Mark Wahlberg y Mel Gibson recrearán la vida del Padre Stu

anticristiano que acabó siendo sacerdote

El sacerdote Stuart Long convirtió su discapacidad en una forma de ejemplo y apostolado cristiano.

Stuart Long era un joven con una prometedora carrera atlética y deportiva. Jugador de fútbol americano en la universidad, Stuart siempre sintió un profundo odio hacia la fe que canalizó a través de sus primeros pasos en el boxeo profesional.

Tras un brutal accidente de tráfico, los doctores le habían desahuciado cuando tuvo una experiencia mística en el hospital. Después de una milagrosa recuperación, este episodio le condujo a una conversión fulminante que le llevó al sacerdocio hasta su muerte por una enfermedad semejante al ELA en 2014. Siete años después, Mark Wahlberg y Mel Gibson quieren llevar la historia de redención y superación del “Padre Stu” a la gran pantalla.

Se definía como “anticristiano por excelencia”

Durante su juventud, Stuart se definía a sí mismo como “anticristiano por excelencia” pese a estudiar en la universidad católica de Helena (Montana), donde aprovechaba para polemizar con sacerdotes y creyentes.

Allí comenzó a jugar al fútbol americano y dio sus primeros pasos en el boxeo profesional. Su gusto y facilidad por este último le llevó a ganar varios títulos hasta que se licenció en Literatura inglesa en 1986.

El boxeo, una forma de canalizar su odio

Desde entonces, Stuart encontró en el boxeo la forma de canalizar su pasión deportiva con una profunda agresividad. Sin embargo, tras una pelea, tuvo que someterse a una compleja cirugía en la mandíbula que le inhabilitó de por vida para dedicarse al boxeo.  

Aconsejado por su madre, Stuart se trasladó a Los Ángeles para probar suerte en la industria cinematográfica. Como recoge California Catholic Daily, Stuart reconocería años más tarde citando Las Confesiones de San Agustín que “Dios estaba trabajando detrás de escena; Él estaba dentro de mí y yo estaba fuera”.

Actor, gerente en un museo… nada le satisfacía

La experiencia de Stuart tampoco fue fructífera en Los Ángeles. Grabó algunos anuncios e interpretó pequeños papeles, pero se desilusionó rápidamente debido a la sordidez que se vivía en aquel entorno.

La vida de Stuart era un continuo cambio de rumbo. Su siguiente parada fue el Norton Simon Museum, en Pasadena (California) donde ascendió hasta convertirse en gerente.

Una experiencia «extracorporal» que le cambió

Una noche, de camino a su casa en moto desde el museo, Stuart fue atropellado por un coche a gran velocidad. Tras caer al asfalto, un segundo vehículo embistió a Stuart, que fue trasladado de inmediato al hospital. Los médicos no podían hacer nada por él, salvo avisar a su padre y su novia para que le diesen el último adiós.

En aquel momento, Stuart vivió una experiencia que definió como “extracorporal”. Long explicó que sentía a su alma flotar sobre la camilla del hospital, en una situación cercana a la muerte y con una serie de encuentros misteriosos.

Aquella experiencia supuso un punto de inflexión. Esto le motivó a acercarse a la fe que durante toda su vida había rechazado e incluso odiado.

Poco después, se bautizó y según salió del hospital, se dirigió a la Iglesia más cercana, donde conoció a un sacerdote que le guiaría espiritualmente en sus primeros pasos en la fe, Benedict Groeschel.

El sacerdote Stuart Long, contando su testimonio en Catholic Voices

El sacerdote Stuart Long contó su testimonio en Catholic Voices

Paralizó la construcción de una clínica abortista

Desde aquellos meses de conversión, Stuart practicó una profunda devoción a los santos, especialmente San Agustín, Santo Tomás, el Padre Pío y San Francisco. También profundizó en la devoción a la Virgen María y desarrolló iniciativas apostólicas, caritativas y en defensa de la vida. Llegó a paralizar la construcción de una clínica de Planned Parenthood –la multinacional abortista más relevante– en Monrovia, California.

La vocación sacerdotal no tardó en aflorar. Estudió filosofía en la Universidad Franciscana de Steubenville, entró en el seminario de Mount Angel en Oregón y fue ordenado sacerdote en diciembre de 2007.

El accidente, un tumor… y algo parecido a la ELA

Junto con las secuelas del accidente de tráfico, el sufrimiento y dolor para Stuart aún no habían concluido. Durante su estancia en el seminario, le descubrieron y extirparon un tumor en la cadera, y le diagnosticaron una enfermedad autoinmune e incurable semejante a la Esclerosis Lateral Amitrófica (ELA).

El padre Stuart se ordenó en muletas, pero su enfermedad no tardaría en empeorar su estado de salud y movilidad. El sacerdote regresó a su ciudad natal de Helena, donde comenzó a ejercer su labor apostólica ayudado por su padre y una silla de ruedas motorizada. Durante sus últimos años, el sacerdote hacía todo lo posible por acudir allí donde le necesitasen, pese a sus impedimentos físicos y de salud.

Convirtió el dolor en una forma de apostolado

Celebraba misa siempre que podía, y su amor por Cristo y los feligreses crecía conforme disminuían sus capacidades físicas. Convirtió el dolor y el sufrimiento en su principal forma de apostolado y de ejemplo para vivir cristianamente la adversidad: “La enfermedad es lo mejor que me ha pasado en la vida, porque me permitió deshacerme del orgullo que había sentido durante gran parte de mi vida”.

El padre Stuart soportaba cristianamente su dolor y sufrimiento, sin quejarse y dando gracias a Dios, atrayendo con su testimonio a centenares de habitantes de Montana a la Iglesia. El multitudinario funeral celebrado tras su muerte en junio de 2014 es una prueba del amor que sentían los fieles por «el padre Stu», que acabó su vida en la tierra de forma opuesta a como la había comenzado: amando a la Iglesia y al prójimo.

“Padre Stu”, en la gran pantalla

El Padre Pío, uno de los santos favoritos del Padre Stu, decía que “haría mucho más ruido muerto que vivo”. Algo que podría aplicarse a la carrera del sacerdote Stuart Long en el ámbito cinematográfico, ya que su historia será llevada a la gran pantalla.

Mel Gibson y Mark Wahlberg en Padres por desigual.

Mark Wahlberg y Mel Gibson, en «Padres por desigual 2».

Padre Stu será el título de la película que llevará la historia de conversión, redención y superación de Stuart Long a los cines. La cinta contará con protagonistas que han declarado públicamente su fe cristiana. Es el caso de Mark Wahlberg –que interpretará al padre Stuart– o Mel Gibson (La Pasión de Cristo) –Bill, el padre del sacerdote–. Según ha informado Hollywood Reporter, se espera que la producción de la película comience a mediados de abril en Los Ángeles.

Wahlberg llevaba seis años queriendo hacer este film, en cuya producción parece que se va a implicar personalmente. Padre Stu será dirigida, en su debut tras las cámaras, por la guionista Rosalind Ross, pareja de Gibson desde 2014, con quien tiene un hijo. También integrará el reparto, en el papel de la novia de Stuart Long, Teresa Ruiz, de la serie Narcos.

La buena amistad que se creó entre Gibson y Wahlberg durante el rodaje en 2017 de Padres por desigual 2, y el propio interés de Ross, que ha trabajado desde hace tiempo en el guión, han tenido mucho que ver en que finalmente la vida del padre Stuart Long entre en la historia del cine por la puerta grande. 

Ganar el cielo (más bien robarlo) con las manos vacías

Su fe en Cristo como Salvador capaz de lavar sus pecados por pura misericordia llevó al Cielo al arrepentido San Dimas. Tiziano, «Jesucristo y el Buen Ladrón» (detalle), 1566.

Vamos a llamarlo Paco. Es ladrón, violador y asesino. Por ahí por donde ha pasado solo ha dejado destrucción, sufrimiento y dolor. Una pieza, vamos. Ante este historial, ¿Paco puede aspirar a salvarse? Poco puede ofrecer a Dios, ¿no? Tiene a sus espaldas una vida fracasada y oscura, llena de sangre y tormento.

Creo que todos estamos de acuerdo en que Paco, una vez que pase a mejor vida, tiene complicado disfrutar del Paraíso.

Sin embargo, hace dos mil años, un tal Dimas, también conocido como el Buen Ladrón, y con un currículum parecido al de Paco (asesino, ladrón, violador…), pasó en pocos minutos de miserable a santo. De estar en el infierno a disfrutar del cielo. ¡Un verdadero escándalo! ¿Cómo es posible que el primer santo de la Iglesia católica, canonizado por el mismo Jesús en la cruz (“En verdad te digo que estarás hoy conmigo en el Paraíso”), fuera tan poco ejemplar?

Es un escándalo, pero también una esperanza. A mí, que más bien soy frágil, pobre y pecador, saber que el primer santo de la Iglesia no deslumbraba por sus virtudes naturales, ni por ser modélico, ni por tener nada bueno que ofrecer a Dios en su muerte, me tranquiliza… Tengo posibilidades de seguir su estela…

Pero, ¿cuál es el secreto del Buen Ladrón para convertirse en San Dimas? El abandono de un niño. Sabía que no podía apoyarse en ninguna buena obra que ofrecer a Dios para ir directo al cielo, y tuvo el valor de reconocer quién era. Y cuando Dios se topa con esa humildad desnuda… precipita su misericordia.

Era el único camino que le quedaba a Dimas: hacer un acto de confianza en Jesús. Reconocer que Él era el que le podía salvar. Y con un solo acto de fe, Dios le salvó.

Portada de "El buen ladrón" de André Daigneault.

«El buen ladrón» de André Daigneault es la única aproximación sistemática (bíblica, histórica y espiritual) a la figura de San Dimas publicada en español.

¡Esto es revolucionario! Lo que nos está diciendo Jesús es que el hombre no puede salvarse por sí mismo. Que nuestras buenas obras, nuestras virtudes y méritos no compran el Paraíso. Que la salvación es gratuita. Que el único que salva es Dios. Y que el camino de la salvación pasa por un abandono en Él. En definitiva: que Dios quiere colmarnos con su misericordia pero para ello necesita que le hagamos espacio en nuestro corazón.

Y entonces, ¿qué pasa con nuestras buenas obras y méritos acumulados? ¿Ya no son importantes? Si reconocemos que es el Espíritu Santo el que mueve nuestro corazón para hacer el bien a nuestro alrededor, y cooperamos con su gracia para hacer esas buenas obras, admitiendo que el protagonismo no es nuestro, sino Suyo (“Sin Mí no podéis hacer nada”, Jn 15, 5), entonces las piezas encajan y nos damos cuenta que todo el bien que podamos hacer, lo hacemos por la acción de la gracia que lleva la iniciativa, y con nosotros que colaboramos con nuestra libertad. Y esas medallas que nos solemos colgar por esos méritos tan suntuosos las dejamos a un lado, ya que aceptamos que sin esa gracia de Dios no podemos hacer nada. Ya no hay cabida para la vanagloria personal…

Ahora entiendo un poco mejor a Dimas, el terrorista, asesino y violador que llegó a santo, y un modelo para todo aquel que haya perdido toda esperanza de ser salvado y disfrutar de la vida eterna.

Y, como dice Santa Teresita de Lisieux: “Quiero, como el Buen Ladrón, comparecer ante Él con las manos vacías” y pedirle a San Dimas que interceda por nosotros pecadores, frágiles y pobres, y nos ayude a iniciar el pequeño camino del abandono, para que Dios manifieste su fuerza en nuestra debilidad. 

Álex Rosal es director de Religión en Libertad.

Joseph Pearce revisita «La Pasión» de Mel Gibson y se admira

es un icono en movimiento, afirma

Los escribas y los Sumos Sacerdotes llevan a Cristo ante Pilatos, en la película de Mel Gibson

Joseph Pearce, veterano biógrafo y crítico literario, y converso al catolicismo después de una juventud de odio y violencia, ha revisitado, después de muchos años, la película La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, y ha quedado admirado por su belleza perenne y su fuerza espiritual. «Nos llama a la oración y nos conduce a la contemplación que nos lleva a la presencia de Cristo mismo», escribe en una reseña asombrada y reverente.

Pearce explica en su blog en The Imaginative Conservative que llevaba sin ver la película casi desde que se estrenó hace 17 años, con su DVD acumulando polvo, en parte porque era demasiado violenta para verla en familia con su hija menor. Pero este año, al cumplir la chica 13 años, se decidieron a verla juntos.

«Quedé asombrado, una vez más, de lo buena que es. Es tan buena que, de hecho, no es adecuado verla como una simple película. Es mucho más. Trasciende el género, desafía sus limitaciones. Y, paradójicamente, lo hace así rompiendo todas las reglas», escribe Pearce.

Diálogo escaso… y en latín y arameo

«El diálogo, del que hay muy poco, es escaso, sucinto, directo. No hay verbosidad extraña. No se pronuncia ninguna palabra que no sea absolutamente necesaria, y cada palabra se pronuncia con una potencia exacta. Más aún, el diálogo breve es en arameo o en latín, requiriendo subtítulos. Esta decisión audaz de dejar a la historia hablar en lenguas muertas arcaicas es verdaderamente inspirada, añadiendo una profundidad y poder paradójicos, lo numinoso al servicio de ennoblecer lo luminoso, igual que el latín ennoblece e ilumina la liturgia», añade el experto literario.

El subtitulado -algo a lo que el espectador norteamericano está poco acostumbrado- ayuda a que el ojo se implique más en la palabra, apoyando al oído, que se aguza y se sumerge en las sensaciones.

Pearce señala que la trama sigue la tradición del Via Crucis y de los misterios dolorosos del Rosario: la agonía en Getsemaní, la traición de Judas, la flagelación, la coronación con espinas, las tres caídas bajo el peso de la Cruz, el Cireneo, el llanto de las mujeres, el velo de la Verónica, el encuentro de Jesús con su madre en la Via Dolorosa, y, finalmente, el Gólgota.

De los flashbacks que permiten un respiro en el dolor, señala la Última Cena, «que se muestra como la prefiguración tipológica de tanto la Crucifixión como del sacrificio de la Misa».

La belleza y la fealdad grotesca

Pearce alaba también a los actores y el trabajo de sus personajes.

«La interpretación de Jim Caviezel como Jesús está tan inspirada que ensombrece en su simplicidad y brillantez todas las otras presentaciones de Cristo en películas. La Madre de Dios tiene una belleza sin edad ni tiempo. María Magdalena tiene una belleza sensual que nos sugiere su pasado pecaminoso, pero transfigurado por su amor al Señor y su espíritu penitencial. Juan el Evangelista es una presencia poderosa en el silencio de su amor, tanto por Cristo como por la Madre de Cristo», detalla.

«En contraste, la fealdad física grotesca de muchos de los personajes es un recurso para exponer su fealdad espiritual grotesca. La presencia demoníaca es andróginamente espeluznante en el personaje del mismo Satán, pero también en Herodes y en el narcisismo embebido y decadente de su corte, añade Pearce.

Herodes en La Pasión de Mel Gibson
Herodes en La Pasión de Mel Gibson

El demonio andrógino de La Pasión de Cristo de Mel Gibson
El demonio andrógino de La Pasión de Cristo de Mel Gibson

La luz y la eucatástrofe

Y la oscuridad no tiene la última palabra. «La sombra de la Caída que cae sobre el Gólgota no se muestra como la victoria final de la oscuridad sobre la luz, sino como el preludio de la victoria final de la luz sobre la Oscuridad», añade. Tras la Pasión, señala, llega «la eucatástrofe de la Resurrección, el giro gozoso en la historia del hombre que Dios mismo realiza».

«Eucatástrofe» es una palabra acuñada por J.R.R.Tolkien, autor de El Señor de los Anillos, para referirse a esos cambios dramáticos en que todo lo que parecía perdido consigue salvarse sorprendentemente: Pearce, biógrafo y analista de Tolkien, sabe que el escritor lo aplicaba en sus cartas también al Evangelio.

Por todo eso, Pearce considera que más que una película, lo que Mel Gibson nos ofrece es «un icono en movimiento. Nos llama a la oración. Nos conduce hacia la contemplación que nos lleva a la presencia de Cristo mismo. Es un regalo más allá de las palabras», añade.

«Como dijo T.S.Eliot acerca de la Divina Comedia de Dante, no hay nada que se pueda hacer en presencia de tal belleza inefable excepto señalarla y guardar silencio. La alabanza silenciosa de la presencia más allá del silencio», concluye Pearce.