Así se ve Cibeles en la exitosa Fiesta de la Resurrección

Más de 60.000 personas han acudido al histórico concierto en el centro de Madrid

Varios miles de personas de todas las edades han asistido este sábado a un concierto de índole religiosa en la plaza de Cibeles de Madrid, frente al Ayuntamiento, en el que han bailado al ritmo de Carlos Baute, Andy y Lucas, Juan Peña Hakuna y Grilex, para «celebrar la Resurrección y visibilizar la fe».

La fe todo lo puede

Benedicto XVI dejó escrito: “La razón no se salvaría sin la fe, pero la fe sin la razón no sería humana”.

La fe no es creer que yo puedo, la fe es creer que Dios puede.

La fe no la establece la razón, sino la Sagrada Escritura y la Tradición.

La fe es la respuesta amorosa al amor de Dios manifestado en Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Ioh 3, 16).

La fe tiene capacidad para iluminar toda la existencia del hombre; cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. No se trata de razonar mucho sino ver las cosas desde las causas altísimas.

El Señor le dijo a una mujer que está en proceso de beatificación (Josefa Menéndez): 

El mundo está lleno de odio y vive en continuas luchas: un pueblo contra otro, unas naciones contra otras, y los individuos entre sí, porque el fundamento sólido de la fe ha desaparecido de la tierra casi por completo. Si la fe se reanima, el mundo recobrará la paz y reinará la caridad… Déjate convencer por la fe y serás grande, déjate dominar por la fe y serás libre. Vive según la fe y no morirás eternamente (18 junio 1923).

La fe no se opone a la civilización. Cuanto más arraigada está en los hombres y en los pueblos, más se acrecienta en ellos la ciencia y el saber, porque Dios es la sabiduría infinita. Y donde no hay fe, desaparece la paz, y con ella la civilización y el progreso, introduciéndose en su lugar la confusión de ideas, la división de partidos, la lucha de clases y, en los individuos, la rebeldía de las pasiones contra el deber, y así el hombre pierde su deidad, que es su verdadera nobleza.

Lo que distingue al cristiano es la fe, y, concretamente, la fe en que el Hijo de Dios se ha hecho hombre para salvarnos.

Existe un vínculo entre la pureza de corazón, la del cuerpo y la de la fe (CEC 2518). Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciendo, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen” (San Agustín, fidet symb. 10, 25).

Hace unos años, el Cardenal Ratzinger decía que la fe cristiana brilla con dos grandes testimonios. El primero es la santidad, la caridad heroica de los santos. Y el segundo es la belleza del arte cristiano que rodea la liturgia. Los dos son signos de Dios y llevan a Dios.

Benedicto XVI dijo: «La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días». «Pedro, que había prometido fe absoluta, experimenta la amargura y la humillación del que reniega: el orgulloso aprende, a costa suya, la humildad», indicó, mostrando la clave que hizo de Pedro un apóstol. (Audiencia miércoles, 24 mayo 2006).

No se quiere comprender que la presencia del hombre en la tierra está en orden a la vida eterna, que la tierra es exilio y campo de una lucha, no querida por Dios sino por el odio, por la envidia y la rivalidad de Satanás y de sus diabólicas legiones.

Cristiano es quien vive de fe, de esperanza y de caridad; dones derramados por el Padre celestial en nosotros. Son estas virtudes las que hacen posible el despliegue del germen de vida sobrenatural recibido en el Bautismo. En la vida cristiana, la fe proporciona sobre todo un pleno conocimiento de la voluntad de Dos, de modo que se siga una conducta digna de Dios, agradándole en todo, produciendo frutos de toda especie de obras buenas y adelantando en conocimiento de Dios (cfr.Gaudium et spes, n. 11).

Cuando la fe se ha perdido también se pierde la verdadera comprensión de los acontecimientos humanos.

Esto dice el profeta Jeremías:

“Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que no disfruta del agua cuando llueve; vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable” (Jeremías 17,5-8).

Conoce tu fe

El general Wellington el que venció a Napoleón quiso volver a Inglaterra a ver la escuela militar donde se había preparado, y dijo a los alumnos: «Miren, aquí se ha ganado la batalla de Waterloo». Así, nosotros, tendremos batallas en la vida dentro de 5 ó 10 años; pero si queremos vencerlas es preciso que comencemos desde ahora, preparándonos, estudiando y mejorando el carácter. El carácter es destino.

El profeta Oseas decía a los judíos del Antiguo Testamento: Perece mi pueblo por falta de conocimiento” (4,6). Los judíos actuales están con la misma preocupación, sus jóvenes no saben qué es el judaísmo, y –dicen- la venida del Mesías es inminente. Y nosotros estamos con la misma preocupación: muchos católicos no saben explicar el credo ni dar razón de su esperanza.

Una parte de la fuerza interior viene por la formación doctrinal. Es construir la casa sobre roca; quien la construye sobre arena puede ser algo bonito, pero superficial: una fachada bonita, pero al primer vaivén aquello se derrumba. La formación doctrinal da las raíces, da solidez a la vida interior. Es importante unir la formación doctrinal con la piedad.

Para dar doctrina hay que formarse, hay que leer, hay que meter la doctrina en el corazón, no sólo en la cabeza. Decía el Cura de Ars:

Una persona que no esta formada en su religión es como un enfermo agónico; no conoce ni la grandeza del pecado, ni la belleza de su alma, ni el precio de la virtud; se arrastra de pecado en pecado”.

Hemos de ayudarle a la gente a encontrar el sentido de la vida. Dijo el Papa Benedicto XVI: “Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida (…). Cada uno de nosotros es querido, cada uno de nosotros es amado, cada uno de nosotros es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a otros la amistad con Él (Homilía en la Misa del inicio del ministerio pretino, 24-IV-2005).

Parte de la formación de un católico es hacer apostolado y dar doctrina a diversos niveles. Hay que saber argumentar. Hace unos días me subí a un taxi y el conductor era Testigo de Jehová. Me dijo que si una casa no necesitaba fuego para existir, el infierno tampoco existía porque “no hace falta”, que la Biblia habla de la “gehenna”, lugar donde se abandonaban los cadáveres de los malhechores (en esto tiene razón), pero él negaba el fuego porque no lee directamente el Evangelio ¾no se lo permiten¾ donde Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apaga”  (San Marcos 13, 43-48 y Mateo 5, 22.29).

El fundador de los Testigos, Charles Tazel Russell, era presbiteriano y luego, adventista. En 1879 se casa con Ma. Francisca Ackley, quien más tarde se cansa de sus infidelidades conyugales. Fue condenado dos veces por estafa (dinero obtenido por la compra de las posesiones de los que lo vendían todo, convencidos por él de la inminencia del fin del mundo, en 1911 (que no se cumplió).

Desde 1967, Los Testigos de Jehová nunca leen la Biblia directamente. Estudian seis tomos de Estudios sobre las Escrituras. Russell dijo: “No son meramente comentarios acerca de las escrituras o Biblia, sino que son prácticamente la Biblia misma. El que se dirige a la Biblia sola, dentro de dos años vuelve a las tinieblas. Al contrario, si se lee los Estudios sobre las Escrituras con sus citas y no ha leído ni una página de la Biblia como tal, estará en la luz al término de dos años (“Atalaya” 19.9.1910). Termina la digresión.

Hay que tratar de ser un catecismo vivo, es decir, un resumen claro, y asequible, de la doctrina cristiana, pues no basta saber cosas, hay vivir lo que se enseña. Los grandes catequizadores han sido los santos. ¿Cómo? Enseñando lo que viven.

San Agustín habla de la Ciudad de Dios y la Ciudad del Hombre. Construir la Ciudad de Dios es procurar la salvación de las almas… y eso implica abnegación y sacrificio. Implica estudio y afán por conocer la verdad de la vida, de las ciencias y del arte. ¡Qué importante es la educación estética, porque afina el alma y la hace apta para conocer verdades más altas!

“Todo valor verdadero, tal como la belleza de la naturaleza o de una obra maestra de arte como la Novena Sinfonía de Beethoven, o el resplandor moral de un acto generoso de perdón, o de una fidelidad inamovible, todos esos valores que nos hablan de Dios y conmueven nuestros corazones, arrastran nuestro espíritu hacia el verdadero mundo de Dios, nos guían hacia el rostro de Dios, y gracias a ellos caen derribadas las barreras del orgullo, la egolatría y la autoafirmación, que nos aíslan y nos hacen mirar a nuestros semejantes desde el exterior como adversarios y competidores” (Dietrich von Hildebrand).

En una conferencia a catequistas[1], el Cardenal Ratzinger, sintetizando, decía: Evangelizar es enseñar el arte de vivir (…) La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia…, todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero este arte no es objeto de la ciencia: sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona.

Un profesor de la Universidad de Navarra decía: Tenemos una vocación de llamada a la santidad: Esto debe de estar en la base de cualquier formación. La buena semilla la recibimos a través de las Normas de piedad. Juan Pablo II decías: El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación.  Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad.

Son muchedumbre los que desconocen las verdades de la fe, desconocen que somos hijos de Dios, cuando toda la creación está dirigida al don de la filiación divina. El pensamiento de Juan Pablo II se sintetiza en una palabra escrita con mayúscula: Cristo, el Verbo de Dios hecho. ¡Qué difícil es distinguir entre vida y magisterio en Juan Pablo II!

Hoy más que nunca hace falta la “cruzada de virilidad y de pureza”, que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia. Se trata de ayudar a los demás a comprender el orden instaurado por Dios en la creación, y a respetarlo. A todos nos corresponde sacar a los hombres de la ignorancia y descubrirles la maravilla de la filiación divina (Giuseppina Bakita: Si hubiera sabido que al secuestrarme me iba a encontrar con Dios, les hubiera besado los pies a los secuestradores musulmanes).

Dios ha previsto desde la eternidad todo un plan, perfecto, concreto y detallado, para formar en nosotros la nítida imagen de Cristo y lo va logrando a través de la dirección espiritual y la corrección fraterna y lo que Él permite.

Lo único importante es que yo persevere. Son bambalinas de teatro todas las cosas de este mundo. Hemos de tener visión de eternidad. Estamos en un lugar determinado, en una labor determinada, porque Dios lo quiere.  Hemos de desprendernos de todo lo que nos pueda atar y de lo que pueda afirmar una personalidad falsa (es decir, quitar caretas, posturas postizas).


[1] 10 de diciembre de 2000, en http://www.unav.es/capellaniauniversitaria/profundo/evangelizacion

La oración

¿Qué es rezar? Sencillamente, hablar con Dios. No son necesarias oraciones complicadas ni largas. Solo una palabra, viva, llena de fe, entregada y repleta de confianza en Él, que la recibe con el corazón abierto, solo eso basta.

Hoy, dedícate unos minutos a hablar con Dios, a contarle tus proyectos, novedades, problemas, churreteos…

¡Sincérate con Él! Busca un hueco y míralo

LA OTRA MEJILLA

Creo que todos hemos escuchado en algún momento, en nuestro entorno, comentarios de aquellos que dicen que no creen en Dios y que solo existe la vida que conocemos en este mundo. Estas personas suelen afirmar que lo único que importa es vivir haciendo todo lo que quieren porque la vida son dos días.

Yo solía entrar en discusión y no comprendía cómo no eran capaces de ver con fe su existencia, a pesar de haber nacido en una familia creyente. No comprendía y me sentía atacada cuando trataban de sectas a las comunidades de oración que tenían cerca o hablaban con desprecio de todo lo concerniente a la religión, pero por otro lado veía que disfrutaban de la Semana Santa, de los diferentes desfiles procesionales. Luego me di cuenta de que no se puede juzgar lo aparente porque lo que hay en sus corazones, solo Dios lo conoce.

Los seres humanos reaccionamos de formas muy distintas ante los sucesos dolorosos que nos laceran y destrozan por dentro. La muerte de seres queridos, la soledad, la traición de la persona que creías fiel, una enfermedad grave…nos puede hacer tambalear y caer en un precipicio sin fondo y nos podemos sentir huérfanos y no comprender que Dios permita el dolor.

Otra forma de reaccionar ante esas mismas situaciones es justo la contraria, acercarte más a Tu Padre, el único que nunca falla, el que tiene la respuesta a todas tus inquietudes, el único que puede consolar tu dolor.

No es fácil decirle a alguien que ha descartado a Dios de su vida que el único modo de sentir paz es acercándose a Él. Pero sí podemos mostrar el camino con nuestra forma de obrar, con caridad, con amor.

Dios no se aleja de los que no le aman sino todo lo contrario, ofrece la otra mejilla.

Es fácil mantenerse en el círculo de los que son afines a ti, te acompañan, te quieren y aprecian. Es fácil querer a quien te quiere bien, pero el reto está en querer a quien no te quiere ni ver y cuando te ve está deseando que desaparezcas de su vista porque se siente incómodo a tu lado.

La clave para amar como Dios nos ama está en Su Palabra. No solo hay que leerla, hay que asumirla y hacerla vida en ti.

Es obra del Espíritu Santo mirar con amor a quien no te ama. Si no te ama, no ama a Dios.

Yo amo a Dios y no puedo dejar de amar a quien no me ama porque en cada persona está Dios a través del Espíritu Santo que se nos dio en el Bautismo y en cada uno de los sacramentos recibidos después: la Primera Comunión, la Confirmación…

No puedo mirar de otro modo a los demás porque si digo lo contrario, si siento lo contrario, no puedo decir que amo a Dios.

Y el amor es capaz de cambiar los corazones de quienes se empeñan en negar al Señor. Solo tenemos que seguir sembrando; Dios hará todo lo demás. Nosotros solo tenemos que ser instrumentos dóciles a la Voluntad del Señor. La paciencia, la perseverancia, la caridad y cada uno de los dones con los que el Espíritu Santo llena cada alma, harán posible la transformación de un corazón de piedra en un corazón de carne.

La fe mueve montañas. ¿Queremos de verdad mover montañas? ¿Tenemos fe?

No nos desalentemos frente al desamor. Dejémonos llevar por el Espíritu Santo y respondamos con sonrisas, con paz, con oración, con esperanza a los ataques del que se muestra apartado de Dios y nos provoca con palabras airadas.

«¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío: que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad!»(Exclamaciones, 8, 3, Santa Teresa de Jesús)

¿CUANTO VALE UN MILAGRO?

unidoscontralaapostasia

Una pequeña niña fue a su habitación y sacó un frasco que estaba escondido en su closet. Esparció su contenido en el suelo y contó con cuidado. Tres veces, incluso. El total fue contado a la perfección. No había cabida a errores.
Con cuidado regresó las monedas al frasco y cerrando la tapadera, salió con el frasco sigilosamente por la puerta trasera y caminó 6 cuadras hasta la Farmacia de Rexall, que tenía un gran signo de jefe indio sobre la puerta.
Ella esperó pacientemente a que el farmacéutico le prestara atención, pero estaba muy ocupado en ese momento. Tere movió sus pies para que rechinaran sus zapatos, pero nada. Se aclaró la garganta tosiendo lo más fuerte que pudo pero no sirvió de nada, el farmacéutico no le hacía caso. Finalmente tomó 25 centavos del frasco y tocó en el mostrador de cristal fuertemente y con eso fue suficiente!, el dependiente exclamó con tono de disgusto en la voz “Y que es lo que quieres?, no ves que estoy hablando con mi hermano que vino de Chicago y no le he visto por muchos años”. Tere le contesto con el mismo tono de impaciencia; “Bueno, quiero hablarle también acerca de mi hermano. El está realmente muy, muy enfermo. . . y quiero comprar un milagro” .

 “Perdón – dijo el farmacéutico- Que quieres comprar”.
‘”Un milagro– replico la niña- y su nombre es Andrés y algo malo ha estado creciendo en su cabeza y mi papi dice que solo un milagro puede salvarlo, ahora dime, cuánto cuesta un milagro”.

“Nosotros no vendemos milagros aquí, chiquita. Lo siento pero no puedo ayudarte”  dijo el farmacéutico, con voz suave.
“Oye, tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré lo que falte. solo dime cuánto cuesta” Insistió Teres. Fue entonces que el hermano del farmacéutico que era un hombre muy bien vestido. Intervino y le preguntó a la niñita, “¿Qué clase de milagro necesita tu hermano?”.
‘No sé, -replicó Tere, con los ojos muy abiertos-. Yo solo sé que está muy enfermo y mami dice que necesita una operación. Pero mi papi no puede pagarla, por eso quiero usar mi dinero”

“Cuánto tienes?”, le preguntó el hombre de Chicago.

 “Un dólar con diez y once centavos- contestó Tere, apenas audible- y ese es todo el dinero que tengo, pero puedo conseguir más si es necesario”
“Bueno, que coincidencia –
sonrió el hombre- un dólar y once centavos es el precio exacto de un milagro para los hermanitos”
Entonces e hombre tomó el dinero en sus manos, y con la otra sostuvo la manito de la niña y dijo; “Lleváme a dónde vives. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas
Ese hombre bien vestido era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano especializado en neuro-cirujía. La operación fue completamente gratis y sin cargo alguno por su estancia en el hospital, hasta que Andrés regreso sano a casa.
Mami y papi comentaron felices de la cadena de eventos que les trajo a todo esto. “Esa cirugía, -susurraba su madre- fue un milagro real”. Ya me imagino cuanto podría costar? Cuesta un milagro. . . un dólar con once centavos. . .más la fe de una chiquilla. En nuestras vidas nunca sabemos cuántos milagros vamos a necesitar. Un milagro no es la suspensión de una ley natural sino la implementación de una ley superior. Yo se que mantendrás la pelota en movimiento! Una bola es un círculo, sin principio ni fin. Nos mantiene juntos como un círculo de amigos. El tesoro que encierra es ver la amistad que me has regalado.  Hoy te paso la pelota. Dásela a alguien que consideres tu amigo.

YO TE JURO
Cuando estés triste. . .Secaré tus lagrimas
Cuando tengas miedo. . . calmaré tus miedos.
Cuando estés preocupado .. . te daré esperanza.
Cuando estés confundido…te ayudaré
a encontrar tu camino.
Y cuando estás perdido… y no puedas ver la
luz, yo seré tu faro. . .Brillando radiante.
Este es mi juramento .. . que sostengo hasta el final.
Que más podrías pedir.. .Si tú eres mi amigo.
Firma: Dios

«Nunca vi tal adoración, me gustaría creer así»

La experiencia de padres y cuidadores de personas con discapacidad intelectual muestra que en muchos casos viven algo que podría llamarse una profunda intuición de fe

Residencia regentada por monjas donde viven personas con distintos grados de discapacidad intelectual. Santa Misa para los residentes. Mientras da la Comunión, el sacerdote nota con el rabillo del ojo que uno de los niños, después de regresar al banco, se está quitando sigilosamente la Hostia de la boca.

Preocupado, observa lo que sucederá a continuación. La hermana sentada en el banco trata de calmar al sacerdote con gestos.

El niño esconde la hostia en el hueco de su mano y, agachado, la mira fijamente durante largo rato, pronunciando en voz baja palabras incomprensibles para cualquiera que no sea él mismo.

Al final de esta conversación claramente animada, la besa, la traga y luego lame apasionadamente el interior de la palma en la que acababa de sostener el Santísimo Sacramento.

El sacerdote termina la misa con lágrimas en los ojos. Y las continúa teniendo, cuando cuenta el incidente después de unos años.

Al final de la historia, dice: «¡Nunca había visto tal «adoración» en mi vida! ¡Me gustaría creer así!».

Intuición de fe profunda

La experiencia de padres y cuidadores de personas con discapacidad intelectual muestra que en muchos casos viven algo que podría llamarse una profunda intuición de fe.

Su capacidad para comunicarse con el entorno suele ser muy limitada, pero en contacto con Dios, estas limitaciones no parecen importar. A veces da la impresión de que pueden ver más que otras personas, y probablemente sea así.

Su vida intelectual es sumamente sencilla -a veces al nivel de un niño de pocos años- pero el mismo Jesús alabó al Padre, que escondió ciertas cosas a los sabios y entendidos, y las reveló a los pequeños (Lc 10,21).

¿Comunión para los discapacitados intelectuales?

No hay razón por la que la gran mayoría de los discapacitados intelectuales no puedan participar plenamente en la Eucaristía. 

Indica el Código de Derecho Canónico, que aborda el tema de la admisión a la Sagrada Comunión en los cánones 912-914:

«Para que pueda administrarse la santísima Eucaristía a los niños, se requiere que tengan suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidadosa, de manera que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad, y puedan recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción».

El derecho canónico equipara las personas con discapacidad intelectual a los niños que no son plenamente conscientes de sus acciones (cf. can. 852 § 2).

Ciertas dudas podrían suscitar las exigencias de «suficiente discernimiento» y «esmerada preparación» (can. 913) y el deber de «hacer que los niños que no han adquirido el uso de razón sean admitidos a la Mesa del Señor «.

Sin embargo, el código ya prevé y permite una excepción tanto en términos de discernimiento como de preparación. Limita los requisitos establecidos a que el niño pueda distinguir el Cuerpo de Cristo del pan común y aceptarlo con respeto.

Si bien este canon se aplica a los niños en riesgo de muerte que aún no son plenamente conscientes, también se puede aplicar con éxito a las personas con discapacidad intelectual. Ellos también, sin culpa propia, están privados de la plena conciencia.

¿El Señor Jesús o un simple trozo de pan?

Esencialmente, queda la pregunta de si una determinada persona con discapacidad es consciente de que la hostia recibida en la misa es algo más que un simple trozo de pan.

Un sacerdote que conozco que atiende a personas intelectualmente sordas y mudas en una de las diócesis polacas encontró una forma muy sencilla de responder.

Muestra a la persona -niño o adulto- la hostia que se utiliza para celebrar la Eucaristía y dos pictogramas. Uno muestra pan simple, el otro con la señal de la cruz. El sacerdote decide dar la comunión a una persona si señala constantemente el segundo gráfico (repite la «prueba» varias veces a intervalos apropiados para excluir el riesgo de un golpe accidental).

Como se puede ver, un poco de buena voluntad y creatividad son suficientes para evitar la situación de exclusión de muchas personas con discapacidad en la plena participación en la Eucaristía.

¿Cómo dar la Comunión a personas con discapacidad mental?

Siempre vale la pena considerar la forma de dar la Comunión a las personas con discapacidad. 

Uno no debe ceñirse a los patrones habituales, especialmente en los casos en que la discapacidad intelectual se combina con algún tipo de discapacidad física.

A veces será más conveniente para tal persona recibir un trozo de la hostia consagrada o un poco de la Sangre del Señor (dado en una cuchara destinada únicamente a este fin). Jesús está presente incluso en un poco de las Santísimas Formas.

Especialmente en el caso de la Primera Comunión, también vale la pena plantearse si sería mejor que una persona con discapacidad se uniera a ella de forma individual, en lugar de hacerlo durante una larga celebración colectiva. 

No porque alguien se sintiera perturbado o disgustado por su presencia, sino por su propia comodidad, tanto mental como física.

Por supuesto, puede haber casos en los que nos encontremos con laicos o clérigos con déficits de sensibilidad. Entonces es fácil lastimar y lastimarse. 

Queda recordar las palabras de Jesús: «Dejad que los niños vengan a mí, no los molestéis» (Mc 10,14) y su indignación ante los que trataban de impedirlo.

La fe todo lo puede

La fe no es creer que yo puedo, la fe es creer que Dios puede.

La fe no la establece la razón, sino la Sagrada Escritura y la Tradición.

La fe es la respuesta amorosa al amor de Dios manifestado en Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna” (Ioh 3, 16).

La fe tiene capacidad para iluminar toda la existencia del hombre; cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. No se trata de razonar mucho sino ver las cosas desde las causas altísimas.

El Señor le dijo a una mujer que está en proceso de beatificación (Josefa Menéndez): El mundo está lleno de odio y vive en continuas luchas: un pueblo contra otro, unas naciones contra otras, y los individuos entre sí, porque el fundamento sólido de la fe ha desaparecido de la tierra casi por completo. Si la fe se reanima, el mundo recobrará la paz y reinará la caridad… Déjate convencer por la fe y serás grande, déjate dominar por la fe y serás libre. Vive según la fe y no morirás eternamente (18 junio 1923).

La fe no se opone a la civilización. Cuanto más arraigada está en los hombres y en los pueblos, más se acrecienta en ellos la ciencia y el saber, porque Dios es la sabiduría infinita. Y donde no hay fe, desaparece la paz, y con ella la civilización y el progreso, introduciéndose en su lugar la confusión de ideas, la división de partidos, la lucha de clases y, en los individuos, la rebeldía de las pasiones contra el deber, y así el hombre pierde su deidad, que es su verdadera nobleza.

Lo que distingue al cristiano es la fe, y, concretamente, la fe en que el Hijo de Dios se ha hecho hombre para salvarnos.

Existe un vínculo entre la pureza de corazón, la del cuerpo y la de la fe (CEC 2518). Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciendo, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen” (San Agustín, fidet symb. 10, 25).

Hace unos años, el Cardenal Ratzinger decía que la fe cristiana brilla con dos grandes testimonios. El primero es la santidad, la caridad heroica de los santos. Y el segundo es la belleza del arte cristiano que rodea la liturgia. Los dos son signos de Dios y llevan a Dios.

Benedicto XVI dijo: «La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días». «Pedro, que había prometido fe absoluta, experimenta la amargura y la humillación del que reniega: el orgulloso aprende, a costa suya, la humildad», indicó, mostrando la clave que hizo de Pedro un apóstol. (Audiencia miércoles, 24 mayo 2006).

No se quiere comprender que la presencia del hombre en la tierra está en orden a la vida eterna, que la tierra es exilio y campo de una lucha, no querida por Dios sino por el odio, por la envidia y la rivalidad de Satanás y de sus diabólicas legiones.

Cristiano es quien vive de fe, de esperanza y de caridad; dones derramados por el Padre celestial en nosotros. Son estas virtudes las que hacen posible el despliegue del germen de vida sobrenatural recibido en el Bautismo. En la vida cristiana, la fe proporciona sobre todo un pleno conocimiento de la voluntad de Dos, de modo que se siga una conducta digna de Dios, agradándole en todo, produciendo frutos de toda especie de obras buenas y adelantando en conocimiento de Dios (cfr.Gaudium et spes, n. 11).

Cuando la fe se ha perdido también se pierde la verdadera comprensión de los acontecimientos humanos.

Esto dice el profeta Jeremías: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que no disfruta del agua cuando llueve; vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable” (Jeremías 17,5-8).

“Reza por mí”

El presente texto —publicado en el ABC Sevilla por Miguel Ángel Robles— se ha convertido en viral. No es común que un articulo de opinión tenga tal aceptación. Por falta de espacio selecciono algunas líneas, invitando a que lo busquen en Internet:

Rezar es una conversación con los que ya no están, el recuerdo de los que te antecedieron y la oración para seguir su ejemplo. Rezar es pedir por ellos. Y también pedirles a ellos por los que estamos aquí… Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia. Es pasar por la Iglesia de San Pedro, de camino al colegio, y rezarle al Cristo de Burgos un Padre Nuestro para que te ayude en los exámenes. Es el refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.

Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta, porque ya lo dice el refrán: a Dios rogando y con el mazo dando. Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios). Rezar no hace milagros, o sí los hace, eso nunca lo sabremos, pero ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta.

Rezar es decir rezaré por ti y, también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad. Rezar es la aceptación de tus limitaciones.

Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti. ¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?

Rezar es tener fe. Tener fe en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en Dios. Rezar es la maestría de niños y abuelos. Y es un súper poder que nos predispone al bien. Rezar es creer y ser practicante de un mundo mejor.

http://padrealejandro.org/

De: Alejandro Cortés <alejandrocortesgb@gmail.com>

Alejandro Cortés González-Báez