus penitencias y sus lágrimas se elevarán al Cielo y todo el pueblo de Dios rogará perdón y misericordia y suplicará por mi ayuda e intercesión. Y entonces Jesucristo, en un acto de Su justicia y Su gran misericordia, ordenará a Sus Ángeles que maten a todos Sus enemigos. De repente, los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los entregados al pecado perecerán y la tierra se volverá como un desierto. Y entonces se hará la paz, y el hombre se reconciliará con Dios. Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la santa Iglesia, que será fuerte, humilde y piadosa en su pobre pero ferviente imitación de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado en todas partes y la humanidad hará un gran progreso en su fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo y el hombre vivirá en temor de Dios.

«Esta paz entre los hombres será de corta duración. Veinticinco años de abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados de los hombres son la causa de todos los problemas en esta tierra.

«Un precursor del Anticristo, con sus tropas reunidas de varias naciones, luchará contra el verdadero Cristo, el único Salvador del mundo. Él derramará mucha sangre y querrá aniquilar la adoración de Dios para hacerse ver a sí mismo como un Dios.

«La tierra será golpeada por calamidades de todo tipo (además de la peste y el hambre que se extenderán ampliamente). Habrá una serie de guerras hasta la última guerra, que luego serán libradas por los diez Reyes del Anticristo, todos los cuales tendrán un mismo plan y serán los únicos gobernantes del mundo. Antes de que esto suceda, habrá una especie de falsa paz en el mundo. La gente no pensará en nada más que diversión. Los malvados se entregarán a toda clase de pecado. Pero los hijos de la santa Iglesia, los hijos de mi fe, mis verdaderos seguidores, crecerán en su amor por Dios y en todas las virtudes más preciosas para mí. ¡Bienaventuradas las almas humildemente guiadas por el Espíritu Santo! Lucharé a su lado hasta que alcancen una plenitud de años.

«La naturaleza está pidiendo venganza por el hombre, y ella tiembla de temor ante lo que debe sucederle a la tierra manchada de crimen. Tiemblan, tierra, y vosotros que os proclamáis sirviendo a Jesucristo y que, por dentro, sólo os adoráis a vosotros mismos, tembláis, porque Dios os entregará a su enemigo, porque los lugares santos están en un estado de corrupción. Muchos conventos ya no son casas de Dios, sino los pastizales de Asmodeas y similares. Será durante este tiempo que el Anticristo nacerá de una monja hebrea, una falsa virgen que se comunicará con la serpiente vieja, el maestro de la impureza, su padre será B. Al nacer, escupirá blasfemia; tendrá dientes, en una palabra; él será el diablo encarnado. Gritará horriblemente, hará maravillas; se alimentará de nada más que de impurezas. Tendrá hermanos que, aunque no son demonios encarnados como él, serán hijos del mal. A la edad de doce años, llamarán la atención sobre sí mismos por las victorias galantes que habrán ganado; pronto cada uno liderará ejércitos, ayudados por las legiones del infierno.

«Las estaciones se alterarán, la tierra no producirá nada más que malos frutos, las estrellas perderán su movimiento regular y la luna solo reflejará un tenue resplandor rojizo. El agua y el fuego darán al globo terráqueo convulsiones y terribles terremotos que se tragarán montañas, ciudades, etc.

«Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.

«Los demonios del aire junto con el Anticristo realizarán grandes maravillas en la tierra y en la atmósfera, y los hombres se volverán cada vez más pervertidos. Dios cuidará de Sus siervos fieles y hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado en todas partes, y todos los pueblos de todas las naciones conocerán la verdad.

«Hago un llamamiento urgente a la tierra. Llamo a los verdaderos discípulos del Dios vivo que reina en el Cielo; Llamo a los verdaderos seguidores de Cristo hecho hombre, el único verdadero Salvador de los hombres; Invito a mis hijos, a los verdaderos fieles, a los que se han entregado a mí para que yo los conduzca a mi divino Hijo, a los que llevo en mis brazos, por así decirlo, a los que han vivido en mi espíritu. Por último, hago un llamamiento a los Apóstoles de los Últimos Días, los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el desprecio por el mundo y por sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desprecio y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocido para el mundo. Es hora de que salgan y llenen el mundo de luz. Id y revelaos como mis queridos hijos. Estoy a vuestro lado y dentro de vosotros, siempre que vuestra fe sea la luz que brille sobre vosotros en estos días infelices. Que tu celo te haga sentir hambre por la gloria y el honor de Jesucristo. Luchad, hijos de la luz, vosotros, los pocos que podéis ver. Porque ahora es el tiempo de todos los tiempos, el fin de todos los fines.

«La Iglesia estará en eclipse, el mundo estará consternado. Pero ahora Vendrán Enoc y Elí, llenos del Espíritu de Dios. Predicarán con el poder de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Darán grandes pasos adelante a través de la virtud del Espíritu Santo y condenarán los lapsos diabólicos del Anticristo. ¡Ay de los habitantes de la tierra! Habrá guerras sangrientas y hambrunas, plagas y enfermedades infecciosas. Lloverá con una lluvia temerosa de animales. Habrá tormentas eléctricas que sacudirán las ciudades, terremotos que se tragarán países. Las voces se escucharán en el aire. Los hombres golpearán sus cabezas contra las paredes, pedirán su muerte, y en otro lado la muerte será su tormento. La sangre fluirá por todos lados. ¿Quién será el vencedor si Dios no acorta la duración de la prueba? Toda la sangre, las lágrimas y las oraciones de los justos, Dios cederá. Enoc y Elí serán ejecutados. La Roma pagana desaparecerá. El fuego del Cielo caerá y consumirá tres ciudades. Todo el universo será golpeado por el terror y muchos se dejarán desviar porque no han adorado al verdadero Cristo que vive entre ellos. Es el momento; el sol se oscurece; sólo la fe sobrevivirá.

«Ahora es el momento; el abismo se está abriendo. Aquí está el Rey de Reyes de las tinieblas; aquí está la Bestia con sus súbditos, llamándose a sí mismo el Salvador del mundo. Él se elevará con orgullo en el aire para ir al Cielo. Será sofocado por el aliento del Arcángel San Miguel. Él caerá, y la tierra, que habrá estado en una serie continua de evoluciones durante tres días, abrirá sus entrañas ardientes; y se habrá sumergido por toda la eternidad con todos sus seguidores en los abismos eternos del infierno. Y entonces el agua y el fuego purgarán la tierra y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres y todo se renovará. Dios será servido y glorificado».

PARTE IV.

Entonces la Santísima Virgen me dio, también en francés, LA REGLA DE UNA NUEVA ORDEN RELIGIOSA. Cuando Ella me dio la Regla de esta nueva Orden religiosa, la Santísima Virgen continuó el discurso de la misma manera 3:

«Si se convierten, las piedras y las rocas se convertirán en trigo, y las papas se encontrarán sembradas en la tierra. ¿Dicen sus oraciones correctamente, hijos Míos?»

Ambos respondimos: «¡Oh! no, señora, no tanto».

«¡Oh! hijos míos, deben decirlos mañana y tarde. Cuando no puedas hacer más, di un Pater y un Ave María; y cuando tengas tiempo para hacerlo mejor, dirás más.

«Sólo unas pocas ancianas van a misa; en el verano, el resto trabaja todo el día domingo y en el invierno, cuando están en un cabo suelto, solo van a misa para burlarse de la religión. Durante la Cuaresma, van a la carnicería como perros hambrientos.

«¿Alguna vez has visto trigo en mal estado, hijos míos?»

Ambos respondimos: «Oh no, señora».

La Santísima Virgen se volvió hacia Maximin, diciendo:

«Pero tú, hija mía, debes haber visto algo una vez cerca de le ‘Coin’, con tu padre. El granjero le dijo a tu padre: «¡Ven a ver cómo se ha estropeado mi trigo!» Fuiste a ver. Tu padre tomó dos o tres orejas en la mano, las frotó y cayeron al polvo. Luego, en tu camino de regreso, cuando no estabas a más de media hora de Corps, tu padre te dio un pedazo de pan y te dijo: ‘¡Tómalo, cómelo mientras puedas, hijo mío, porque no sé quién comerá algo el próximo año si el trigo se echa a perder así!'».

Maximin respondió: «Es bastante cierto, señora, no lo recordaba».

La Santísima Virgen puso fin a su discurso en francés.

«Y ASÍ, HIJOS MÍOS, USTEDES TRANSMITIRÁN ESTO A TODO MI PUEBLO»

La Señora más bella cruzó el arroyo, y después de dos pasos más, sin volverse hacia nosotros, que la seguíamos (porque nos sentimos atraídos por ella por su brillantez y aún más por su bondad que me eufórico, que parecía derretir mi corazón), nos repitió:

«Y ASÍ, HIJOS MÍOS, USTEDES TRANSMITIRÁN ESTO A TODO MI PUEBLO»

Luego, ella caminó hasta el lugar donde había ido a ver a nuestras vacas. Sus pies no tocaban nada más que las puntas de la hierba y sin doblarlas. Una vez en la cima del pequeño montículo, la hermosa Señora se detuvo, y me apresuré a pararme frente a Ella para mirarla tan, tan de cerca, y tratar de ver qué camino estaba más inclinada a tomar. Porque todo había terminado para mí. Me había olvidado tanto de mis vacas como de los maestros para los que trabajaba. Me había unido para siempre e incondicionalmente a mi Señora. Sí, nunca quise dejarla nunca. La seguí sin otro motivo y estaba completamente dispuesto a servirla por el resto de mi vida.

En presencia de mi Señora, sentí que había olvidado el paraíso. No pensé en nada más que en servirla de todas las maneras posibles; y sentí que podría haber hecho todo lo que ella podría haberme pedido que hiciera, porque me parecía que Ella tenía mucho poder. Ella me miró con una tierna amabilidad que me atrajo hacia Ella. Podría haberme arrojado a Sus brazos con los ojos cerrados. Ella no me dio tiempo para hacerlo. Se elevó imperceptiblemente del suelo a una altura de alrededor de cuatro pies o más; y, colgando así en el aire durante una fracción de segundo, mi hermosa Señora miró hacia el Cielo, luego abajo en la tierra a su derecha y luego a su izquierda 4, luego Me miró con Sus ojos tan suaves, tan amables y tan buenos que sentí que Me estaba atrayendo dentro de Ella, y mi corazón parecía abrirse a Los suyos.

Y a medida que mi corazón se derretía, dulcemente alegre, el hermoso rostro de mi buena Señora desapareció poco a poco. Me pareció que la luz en movimiento se estaba fortaleciendo, o más bien condensándose alrededor de la Santísima Virgen, para evitar que la viera por más tiempo.

Y así la luz tomó el lugar de las partes de Su cuerpo que estaban desapareciendo frente a mis ojos; o más bien me parecía que el cuerpo de mi Señora se estaba fundiendo en luz. Así, la esfera de luz se elevó suavemente hacia la derecha. No puedo decir si el volumen de luz disminuyó a medida que Ella se levantó, o si la creciente distancia me hizo ver cada vez menos luz a medida que Ella se elevaba. Lo que sí sé es que estuve mucho tiempo con la cabeza levantada, mirando a la luz, incluso después de que la luz, que seguía alejándose y disminuyendo de volumen, finalmente había desaparecido. Tomo mis ojos del firmamento, miro a mi alrededor.

Veo a Maximin mirándome, y le digo:

«Maxi, ese debe haber sido el Buen Señor de mi padre, o la Santísima Virgen, o algún otro gran santo» 5.

Y Maximin lanza sus brazos al aire y dice: «¡Oh! ¡Si tan solo lo hubiera sabido!»

PARTE V.

La noche del 19 de septiembre, volvimos a bajar un poco antes de lo habitual. Cuando llegué a la granja de mi amo, estaba ocupado atando mis vacas y ordenando en el establo, y aún no había terminado cuando mi amante se me acercó llorando y me dijo:

«¿Por qué, hija mía, por qué no viniste y me dijiste lo que pasó en la montaña?»

Maximin, al no haber encontrado a sus amos que todavía estaban trabajando, se había acercado al mío y había contado todo lo que había visto y oído. Le respondí:

«Quería decírtelo, pero quería terminar mi trabajo primero». Un momento después, me acerqué a la casa y mi amante me dijo:

«Dime lo que has visto. De Bruite, el pastor (ese era el apodo de Pierre Selme, el maestro de Maximin), me lo ha contado todo».

Comencé, y hacia la mitad de la cuenta, mi maestro regresó de los campos. Mi amante, que estaba llorando al escuchar las quejas y amenazas de nuestra dulce Madre, dijo: «¡Ah! Ibas a cosechar el trigo mañana (domingo). Tenga mucho cuidado. Ven y escucha lo que le sucedió hoy a este niño y al pastor-niño de Pierre Selme». Y dirigiéndose a mí, me dijo:

«Repite todo lo que has dicho».

Comencé de nuevo, y cuando terminé, mi maestro dijo:

«Era la Santísima Virgen o bien un gran santo, que ha venido en nombre del Buen Señor, pero es como si el Buen Señor hubiera venido él mismo. Debemos hacer lo que dijo este Santo. ¿Cómo vas a lograr decirle eso a todo Su pueblo?»

Le respondí:

«Dime cómo debo hacerlo, y lo haré». Luego, mirando a su madre, esposa y hermano, agregó:

«Tendré que pensar en eso». Luego todos volvieron a su negocio.

Después de la cena, Maximin y sus maestros vinieron a ver a mis maestros y a contar lo que Maximin les había dicho, y decidir qué se iba a hacer.

«Porque «, dijeron, «nos parece que fue la Santísima Virgen enviada por el Buen Señor. Las palabras que Ella pronunció nos convencen de esto. Y ella les dijo que se lo pasaran a todo Su pueblo. Tal vez estos niños tendrán que viajar por todo el mundo para dar a conocer que todos deben observar los mandamientos del Buen Señor, para que no se nos ocurran grandes desgracias».

Después de un momento de silencio, mi maestro nos dijo a Maximin y a mí:

«¿Saben lo que deben hacer, hijos míos? Mañana, deben levantarse temprano y ambos van a ver al sacerdote y le dicen todo lo que han visto y escuchado. Dígale cuidadosamente cómo sucedió todo. Él te dirá lo que tienes que hacer».

El 20 de septiembre, el día después de la aparición, salí temprano en la mañana con Maximin. Cuando llegamos al presbiterio, llamé a la puerta. El ama de llaves del sacerdote vino y abrió la puerta y nos preguntó qué queríamos. Le dije (en francés, y yo, que nunca había hablado francés),

«Nos gustaría hablar con el Padre Perrin».

«¿Y qué tienes que decirle?», preguntó.

«Queremos decirle, señorita, que ayer subimos a cuidar a nuestras vacas en la montaña Baisses y después de la cena, etc. etc.» Relatamos un buen fragmento de las palabras de la Santísima Virgen. Entonces sonó la campana de la iglesia: era la última llamada a la misa. El padre Perrin, el párroco de La Salette, que nos había escuchado, abrió su puerta; estaba llorando y se golpeaba el pecho. Nos dijo:

«Hijos Míos, estamos perdidos, Dios nos castigará. ¡Oh! ¡Buen Señor! ¡Fue la Santísima Virgen quien se te apareció!» Y se fue a decir Santa Misa. Nos miramos, Maximin, el ama de llaves, y yo. Entonces Maximin me dijo:

«Yo, me voy de casa con mi padre en Corps», y nos separamos.

Como mis maestros no me habían dicho que volviera a trabajar inmediatamente después de hablar con el Padre Perrin, no vi ningún daño en ir a Misa. Y así estaba en la iglesia. Comienza la misa y después de la primera lectura del Evangelio, el padre Perrin se dirige a la congregación y trata de contar a sus feligreses, la historia de la aparición que acababa de tener lugar, el día anterior, en una de sus montañas, y los insta a dejar de trabajar los domingos. Su voz estaba rota de sollozos, y toda la congregación se conmovió mucho. Después de la Santa Misa, volví con mis maestros para trabajar. El Sr. Peytard, que todavía hoy es el alcalde de La Salette 6 vino a interrogarme sobre la Aparición, y cuando se aseguró de que yo dijera la verdad, se fue convencido.

Me quedé al servicio de mis maestros hasta el día de Todos los Santos. Luego me abordaron con las monjas de Providence, en mi ciudad natal de Corps.

PARTE VI.

La Santísima Virgen era alta y bien proporcionada. Parecía tan ligera que un simple aliento podría haberla conmovido, sin embargo, estaba inmóvil y perfectamente equilibrada. Su rostro era majestuoso, imponente, pero no imponente a la manera de los Señores aquí abajo. Ella obligó a un miedo respetuoso. Al mismo tiempo que Su Majestad obligaba al respeto mezclado con el amor, Ella me atrajo hacia Ella. Su mirada era suave y penetrante. Sus ojos parecían hablar con los míos, pero la conversación surgió de un profundo y vívido sentimiento de amor por esta belleza deslumbrante que me estaba licuando. La suavidad de su mirada, su aire de bondad incomprensible me hizo entender y sentir que me estaba atrayendo hacia Ella y quería entregarse. Era una expresión de amor que no se puede expresar con la lengua de la carne, ni con las letras del alfabeto.

La vestimenta de la Santísima Virgen era de color blanco plateado y bastante brillante. Era bastante intangible. Estaba hecho de luz y gloria, brillante y deslumbrante. No hay expresión ni comparación que se pueda encontrar en la tierra.

La Santísima Virgen era toda belleza y todo amor; la visión de Ella me abrumó. En sus mejores galas como en su persona, todo irradiaba la majestuosidad, el esplendor, la magnificencia de una reina incomparable. Parecía tan blanca, inmaculada, cristalizada, deslumbrante, celestial, fresca y nueva como una Virgen. La palabra AMOR parecía deslizarse de Sus labios puros y plateados. Se me apareció como una buena Madre, llena de bondad, amabilidad, de amor por nosotros, de compasión y misericordia.

La corona de rosas que ella había colocado sobre su cabeza era tan hermosa, tan brillante, que desafía la imaginación. Las rosas de diferentes colores no eran de esta tierra; era una unión de flores que coronaban la cabeza de la Santísima Virgen. Pero las rosas seguían cambiando y reemplazándose entre sí, y luego, desde el corazón de cada rosa, brillaba una hermosa luz fascinante, que les daba a las rosas una belleza brillante. De la corona de rosas parecían surgir ramas doradas y una serie de pequeñas flores mezcladas con las brillantes. Todo el conjunto formaba una diadema muy hermosa, que por sí sola brillaba más que el sol de nuestra tierra.

La Santísima Virgen tenía una cruz muy bonita colgando de su cuello. Esta cruz parecía dorada, (digo dorada en lugar de chapada en oro, porque a veces he visto objetos que eran dorados con diferentes tonos de oro, que tenían un efecto mucho más hermoso en mis ojos que la simple placa de oro). En esta cruz brillante y hermosa, había un Cristo; era Nuestro Señor en la Cruz. Cerca de ambos extremos de la cruz había un martillo, y en el otro extremo, un par de pinzas. El Cristo era del color de la piel, pero brillaba deslumbrantemente; y la luz que brillaba de Su santo cuerpo parecía dardos brillantes que atravesaban mi corazón con el deseo de derretirse dentro de Él.

A veces, el Cristo parecía estar muerto. Su cabeza estaba inclinada hacia adelante y su cuerpo parecía ceder, como si estuviera a punto de caer, si no hubiera sido retenido por los clavos que lo sujetaban a la Cruz.

Sentí una profunda compasión y me hubiera gustado contar Su amor desconocido al mundo entero, y dejar que se filtrara en las almas mortales el amor y la gratitud más sinceros hacia un Dios que no tenía ninguna necesidad de nosotros de ser todo lo que Él es, fue y siempre será.

Y, sin embargo, oh amor que los hombres no pueden entender, Él se hizo hombre, y quiso morir, sí, morir, para inscribir mejor en nuestras almas y en nuestra memoria, ¡el amor apasionado que Él tiene por nosotros! ¡Oh, cuán miserable soy de encontrarme tan pobre en mi expresión del amor de nuestro buen Salvador por nosotros! Pero, de otra manera, ¡cuán felices somos de poder sentir más profundamente lo que no podemos expresar!

En otras ocasiones, el Cristo parecía estar vivo. Su cabeza estaba erecta, sus ojos abiertos, y parecía estar en la cruz por su propia voluntad. A veces también, apareció para hablar: parecía mostrar que estaba en la cruz por nuestro bien, por amor a nosotros, para atraernos a su amor, y que siempre tiene más amor que darnos, que su amor al principio y en el año 33 es siempre el de hoy y lo será para siempre más.

La Santísima Virgen estuvo llorando casi todo el tiempo que me estaba hablando. Sus lágrimas fluyeron suavemente, una por una, hasta sus rodillas, luego, como chispas de luz, desaparecieron. Estaban relucientes y llenos de amor. Me hubiera gustado consolarla y detener sus lágrimas. Pero me pareció que Ella necesitaba las lágrimas para mostrar mejor Su amor olvidado por los hombres. Me hubiera gustado arrojarme a Sus brazos y decirle:

«¡Mi amable Madre, no llores! Quiero amarte por todos los hombres en la tierra». Pero ella parecía estar diciéndome:

«¡Hay tantos que no me conocen!»

Estaba entre la vida y la muerte, y por un lado, vi tanto deseo de esta Madre de ser amado, y por otro lado, tanto frío e indiferencia … ¡Oh! ¡Madre mía, la madre más bella y adorable, mi amor, corazón de mi corazón!

Las lágrimas de nuestra dulce Madre, lejos de disminuir su aire de majestad, de una Reina y una Señora, parecían, por el contrario, embellecerla, hacerla más hermosa, más poderosa, más llena de amor, más maternal, más deslumbrante, y podría haber enjugado Sus lágrimas que hicieron saltar de compasión y amor. Ver a una madre llorar, y a una Madre así, sin hacer todo lo posible para consolarla y cambiar su dolor por alegría, ¿es eso posible? ¡Oh! Madre, que es más que buena; has sido formado con todas las prerrogativas que Dios es capaz de hacer; te has casado con el poder de Dios, por así decirlo; eres bueno, y más, eres bueno con la bondad de Dios mismo. Dios se ha extendido a sí mismo haciéndote Su obra maestra terrestre y celestial.

La Santísima Virgen tenía un pinafore amarillo. ¿Qué estoy diciendo, amarillo? Tenía un pinafore más brillante que varios soles juntos. No era un material tangible; estaba compuesta de gloria, y esta gloria era centelleante y deslumbrantemente hermosa. Todo en la Santísima Virgen me llevó firmemente y me hizo deslizarme hacia la adoración y el amor de Mi Jesús en cada estado de Su vida mortal.

La Santísima Virgen tenía dos cadenas, una un poco más ancha que la otra. De la más estrecha, colgó la cruz que mencioné anteriormente. Estas cadenas (ya que se les debe dar el nombre de cadenas) eran como rayos de gloria brillante, brillantes y deslumbrantes. Sus zapatos (ya que deben llamarse zapatos) eran blancos, pero de un blanco brillante plateado. Había rosas a su alrededor.

Estas rosas eran deslumbrantemente hermosas, y del corazón de cada rosa brillaba una llama de luz muy hermosa y agradable. En Sus zapatos había una hebilla de oro, no el oro de esta tierra, sino más bien el oro del paraíso.

La vista de la Santísima Virgen era en sí misma un paraíso perfecto. Ella tenía todo lo necesario para satisfacer, porque la tierra había sido olvidada. La Santísima Virgen estaba rodeada por dos luces. La primera luz, la más cercana a la Santísima Virgen, llegó hasta nosotros. Brillaba de la manera más hermosa y centelleante.

La segunda luz brilló un poco alrededor de la Hermosa Dama y nos encontramos bañados en ella. Estaba inmóvil (es decir, no era centelleante) pero mucho más brillante que nuestro pobre sol en la tierra. Toda esta luz no dañó ni cansó los ojos de ninguna manera.

Además de todas estas luces, todo este esplendor, brillaban concentraciones o rayos de luz y rayos de luz del cuerpo de la Santísima Virgen, de sus ropas y de todas partes.

La voz de la Hermosa Dama era suave. Era encantador, deslumbrante, cálido para el corazón. Satisfizo, halagó cada obstáculo, calmó y suavizó. Me pareció que nunca podría dejar de comerme Su hermosa voz y mi corazón parecía bailar o querer ir hacia Ella y derretirse dentro de Ella.

Los ojos de la Santísima Virgen, nuestra Dulce Madre, no pueden ser descritos en lenguaje humano. Para hablar de ellos, necesitarías un serafín, necesitarías más que eso, necesitarías el lenguaje de Dios mismo, del Dios que formó a la Virgen inmaculada, la obra maestra de su omnipotencia. Los ojos de la majestuosa María parecían miles de veces más bellos que los más raros brillantes, diamantes y piedras preciosas. Brillaban como dos soles; eran suaves, suavidad en sí, tan claras como un espejo. En sus ojos, se podía ver el paraíso. Te atrajeron a Ella, Ella parecía querer dibujar y darse a sí misma.

Cuanto más miraba, más quería ver; cuanto más veía, más la amaba y la amaba con todas mis fuerzas.

Los ojos de la hermosa Inmaculada eran como la puerta al Reino de Dios, desde la cual se podía ver todo lo que puede expulsar el alma. Cuando mis ojos se encontraron con los de la Madre de Dios y de mí mismo, sentí dentro de mí una feliz revolución de amor y una declaración de que la amo y me estoy derritiendo de amor. Mientras nos mirábamos, nuestros ojos se hablaban el uno al otro a su manera, y yo la amaba tanto que podría haberla besado en medio de Sus ojos, lo que tocó mi alma y pareció atraerla hacia ellos y hacer que se fundiera en la de Ella. Sus ojos establecieron un dulce temblor en todo mi ser; y tenía miedo de hacer el más mínimo movimiento que pudiera causarle el más mínimo disgusto.

Sólo la vista de los ojos de la más pura de las Vírgenes habría sido suficiente para hacer del Cielo una criatura bendita, suficiente para llenar el alma con la voluntad del Altísimo en medio de los acontecimientos que ocurren en el curso de la vida mortal, lo suficiente como para hacer que el alma realice continuos actos de alabanza, de acción de gracias, de expiación y expiación. Solo esta vista enfoca el alma en Dios, y la hace como una muerte viviente, mirando todas las cosas de esta tierra, incluso las cosas que parecen más serias, como nada más que juguetes para niños. El alma querría no escuchar a nadie hablando a menos que hablaran de Dios, y de lo que afecta Su Gloria.

El pecado es el único mal que Ella ve en la tierra. Ella morirá de dolor a menos que Dios la sostenga.

Amén.

MARÍA DE LA CRUZ, Víctima de Jesús nee MELANIE CALVAT, Pastora de La Salette
Castellamare, 21 de noviembre de 1878.

«Anticipo con gran placer que el ‘Secreto’ circule en toda su extensión; cuanto más se extienda, más despertará un temor saludable y numerosos retornos a Dios. María bendecirá a aquellos que ayudan en la difusión, ya que ella quiere absolutamente que esto se transmita a toda la gente. Somos castigados por haber descuidado esta orden absoluta de la Madre de Dios».

Extracto de una carta de Melanie relativa al Secreto de La Salette.
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1. Ni Melanie ni Maximin entendían francés. La Bella Dama ahora continúa su discurso en «patois».

2. En una carta al Padre Combe, fechada el 7 de octubre de 1899, Melanie corrige estas palabras entre paréntesis que son suyas, dice, y que juzga poco claras e inexactas. «Es decir», escribe, «que en aquellos días, que sólo parecen hace veinte años, algunas personas pervertidas (italiano: malvages) se habían entregado a la devoción al demonio de la magia. Estas personas harían aparecer a los ojos de los curiosos, conocidos y suyos que no habían llevado un estilo de vida cristiano.

«Estos individuos supuestamente resucitados aparecieron en gloria celestial. Las personas que se sabe que han vivido en el temor de Dios parecían estar en un sufrimiento horrible, e instaron a sus amigos y conocidos a no seguir sus pasos, y predicaron un Evangelio opuesto al de Nuestro Señor Jesucristo. Parece que estos extraños sucesos pueden atribuirse a la moda de las evocaciones espiritualistas y de ciertas prácticas espiritualistas y demoníacas que sin duda algún día saldrán a la luz a través de un examen exhaustivo de los archivos luciferinos de la Masonería Libre».

En la misma carta, Melanie se encarga de explicar que donde se dice que las personas serán transportadas de un lugar a otro, debe entenderse que es solo en casos raros.

3. En patois.

4. «¿En qué dirección se había vuelto la Santísima Virgen cuando resucitó?»

– «De esa manera (ella señaló hacia el Este)… Sé que Roma está en esa dirección».

(Conversación con Melanie, Miss des Brulais, 8 de septiembre de 1849.)

5. «El Buen Señor de mi Padre: este es el Crucifijo, este crucifijo vivo que la bella Señora lleva alrededor de su cuello, y que parecía hablarle. La Santísima Virgen …» Melanie no parece haber dudado ni por un momento de que era Ella, esto sale en el relato, sin embargo, no se atreve a ser la primera en decirlo: es para la Iglesia de Jesucristo hacerlo, ella tiene esta intuición. En efecto, a la mañana siguiente, es el párroco de La Salette quien grita, a cuenta de los dos niños:

«Fue la Santísima Virgen quien se os apareció», y desde el púlpito, lo anunciará a sus feligreses, y a todos los fieles entre ellos.

6. Hoy: 21 de noviembre de 1878, cuando se escribió este relato.
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Palabras adicionales de Melanie:

«El gran castigo vendrá, porque los hombres no se convertirán; sin embargo, es sólo su conversión lo que puede obstaculizar estos flagelos. Dios comenzará a golpear a los hombres infligiendo castigos más ligeros para abrir sus ojos; entonces Él se detendrá, o puede repetir Sus advertencias anteriores para dar lugar al arrepentimiento. Pero los pecadores no aprovecharán estas oportunidades; Él, en consecuencia, enviará castigos más severos, ansioso por mover a los pecadores al arrepentimiento, pero todo en vano. Finalmente, la obstinación de los pecadores atraerá sobre sus cabezas las calamidades más grandes y terribles.

«¡Todos somos culpables! La penitencia no se hace, y el pecado aumenta diariamente. Aquellos que deberían presentarse para hacer el bien son retenidos por el miedo. El mal es grande. Un castigo moderado sólo sirve para irritar a los espíritus, porque ven todas las cosas con ojos humanos. Dios podría hacer un milagro para convertir y cambiar el aspecto de la tierra sin castigo. Dios obrará un milagro; será un golpe de su misericordia; pero después de que los impíos se hayan embriagado de sangre, llegará el flagelo.

«¿Qué países serán preservados de tales calamidades? ¿A dónde iremos a refugiarnos? Yo, a mi vez, preguntaré: ¿Cuál es el país que observa los mandamientos de Dios? ¿Qué país no está influenciado por el miedo humano donde están en juego el interés de la Iglesia y la gloria de Dios? (¡Ah, de hecho! ¿Qué país, qué nación sobre la tierra?) En nombre de mi Superior y de mí mismo, a menudo me he preguntado a dónde podíamos ir a refugiarnos, si teníamos los medios para el viaje y para nuestra subsistencia, a condición de que ninguna persona lo supiera. Pero renuncio a estos pensamientos inútiles. ¡Somos muy culpables! Como consecuencia de esto, es necesario que un flagelo muy grande y terrible venga a revivir nuestra fe y a restaurarnos nuestra propia razón, que hemos perdido casi por completo. Los hombres malvados son devorados por una sed de ejercer su crueldad; pero cuando hayan llegado al punto más absoluto de la barbarie, Dios mismo extenderá Su mano para detenerlos, y muy poco después, se efectuará un cambio completo en todas las personas sobrevivientes. Luego cantarán el Te Deum Laudamus con la más viva gratitud y amor. La Virgen María, nuestra Madre, será nuestra liberadora. Reinará la paz, y la caridad de Jesucristo unirá todos los corazones… Oremos; oremos. Dios no desea castigarnos severamente. Él nos habla de tantas, tantas maneras para hacernos regresar a Él. ¿Hasta cuándo permaneceremos tercos? Oremos, oremos; nunca dejemos de orar y hacer penitencia. Oremos por nuestro Santo Padre el Papa, la única luz para los fieles en estos tiempos de oscuridad. Oh sí, recemos mucho por todos los medios. Oremos a la buena, dulce y misericordiosa Virgen María; porque tenemos una gran necesidad de sus poderosas manos sobre nuestras cabezas».

Palabras de Maximin:

«En este tiempo, el Anticristo nacerá de una monja de ascendencia hebraica, una falsa virgen, que tendrá relaciones sexuales con la serpiente antigua, con el maestro de la impureza y la putrefacción. Su padre será obispo. Él realizará falsos milagros y subsistirá sólo con la fe viciosa. Tendrá hermanos, que serán hijos del mal, pero no demonios encarnados como él. Pronto estarán a la cabeza de los ejércitos, apoyados por las legiones del infierno».