«… Y los ángeles vinieron y le ministraron». Los ángeles guardianes tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural. Enviaré un ángel delante de ti «, dice el Señor a Moisés, «para defenderte en el camino y llevarte al lugar que he designado para ti. Y el Catecismo Romano comenta: «Porque así como los padres, cuando sus hijos necesitan viajar por caminos malos y peligrosos, que la gente los acompañe para protegerlos y defenderlos de los peligros, así nuestro Padre celestial, en este camino que emprendemos por la Patria celestial, nos da a cada uno de nosotros ángeles para que, fortalecidos por su poder y ayuda, podemos liberarnos de las trampas preparadas furtivamente por nuestros enemigos y repeler los terribles asaltos que nos hacen; Y que con tales guías podamos seguir el camino recto, para que ningún error interpuesto por el enemigo pueda separarnos del camino que conduce al cielo».
La misión de los ángeles de la guarda, por lo tanto, es ayudar al hombre contra todas las tentaciones y peligros, y traer a su corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros guardianes, y nos prestan su ayuda cuando los invocamos. «Los santos interceden por los hombres, mientras que los ángeles de la guarda no sólo oran por los hombres, sino que actúan a su alrededor. Si por parte de los bienaventurados hay intercesión, por parte de los ángeles hay intercesión e intervención directa: son al mismo tiempo abogantes de los hombres cercanos a Dios y ministros de Dios cercanos a los hombres».
El Ángel de la Guarda también puede darnos ayuda material, si es conveniente para nuestro propósito sobrenatural o para el de los demás. No dudemos en pedirle su favor en las pequeñas cosas materiales que necesitamos cada día: encontrar aparcamiento para el coche, no perder el autobús, ayuda en un examen para el que hemos estudiado, etc. Pueden colaborar especialmente con nosotros en el apostolado, en la lucha contra las tentaciones y contra el diablo, y en la oración. «Los ángeles, además de llevar nuestras noticias a Dios, traen la ayuda de Dios a nuestras almas y las alimentan como buenos pastores, con dulces comunicaciones e inspiraciones divinas. Los ángeles nos defienden de los lobos, que son los demonios, y nos protegen».
El Ángel de la Guarda debe ser tratado como un querido amigo. Él está siempre vigilante, constantemente dispuesto a prestarnos su ayuda, si se la pedimos. Es una gran lástima cuando, por olvido, tibieza o ignorancia, no nos sentimos acompañados por un compañero tan fiel, o cuando no le pedimos ayuda en tantas ocasiones cuando la necesitamos. Nunca estamos solos en la tentación o la dificultad, nuestro Ángel nos ayuda; él estará a nuestro lado hasta el mismo momento en que dejemos este mundo.
Al final de la vida, el Ángel de la Guarda nos acompañará ante el tribunal de Dios, como la liturgia de la Iglesia se manifiesta en las oraciones por la recomendación del alma en el momento de la muerte.