El doctor reza con el paciente

Hablamos con el doctor Francisco Rosario, que trabaja desde hace 22 años en Nueva York y es líder en la comunidad hispana: «La nueva tendencia es tratar de incorporar lo espiritual a la medicina»

El doctor Francisco Rosario es médico internista. Nació en República Dominicana. Vive en Nueva York y ejerce su profesión entre la comunidad hispana. Tiene un enorme prestigio.

DR ROSARIO
El doctor Francisco Rosario lleva 22 años trabajando como médico en Nueva York.

«Estoy en esta misma comunidad por 22 años, haciendo medicina interna. Mi especialidad fue en Brooklyn, en el área de Williamsburg, también un área marginada, y trabajé en el Bronx Libanon Hospital Center. Ahora estoy trabajando en el Alto Manhattan, donde yo llegué a una edad bien joven.»

«Me identifico con la comunidad»

«Me identifico con la comunidad -continúa- porque me siento que con ellos casi no estoy trabajando. Le estoy hablando a alguien que yo quiero ayudar. Estoy hablando con unos de mis compatriotas. Estoy hablando con un latino que prácticamente en otro centro de salud podría ser marginado y no se le dé la atención que amerite. Sienten el apoyo cuando vienen a un sitio o a un establecimiento médico donde hablan su idioma, donde se entiende la cultura de ellos y ellos no son defraudados por algún tipo de de palabra o de frase que usen que otro médico no la pueda entender.»

El doctor Rosario forma parte de la red de médicos SOMOS, que atiende a personas de escasos recursos de Nueva York.

Para él, la fe es un motor que impulsa su vocación.

«Yo llegué a una comunidad donde yo era minoría, una comunidad donde prevalecía o prevalece mucho la droga.»

«La fe es sumamente importante y si estoy donde estoy es por mi fe. Yo crecí en un hogar católico y los principios que adquirí en mi juventud me dieron la delimitación de los principios morales de lo correcto y lo incorrecto. Eso me ayudó muchísimo, porque yo llegué a una comunidad donde yo era minoría, una comunidad donde prevalecía o prevalece mucho la droga. Entre la 125 y Broadway, eso es Harlem. Entonces eso me mantuvo en mi carril de siempre: hacer lo correcto.»

DR ROSARIO
Francisco Rosario frente a su consulta.

«El paciente -afirma- es lo primordial. Si viene una casa farmacéutica, ¿le voy a dar este medicamento, porque la causa farmacéutica me está dando algún tipo de ventaja o algún tipo de privilegio? No, se le va a dar lo que es adecuado para el paciente y lo que el paciente necesite, independientemente de quien sea.»

La fe puede ser una aliada

En la atención al paciente, la fe puede ser una gran ayuda para la medicina. Un gran aliado.

«No es raro ver en algunos hospitales de otras religiones que el médico ore con el paciente y eso da satisfacción al paciente, una paz espiritual, tranquilidad. Y ese bienestar se traduce en calidad de vida.»

DR ROSARIO
El doctor Rosario da mucho valor a la atención personal de cada paciente, desde hablarle en su idioma a comprender su entorno social, familiar, religioso…

Paz espiritual y tranquilidad para el paciente

«La nueva tendencia en la Medicina Moderna es tratar de incorporar lo espiritual a la medicina. No es raro ver en algunos hospitales de otras religiones que el médico ore con el paciente y eso da satisfacción al paciente, una paz espiritual, tranquilidad. Y ese bienestar se traduce en calidad de vida. Es muy diferente a tiempo atrás donde la medicina espiritual o lo emocional, la creencia en Dios y la creencia en la religión de ese paciente no eran tomadas en consideración.»

Esto ha cambiado, tal como explica por su propia experiencia: «Todavía existen las capillasen los hospitales, pero casi eran prácticamente solo para pacientes terminales. Ahora no, ahora se están incorporando modelos donde el médico ore con el paciente.«

Aquí puedes ver un vídeo sobre la Nueva Medicina de la que habla el doctor Rosario.

De frontera a frontera: La región sur me reorienta hacia el norte

A personal essay (Spanish) of my journey in the past year near the southern Mexican border, my criticism of Mexican civil society organizations working on migrants rights and the hypocrisy of advocacy efforts on both sides of the Mexico-US border.

Essay first appeared in El Nuevo Sol on April 6, 2017.

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En la frontera México-Guatemala, Lago Internacional (julio 2016)

¿K’uxi elan avo’onton? es una expresión que se usa para saludar dentro de las comunidades indígenas tsotsiles en Chiapas. Me explicaron que su traducción literal es “¿Cómo está tu corazón?” Ha sido una de las más lindas expresiones que he escuchado y que no llegué a pronunciar correctamente, pero me llenaba de felicidad cuando me respondían, “Lek oy”, “muy bien”. Lo que sí aprendí es que es más que una expresión. Representa otra manera de pensar. Desde este saludo se combate la superficialidad a la que nos hemos acostumbrado cuando nos preguntan: “¿Cómo estás?”, al cual la mayoría respondemos “bien”, de manera robótica, aunque en realidad no lo estemos.

La pregunta ¿K’uxi elan avo’onton? también es una invitación a la reflexión desde el corazón, porque no solo desde ahí se siente, también se piensa. Para yo poder responderla, tendría que volver a mirar hacia esa parte dentro mí que había hecho a un lado por mucho tiempo, porque era mejor no sentir el dolor causado por las rupturas que he sufrido a lo largo de mi vida como migrante. Pronto me di cuenta que no tenía certeza de en qué condición estaba mi corazón, ni si lo tenía intacto. ¿Habrá estado conmigo en los últimos 7 años que he estado en México o parte de él se habrá quedado en Los Ángeles, donde viví 20 años de mi vida antes de ser deportada?

A pesar de mi pasado, he sido afortunada en tener la oportunidad de vivir en un nuevo contexto en el cual también me reencontré con mis raíces. Yo nací pobre, descendiente de una familia de provincia con poca escolaridad, pero muy trabajadora. Así que reubicarme a un estado con niveles de pobreza de los más altos en el país tendría muchas similitudes con mi niñez en México antes de migrar. Para mí, no era ajeno vivir en colonias sin drenaje o en una casa de tabique con techo de lámina, el cual sentías podría derrumbarse con una tormenta de granizo. Pero la pobreza o marginación de donde vengo no era la de las comunidades indígenas. Nunca tuve que caminar más de dos horas para llegar al plantel escolar más cercano. Tampoco fui forzada a dejar de asistir a la escuela para trabajar en el campo para tener algo que comer. Para mi familia, el migrar a Estados Unidos fue una estrategia de sobrevivencia. También se convirtió en una oportunidad de movilidad social que nunca hubiéramos tenido en México. A la misma vez, el migar me desconectó de mi origen. Pero tal como una planta sigue creciendo después de ser transplantada, pude echar raíces una vez más en otro lugar.

Desde que fui expulsada de la ciudad y el país que me adoptó por dos décadas, no he podido arraigarme o llamarle “casa” a los lugares en los que he vivido post-deportación aun cuando me lleguen a decir: “bienvenida a este tu país”, “welcome home”. En los últimos 7 años, he tenido estancia en 7 ciudades, 3 países en los cuales he sentido un tipo de esquizofrenia de pertenencia: parte de mí se siente que pertenece, y otra parte no lo logra. Aún con las redes de apoyo y las amistades que he forjado en cada uno de estos lugares que he recorrido, no creo que en ninguno pueda imaginarme viviendo el resto de mi vida. Me he acostumbrado a estar físicamente en donde vivo, pero sin habitarlo emocionalmente ¿De qué me serviría decorarlo o darle algún tipo de calidez si ese desplazamiento que llevo dentro persistiría? Desde estas emociones contradictorias es que me llegué a dar cuenta que algo no estaba bien con mi corazón. Algo seguía doliéndome a pesar del tiempo. Jamás sería la misma después de la indignidad que solo entienden quienes la viven en carne propia: la experiencia que nos ha marcado a más de 2 millones de mexicanos que hemos sido deportados desde EE.UU. Es por esto que mi lucha propia también anhela una casa, una familia política. Pero esta búsqueda no ha sido nada fácil.

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Taller de fotografía con niñas y niños de primaria en Zinacantán, Chiapas (noviembre 2016) Foto: Rodrigo Barraza García.

En mi trayectoria de activismo post-deportación que empezó con el anuncio del programa DACA del ahora expresidente Barack Obama, he aprendido que los movimientos sociales también reproducen las exclusiones del mismo sistema que denunciamos. El propio discurso de derechos humanos evidencia una jerarquía de grupos de migrantes que selecciona entre los que merecer ser incluidos y los que no. En este segundo grupo están los que no son considerados “migrantes ideales” y aquellos que pertenecemos a grupos que no son políticamente viables de incluir en una agenda de justicia social. En EE.UU., los que hemos sido deportados y deportadas conformamos este último grupo. En México, ni siquiera nos volteaban a ver hasta recientemente, cuando la élite política le vio ventaja empezar a hablar sobre el fenómeno del retorno ahora que Donald Trump se ha convertido en el enemigo público número uno en ambos lados de la frontera.

Antes de Trump, solo fue de interés para el gobierno mexicano las visitas de delegaciones de DACAmentados quienes fueron recibidas hasta por el Senado. Se les abrían las puertas para tomar en cuentas sus perspectivas sobre la política mexicana y la del exterior, claro después de darles un paseo turístico por las pirámides de Teotihuacán o el Palacio de Bellas Artes. Mientras se impulsaba lo que llegamos a nombrar como Dreamer Tourism, habíamos aquellos que seguíamos sin tener plataformas para exigir una re-inserción digna en este nuestro país. Tampoco tenemos un boleto de regreso a Estados Unidos, ni siquiera como turistas para visitar a nuestras familias o amigos que dejamos atrás. Pero eso sí, llegábamos a causar molestia cuando señalamos nuestra indignación ante esto. Nos convertimos en una incomodidad para las dependencias del gobierno que patrocinaban los viajes, las organizaciones civiles que se habían sumado a estos esfuerzos, y los mismos activistas Dreamers quienes no veían cómo llegaron a legitimar nuestra exclusión al aceptar su viaje de reencuentro con su “México lindo y querido”, al que no querían regresar de manera permanente.

Ahora, la “urgencia” del gobierno en responder ante la anticipada ola de deportaciones bajo la administración de Trump, y específicamente su interés de recibir con “los brazos abiertos” a los Dreamers, se suma al uso del migrante como bandera política que es sorprendente invisible para muchos, incluyendo para varias organizaciones de sociedad civil que trabajan por las personas deportadas. Estas mismas han celebrado la prioridad que ha llegado a tener el tema de migración de retorno con falta de un posicionamiento crítico o político. Carecen de denuncias públicas hacia los oportunismos que ahora se evidencian en México, desde cuando Enrique Peña Nieto recibió a los “primeros” deportados bajo la administración de Donald Trump que llegaron a la Ciudad de México hasta el “movimiento” pro-migrante impulsado por una coalición del Senado llamada Operación Monarca, que recientemente presentó una propuesta de reconocimiento de estudios extranjeros para Dreamers retornados, la cual hasta el día de hoy sigue quedándose sin cumplir sus promesas.

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Presentación del Museo Migrante en el Festival por la Transparencia y el Derecho a Sabre, Chenalhó, Chiapas (septiembre 2016). Foto: Rodrigo Barraza García.

Es así como mi lucha de justicia social e inclusión ya no es solo hacía afuera – contra los gobiernos y sus políticas – sino también hacía dentro del movimiento. Ante el contexto político de la región y los niveles de exclusiones que he enfrentado con mis hermanos y hermanas en la lucha, tuve que buscar un camino alternativo donde voces como la mía no pudieran ser cooptadas o ignoradas. Ya era hora de empezar un esfuerzo propio, de impulsar proyectos de migrantes para migrantes.

Ahora regreso a Tijuana, fortalecida después de un par de años de desgaste emocional crónico agravado por las batallas internas que no había anticipado enfrentar en esta lucha. En el sur, pude aprender desde otra manera de mirar y pensar, una que se diseña desde la horizontalidad de colaboración que no había visto en la práctica, aterrizada a partir de metodologías participativas. El crear espacios donde el migrante es el experto de la migración, el protagonista principal en todos los procesos y los trabajos organizativos y no solo un sujeto de estudio al quién se les extrae datos o testimonios.

Este es el trabajo en el que llegué a integrarme durante mi estancia en Chiapas con Voces Mesoamericanas, Acción con Pueblos Migrantes A.C. Fue alentador conocer y colaborar con una organización que busca la auto-organización de las propias comunidades migrantes para que puedan convertirse en sujetos políticos y tener la capacidad de ejercer sus derechos. En mi opinión, este debería de ser el objetivo principal de las organizaciones que buscan la protección de los derechos de las y los migrantes. Pero la realidad es que no es común que las personas migrantes tengan el espacio de participación para influir en la agenda de trabajo o procesos incidencia de las organizaciones civiles en México. Los tecnócratas y expertos en políticas públicas dentro de sociedad civil le dan poca importancia o prioridad. Llegué a concluir que esta es la razón por la cual hay un desconecte con la misma población que buscan proteger.

Ahora regreso a Tijuana, fortalecida después de un par de años de desgaste emocional crónico agravado por las batallas internas que no había anticipado enfrentar en esta lucha. En el sur, pude aprender desde otra manera de mirar y pensar, una que se diseña desde la horizontalidad de colaboración que no había visto en la práctica, aterrizada a partir de metodologías participativas. El crear espacios donde el migrante es el experto de la migración, el protagonista principal en todos los procesos y los trabajos organizativos y no solo un sujeto de estudio al quién se les extrae datos o testimonios.

Este es el trabajo en el que llegué a integrarme durante mi estancia en Chiapas con Voces Mesoamericanas, Acción con Pueblos Migrantes A.C. Fue alentador conocer y colaborar con una organización que busca la auto-organización de las propias comunidades migrantes para que puedan convertirse en sujetos políticos y tener la capacidad de ejercer sus derechos. En mi opinión, este debería de ser el objetivo principal de las organizaciones que buscan la protección de los derechos de las y los migrantes. Pero la realidad es que no es común que las personas migrantes tengan el espacio de participación para influir en la agenda de trabajo o procesos incidencia de las organizaciones civiles en México. Los tecnócratas y expertos en políticas públicas dentro de sociedad civil le dan poca importancia o prioridad. Llegué a concluir que esta es la razón por la cual hay un desconecte con la misma población que buscan proteger.

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Recorrido comunitario fotográfico con jóvenes de bachillerato en Los Chorros, Chiapas (octubre 2016).

A pesar de todo, he estado en una situación de privilegio a comparación de la mayoría de personas que llegan a México después de una deportación. Es por esto que también tengo un sentido de responsabilidad y de urgencia en tomar acción, pero desde una visión que integre la experiencia migrante. Hace siete años me hubiera sido imposible hacerlo desde mi propio proceso de sobrevivencia, pero creo que el camino que he recorrido hacia al sur del país me ha dado algunas herramientas para retomar una lucha personal en la frontera norte. No puedes llegar a un lugar como Chiapas, el cual ha ejemplificado la resistencia en México, sin que te cambie de alguna manera.

Por una parte, el salirme de mi propia lucha para acompañar a otra en comunidades indígenas me enseñó lo que implica ser una aliada. Fui parte de un equipo comprometido a un trabajo comunitario que daba el espacio a abordar de una manera mucho más integral y colectiva el derecho a migrar dignamente, pero también el del arraigo a sus comunidades de origen. Así fue como se amplió mi visión de la lucha migrante y vi la importancia de crear una voz política propia para las personas deportadas, no solo por lo que he vivido en México, sino por lo que sigo observando en el movimiento en EE.UU. Esto lo he visto desde mis interacciones en medios sociales con personas “aliadas” a la causa pro-migrante, como la siguiente iniciada por un tuit que escribí hace un par de meses sobre la política migratoria actual:

“Las políticas de inmigración que surgen de las órdenes ejecutivas de Trump no son nada nuevas. Es la optimización de la maquinaria de deportación de Obama” @mundocitizen

“es peligroso poner energías en hablar sobre como él [Obama] deportó a muchos y no lo que está pasando ahorita – esta mierda NO es la misma” @_yessi321

Ante esto, mi pregunta de fondo es la siguiente, ¿la justicia social tiene un límite de tiempo o caduca con ciertas condiciones? ¿Las deportaciones antes de Trump seguirán en el olvido y solo importarán aquellas bajo la nueva administración? La realidad es que va a seguir ocurriendo lo mismo que ha pasado en la última década. Ninguna de estas personas que definen la agenda de inclusión, o mejor dicho, de exclusión, van a esperarte del otro lado del muro cuando no te puedan proteger de una deportación. Al final, solo nos tenemos a nosotros, los que ahora nos encontramos al sur de la frontera para hacerlo, al menos lo único que nos queda es intentarlo.

 

Los migrantes en Estados Unidos no saben qué va a pasar

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Se calcula que en Estados Unidos hay unos once millones de inmigrantes sin papeles. Trump aseguró que deportará al menos a cuatro millones de indocumentados pero la realidad muestra que es posible que vaya más allá de esa cifra, y desde luego se incluye a los que han cometido delitos menores.

Últimamente algunos inmigrantes que buscaban la salida voluntaria, se presentaron en la frontera con su equipaje en mano y fueron despojados de él, de su dinero y hasta de su celular. Esto acaba de empezar, pero hasta ahora no se ha dicho nada en los medios de comunicación social.

A algunos viajeros que pasan la frontera, les revisan su celular, y –si tienen un chiste que deje mal a Donald Trump- les quitan la visa.

El gobierno quiere dar más recursos y potestades al ICE –por su sigla en inglés- (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) para perseguir la inmigración ilegal y deportar de forma más rápida Van a contratar 15,000 funcionarios adicionales para tareas de control migratorio..

En Austin Texas las mujeres indocumentadas se escondieron en un cuarto trasero de su lavandería al ver un video de detenciones afuera de una tienda de verduras y un restaurante de hamburguesas. Un mecánico de Staten Island se encargó de decirle a su hijo de 17 años los contactos de emergencia y el nombre del guardián que tendrá la tutela de él y de sus hermanos.

Conforme se extiende el reporte de redadas migratorias y de arrestos masivos en redes sociales, los migrantes indocumentados se preparan para la deportación. Los agentes están yendo a departamentos y a lugares de trabajo, cosa antes no vista; incluso se ha detenido a personas sin antecedentes penales. El gobierno mexicano advirtió a la comunidad mexicana en Estados Unidos de la conveniencia de mantenerse en contacto con el consulado.

En una orden ejecutiva del 25 de enero, Trump aumentó las categorías de migrantes indocumentados que ahora deben ser prioridad para la deportación. Algunas personas le están dejando la custodia de sus hijos a personas que tienen la ciudadanía, en caso de que sean deportadas.

Debemos de rezar por ellos y para que no pierdan la esperanza. No hay mal que por bien no venga, pero eso se verá con el tiempo.

Muere Mark Zwick

Un padre para los inmigrantes hispanos en Houston

Un hombre y un profeta extraordinario: «El día en que empecemos a preguntarle a la gente con hambre si son legales, será el día en que el Evangelio será negado»

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La hermosa vida tiene asombrosas coincidencias. Llegada la noche del viernes 18 de noviembre, tras una larga jornada de trabajo, me dispuse a leer, como cada dos meses, la publicación Trabajador Católico de Houston, el modesto boletín editado en inglés y español por Casa de Hospitalidad Juan Diego.

El mensajero que me lleva la correspondencia a la oficina, me había dejado cerca de las tres de la tarde el sobre amarillo, inconfundible, del periódico editado por los animadores de la Casa Juan Diego, Mark y Louise Zwick; periódico en el que, de cuando en cuando, publicaban textos de Aleteia sobre inmigración y derechos humanos, siempre pidiendo permiso.

Antes de sentarme a leer la carta de Navidad que llevaba en la portada de este número octubre-diciembre de 2016, consulté los últimos correos en la pantalla de mi teléfono móvil. Había uno de Casa Juan Diego, para su publicación inmediata: “Mark Zwick, fundador de Casa Juan Diego, abogado de los indocumentados y los pobres, muere a los 88 años”.

Comprendí, entonces, el otro artículo de portada del Houston Catholic Worker, firmado por el mismo Mark: “Refugee work must continue” (“El trabajo con refugiados debe continuar”). Presentía su muerte. Y dejaba un legado a los que vienen: “A pesar de lo que transpiran las noticias, el trabajo con refugiados debe continuar. No podemos dejar de ayudar a una madre a encontrar a sus hijos; un hermano a su hermano; un esposo a su esposa. El día en que empecemos a preguntarle a la gente con hambre si son legales, será el día en que el Evangelio será negado”.

Y más adelante, señalaba: “Los cristianos ya no pueden dejar de seguir sus obras de misericordia como no se puede dejar de respirar. La solución probablemente sea hacer el trabajo con los refugiados en secreto, en el espíritu del Evangelio”. Casa Juan Diego tenía este ejemplo; en secreto, sin adquirir un nombre espectacular, sin desafiar a nadie: un santuario público y privado, para los más pobres: los inmigrantes.

No lo conocí personalmente. Lo entreviste alguna vez por correo electrónico. Supe que estaba aquejado del mal de Parkinson. Que era un hombre muy mayor. También supe que hace 36 años convirtió un edificio en ruinas en la avenida Washington, en la ciudad de Houston (Texas), en un próspero refugio internacional para inmigrantes y refugiados y que era una magnífica persona.

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En 1980, Mark y su esposa Louise fundaron Casa Juan Diego, una casa de hospitalidad del movimiento del Trabajador Católico donde miles de refugiados llegaron a Houston durante las guerras civiles en Centroamérica y en la Casa de Hospitalidad encontraron un puerto seguro.

Años después, Casa Juan Diego se expandiría para incluir diez edificios y convertirse en la luz para los inmigrantes huyendo de la violencia y la pobreza. Su nombre se hizo famoso entre los caminos que llevan a la frontera de Texas y México.

“Inspirados en el Sermón de la Montaña, los métodos de los santos católicos, y en los fundadores del movimiento del Trabajador Católico, Dorothy Day y Peter Maurin, Casa Juan Diego ofreció comida, refugio, ropa, cuidado médico, y una amabilidad poco común a los migrantes que no tenían a donde ir y con pocos lugares a los cuales recurrir para pedir ayuda”, dice con alegría cristiana y reverencia la nota necrológica preparada por sus amigos.

En ella se cuenta lo esencial, que a lo largo de los años, más de 100,000 hombres, mujeres y niños indocumentados pasaron al menos una noche en Casa Juan Diego. El centro continúa ofreciendo hospitalidad y servicio médico, y provee comida gratis a alrededor de 500 familias cada semana. Además, ofrece ayuda financiera, cuidados personales para hombres y mujeres incapacitados y un largo etcétera.

“Don Marcos” le decían los hondureños, los salvadoreños, los guatemaltecos, nicaragüenses y, por supuesto, los mexicanos, que veían en él la misericordia de Cristo encarnada en obras eficientes.

“Mark pasó los últimos 35 años de su vida practicando diariamente las obras de misericordia en Casa Juan Diego. Dio la bienvenida a huéspedes inmigrantes y distribuyó comida y ropa a los pobres. Escuchó las necesidades, alegrías y tragedias de los enfermos y los heridos, los paralíticos, los maltratados, las embarazadas, y las personas sin hogar en una tierra extraña y encontró la manera de ayudar a cada uno”, termina diciendo el comunicado de Casa Juan Diego.

En el último de los periódicos bimensuales, el que me llegó el día de hoy viernes que escribo la nota, anunciando que don Marcos estaba muy enfermo, la trabajadora voluntaria de Casa Juan Diego, Sofía Rubio, escribió: “Agradezco a Dios y a la Virgen de Guadalupe el haberme permitido conocer a Marcos, el gran ejemplo de santidad en lo cotidiano”.

¿Cuántos de nosotros podríamos aspirar a que se dijera eso de nuestra vida? Descanse en paz don Marcos.

Cruza el mar para salvar a su hermano enfermo

Niño egipcio

Llegó a Lampedusa pidiendo ayuda, las autoridades italianas prometen cuidados sanitarios

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Ahmed, 13 años, solo, enfrentó la borrasca, el viento, el mar Mediterráneo desde Egipto hasta Italia en búsqueda de un médico para su hermano menor. Ahora, el hospital Careggi de la región italiana de Toscana ofrece curar al niño. Se hospedará a la familia en una casa-comunidad.

Según Il Corriere della Sera, Farid, de 7 años, enfermo de trombocitopenia (disminución de las plaquetas sanguíneas)ha hecho un milagro: despertar una cadena de solidaridad.

Él, hijo de una familia de agricultores egipcios muy pobres y sin recursos para curarlo, ha cautivado con su historia los corazones de los lectores del periódico italiano que han ofrecido varios tipos de ayudas: desde dinero hasta peticiones de hospitales para su tratamiento.

Ahmed, hermano mayor de Farid, como Ulises desafió el destino y enfrentó la odisea de atravesar el Mediterráneo en una chalupa.  

“Ayúdenme a operarlo y a conseguir un trabajo para pagar los gastos”, fue el apelo del niño de 13 años, según cuenta el cronista, Felice Cavallaro.

Un benefactor de Milán, sin revelar su nombre –solo se hace llamar ‘ángel invisible’- envió un sustancioso donativo económico.

Il Corriere Fiorentino, de la región italiana de Toscana, informó que el mismo premier de la nación, Matteo Renzi, ha movilizado al Ministerio del Interior a la cabeza del ministro Angelino Alfano y al mundo de la salud de Toscana con un mensaje de texto a Stefania Saccardi, del Departamento de salud de la Región.

También llegó a ayuda concreta por parte de la dirección del hospital de Careggi, centro-norte de Italia, y del prestigioso médico Marco Carini, listo para hacerse cargo del niño que será internado en el hospital en Meyer.

Asimismo, la familia será recibida en una casa de la “Fundación Tommasino Bacciotti”, obra creada por los esposos Bacciotti que al perder a su pequeño hijo por un tumor en el cerebro abrieron una residencia para asistir a las familias que tienen que trasladarse para recibir curas médicas en la zona.

Ahora, las autoridades italianas trabajan para transferir rápidamente a toda la familia a través de un puente aéreo El Cairo-Florencia.

Mientras, el pequeño gran héroe de Lampedusa, Ahmed, dejará la isla de Sicilia y será acompañado este viernes a un hogar para menores de edad de la cooperativa ‘La última cena’ en el área de Careggi, cerca al hospital donde será internado su hermano.

Es el sueño hecho realidad de Rashid Kafr El Sheikh, donde viven los padres, ahora orgullosos de su hijo que, en Lampedusa, había confiado su drama a un operador de la Organización Internacional para los migrantes.

El periodista Mark Twain decía que un “hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa”. Entonces, es cierto que lo improbable vuelto realidad por amor ya no es locura y se hace obra de misericordia concreta.

Los niños son concretos. Los adultos somos complejos y aún nos preguntamos si debemos o no acoger a quien sufre. ¿Con qué leyes? ¿Con la aprobación del parlamento UE? ¿De cuál religión y de cuál no? ¿Será mejor dar el dinero a Turquía para que haga el trabajo sucio? Tic, tac, tic, tac…y la vida se apaga o renace en una flor en el desierto, como lo es Ahmed, que nos enseña a los adultos la valentía por amor.

«Nuestra Señora de los Sin Papeles»

Así llaman en España la Virgen del Quinche, patrona de Ecuador

Medio millón de ecuatorianos celebrarán la festividad de «Nuestra Señora de los Sin Papeles»

Cerca de medio millón de ciudadanos ecuatorianos están llamados a celebrar este sábado la festividad de su patrona, la Virgen del Quinche, que es conocida entre los fieles como ‘Nuestra Señora de los Sin Papeles’ porque la talla más popular de las que se veneran en España llegó desde Quito «sin permisos ni documentación». Según informó la Embajada de Ecuador en España, esta imagen, una talla en madera, fue donada por la comunidad Jesuita de Quito y tiene su sede desde el año 2003 en la parroquia de San Francisco Javier, en la zona norte de Madrid, de donde parte cada año en procesión por el 21 de noviembre.

Publicado el 2009-11-19 09:57:00

Esta es una de las advocaciones marianas más veneradas de Ecuador y data del siglo XVI, cuando, según la tradición popular, un grupo de indígenas de la localidad de Oyacachi (junto a Quito) se refugió en una cueva natural huyendo de «una temible plaga de osos que había causado varias víctimas». «Un día, de manera misteriosa pasó por ahí una hermosa mujer de rasgos extranjeros, tez blanca y largos cabellos, con un niño en brazos, que antes de volver a desaparecer inexplicablemente, les anunció el fin de la plaga, exhortando a los indígenas a convertirse a la fe católica», según dicta la tradición.

Aquellos indígenas levantaron un lugar de oración en la cueva y seleccionaron como icono una talla del escultor español Diego de Robles, una réplica de la Virgen de Guápulo que había tallado por encargo y que los indígenas identificaron claramente como la mujer de su aparición. La figura fue trasladada después a la localidad de Quinche, y de ahí su nombre definitivo.

En España, donde la comunidad ecuatoriana es la más numerosa de las latinoamericanas, cada 21 de noviembre de celebran actividades culturales, artísticas, gastronómicas y sociales. En esta ocasión, la fiesta arrancará el sábado por la tarde y se prolongará a lo largo del domingo cuando tendrá lugar una procesión, una eucaristía y un acto artístico cultural con poemas, música y danzas tradicionales.

Esta festividad se reproducirá en distintos puntos de España como Valencia, Talavera de la Reina, Torreciudad o Villa del Prado «consolidando uno de los principales símbolos religiosos que hace más de cuatro siglos se implantó en el sentimiento y la tradición del pueblo ecuatoriano y ahora ha vuelto a tierras españolas de la mano de millares de emigrantes», informó la Embajada.