Por amor al hijo, la madre le llama la atención, eso no es un acto punitivo, es un acto de amor para llamar al hijo a la corrección. Si una madre no corrige es por debilidad, o tal vez, porque ella misma no se quiere corregir en puntos vitales, entonces crea una especie de complicidad.
Una madre de la tierra puede fallar, pero tenemos también una Madre en el Cielo que nos da aliento y doctrina para vencer en este tiempo tenebroso.
La Madre de Dios nos recomienda meditar en “las 24 horas de la Pasión”, escrito de Luisa Picarretta. Es como decir: “Este es el remedio para reparar a Jesús”.
La Pasión de Cristo es la Puerta de Entrada al Reino de Dios en la tierra. No podríamos llegar al Reino si el hombre no hubiera sido salvado. Ahora hay que restituir el Reino. El Reino y la Redención están sin corona porque el hombre ha pecado.
La revelación a María Valtorta, que está en el Cuaderno del 19 octubre de 1943, nos dice que los castigos que Dios enviará –carestía y la mortandad de las epidemias- son signos de su Segunda Venida en gloria. Los castigos creados para corregirnos y volvernos a ser llamados por Dios, volverán con dolorosa potencia. Esto que estamos viviendo es un signo precursor de esta Segunda Venida. Los castigos no son punitivos, son para llamarnos a la conversión.
El profeta Sofonías habla de esto.
Hay que permanecer en el camino que hemos escogido, aunque vengan vendavales.
En Luisa Picarreta, en el libro 4º, Lectura 154 (noviembre 22, 1902), habla de los Ángeles que custodian las ciudades. Esta protección les puede ser quitada por los pecados del hombre. El peor castigo al hombre es que Dios le quite su asistencia. Cuando el mal llega a un determinado grado y cuando no hay almas víctimas, quita su asistencia. En el n. 167 de ese mismo libro dice: Si al mundo no se le mandan fuertes flagelos, se volverán peores, la soberbia del hombre crecería y no habría regreso. Ahora más que nunca el corazón del hombre se ha rebelado, si se ve castigado se rebelará más. Cuando el hombre es destruido, cesa su rebelión.
En el Libro 13º, lectura 43, Luisa nos dice: Mi dulce Jesús me hizo ver que bajo el mar se hacen canales de agua que inundan ciudades y se tragan todo bajo tierra. Muchas ciudades serán castigadas por el agua, por el fuego, por terremotos. Un alma víctima es siempre protectora.
Luisa que ve todo esto, ve también el triunfo del Reino de la Divina Voluntad y como las creaturas volverán al estado de santidad original.
La mejor reparación es el alma que vive en la Divina Voluntad. Por eso es importante meditar “Las Horas de la Pasión” que es un libro de reparación. ¿Cómo vivir lo que Jesús sufrió? Cristo nos da todo lo que Él hizo y los efectos que obtuvo. La criatura duplica los sufrimientos de Jesús en su vida normal. Para entender esto hay que meditar el libro de los dictados de Jesús: “Las Horas de la Pasión”. Eso hace que los castigos se mitiguen. El hombre tiene que sufrir un poco para volver a su origen. Para ello hay que entrar a la Divina Voluntad.
Los efectos que produce esa lectura en el alma nadie los puede medir. El primer logro de esa lectura es el conocimiento de lo que Jesús sufre y por qué lo sufre y viene la conversión, da luz para profundizar en las verdades divinas. Esa lectura nos da probadas de lo que es vivir en la Divina Voluntad.
La Pasión de Cristo es tan poderosa para cambiar el alma, que por ello es necesario conocerla cada vez más. Muchos santos han hablado de ella, y cuando comenzamos a asimilarla, la llevamos a la voluntad. Quien la conoce, la ama y la contempla, alcanzará más rápido el camino de la Voluntad Divina.
Hay una lectura que sugiere el Dr. Salvador Thomassiny: Dice Jesús que la causa del alejamiento que existe entre el hombre y Dios, es el haber perdido de vista la Pasión, y así, desconoce a quien verdaderamente lo ha amado, por tanto, el mundo se ha desequilibrado. En las tinieblas no ha encontrado la luz de la Pasión que lo ilumine haciéndole conocer cuánto me cuestan las almas, en la debilidad no ha encontrado la fuerza de esta Pasión que lo sostenga, en la impaciencia no ha encontrado el espejo de mi paciencia que le infunda la calma, resignación, y ante esta tenga como un deber dominarse a sí mismo. En las penas, no hay el consuelo de las penas de un Dios. En el pecado no ha encontrado la verdadera santidad, que haciéndole frente le infunda odio a la culpa, por esto el mundo ha perdido el equilibrio. Ha hecho como un niño que no ha querido conocer más a su madre.
La revelación que Dios ha dado a través de Luisa Picarreta va a reavivar la fe. Hay personas que todavía creen en Dios, le creen a Él y desean hacer su voluntad: son el “resto”.
El hombre ha borrado la Sangre y las llagas de Cristo: la vida divina. El querer divino en mí, sí lo puedo tocar. Lo que importa es no borrar la Sangre de Cristo en mí. Y eso es lo que la Virgen quiere evitar, y nos da la solución: meditar el escrito de Luisa Picarreta, las “Horas de la Pasión”. La Pasión es entrada al Cielo. A Cristo le interesa que lleguemos a la meta que él se trazó. Todo lo que sufrió era lo necesario para restituir al hombre a su punto de origen. La mayor alegría de Cristo es que el hombre no sólo se conduela de la Pasión, sino que se revista de Nuestro Señor, a través de la Confesión y del amor que transforma. Así veremos con los ojos de Cristo y oiremos con los oídos de Él. En mis pasos pongo los pasos de Jesús. Cristo significa rectitud, alegría, pureza, santidad… Así vamos a tomar su vida como propia y vamos a querer reparar. Ese es el intercambio de vida que Jesús quiere.
FUENTE: Salvador Thomassiny, Ceci Valderrama, Mundo católico, Para disminuir los castigos y reparar. Luisa Picarreta
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