Infidelidad a través de WhatsApp

La fidelidad en el amor es una conquista diaria de la integridad personal.

 Testimonio anónimo.

Hace un tiempo me encontré en mi whatsapp personal un chat de mi ex secretaria a quien tenía unos años sin ver ni saber de ella, la razón: ambos habíamos aceptado la invitación a participar en un grupo de ex compañeros de trabajo y disponía de mi número, lo que aprovechó  para enviarme un cordial saludo.

Le contesté en el mismo tono agradeciéndole su atención, luego entrecruzamos breves comentarios sobre el presente de nuestras vidas: familia, trabajo, entre otros… Ella estaba divorciada y tenía un hijo pequeño.

La cosa hubiera quedado ahí, pero luego me envió una imagen en la que aparecía muy guapa,  por lo que entraron en mi mente una serie de pensamientos erróneos: ella era aún joven, atractiva y… libre como cuando la conocí, así que quizá podíamos volver a tratarnos con el compañerismo de cuando laborábamos juntos, claro, solo a través de una simple relación virtual. Un compañerismo que en la vida real implicó en su momento ciertos flirteos.

Comenzó como un juego de vanidad y aferramiento a la juventud  de alguien como yo, con poco más de 40 años. Un juego por el que constantemente vaciaba el contenido del chat de mi celular para no tener problemas con  mi esposa a quien amaba verdaderamente.

Luego en ese “juego” fueron aumentando intercambios de comentarios sobre gustos, aficiones, chistes, pensamientos bellos retransmitidos de la misma red, y… confidencias personales. Confidencias que solo pertenecían a mi esposa,  y que siendo ya una clara manifestación de infidelidad, eran  a la vez la antesala de mayor involucramiento.

Pensaba  que a propósito de confidencias en el mundo de lo virtual, no arriesgaba nada si mentía, dando a entender que había grietas en mi matrimonio, y que mi esposa en las crisis volteaba hacia otro lado. Lo cierto es que con esta actitud  lo que estaba haciendo en el mundo real era invitar a alguien a que llegase a destruir la felicidad que hasta ese momento existía entre  mi esposa y yo.

Fue entonces que “ese alguien” comenzó a enviarme selfies de mirada intensa, así como imágenes con provocativas poses.

Se había encendido el foco rojo y me negué a verlo, más aún, tratando de sentirme bien en esa doble moral, le enviaba a mi vez selfiescuyo fondo escogía con cuidado para dar una imagen de libertad, juventud y capacidad económica.

Era ridículo, absurdo, pero de lo virtual pase a considerar la posibilidad real de una cita para un encuentro personal.

Estaba enganchado y no quería reconocer que estaba admitiendo la existencia de un tercero en mi matrimonio y que por ello ya era infiel aunque no existiese contacto físico con la persona. Tan era así que estaba dejando de ser leal al proyecto común existente en mi matrimonio, pues empezaba a estar ausente afectiva y emocionalmente.

Por algunos de mis amigos, yo sabía que este tipo de experiencias en las redes sociales puede ser síntoma de un vínculo deteriorado, por lo  que alguno de la pareja empieza a seducir o a dejarse seducir por otro. En el fondo existen situaciones inconscientes de tipo conflictivas sin atender y resolver.

Lo cierto era que en mi matrimonio no había problemas, pero había olvidado que la fidelidad es una conquista diaria de la integridad y me estaba durmiendo en mis laureles.

Ahora, ahogado por el cúmulo de emociones malsanas que me arrastraban, me costaba trabajo ver a mi esposa a los ojos, sobre todo ante el  cercano aniversario de nuestro matrimonio, el cual mi esposa me recordó cariñosamente, sin sospechar nada.

En ese momento, ella fue la balsa a la que me aferré como náufrago ante la fuerte atracción de una aventura, cuyas consecuencias  serían como atarme a una enorme roca que en cualquier momento podría  arrastrarme el hacia el abismo.

Y decidí terminar con eso.

Lo que hice fue deshacerme del número del celular y darme de baja del grupo sin dar ninguna explicación a “mi conquista virtual”.  Lo único que puedo decir a mi favor es que tuve la valentía de huir,  admitiendo  la debilidad adquirida.

Mis amigos que han caído también en la trampa  de las “inofensivas relaciones virtuales”  como  fuga a sus problemas de relación,  forman parte de un nuevo fenómeno social cuya característica es esta forma de infidelidad.

Por ello valiéndome de su amistad y confianza les he participado mi experiencia y testimonio,  al tiempo que invitado a asistir a un curso de superación en matrimonio y familia que les ayude a detectar su problema de fondo.

A ellos y a mí nos ha quedado claro que ciertamente en el engaño del adulterio, anteriormente existía siempre la contrapartida del encuentro físico con el otro, y que hoy, al margen del peligro latente,  aún cuando ese encuentro no se diera nunca, de todas maneras el daño al matrimonio puede ser profundo,  ya que en pos de esa relación virtual se termina dilapidando la relación real.

En ambos casos,  puede resultar el vaciamiento total del vínculo.

Hoy se puede ser absolutamente infiel en solitario con toda la carga moral que ello implica, y tan es así que el impacto emocional para la persona que ha descubierto la infidelidad virtual del cónyuge no es menos grave que el de los actos cometidos físicamente.

Escríbenos a: consultorio@aleteia.org

En el sexo ¿vale todo?

“Amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de juzgar qué es bueno y qué es malo. Pero súbitamente todo se desmorona». Liv Ullmann

Infiel 03.jpgAlgunos afirman que nadie puede dictarles lo que tienen que hacer con su sexualidad. Que para ellos «vale todo». Pero desentenderse de la ley moral acaba tarde o temprano en serios disgustos. Así queda reflejado con brillantez, por poner un ejemplo, en la película «Infiel», de Liv Ullmann, que aborda con cierta profundidad el drama del adulterio. Cuando dos personas inician una relación adúltera, piensan quizá que es como un juego para adultos. Los principios morales desaparecen. Amémonos al límite, seamos felices juntos, olvidémonos de qué es bueno y qué es malo, que no pasa nada.

Sin embargo, tarde o temprano descubren que no da igual olvidarse de la naturaleza y de sus leyes. Querían hacer como que eran dioses que se dan a sí mismos su naturaleza y sus leyes, y no tardan mucho en comprobar que se han mentido a sí mismos, y sobreviene entonces la consiguiente tragedia. Querían jugar a que no había principios morales, y súbitamente aquella simulación y aquel fingimiento se desmoronan.

Lo que era un matrimonio unido, una hija feliz, un buen amigo, acaba todo deshecho por la irreflexión, por el egoísmo de la sensualidad que ciega y lleva a la irresponsabilidad, e incluso a la crueldad, a destrozarlo todo. Las víctimas son ellos mismos, sus familias, esa niña que ha sido utilizada en el juego de adultos, arrollada por un torbellino emocional que desgarra su vida, sin entender bien cuál es su papel en esa historia de deslealtades.

Alfonso Aguiló

Las mentiras en el matrimonio, pasaporte al fracaso

El mentirse es una forma de infidelidad muy extendida que se puede llegar a convertir en una enfermedad fatal

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Muchos matrimonios no lo saben o admiten, pero el mentirse, aunque no sea por motivos graves, es una forma de infidelidad muy extendida que puede llegar a convertirse en una enfermedad fatal.

Mi esposa y yo pasamos un tiempo en que dejamos de tomar en serio nuestro trato personal comprometiendo gravemente nuestro matrimonio. Empezamos siendo cómplices de lo que considerábamos excusas prácticas. Desde el socorrido uso de la expresión: <> a quien llamaba por teléfono o tocaba a la puerta; hasta todos aquellos problemas o compromisos que queríamos evadir o darle un cierto sesgo, recurriendo siempre al: diremos que… de común acuerdo y conscientes ambos de que mentíamos.

Éramos jóvenes y realmente teníamos acentuados rasgos de inmadurez e inseguridad que debíamos resolver en sus causas, para evitar el mentir. Primero reconociendo la negatividad de la mentira y luego poniendo los medios, esforzándonos en adquirir las virtudes necesarias a partir de la humildad, para lograr ser veraces. Pero en vez de ello, decidimos darles carta de naturalidad a lo que no era verdad.

Aunque no lo admitíamos, poco a poco nos fuimos perdiendo la confianza, pues mintiendo a terceros terminamos mintiéndonos entre nosotros mismos, y no solo con palabras; aprendimos también a mentir con el tono, los gestos, y muchas expresiones corporales, en hábil manipulación de uno con el otro.

Así, nos instalamos en una forma de relación donde el lenguaje se convirtió en un inhumano parloteo que no manifestaba nuestra intimidad personal, la fuente de nuestro amor. Un amor que comenzó a menguar, pues el amor siendo personal, necesita a su vez de la humildad personal para rectificar los errores y reconstruirse en ese humilde regresar al otro. Al negarnos a ello, terminamos también mintiéndonos con nuestras acciones, desprestigiándonos, humillándonos mutuamente. Cuando por periodos cada vez más largos nos dejábamos de hablar, nos hacíamos un gran daño, pues el silencio es la mayor falsedad.

Mi esposa y yo recibimos ayuda profesional, hemos aprendido gradualmente y con esfuerzo a vencer la inercia de este mal moral. Hemos vuelto a la tarea de comunicarnos sobre la verdad de las promesas hechas en el consentimiento de nuestro matrimonio y evitar nuestra mayor mentira: ser un mal esposo o esposa.
En nuestra boda, escuchamos al sacerdote decir: prometes ser fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarle y respetarle todos los días de tu vida… Y la mentira no cabe en absoluto en esta promesa de amor pleno y total. Muchos matrimonios no lo saben o admiten, pero el mentirse aunque no sea por motivos graves, es una forma de infidelidad muy extendida que se puede llegar a convertir en una enfermedad fatal.

Las causas más comunes de la mentira en los matrimonios tienen solución, si con humildad se trabaja en ello, evitando que se propaguen en materias cada vez más graves.

Algunos ejemplos:

• Por trabajar mal y justificar un incumplimiento: pedirle al cónyuge que hable al trabajo y lo reporte enfermo, cuando realmente se desveló viendo televisión.
• Para evitar compromisos: no desear participar en una comisión en la sociedad de padres de familia de la escuela del hijo, o asistir a la boda de un pariente o amigo como padrinos.
• Por fallar a un compromiso: el olvido del aniversario de bodas, o asistir a cenar a la casa los suegros.
• Por aceptar un compromiso del que se duda cumplir, o se sabe con certeza que no se cumplirá: desde una deuda morosa, visitar a un enfermo o ayudar en una colecta para damnificados.
• Por desconfianza y temor a la reacción del otro: un accidente de coche o una infracción de tránsito.
• Para evitar incomprensiones: decir que no se está preocupado, que es solo un dolor de cabeza.
• Para evitar “un mal rato”: encubrir la mala conducta de un hijo, o el costo de una reparación doméstica.
• Por haber tomado una mala decisión y no reconocer un error o un fracaso: una mala inversión, un cambio de trabajo.
• Por tratar de no quedar mal y salir del paso: ante la pregunta del hijo que hace la tarea, o el olvido del encargo de una compra al regreso del trabajo.
• Por encontrarse rebasado en las aptitudes naturales y no aceptar una limitación personal: un trabajo difícil o excesivo, que se aceptó en el afán de ganar más dinero.
• Para manipular o imponerse egoístamente: decir que se siente muy enfermo para distraer sobre un mal comportamiento personal.
• Para ahorrarse el dar mayores explicaciones sobre donde ha estado y con quien: hablar por teléfono diciendo que lo hace desde la oficina con mucho trabajo, cuando se está en otro lugar con los amigos.
• Para no dar cuenta sobre el gasto de dinero: argumentar una descompostura mecánica o un gasto en un tema o área que no domina el otro cónyuge.
• Para impresionar, quedar bien tratando de construirse un falso prestigio: exagerar sobre logros del pasado que no pueden comprobar.
• Por temor a los celos: cuando aparece un cabello sospechoso en el saco del traje.
• Por resentimientos o animadversión contra alguien buscando compartir o imponer el sentimiento en el cónyuge: el clásico problema con el vecino.
• Por ironía burlona, el reírse de alguien buscando que el cónyuge participe: por envidia hacia alguien que tiene éxito profesional.

El lenguaje convencional no se debe usar de cualquier manera, sino que se debe emplear con virtud, es decir con veracidad. No hay mentiras útiles, inocentes, piadosas o blancas, todas son mentiras que son la carcoma del lenguaje y del espíritu. Mentiras que se convierten en la escuela de la ambigüedad, la doblez, el disimulo, el fraude, etc., y que desembocan finalmente en la pérdida de la confianza destruyendo las relaciones entre las personas.