
Nuestro Señor Jesús a Luisa Piccarreta el 7 de marzo de 1915
Paciencia, coraje; ¡no te desanimes! ¡Si supieras cuánto sufro para [tener que] castigar a los hombres! Pero la ingratitud de las criaturas me obliga a hacer esto: sus enormes pecados, su incredulidad, su voluntad de casi desafiarme… Y esto es lo menos… Si te hablara del lado religioso… ¡Cuántos sacrilegios! ¡Cuántas rebeliones! ¡Cuántos pretenden ser mis hijos, mientras que ellos son mis enemigos más feroces! Cuántos hijos falsos son usurpadores, egoístas e incrédulos. Sus corazones son sentinas de vicio. Estos niños serán los primeros en hacer la guerra contra la Iglesia; intentarán matar a su propia Madre … ¡Oh, cuántos de ellos ya están a punto de salir al campo! Ahora hay guerra entre los gobiernos; pronto harán la guerra contra la Iglesia, y sus mayores enemigos serán sus propios hijos… Mi corazón está destrozado por el dolor. A pesar de todo, dejaré pasar esta tormenta, y la faz de la tierra y las iglesias sean lavadas por la sangre de los mismos que las mancharon y contaminaron. Tú también, únete a mi dolor, reza y sé paciente al ver pasar esta tormenta.