«Lo más importante en mi vida ha sido conocer a san Josemaría y poder convivir con él»

Francisco Ponz, antiguo rector de la Universidad de Navarra, cumplió cien años en octubre. Con ese motivo, la revista Nuestro Tiempo le ha entrevistado en su último número.

NOTA: La entrevista completa puede leerse en la página web de Nuestro Tiempo

Texto: Jesús C. Díaz [Com 82] y Teo Peñarroja [Fia Com 19] Fotografía: Manuel Castells [Com 87] y Archivo Fotográfico

Francisco Ponz Piedrafita (Huesca, 1919) acaba de cumplir cien años. Es, con toda seguridad, la persona de más edad entrevistada por Nuestro Tiempo a lo largo de su historia y, realmente, impresionan su buena salud, su lucidez y su cordialidad. Lleva la corbata perfectamente anudada y dice: «Déjenme imprimir unos papeles», y se acerca a un ordenador que maneja con soltura. «A ver este correo», va comentando mientras rechaza una silla para sentarse frente a la pantalla. Todavía se considera un universitario. «¡Eso es para toda la vida!», corrobora con voz grave. Y es verdad que a sus cien años sigue estudiando para estar al día de los avances científicos de su campo. Francisco Ponz es un hombre que ha profundizado en el quehacer universitario, una expresión, por cierto, muy suya. Ha publicado más de 170 artículos de investigación, seis textos científicos, cuatro manuales para estudiantes y muchos trabajos sobre la educación universitaria, además de Mi encuentro con el fundador del Opus Dei (2000), un libro testimonio en el que habla de su relación con san Josemaría.

El profesor Ponz empezó su andadura académica en 1935 en la Universidad de Madrid, donde estudió Ciencias Naturales. Luego se incorporó al CSIC, obtuvo el doctorado, trabajó en Zúrich y Friburgo, y en 1944 ganó la cátedra de Fisiología Animal en la Universidad de Barcelona, donde permaneció durante veintidós años. Allí estaba contento con su trabajo cuando, en 1966, san Josemaría le invitó a ser rector de la Universidad de Navarra, cargo que ocupó durante trece años. A continuación, siguió otros trece como vicerrector hasta 1992 y otros cinco hasta su jubilación en 1997. Su presencia en el campus nunca se ha apagado.

¿Qué le emocionó más de su aniversario?

En la celebración de mis cien años hubo demasiados detalles emotivos como para que pueda destacar alguno. Quizá la felicitación personal y el abrazo del Gran Canciller [saludó al prelado del Opus Dei a finales de verano], o el agradecimiento y el cariño de un antiguo doctorando al que no veía desde hacía muchos años, o tantas muestras de afecto del Rectorado y de antiguos discípulos.

Al cumplir los cien años, ¿puede echar la vista atrás y preguntarse de qué se siente más orgulloso?

Siempre he procurado no ser orgulloso. Sí hay cosas de las que estoy muy satisfecho, muy feliz. Lo más importante en mi vida fue conocer a san Josemaría, poder charlar y convivir con él, oír sus enseñanzas durante muchos años, que confiara en mí para trabajar en muy variadas tareas y en particular en la Universidad de Navarra. Gracias a esa experiencia he descubierto mi sitio en el mundo y la razón de ser de mi vida tratando de seguirle.

CUANDO CONOCÍ A SAN JOSEMARÍA ERA ENTONCES UN SACERDOTE JOVEN, DE 37 AÑOS, MUY ENAMORADO DE JESUCRISTO Y DE NUESTRA SEÑORA, EN CUYA MIRADA SE DESCUBRÍA ENSEGUIDA MUCHO CARIÑO

¿Lo conoció en Madrid?

Sí, en octubre de 1939 en una residencia de estudiantes en la calle Jenner, donde él vivía. Era entonces un sacerdote joven, de 37 años, muy enamorado de Jesucristo y de Nuestra Señora, en cuya mirada se descubría enseguida mucho cariño. De trato muy sencillo y de gran cercanía. Se interesaba por nuestras circunstancias personales, infundía respeto sacerdotal, amor de padre, a la vez que gran confianza y aliento para la mejora de nuestra vida cristiana.

¿Por qué se decantó por vivir allí?

El profesor José María Albareda me invitó a conocer la residencia y al fundador del Opus Dei. Le había tenido de catedrático en el instituto de Huesca en mi último año de bachillerato. En las prácticas en su laboratorio le ayudábamos en procesos sencillos de sus estudios en Ciencias del Suelo. Pienso que de ahí arrancó mi afición a la investigación científica. A pesar de la diferencia de edad, se estableció entre nosotros cierta amistad. Ambos nos trasladamos a Madrid para el curso siguiente, 1935-36, y bastantes domingos salíamos de paseo y me enseñaba la ciudad.

El profesor sigue estudiando a sus cien años para estar al día de su materia tanto como puede | Foto: Manuel Castells

Todo se paralizó durante la Guerra Civil. A mí me movilizaron: empecé en Cataluña y terminé en Cuenca. A Albareda le vi una vez, en Zaragoza, en 1938. Él ya había pedido la admisión en el Opus Dei. Me impresionó que, cuando nos encontramos, me habló de preparar el futuro. Cuando la guerra acabara, lo importante sería hacer que el país mejorase, que la ciencia en España fuera de más nivel. Como luego supe, al comienzo de la contienda habían matado a su padre y a un hermano en Caspe, pero él no me habló de eso.

Al terminar el conflicto me contó que se trasladaba a una residencia de estudiantes, precisamente la de Jenner, y que le fuera a ver allí. Me gustó su ambiente y empecé a acudir a unas clases de formación cristiana que daba san Josemaría. En enero de 1940 me explicaron a fondo el Opus Dei. Rezaron mucho por mi vocación, entre otros mi profesor Albareda, como me dijo el fundador cuando le pedí la admisión tres semanas más tarde [el 10 de febrero de 1940]. Entonces me trasladé a la residencia; se puso una cama más en una habitación en la que ya había tres.

Se doctoró un año después de finalizar la licenciatura y a los dos años ya era catedrático. ¿Cuál es el secreto?

Nunca me he considerado brillante, siempre me he tenido como persona con cabeza de nivel medio. Durante la guerra se paralizó la universidad y todos los estudiantes habíamos perdido tres años. Entonces las universidades organizaron cursos intensivos. Las vacaciones eran cortas. Aunque parece poco —dos años— dispuse de cuatro o cinco convocatorias para terminar la carrera, y continué luego con el doctorado. En realidad, había empezado a ir por el laboratorio para la tesis durante el último curso; por eso pude avanzar tanto.

Siguiendo con la vida académica, ¿qué les aconseja a las personas que ahora se encuentran en la universidad en unas circunstancias tan distintas de las de entonces?

Que aprovechen el tiempo. Que tengan en cuenta que la formación que se da en una universidad es lo que potencia el futuro, para desarrollar proyectos y servir mejor. Uno tiene una responsabilidad ante los demás, y perder el tiempo es una forma de dañar a todos: a la familia, a la sociedad y a uno mismo. Y, además, que no se hagan egoístas. Hay estudiantes que se forman en una competitividad individualista que no es buena y se amargan. Si tuvieran amigos, si fueran generosos, se sentirían felices.

RECUERDO QUE UNA VEZ, EN UNA TERTULIA, UN PROFESOR LE PREGUNTÓ A SAN JOSEMARÍA: «PADRE, ¿QUÉ PUEDO HACER POR MIS ALUMNOS?». Y ÉL RESPONDIÓ: «QUERERLES»

¿Y a los profesores?

Recuerdo que una vez, en una tertulia, un profesor le preguntó a san Josemaría: «Padre, ¿qué puedo hacer por mis alumnos?». Y él respondió: «Quererles». Eso es muy importante. Si los quieres de verdad, les aconsejas y ayudas, aunque les exiges por su propio bien.

Completó sus estudios en Europa (Zúrich, Friburgo…), algo no tan habitual en su época.

En realidad, casi todos los que obtenían cátedras en aquellos tiempos salían al extranjero. Yo había acabado el doctorado en plena guerra mundial —en 1942— y me decanté por Suiza porque tenía buen nivel científico y no participaba en el conflicto.

Trabajé un tiempo en Nutrición Animal en el prestigioso Politécnico de Zúrich, y después pasé a la facultad de Medicina de Friburgo, donde me centré en estudios sobre los procesos de absorción intestinal, campo principal de mi investigación en las universidades de Barcelona y Navarra. Ir a otros sitios es bueno porque entablas relación con personas que no conocerías de otro modo, y accedes a líneas de trabajo y metodologías que te interesan.

Francisco Ponz impartiendo una clase en marzo de 1970 | Archivo Fotográfico Universidad de Navarra

¿Suponía un gran choque para un español entonces salir del país?

Recuerdo el Congreso Internacional de Bioquímica de Moscú de 1961. No había aún embajada de España. Yo llevaba un visado que conseguí en París, y al llegar al hotel nos dejaron sin pasaporte. Confieso que me preocupé por si en algún recorrido por la ciudad me pedían que me identificara. Especialmente eran comprometidos los trayectos diarios a horas intempestivas de la mañana para ir a misa a la única iglesia católica disponible.

A los demás españoles les devolvieron el pasaporte un par de días antes de la partida, pero el mío no aparecía. Como es fácil entender, ya me veía sin poder tomar el avión, sin dinero para seguir en el hotel, sin representación diplomática y probablemente detenido. Por fin, después de insistir, en el hotel pude ver la lista de pasaportes y descubrí mi nombre ordenado alfabéticamente en letras cirílicas por el segundo apellido y todo se arregló.

Cuando echó a andar la Universidad de Navarra en una capital de provincia como Pamplona, ¿cómo imaginaba su expansión internacional?

SAN JOSEMARÍA TRANSMITÍA UNA CONFIANZA TOTAL EN LOS PROYECTOS QUE IMPULSABA Y, SI TENÍA INTERÉS EN COMENZAR LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA, AQUELLO IBA A SALIR BIEN. Y SERÍA UNA BUENA UNIVERSIDAD

Desde 1952, y sobre todo yo diría —que me perdonen los abogados— desde el 54, cuando empezó Medicina, pensé: «Esto no hay quien lo pare». Quiero decir que lo de Derecho podía salir adelante con profesores, unas aulas y una biblioteca buena. Pero en 1954, por empeño muy especial del fundador, arrancó Medicina. Yo estaba de catedrático en Barcelona y me quedó clarísimo que todo iba a funcionar. San Josemaría transmitía una confianza total en los proyectos que impulsaba y, si tenía interés en comenzar la Universidad de Navarra, aquello iba a salir bien. Y sería una buena universidad. No sabía si ocuparía el tercer o el cuarto puesto del ranking, si estaría detrás de Oxford y Cambridge, pero iba a ser una buena universidad.

¿Por qué la insistencia de san Josemaría en Pamplona?

Yo no se lo pregunté nunca, e Ismael Sánchez Bella [primer rector de la Universidad] me aseguró que él tampoco. Pero, en fin, por una parte no había universidad en Navarra ni en zonas próximas. Además, la región tenía fama de muy cristiana; se hablaba de miles de sacerdotes y religiosos navarros en misiones por todo el mundo. Y, por otra parte, era el territorio español más autónomo en todo lo educativo y en lo económico. Por tanto, las personas de aquí iban a poder comprender que comenzase una institución que no era del Estado que resolvía esta carencia de Navarra. En las Cortes navarras se encuentran ya propuestas y quejas desde el siglo XIX por no contar con una universidad.

En 1966, san Josemaría le invitó a ocupar el cargo de rector. ¿Cómo vivió esa decisión?

Yo llevaba veintidós años de catedrático en Barcelona, feliz con mis trabajos de investigación y con la docencia que me asignaron, y encantado con mis alumnos, a quienes intentaba dar una enseñanza clara y actualizada. En marzo de 1966 falleció el rector José María Albareda. Poco después, viajé a Roma por otros asuntos y fui a saludar a san Josemaría. Solo entonces conocí que había pensado en mí para sucederle en el Rectorado. Procuré no manifestar mi susto ante una función de tal envergadura: Albareda era una figura de renombre internacional que había ocupado altos puestos de gobierno en el CSIC desde su creación. Sin embargo, algo debió de advertir en mí san Josemaría, porque se apresuró a decirme que podría contar con buenos colaboradores, y especialmente con don Ismael, al que tendría como vicerrector. Viendo que se fiaban de mí, yo dije: «Aquí estoy para lo que haga falta».

Francisco Ponz (en el centro) con san Josemaría y otros directivos en el salón de plenos de la Universidad el 30 de abril de 1968 | Archivo Fotográfico Universidad de Navarra

¿Le hizo ilusión?

Cualquier cosa en la que pudiera sentirme colaborador de san Josemaría se convertía en la mayor ilusión de mi vida.

¿Qué hace falta para dirigir esta universidad?

[Suspira] ¿Qué hace falta? Por una parte mucha paz [Ríe]. No hay que asustarse por nada. Serenidad, saber escuchar y estudiar juntos las raíces de los problemas que se plantean, no dejarse llevar por los prontos, no dejar herido a nadie y vivir la colegialidad. En el sistema colegial de gobierno de la Universidad el rector preside las reuniones pero se considera uno más. Por lo tanto, no tiene riesgo de convertirse en tirano. Es muy sano, porque cuatro ojos ven más que dos, y excuso decir si son veinte. Así hay más posibilidades de acertar, eso lo aseguro. Además y, sobre todo, el rector tiene que acudir a Dios y a la intercesión de Nuestra Señora, que están más interesados que uno mismo en que la Universidad de Navarra salga adelante.

En su discurso de despedida como rector dijo que lo único que tuvo que hacer fue «dejar funcionar a la Universidad», que lo difícil ya lo habían hecho los primeros.

SAN JOSEMARÍA ENSEÑABA A VIVIR Y TRABAJAR CON ESMERO Y CRISTIANAMENTE, EN UNIDAD CORDIAL DE UNOS CON OTROS, A PREOCUPARSE POR LOS DEMÁS Y EN ESPECIAL POR LOS QUE SUFREN

Lo más importante en una universidad que empieza es el estilo, el espíritu que toma. Y eso desde el primer momento ya lo habían conseguido. San Josemaría enseñaba a vivir y trabajar con esmero y cristianamente, en unidad cordial de unos con otros, a preocuparse por los demás y en especial por los que sufren. Lo que quedaba por hacer era continuar con el desarrollo natural de la Universidad, ampliar el campus, construir edificios, contratar profesores, y otros aspectos similares, velando al mismo tiempo por vigorizar más si cabe lo esencial del espíritu fundacional.

En 1966, varias carreras llevaban dos años en funcionamiento y, por lo tanto, iban a empezar tercero. ¡Cada año había que comenzar como para una facultad entera! Eran seis cursos que se implantaban, o sea que no faltaba trabajo.

Vivió el Mayo del 68 como rector, incluidas las revueltas estudiantiles que aquí apenas tuvieron importancia. ¿Por qué?

Porque aquí el ambiente general era de trabajar, ir a clase y formarse bien. La rebeldía estudiantil de aquellos años me parece que tenía que ver con dos factores. Por una parte, había una gran distancia entre el profesor y el estudiante; entre el estrado donde se explicaba y el sitio del alumno. Eso aquí no se daba. Si existía un problema, nuestras autoridades académicas sí eran accesibles y, además, los alumnos elegían a sus representantes por votación.

Por otra parte, también había una política antisistema. Los antisistema de hoy, como los de entonces, son pocos pero muy audaces. Las razones que esgrimían en las otras universidades, en las del Estado, eran casi siempre de oposición al régimen de Franco. Se trataba de una justificación fácil, para que la gente se movilizara. Pero aquí no teníamos nada que ver con las disposiciones universitarias del gobierno de Franco. Si acaso las padecimos. La única incidencia estudiantil fue la sentada famosa que hubo el veintitantos de junio del 69. Más de doscientos estudiantes se concentraron en el vestíbulo del Rectorado. No hubo gritos ni desperfectos. Escuchamos sus demandas y las respondimos. Cuando aquello acabó, resultó que no dejaron papeles en el suelo, y eso que habían comido allí sus bocadillos.

Ha mencionado el régimen de Franco. A usted le tocó vivir el paso del franquismo a la democracia.

Había cierta expectación. El régimen de Franco, respecto a los centros de educación superior, era, como había sido desde 1850, de absoluto monopolio estatal. Pero además en las universidades de España casi nadie pretendía romperlo, ni los profesores ni los estudiantes. Ante cualquier intento de reconocimiento de enseñanzas no estatales convocaban huelgas de protesta en las públicas. En 1960, cuando la Iglesia la erigió en Universidad, la de Navarra obtuvo el pleno reconocimiento de sus estudios. Luego, durante la transición política a la democracia, las propuestas de las nuevas leyes nos generaron incertidumbre, hasta que la Constitución de 1978 reconoció la libertad de crear universidades privadas.

De aquellos años suyos de gobierno, ¿cuáles diría que han sido el mejor y el peor momento?

El mejor momento, para mí, fue octubre de 1967. Seis profesores de grandes universidades del mundo —Harvard, Coímbra, Lovaina, París, Múnich y Madrid— aceptaron nuestro doctorado honoris causa. Eso fue un buen espaldarazo porque esas seis figuras académicas ya habían apreciado que la Universidad de Navarra era muy prometedora. De otra parte, al día siguiente se celebró una asamblea de la Asociación de Amigos que reunió en Pamplona a decenas de millares de personas. Eso representaba un gran apoyo moral; fue asombroso ver tanta gente movilizada en apoyo de la Universidad.

Y también se pronunció aquella famosa «homilía del campus»…

¡Efectivamente! Pienso que fue la primera homilía leída en público por san Josemaría. Y él mismo le daba mucha importancia porque entonces había gente que ponía etiquetas al Opus Dei que no respondían a su realidad. Así que quiso mostrar las líneas fundamentales del espíritu de la Obra en esa homilía.


Reportaje multimedia con motivo del 50 aniversario de la homilía Amar al mundo apasionadamente

En esas jornadas, san Josemaría, como fundador del Opus Dei y de la Universidad de Navarra, a pesar de que siempre procuraba ocultarse y desaparecer, fue el centro de atención, consideración y cariño del mundo académico, de la Iglesia, de la sociedad y de los medios informativos.

¿Y el momento más duro?

Siempre es molesto recordar los momentos duros. Yo preferiría no destacar ninguno [Silencio]. Hubo un tiempo, en los años setenta y primeros ochenta, en el que había una demanda de plazas tremenda y no teníamos edificios para tantos alumnos. El Ayuntamiento de Pamplona encontraba serias dificultades para adquirir los terrenos destinados legalmente al campus, por lo que no podíamos construir. Entonces fue cuando en el Edificio Central empezamos a tirar tabiques. En la tercera planta se acondicionó un aula para trescientos estudiantes de primero de Derecho. Fueron unos años de grandes dificultades.

En general, los malos momentos vinieron de actitudes contrarias a la Universidad basadas en el desconocimiento o en desinformaciones malintencionadas; baste recordar los atentados terroristas que ha sufrido. En cualquier caso, es mejor quedarse con lo que nos ha enseñado san Josemaría: perdonar.

¿Cómo sueña la Universidad dentro de cincuenta años?

Algo así me preguntó nuestro querido rector [en un coloquio mantenido entre ambos durante el Alumni Weekend el pasado mes de octubre]: «¿Cómo querría ver usted la Universidad dentro de veinte años?». Él no era tan optimista como Nuestro Tiempo. Yo le dije: «Que se cuide su espíritu». En un plano más profundo, esto quiere decir que todas las actividades y las personas que están en la Universidad procuren tener una visión de la vida optimista, de servicio a los demás y a la sociedad, que, como nos pedía san Josemaría, sean sembradores de paz y de alegría.

QUE HAYA UNIDAD DE TODOS EN LO ESENCIAL Y QUE SE RESPETE, COMPRENDA Y QUIERA A LOS COMPAÑEROS, A LOS ESTUDIANTES Y A TODAS LAS PERSONAS

La Universidad cambiará: habrá que construir edificios de cristal o en el aire, ¡eso es accidental! Lo importante es empeñarse en el trabajo bien hecho, para que sea siempre una buena universidad. Que haya unidad de todos en lo esencial y que se respete, comprenda y quiera a los compañeros, a los estudiantes y a todas las personas. Lo que interesa es que afronten los asuntos del modo más parecido posible a como deseaba —y desea— san Josemaría. Que la Universidad cada vez dé más y mejores frutos espirituales y humanos. Que notemos cada vez más la alegre luminosidad de una inspiración cristiana de la vida.

Ha llegado a una edad respetable. Seguro que su respuesta a la pregunta que toda persona se hace también lo es. ¿Qué es para usted la felicidad?

[Se ríe] Dar gracias. Dar gracias a Dios por tantas cosas. Cuando uno da sinceramente gracias, es feliz. Espero que Dios, con su inmensa misericordia, a pesar de tantas deficiencias personales mías, me acoja como buen Padre y me permita darle eternamente gracias.

8-M: Un podcast con motivo del Día Internacional de la Mujer

¿Qué significa ser mujer? ¿Se puede resumir en una frase lo que caracteriza al sexo femenino? 8-M es un podcast de mujeres, algunas de cierta relevancia y otras que pasan desapercibidas, con motivo del Día Internacional de la Mujer.

El valor de una mujer es variado, múltiple, transversal y no puede reducirse a unos estándares de comportamiento. Porque hay tantos valores femeninos como mujeres en el mundo. En cada una de ellas confluyen el amor, los miedos, la vocación profesional, la amistad… Y también, como en el caso de las protagonistas de este podcast, la fe o el encuentro con el Opus Dei.

Acercarse a contemplar, entender y apreciar la vida de cada una de las protagonistas de 8-M puede ayudar a comprender que cada mujer es única. Sus historias representan algunos de los valores femeninos.

Ellas son madres, hijas, estudiantes, abogadas, cocineras, médicos… Mujeres sencillas, desconocidas, que han asumido cada día como una misión de servicio. Mujeres con una marcada vocación profesional en la que reconocen que se realizan como personas. Y mujeres que consideran que su experiencia de vida se ha enriquecido al conocer el Opus Dei.

Sus vidas pueden ser inspiradoras, como la tuya. 8-M está compuesto de siete historias porque la octava, eres tú.

Capítulo 1: Hay vida después de un despido. Maica Vázquez

Su sueño fue siempre ser bailarina, mantener el equilibrio. Luego, la vida le llevó a hacer piruetas para equilibrarlo todo. En 2008, tras muchos años trabajando en la misma empresa, fue despedida sin previo aviso. Un salto al vacío que le sirvió para apreciar los pequeños regalos de su vida cotidiana.

Capítulo 2. Caminar al lado de las personas. Pilar Villacampa

Pilar es aragonesa de nacimiento pero pamplonica de adopción. Ha trabajado mucho durante toda su vida pero dice que nunca tanto como ahora, que está jubilada. Esta es su historia…

Capítulo 3. Sabiduría para entender el mundo. Victoria de Julián

A Victoria, como a todos, la adolescencia le dejó echa un mar de dudas, sin saber si el problema era ella o el mundo. En esa época quería ser periodista deportiva pero la crisis de los refugiados y la carrera de Filosofía despertaron su espíritu crítico y sus inquietudes. Todavía es muy joven pero lo que ya tiene claro es que, con su carrera, no pretende ser “una justiciera” sino entender mejor a los demás.

Capítulo 4. No hay fronteras para servir. Annie Habimana

Annie se siente médico en todo lo que hace: en su trabajo, en el cuidado de su familia, en su relación con el mundo… Una pasión, el cuidado de las personas, que comenzó en Kinshasa (Congo) y que ahora continúa en Navarra.

Capítulo 5. Sabores que dan la vida. María Antuña

A María no solo le gusta cocinar; le encanta dar de comer a la gente y ver cómo gozan de este acontecimiento cotidiano y aparentemente sencillo. Sobre todo disfruta alimentando a aquellos que tienen una vida rota. Por las drogas, la violencia y los malos tratos… una realidad que, para ella, no es tan lejana.

Capítulo 6. Pasión por los Derechos de la Mujer. Olivia Serrano

A los 16 años, y siguiendo el ejemplo de su madre, Olivia ya repartía folletos frente al edificio de la ONU, en Nueva York, en defensa de los derechos de la mujer y de la vida. En su lucha por los derechos humanos se dio cuenta de que lo importante es buscar el diálogo y aprender a escuchar a los que tienen posturas distintas para llegar al fondo de los problemas y poder ofrecer soluciones concretas y positivas.

Capítulo 7. Entender lo que el cuerpo necesita. Elena de Juan

Elena es española pero por su trabajo de ingeniera ha recorrido medio mundo. Desde San Sebastián a Múnich, San Francisco, Brisbane… y ahora Perth, en Australia, donde investiga técnicas de impresión 3D que sirvan como andamiajes biodegradables para la reconstrucción de tejidos.


«FÁTIMA», PELÍCULA SOBRE LOS VIDENTES

El 12 de junio se estrenará en España (el 24 de abril en Estados Unidos) una película sobre las apariciones de 1917 a Lucia dos Santos y a sus primos San Francisco y Santa Jacinta Marto. Se titula Fátima, ha sido dirigida por Marco Pontecorvo y cuenta con la participación musical de Andrea Bocelli. Fuente: Rome Reports.

My trip to Jerusalem

My trip to Israel was an experience of great joy. The first thing you see is that all the signs are in Hebrew, in Arabic and sometimes English is added, that is, we are two times illiterate.

In Abu Gosh, a small Arab town, 15 km from Jerusalem, there is a church and accommodation dedicated to Notre Dame Arche du Alliance (Our Lady, Ark of the Covenant), led by the Sisters of St. Joseph. There I met a Belgian missionary of about 75 years, from the Order of the White Fathers named Paul. He explained that there are three criteria of the Holy Places: the real, the traditional and the popular. The real is very little, the traditional is more, and the popular, much more. Some places are sanctified by the memory of Christ, the Virgin or the Apostles. He told me that in his Order they have no European vocations, only ten novices from East Africa. He was there finishing his eight-day Retreat, but he usually lives in the Muslim Quarter, next to the Church dedicated to Santa Ana, where the Bethesda Probatic Pool is. In this five porch pool, the first catechesis and the first baptisms were carried out.

In Notre Dame we stayed only two days and then we started the march a few meters away, where there is a Conference center Saxum, where we feel in our house.

It was exciting to look and touch the places where Jesus, the Virgin, the apostles, the prophets, Herod the Great, Caiaphas and other characters from the Old and New Testaments were.

The Lake of Galilee, of Tiberias or Sea of ​​Genesareth, is the only thing that remains the same as Jesus saw it. It measures 20 km by 10 km. It is beautiful but smaller than the Dead Sea. The slabs of what was the esplanade of the Temple of Jerusalem (today instead of two mosques) were laid by Herod the Great. There Jesus was presented in the Temple, there he stayed two days at twelve years of age and there he taught and discussed with the Pharisees … Some current archaeologists say that the Temple was in the City of David and not there, because there is no water, and that a Roman Legion was living there.

The Basilica of all Nations or of the Agony remembers when Christ prayed and sweat blood. There we hear Mass. Ana Catarina Emmerick says that when she was heading to the Mount of Olives, the Lord did not stop crying. Here God allows us to feel our nothingness and the infinite mercy of God. God tells us: “Here is my love, my love without limits. Come to my arms and I will make you happy”. What made me think the most was the loneliness of Jesus. In the Garden of Olives his friends fall asleep and leave him alone when he most needed to be wrapped; then, before the Sanhedrin’s judgment, the people turn their backs on him, and with the conviction of Pontius Pilate the Roman Empire despises him, nullifies him, the prisoner becomes invisible, soldiers can do whatever they want with him.

The Holy Sepulcher is beautiful – especially for what it means – there are several chapels that belong to Orthodox Greeks, Catholics, Copts, Latinos, Syrians, Ethiopians and Armenians. Everyone takes care of every inch. It takes one to four hours to enter, and then they let you stay twelve seconds, and that doesn’t matter to anyone. It has so much history! The Crusaders gave their lives to rescue the Holy Sepulcher from the Muslims. A young girl from Spain, told me that it was the fourth time I went to the place and had not been able to enter, but it was edifying to see how it persisted until it entered.

Going to where Peter denied the Lord – to the Gallicantu- where he sang the rooster, caught me off guard. Suddenly we were at the house of the high priest, Caiaphas. This man had a dungeon for dangerous prisoners, 3m x 3m. They went down the prisoner through a hole – the ceiling was high – and spent the night in the dark in a dungeon full of vermin and dirt from previous prisoners. There Jesus spent Holy Thursday night. The Owner of the universe! From the house of Caiaphas on Mount Zion there is only that dungeon left.

Jerusalem has been destroyed 18 times and rebuilt in the same place. Then, the city that Jesus inhabited is, for the most part, ten or twelve meters underground.

The multiculturalism of the Holy Land attracts attention; Muslims, Jews, Christians and people come from Vietnam, Indonesia, France, Korea, Canada, the United States and countries in Africa.

Palestine is the only place where you can say: “It happened here.” In the Grotto of Bethlehem: “Here the Son of God was born.” In the Garden of Olives: “Here he was captured.” In the Holy Sepulcher: “Here he defeated death! Here is the empty tomb! ” Here the Savior sanctified these lands with his long walks. Here, it is God who makes every stone holy, and the pilgrim can join the Passion of the Master. We were accompanied by two priests, one from Portugal and one from Colombia, who celebrated Mass in the Holy Places. With the Liturgy we had Heaven on earth.

There is a conservation project of the fortress or Citadel of Acre (Akko, in Hebrew; they were crusaders buildings) which is an underground complex measuring 8 square kilometers. The guide explained that the archaeological work is carried out by Jews with a state budget and they do not want more people to enter because the things found are taken away. We visit the beautiful Caesarea Maritima, next to the Mediterranean Sea, where the excavations are still underway. There Paul was imprisoned, Saint Peter passed by, and there Pontius Pilate lived habitually. We also went to Carmel where the cave of the prophet Elijah is below the altarpiece. In an attached church we prayed, we had Mass and blessing of scapulars.

Three days before the end of the trip, the guide – who was Jewish – told us that there were three places for people to spend the whole night in the Holy Sepulcher. Three of our group were encouraged immediately. The next day they got four places and the next, five. I saw that they returned happily having spent the night from 7 to 11 p.m. in the Holy Sepulcher and then next to Calvary, because at that time the Orthodox Greeks arrived to put incense. We knew that every day there were fifteen places for Catholics to spend the night next to the Holy Sepulcher.

The company I had was extremely pleasant. The group was made up of people who only thought of serving and making life enjoyable. Almost all were older people who appreciate Jesus’ invisible traces to the fullest. We were 31 Spanish-speaking women and 11 Portuguese-speaking women. It was the prelude to Heaven. And we were accompanied by two priests, one from Portugal and another from Colombia, who celebrated Mass in the Holy Places. With the Liturgy we had Heaven on earth.

We could not see the ruins of Herod’s fortress or palace in Maqueronte because it is next to the Dead Sea that belongs to Jordan. My joy was filled with knowing personal stories of messianic Jews.

Israel’s airport is very clean and there is not a single spotlight or molten light.

One ends by saying, “Thank you, thank you, thank you.”

Cómo actuar ante el coronavirus

Microbiólogo y virólogo 29 años en los CDC, el diácono Lanciotti sabe mucho de virus

El coronavirus llega a distintas partes del mundo con distinta intensidad y ritmo, y en cada país (y en la Iglesia cada diócesis) se van tomando medidas según las circunstancias y los consejos de las autoridades médicas y civiles. Escuchar al médico y contar con él -sin abandonar la oración y confianza en Dios- forma parte de la cultura católica y bíblica, como atestigua el libro de Eclesiástico, 38 (del que carecen las Biblias protestantes):

1.Da al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor.
2.Pues del Altísimo viene la curación, como una dádiva que del rey se recibe.
3.La ciencia del médico realza su cabeza, y ante los grandes es admirado.
4.El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña. […]
7.Con ellas cura él y quita el sufrimiento, con ellas el farmacéutico hace mixturas. […]
9.Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que él te curará.
10. Aparta las faltas, endereza tus manos, y de todo pecado purifica el corazón.
11.Ofrece incienso y memorial de flor de harina, haz pingües ofrendas según tus medios.
12.Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él, que no se aparte de tu lado, pues de él has menester.
13.Hay momentos en que en su mano está la solución,
14.pues ellos también al Señor suplicarán que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la curación para salvar tu vida.»

La Iglesia desde su inicio ha contado con la ciencia médica: el evangelista Lucas era médico, y los hermanos Cosme y Damián, mártires hacia el año 300 y patronos de la profesión médica.

En nuestros días, abundan las personas de fe y ciencia que pueden dar consejos equilibrados. Una de ellas es el diácono Rob Lanciotti de la iglesia St. Elizabeth Ann Seton en Fort Collins (diócesis de Denver, Colorado), que tiene un doctorado en microbiología y trabajó durante 29 años como virólogo para los CDC (la mayor autoridad sanitaria de EEUU, los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades). Lanciotti respondió a las preguntas de El Pueblo Católico (revista de la diócesis de Denver) acerca del coronavirus. (La diócesis de Denver da más datos actualizados en español aquí en su web). [Esta información fue actualizada por última vez el 28 de febrero, 2020]

– ¿Debería preocuparme por el coronavirus (COVID-19)?

– Debemos estar preparados para una posible epidemia. Algunas prácticas de prevención que funcionan son lo que todos deberíamos estar haciendo todos los días, ya que estamos en medio de la temporada anual de la gripe. También debemos prepararnos mentalmente para cualquier cambio en nuestro estilo de vida que pueda ocurrir en caso de una epidemia. Por ejemplo, podría haber cierre de escuelas, o algunas iglesias pueden optar por descontinuar la distribución del signo de la paz y/o el cáliz en las misas.

– Mencionó el virus de la gripe. ¿Qué diferencia tiene del coronavirus?

– Los dos virus son genéticamente de familias completamente diferentes, sin embargo, su modo de transmisión de una persona a otra es muy similar, por lo que los buenos métodos de prevención de la gripe (y los 200 virus diferentes del resfriado común) también funcionarán con el nuevo coronavirus. Estos virus pueden transmitirse cuando una persona infectada (generalmente con síntomas, pero no siempre) expulsa partículas de virus al toser, estornudar o incluso respirar. Estas gotitas en aerosol pueden entrar directamente en el tracto respiratorio de otra persona adyacente al inhalarlas directamente o al aterrizar en la nariz o la boca, seguido de la ingestión.

» Alternativamente, estas gotas pueden caer sobre superficies ambientales, donde es posible que otra persona adquiera el virus por tacto. Cuando esta persona posteriormente se toca la boca, la nariz o los ojos, se puede ingerir el virus y provocar una infección. Bajo temperatura y humedad típicas, estos virus pueden permanecer viables durante 5-10 días en una superficie sin limpiar. De nuevo, muchos factores influyen en esto.

– ¿Puede el coronavirus provocar enfermedades más serias y la muerte?

– En general, es muy pronto para saber con seguridad. Sin embargo, hay datos preliminares que sugieren que el coronavirus esta asociado con enfermedades más graves y la muerte que la cepa de gripe típica. Para ponerlo en perspectiva, cada año hay aproximadamente 30 millones de casos de gripe en los Estados Unidos y aproximadamente 30,000 muertes; por lo tanto, la tasa de mortalidad es de 0.1 por ciento. Por supuesto que estos números varían cada año, pero los números que seleccioné hacen la matemática fácil. Estimaciones tempranas sugieren una tasa de mortalidad del 1 al 2 por ciento para el nuevo coronavirus, sin embargo, es demasiado pronto para saberlo con certeza.

– ¿Cuáles son los “buenos métodos de prevención” que menciona?

– Tenga en cuenta que estos están bien establecidos y documentados para ser efectivos después de muchos años de estudiar la gripe y otros virus con perfiles de transmisión idénticos. También se enumeran en orden de prioridad, con especial consideración sobre los servicios de la Iglesia. Finalmente, estos deben practicarse cada temporada de gripe (de septiembre a marzo) independientemente de lo que ocurra con el nuevo coronavirus.

» Si experimenta alguno de los siguientes síntomas: goteo nasal, tos, estornudos, dolores musculares, fiebre, etc., se deben aplicar los siguientes métodos con buen criterio en función de la gravedad de los síntomas:

– Evite el contacto cercano con otros. Use la buena lógica y el sentido común acerca de asistir a la Iglesia; por ejemplo, puede ser aconsejable quedarse en casa (Catecismo 2181: «excusados excusados por una razón seria, por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños, o dispensados por su pastor propio»)Si asiste a la iglesia, limite/evite el contacto con otros. Quizás pararse detrás de la Iglesia o sentarse aparte; irse inmediatamente después de la bendición final; no participe en el signo de la paz, de la comunión del cáliz, ni se desempeñe especialmente como ministro extraordinario. Nuevamente, use el sentido común.

– Lávese las manos con frecuencia usando jabón y agua caliente o desinfectante para manos. Sin embargo, esta no es una “varita mágica” que le permitirá funcionar normalmente en un entorno de la Iglesia si está enfermo. Este también es un buen método de prevención cuando está sano y viene a la iglesia donde otros pueden estar enfermos.

– Cubra su boca con un pañuelo de papel o su manga (¡no su mano!) cuando tosa y estornude. Toser o estornudar en su mano transmitirá el virus a su mano, y luego potencialmente transmitirá el virus a otra persona cuando le dé la mano. Incluso puede considerar usar una máscara quirúrgica, tanto para evitar contagiar a otros cuando está enfermo, como para prevenir su propia infección por parte de otros.

– Limpie las superficies ambientales a menudo. Este es un recordatorio para que los empleados de la Iglesia sean especialmente diligentes durante la temporada de gripe para limpiar el entorno; especialmente los lugares de cuidado infantil. Cualquier producto de limpieza típico usado adecuadamente matará estos virus.

–  ¿Puedo infectarme de cualquiera de estos virus a través del cáliz?

– Aunque parezca increíble, ha habido algunos estudios científicos controlados para determinar el potencial de infecciones de una copa de comunión compartida. La conclusión de estos estudios es que existe un riesgo muy bajo de infección en general. Curiosamente, los estudios indican que el modo de infección en esta práctica es más comúnmente al tocar la copa con las manos infectadas (o por toser, estornudar, etc.) seguido por la transmisión a otra persona, en lugar de la saliva. Aquí el mensaje es evitar recibir el cáliz cuando está enfermo. Recuerde que, teológicamente hablando, recibir cualquiera de las formas de la Eucaristía es recibir la plenitud de Jesús en el sacramento.

– Con respecto a la gripe, ¿debo vacunarme contra la gripe? ¡Conozco a alguien que recibió la vacuna y aún se enfermó!

– Esto se ha convertido en una controversia e intentaré ofrecer algunos puntos simples para su consideración; al final, debe hablar con su médico. Tenga en cuenta que no existe una vacuna perfecta; siempre hay algunas reacciones adversas no intencionadas a las vacunas que ocurren en frecuencias muy bajas, ninguna agencia de salud pública afirmaría lo contrario. Sin embargo, no hay conspiración entre el gobierno o los productores de vacunas; estos han circulado y desafortunadamente están privando al ciudadano promedio de tomar una decisión informada. 

» En primer lugar, muchos de los que han recibido la vacuna contra la gripe y aun así se enfermaron, no estaban realmente infectados por la gripe sino por una de las 200 cepas de los virus del resfriado común. Sin embargo, hay muchos casos documentados de enfermedad de la gripe entre los receptores de vacunas. De hecho, el CDC publica esta información todos los años. La efectividad de la vacuna oscila entre 40 y 60 por ciento cada año. Desde un punto de vista individualista, esto puede no parecer una buena probabilidad: “¡Si me vacuno, todavía tengo un 50 por ciento de posibilidades de contraer la gripe!”. Sin embargo, recibir la vacuna, incluso a una tasa efectiva del 50 por ciento, tendrá un beneficio de prevención en toda la comunidad; menos personas infectadas significa menos transmisiones y menos casos nuevos, etc. Se estima que esta vacuna previene más de 20,000 muertes cada año, a pesar de que muchas personas todavía se enferman.

Anécdota

Un amigo nos contó la historia de un joven australiano que era rico y estudiaba en la universidad. Fue a una fiesta, tomó copitas y sus amigos le dijeron:

– Vamos a bailar.

– No, me quedo aquí. Luego los alcanzo.

Pensaba que esa vida no le llenaba y siguió tomando. De pronto vio a una religiosa que le dice: “Ve al seminario, lo tuyo es ser sacerdote”. Pasan unos meses, llama al seminario y pide visitarlos Le gusta la idea y le dice a su padre:

– Me quiero ir al seminario.

No sin dificultades lo dejan ir y se ordena sacerdote. A los 40 años lo nombran obispo. Decide empezar por conocer a sus feligreses, así que va, entre otros lugares, a visitar a un convento de mujeres a celebrar la Santa Misa. Luego pide verlas en el locutorio. Les pregunta:

-¿Están todas las que son?

– Falta la que prepara el desayuno-, le contestan.

Viene la hermana muy anciana, y él la reconoció como la que le habló mientras tomaba sus copas siendo más joven. Pidió hablar con ella en el confesonario. Él le preguntó qué es lo que hacía. Ella respondió que desde muy joven había estado en la cocina y que le costaba mucho esfuerzo ese encargo, sin embargo, le ayudaba poner intenciones a la elaboración de cada comida: El desayuno lo ofrecía por una intención; la comida, por otra; y la cena –que es lo que más le costaba-, la ofrecía por las vocaciones sacerdotales. El Obispo no le mencionó nada al respecto, pero la animó a seguir pidiéndole a Dios por esas intenciones. Al salir el obispo pidió un papel y un sobre, escribió una nota y la dejó a la Superiora, diciéndole que se abriera ese sobre a la muerte de esa religiosa.

Y es que el secreto de la felicidad está en hacer lo que hay que hacer sabiendo que tiene sentido, y con ello se le puede encontrar el gusto, el sabor.

Segunda Virginidad (para jóvenes)

Todos hemos sentido que algo se quiebra en nuestro interior cuando alguna experiencia nos ha hecho perder algo de nuestra inocencia infantil, y nos ha aproximado a la vida adulta, quizás de un modo doloroso. Esto se hace más patente en el campo de la sexualidad, que a menudo se vive desconectado del amor y del compromiso.

Algunos jóvenes inician su vida sexual a edad temprana, pierden la virginidad y piensan que no hay remedio. Después de una comprensión más profunda de la sexualidad humana han querido vivir la castidad pero no encuentran el camino. La buena noticia es que se puede recuperar la virginidad del corazón, con ayuda de Dios.

No se trata de cambiar el pasado. La virginidad va más allá de lo físico. Jesús dijo: “Todo aquel que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5, 27-28). Ese hombre perdió la virginidad del corazón aunque conserve la del cuerpo. La gran renovación que Jesús trajo a la religión judía fue convertirla en una religión del corazón y no del cuerpo, una religión del interior, y no del exterior; porque desde el interior se santifica el exterior, y desde el corazón se santifica el cuerpo.

Si después de que un corazón ha caído arde en deseos de ser casto ¿no afectará también al cuerpo? Es posible restaurar en el corazón la virtud y el deseo de la castidad. Si limpias tu corazón, tu cuerpo quedará también limpio. Si el Señor limpia con su gracia las impurezas de tu corazón, éste quedará limpio. Si en tu corazón se enciende la luz de la castidad y el fuego de la virginidad, también resplandecerá en tu cuerpo. El Señor te puede dar un corazón virginal, y a partir de ahí puedes restaurar tu virginidad.

Lo que sucede a nuestro cuerpo afecta a nuestro corazón y viceversa. No hay nada más hermoso que una mirada pura. No hay nada más sublime que un joven que, arrepentido de haber perdido la virginidad, ame con castidad a una mujer y se capaz de mirarla con pureza y de saber esperar, para vivir con ella el amor tal y como Dios lo quiere.

Para la Biblia el corazón es el centro del alma y de la personalidad, es el reducto más sagrado que tenemos, donde se juega todo, donde se libran las grandes batallas y se toman las decisiones; ahí es donde mora el Señor. Cuando alguien deja atrás su vida de pecado, y deja que la gracia restaure la virginidad en su interior, adquiere un corazón indiviso para amar.

Si alguna persona tiene relación con varias personas se pierde la unidad de corazón. Pero la gracia de la restauración es grande y vuelve a unir el corazón. La integridad virginal es la capacidad de ser uno, de unificar todas las fuerzas del cuerpo, el alma, la mente y el corazón, para entregarse al plan de Dios en la propia vocación.

La sexualidad incide en lo más profundo de nuestro corazón, pero no mancilla todo nuestro ser como una gota de tinta que cae en el agua. Cuando el corazón está herido por el pecado y pierde su pureza, está como muerto, pero el agua del Espíritu lo puede sanear si quiere ser sanado. El Espíritu Santo es capaz de eliminar toda la fuerza del pecado y de renovarlo completamente.

Por el Sacramento de la Confesión podemos destapar el caño, quitando todo lo que lo obstruye e impide que brote la gracia y viene la alegría del perdón de Dios. Puedes pedir al Espíritu Santo que sane y unifique tu corazón, que te devuelva la integridad y que te conceda nacer de nuevo.

Dios nos ama con todo su corazón, y está empeñado en nuestra felicidad más que nosotros mismos. Él es el amor eterno, nos ha creado por amor, y nos llama a compartir su misma vida, a vivir eternamente en comunión con él. No es aburrido, al contrario, lo aburrido es vivir sin Él. Nosotros muchas veces le damos la espalda y buscamos nuestro propio camino. Entonces el Corazón de Dios queda herido de amor, y viene a buscarnos. Este drama de amor recorre toda la historia de la salvación.

Cree en el poder de Dios que puede regenerar el corazón de tu novio, de tu novia y lo hace virginal de nuevo para ti. Aprende la lección para que una vez restaurado no peques más.

Hay un libro que amplía este tema, escrito por Jesús María Silva Castigniani. Se llama Virginidad 2.0. Recuperar la inocencia, Freshbook.

¿Eran números o era amor?

POR Marta García San Martín, 4 clasificada Premio Literario RRHHDigital 2020

¡Del 250 al 260!

“¡No obstruyan el paso, los no citados todavía, vayan al fondo, los de reservorio a las sillas azules, circulen, circulen, circulen!”.

“¡Del 260 al 270!,¡ venga, venga, venga!”.

“¡A ver, esos papeles, la tarjeta, quiero ver la tarjeta. Circulen, circulen, circulen!”.

No es un cuartel, no es un sargento.

Es un ángel de ojos verdes y pelo exageradamente teñido de rojo que, en el Hospital de la Princesa, ordena a las masas que acuden para las extracciones de sangre.

Cientos de personas cada mañana, desde las 7,30 hasta las 9,00 desfilan por la planta primera del hospital.

Personas asustadas, miedosas de perder su turno, con mil preguntas casi imposibles de responder de manera personalizada. Personas que atascan pasillos y corredores. Pacientes que entran angustiados por ese miedo que muchos sienten ante una extracción de sangre. Pacientes que salen aliviados, con el brazo flexionando y sujetando fuertemente una tirita. Y, como siempre nos ocurre, ante la masificación nos volvemos torpes y gregarios, caminamos en bloque, no en fila de uno, nos saltamos colas y taponamos salidas. Llenamos el aire de mil preguntas que solo ayudan a confundir más “¿Qué ha dicho, qué numero dijo, llamó ya el 352, no se me habrá saltado?”.

Y para coordinar las casi 1000 extracciones diarias está nuestro ángel de ojos verdes y pelo colorado.

Se mueve, casi corre e incluso brinca, empuja suavemente a unos, frena con la mano a otros, libera las sillas destinadas a pacientes oncológicos para que no tengan que esperar sentados.

“¡Del 270 al 280!, ¡venga, venga, venga!”.

Y explica mil veces el proceso a los despistados, y regaña suavemente a los abusones que ocupan las sillas de los pacientes oncológicos. Y duramente a los que creen que pueden engañarla y son reincidentes.

Controla todo, los que entran, los que salen, los auxiliares que están en las ventanillas verificando   las citaciones, al paciente que se marea pensando que va a ver su propia sangre y se desmaya en medio del pasillo.

“¡Circulen, circulen, no me hagan grupos, no pasa nada. Manoli, llama y pide un enfermero!”.

“Usted, ¡no se me siente en las sillas oncológicas!.”

“¡Circulen, circulen, circulen!”.

No es la guerra, es un hospital, y no estamos mal tratados aunque sí algo masificados. Cuando te aprendes el protocolo (los enfermos crónicos) hasta ayudas a otros pacientes.

“¡Del 280 al 290, venga, venga, venga!”.

Y así un día y otro, sin perder la ilusión ni la sonrisa. Ayudando a todo el mundo, con dominio de la situación, pero sin aullar, sin perder la calma y repartiendo tantas sonrisas como números.

No conozco después de un año largo de tratamiento, el nombre de nuestro ángel de ojos verdes y pelo colorado, busco una etiqueta que me ayude en su bata azul, pero no veo nada. Este miércoles, nuestro último día de analíticas,  cuando ya no hay tratamiento que cure a mi marido, no pude evitar abrazarla y decirle. “¿alguien te ha dicho alguna vez que haces muy bien tu trabajo?”.

Y brotó una lágrima de sus maravillosos ojos verdes y un “¡gracias!” tembloroso y emocionado de sus labios perfectamente maquillados desde las seis de la mañana, mientras que con la mano izquierda daba un número y con la mano derecha acariciaba la mejilla de una anciana que casi no podía con sus fuerzas.

Y lo entendí todo. Nuestro ángel, además de números…¡repartía amor!.

Las personas que aman lo que hacen dan valor al trabajo más gris y rutinario, al menos cualificado, al, aparentemente, más fácil y sencillo.

Las personas que aman su trabajo son tan grandes y hermosas, como mi ángel de ojos verdes y pelo colorado.

Amor al trabajo, al cliente o al paciente, a la empresa que representas. Amor, amor, amor. No hay escuelas de amor, ni universidades de amor. Nos enseñan a amar en nuestras casas y quizás en las escuelas, pero ¿nos enseñan a amar en las empresas?.

De nada valdrá tanta política y estrategia de RRHH sin amor. Enseñemos a nuestros equipos a dar y recibir amor. A agradecerlo y a pedirlo.

Allí dejé a mi ángel de ojos verdes y pelo colorado, repartiendo números ¿o era amor?

“¡Del 350 al 360, venga, venga, con orden, no se me amonten!”

“¡Del 360 al 370!”.

No eran números lo que repartía…

Mi ángel repartía amor.