
Cuando se analizan los factores que más influyen en el desempeño de los estudiantes, con frecuencia el foco se centra en cuestiones socioeconómicas (el nivel de estudios y de ingresos de los padres) u organizativas (la ratio de profesores-alumnos, las condiciones laborales de los docentes, los itinerarios educativos). Sin embargo, existe otro factor al que no se suele prestar tanta atención en los medios: la implicación de los padres en la escuela.
Diversos estudios han constatado que, junto a la formación del profesorado y el clima escolar, la cercanía de las familias es una de las claves para mejorar los resultados de los alumnos, especialmente de los más desaventajados y en los primeros cursos.
La pandemia, un despertador
Durante el confinamiento provocado por la pandemia, la comunicación con las familias pasó forzosamente a un primer plano. Muchos padres sintieron la necesidad de prestar una mayor atención a la educación de sus hijos. Por otra parte, estas circunstancias también supusieron un golpe de realidad para las escuelas. En algunos casos, les ha servido para darse cuenta de que el problema del supuesto desinterés de algunas familias “a las que es difícil acceder” tenía que ver, en realidad, con unos mecanismos de interacción poco adecuados.
Un reciente informe de la Brookings Institution recoge más de 60 iniciativas exitosas puestas en marcha en distintos países para implicar a los padres. Algunas de ellas han nacido como respuesta al parón educativo por la pandemia, pero la mayoría se venían desarrollando antes.
El informe resulta interesante porque muestra una gran variedad en cuanto a los enfoques de las distintas intervenciones, y también en cuanto a sus promotores: en algunos casos han sido las propias familias; en otros, los gobiernos; en otros, asociaciones educativas o civiles. Además, el coste de estas iniciativas es generalmente bajo, sobre todo si se compara con el de otras políticas educativas como el descenso de las ratios o el incremento en el salario de los profesores. No obstante, los autores del estudio recuerdan que no cualquier forma de implicar a los padres resulta beneficiosa; es imprescindible tener en cuenta las características específicas de la población a la que se dirige la medida.
El mentor familiar
Varias de las iniciativas coinciden en apostar por la figura del “mentor familiar”, una persona que hace de enlace entre la escuela y los padres, y que asesora a estos en distintos temas. Según cada caso, sus atribuciones se ciñen a lo académico o incluyen también otros aspectos.
Por ejemplo, en las escuelas comunitarias del estado de Nuevo México (EE.UU.), más de 150 en la actualidad, cada familia cuenta con un asesor que le informa puntualmente de diferentes aspectos: desde las ausencias a clase, problemas de comportamiento o las notas en los exámenes, a los próximos eventos interesantes en el centro. Además, visita a los padres con regularidad en sus casas. Un aspecto importante es que domine el idioma nativo de su familia tutelada, algo no tan sencillo en un territorio donde casi el 60% del alumnado es de origen hispano. Este enfoque ha logrado mejorar los resultados de una de las zonas con peores registros educativos del país.
Una estrategia similar sigue el proyecto Parents’R’Us, resultado de la coalición de varias organizaciones sin ánimo de lucro de distintos países europeos. La iniciativa busca dotar a padres de familias desaventajadas de los recursos necesarios para convertirse en verdaderos agentes educativos para sus hijos. Para ello, forma primero a unos pocos “mentor managers” en cada escuela, habitualmente profesores: su labor será, a su vez, formar a los mentores, padres implicados en el centro, que se encargan de seguir a padres desenganchados del proceso educativo de sus hijos (cada uno se encarga de tres), y que constituyen los destinatarios finales de la iniciativa. Esta labor la realizan mediante reuniones semanales de una hora, presenciales siempre que se pueda.
La labor de los mentores es más amplia en otras iniciativas. EdNavigator es un programa desarrollado en varias ciudades de Estados Unidos que ofrece a padres con pocos recursos un “navegador”; es decir, un asesor familiar, ya sea un profesor, un experto en educación u otro padre especialmente formado. Este acompaña a la familia del alumno durante todas las etapas de la educación, e incluso después. Además de aconsejar en lo puramente académico, ofrece también asesoramiento en cuanto a la elección de carrera universitaria, orientación profesional, o la capacitación profesional de los propios padres. En 2018 este proyecto fue designado entre las 10 Grandes Ideas en Educación por la revista Education Week.
El proyecto Parents’R’Us pone a los padres más implicados en el colegio como mentores de otros padres
Móviles que “enganchan” para bien
Dos iniciativas de las reseñadas en el informe tienen en común el uso del teléfono móvil como herramienta para evitar que algunas familias desconectan del proceso educativo de su hijo, en territorios donde esto era un peligro real.
En Botsuana, al sur de África, el parón forzoso de la educación presencial por la pandemia hizo temer a las autoridades educativas que muchos alumnos de pocos recursos se desengancharan de la escuela. Llevar el material educativo en papel hasta las casas no era una opción viable. Por ello, la ONG Young 1ove organizó un sistema de ejercicios matemáticos por mensajería.
Cada familia recibía semanalmente dos sms (no era necesario disponer de conexión a Internet) con sendos problemas matemáticos, más unas recomendaciones dirigidas a los padres sobre cómo guiar a sus hijos en la resolución de los ejercicios. Unos días después, una persona formada por Young 1love, habitualmente un profesor de su colegio, llamaba al dueño del móvil, y padres e hijos mantenían una larga conversación sobre los problemas con el móvil en modo altavoz. En total, cerca de 500 familias participaron en el programa “piloto”, que duró tres meses. En comparación con las que no lo hicieron, los hijos de estas familias obtuvieron un 31% menos de suspensos en Matemáticas a la vuelta. Prácticamente todos pidieron que la iniciativa continuara después de retomar las clases presenciales.
En Himachal Pradesh, un estado del norte de India, las autoridades educativas estaban preocupadas por la alta tasa de absentismo y abandono escolar, sobre todo en las zonas rurales, y por la poca asistencia de las familias a los centros. De manera que en 2019, con ayuda de una empresa tecnológica, crearon una app de mensajería propia, e-Samwad, para comunicar a los padres todo tipo de incidencias: notas de exámenes, ausencias, problemas disciplinarios, próximas reuniones familiares, etc. La iniciativa fue un éxito, y actualmente el 98% de las escuelas públicas estatales la han adoptado.
Moldeando el sistema educativo
Otros proyectos pretenden no solo tener a los padres informados sobre su hijo, sino darles un mayor protagonismo en el diseño del sistema educativo.
En British Columbia (provincia de Canadá), el gobierno local llevaba tiempo buscando soluciones al bajo rendimiento escolar de la población indígena, cuya tasa de abandono temprano de las aulas triplicaba la media. A comienzos de la pasada década se puso en marcha un plan para invitar a aportar su visión en un proceso de rediseño de la educación pública de la zona. Los padres participaron en varias consultas, en comités para remozar los planes educativos, o en talleres sobre las necesidades del mercado laboral local que luego marcaban las líneas de la orientación profesional a los alumnos. Además, los más comprometidos crearon “materiales de bienvenida” (vídeos, presentaciones, cartas) para otras familias indígenas que llegaran de nuevas al centro. Tras el impulso inicial, estas iniciativas se han consolidado como parte de la cultura educativa de la región.
En Inglaterra, ParentKind, una asociación formada por padres de alumnos de distintos centros, se encarga de recoger las opiniones de otros padres sobre varios asuntos relacionados con el sistema educativo y proponer reformas concretas a las autoridades. Por ejemplo, últimamente consiguió que varios gobiernos locales se comprometieran a rebajar el precio de los uniformes, para que no supusieran una barrera a las familias de menos ingresos; o que se diseñara un sistema de exámenes más personalizado durante el confinamiento. Además, recauda dinero para otras organizaciones de padres en todo el país.
Todas estas iniciativas muestran la gran variedad de enfoques que hay para implicar a los padres en la educación; un empeño que ofrece, a bajo precio, grandes resultados, sobre todo entre los estudiantes que parten con alguna desventaja.
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