
La canonización es un proceso por el cual la Iglesia declara que una persona es santa.
Juan Pablo II ha elevado a la gloria de los altares a más de la mitad de los beatos y santos proclamados en toda la historia de la Iglesia. Beatificó a 1314 personas, en comparación con los 1201 durante todos los papados anteriores. Y canonizó a 269 personas.
Lo que movió al Papa Juan Pablo II a canonizar santos es el deseo de proponer a los cristianos de estos tiempos muchos y muy variados modelos de santidad. A una sociedad que prescinde de Dios en la práctica, le quiere mostrar que, a pesar de esa falta de correspondencia, Dios no deja de actuar en el mundo en beneficio de los hombres (cfr. Editorial, revista Romana julio-diciembre 2001 136).
El acto de canonización de un fiel cristiano tiene una importancia significativa para toda la Iglesia. El Santo Padre, en el ejercicio de su ministerio universal y de su magisterio infalible, prescrita la vida de un cristiano como fiel discípulo de Jesucristo, ejemplo valioso de santidad cristiana, digno de imitación y capaz de interceder por nosotros desde el Cielo.
Estos hombres y mujeres son propuestos para ser imitados, venerados e invocados. Todos ellos llevan a la perfección la vida cristiana, perfección a la cual todos estamos llamados (Mt 5, 48).
Originalmente eran aclamados a Vox populi (aclamación popular). Para evitar abusos, los obispos tomaron responsabilidad por la declaración de los santos en su diócesis.
En suma, los santos son maestros e intercesores. Nos ayudan a descubrir de forma renovada los tesoros que hay en el Evangelio, ya que hay muchos modos de encarnarlo.
La Iglesia tiene conciencia de estar en comunión con las generaciones que nos han precedido. Todos somos protagonistas de la historia. El destino de cada persona no termina con la muerte, sino que se prolonga en el más allá. La muerte interrumpe un modo de existir, pero seguimos existiendo después de ella. Quienes mueren continúan interesados en nuestra historia y vinculados a ella.
El profesor italiano, Carlo Cafarra, dijo en una conferencia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz: La pobreza estaba muy clara en el Evangelio, pero tuvo que venir San Francisco de Asís a enseñarla para que la entendiéramos; la santidad en medio del mundo estaba muy clara en el Evangelio, pero estaba olvidada. Tuvo que venir Monseñor Josemaría Escrivá a enseñarla y predicarla para que se entendiera (1988).
Para comprender lo que el Señor dice a la Iglesia a través de los santos es preciso tener clara una premisa: la santidad es plenitud de la caridad; todos los santos, cada uno a su modo, han alcanzado las cimas del amor.