Emiliano Tardiff explica que podemos tener heridas olvidadas o conscientes. Hay cosas en la memoria que nos hieren, y el Señor nos puede sanar.
La incubación de recuerdos dolorosos produce traumas o complejos. Por eso es importante sanar. Regresamos al pasado buscando el origen de nuestros sufrimientos y lo ponemos ante Dios, y Jesús, que es el mismo hoy, ayer y siempre sana, como el sol sana las heridas del cuerpo. Jesús sana los corazones destrozados y venda sus heridas.
Una niña sufrió un susto grande porque un ladrón entró en su habitación, ella grito y él se fue. Al día siguiente amaneció ciega. Los médicos no pudieron hacer nada. La llevaron con el Padre Tardiff. Él pidió por la sanación de su memoria, a los 3 min. empezó a ver algo, siguieron orando y, a los diez minutos, recuperó la vista, y se echó en manos de su madre.
Un alcohólico puede salir de su vicio con oraciones de sanación. Un hombre no encontró al sacerdote, así que oró solo ante el Santísimo, lloró, se quedó mucho tiempo adorando al Señor, y salió curado de la capilla y ya no ha caído. ¡Es el poder liberador de Jesucristo! Hay que pedir a Dios nos sane de raíz. Hay veces que el problema no se soluciona, se traslada. Hay generalmente una herida de falta de amor en nuestras enfermedades, por eso se llama curación de amor. El rechazo puede ser la causa de falta de amor, eso se cura con amor de Dios.
Pedro negó a Jesús cerca de unas brasas encendidas, donde se calentó junto con los sirvientes de Caifás.
Pedro lloró amargamente. Jesús lo miró y lo perdonó. Y cada vez que Pedro veía una hoguera se ponía triste. Un día pescaba Pedro y otros. Jesús les dice que echen la barca a la derecha y encontraron muchos peces. Pedro se lanzó al mar. Al llegar a tierra vio que había unas brasas y un pez sobre ellas. El deseo de Jesús era sanar la herida de Pedro causada por la triple negación, cerca de unas brasas. Le pregunta Jesús tres veces que si lo amaba y Pedro dijo que sí. Jesús le dice: “Apacienta a mis ovejas”. Sanó la herida de Pedro con una triple profesión de amor. Ahora, al ver una hoguera, recordará su triple acto de amor.
No basta descubrir el problema, como sucede con el psiquiatra, eso no sana el problema. Jesús sana la herida, raíz de nuestro problema. Es necesario llenar este vacío con el amor misericordioso de Jesús. Él ya cargó con nuestras culpas, si nos arrepentimos. No debemos centrar nuestra atención en los síntomas, sino en la causa del problema, y pedirle a Jesús, por sus llagas, que nos sane.
La solución de nuestros problemas no está en el alcohol o en una sexualidad desordenada, sino en llegar a la raíz del problema y pedir la ayuda del Señor.
Una señora tenía crisis de asma. Mons. Uribe le dice: Trate de recordar cuándo comenzó su crisis de asma. Ella dijo: Después del nacimiento del tercer hijo. Una vecina dijo: “No es de su esposo”. La hirió tanto que la hirió con el asma. Mons. Uribe oró pidiendo que sanara la herida causada por ese chisme en la memoria de la señora y le dijo: “Vamos a dejar eso en manos del Señor”. Días después el asma desapareció. No siempre el asma o la úlcera vienen de problemas emocionales. A uno le llegó la úlcera por el pleito con un jefe, sangraba. Cuando el perdonó al jefe de la empresa, la úlcera se curó.
La sanación interior es muy importante, no la da el psicólogo, sino el sacerdote, mediador de Dios ante los hombres. Hay tendencias desordenadas que sanan poco a poco. Hay que seguir orando, visitando al Santísimo y pedir al Señor que siga sanándonos, y Él lo hace.
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