Pensar en la muerte

Un dicho latino dice: “La muerte es cierta; la hora, incierta”.

En De la brevedad de la vida, escribe Séneca: “Salvo unos pocos hombres, a todos los hombres los abandona la vida en el momento mismo en que se disponen a vivirla”. También dice que los hombres suelen pasar la mayor parte de su vida haciendo el mal; un gran parte, no haciendo nada y toda la vida en no hacer lo que debían.

Está establecido que todos los hombres hemos de morir una sola vez. Para los que tenemos fe, la muerte será llegar a la casa del Padre, a la cita a la cual nos hemos estado preparando toda la vida con ilusión. Esperamos llegar a la casa del Padre, pero no queremos morir pronto porque queremos dar mucha gloria a Dios.

Por estadísticas se sabe que dedicamos una tercera parte de nuestro tiempo a dormir, una octava parte, a las comidas, una doceava parte a ver la TV; otra doceava parte lo dedicamos a viajar en transporte en la ciudad. Contamos con un tercio de tiempo útil: un 40 ó 50%.

Al atardecer de la vida se te examinará sobre el amor, dice San Juan de la Cruz. Es mucho lo que se puede hacer en una vida por amor de Dios. La vida es tiempo de correspondencia a la gracia, es el espacio que Dios nos ha concedido para ganarme el Cielo. Dios pone un reloj, y no sabemos cuando va a decir “hasta aquí”.

El secreto de la felicidad está en el hoy. ¿Me he portado hoy como para ganarme la sonrisa de Jesús?

Los campeones de las próximas Olimpiadas tienen entre 16 y 22 años. Uno de ellos decía: Seré dentro de cinco años lo que siembre hoy. Nosotros podríamos decir lo mismo.

Teresa de Calcuta fue una luz en las tinieblas. La felicidad que podamos alcanzar en esta vida depende de nuestra generosidad. “El que pierde la vida la encontrará”, dijo Jesús. El flojo acaba siendo insensible, apático, triste.

La sudanesa canonizada por Juan Pablo II, Giuseppina Bakita dijo antes de morir: Me voy al cielo con dos maletas muy pesadas. En una llevo mis pecados, y en la otra, más pesada, me llevo los méritos de Cristo y de la Virgen. Las presentaré ante San Pedro; las abrirá y le diré: “Ahora ábreme porque me quedo”.

Tenemos muchos regalos de Dios. Que no nos inquietemos mucho cuando nos vayamos a morir. Él nos espera con los brazos abiertos. Morir es como ir caminando y de pronto alguien nos toca la espalda y nos dice: “Ya es hora”… Es un tema que vale la pena meditar con calma: ¿cómo aprovecho el tiempo?

El literato inglés C. S. Lewis siempre defendió que “la vida sin una doctrina de las cosas postreras sería simplemente un túnel de desesperación”. Así, afirmaba que cuando cayese la bomba H siempre tendríamos esa décima de segundo para poder decir: “Tú eres sólo una bomba, yo soy un alma inmortal”. O también: “La naturaleza es mortal, pero nosotros viviremos fuera de ella; cuando todos los soles y nebulosas hayan desaparecido, cada uno de nosotros vivirá”.

La muerte no es el final, es el principio. La muerte es la vida, es el descanso, es encontrar al amor, si se ha vivido bien, o si no ha vivido tan bien pero hay arrepentimiento. Hay un juego que se llama “engarróteseme allí”, así pasa con la muerte, la voluntad de esa persona queda petrificada en el bien o en el mal.

Nada malo puede hacer la pequeña muerte a los seres inmortales. Es la gran muerte la que debe temerse. La gran muerte, esto es, la condenación del alma, es la que separa de Dios. Dios nos devolverá a los seres queridos y nos hará llegar a un recinto donde la muerte no puede entrar y donde la horrible muerte del espíritu no es posible. Todos necesitamos una operación drástica que nos ponga de rodillas, y Dios nos la dará.

Aprovechar el tiempo que nos queda, no importa cuánto sea, pues el último día, una hora antes de morir, toda nuestra vida nos parecerá como un solo día.

La tumba de nuestros seres queridos debería ser sencilla y mantenida con amor. Hay que rociarla con agua bendita regularmente y tener una veladora encendida. Estas son las dos cosas que las ánimas gustan de tener. También, junto a la tumba, como en su funeral, ven quien las visita; estas visitas las ayudan a ellas y a nosotros más de lo que imaginamos.

El hombre teme a la muerte. Se pasa su vida huyendo de ella. En realidad es sólo que ponemos la cabeza en su sitio, en las manos del Padre.

«Hay un combate entre María y la anti-María»

Christopher West lo ve en el sexo y el anhelo de amor

Christopher West, gran divulgador de la Teología del Cuerpo, y la Virgen de Guadalupe, con toda su simbología de maternidad y virginidad

La Virgen María es un icono, a la vez, de la virginidad, del matrimonio y de la maternidad; lo es del anhelo de Dios y de la misma Iglesia, la Esposa de Cristo.

Las simbologías se acumulan fértilmente en ella, como explicó Christopher West el 1 y 2 de julio de 2019 ante unas 360 personas que habían pagado para inscribirse en en la Universidad Francisco de Vitoria en el encuentro “El Gozo de la Belleza”. 

Christopher West es el mayor divulgador de la Teología del Cuerpo desde su TOB Instituteen EEUU y en España colabora con el Instituto Desarrollo y Persona. Muchas de las enseñanzas de esa jornada se pueden encontrar en su libro “Llena estos corazones: Dios, sexo y el anhelo universal (Sindéresis).

El caso de la Virgen de Guadalupe

El icono mexicano de la Virgen de Guadalupe, “emperatriz de las Américas”, es un símbolo provida poderoso, el símbolo cristiano de la Cultura de la Vida que vence a una cultura de la muerte y de sacrificios humanos.

La cultura azteca era una cultura de violencia y sexo desordenado…como la nuestra”, explicó West, señalando la imagen de Guadalupe. “En la imagen hay signos que en la escritura y simbología azteca se leían: “virgen”, “embarazada de divinidad”, “río que fluye/cultura que prospera”.

La alternativa era mantener la vieja cultura azteca que es como la nuestra: un placer sexual desordenado que no deja pasar la vida y lleva al sacrificio humano del aborto. “El sexo ¡trata de la vida! Y cuando lo retuerces para que no de vida, toda la vida gira alrededor del sexo estéril… y termina atrayendo la muerte”, avisó West.

“Cristo viene al mundo a través de María, no viene de otra manera”, insistió.

La anti-María: sexo estéril, belleza hueca

Si hay un combate entre el Evangelio y el Anti-evangelio (Karol Wojtyla escribía sobre eso en 1976, dos años antes de ser Papa) también lo hay “entre María y la anti-María”, avisó West. “En la Biblia tenemos a la Mujer Vestida de Sol, que es la Embarazada que da a luz; y tenemos la Ramera de Babilonia, que seduce a las naciones con su belleza. La belleza puede usarse de manera muy desordenada, para seducirte hacia la muerte, mientras que María usa la belleza para llevarte hacia la luz”.

“El demonio solo puede hacer corrupciones e imitaciones deformadas. Así, la Ramera de Babilonia elige la esterilidad como algo bueno. La Mujer Vestida de Sol está embarazada, mientras que la Ramera usa el placer sin el fruto. Cualquiera de nosotros, cada vez que clicamos en pornografía, estamos sirviendo a la Ramera, seducida por ella. ¿Cómo evitarlo? Debemos dejar que María, que es la mujer perfecta que realmente buscamos, nos guíe. A través de ella viene Dios. Dios viene a nosotros a través del cuerpo de la mujer”, fue elaborando West.

María sanadora: “Te mostraré lo que de verdad buscas”

Christopher West reveló una experiencia de sanación interior gracias a la Virgen María que vivió recientemente, en noviembre de 2018.

Recordó una experiencia vergonzosa que vivió a los 14 años: intentaba quedar con una chica en el parque, por razones egoístas, pero ella le rechazó. “Volví a sentir esa vergüenza de cuando tenía 14 años. Y sentí una voz femenina, hermosa, la de Ella, y me dijo “Christopher, yo te encontraré en ese parque, y si me dejas que te lleve conmigo, te mostraré lo que de verdad buscas.” Y me asustó. Pero creía que era María y podía confiar en ella”.

“Y en oración, durante 5 meses, me fue mostrando mis experiencias malas de esa época, en ese parque. La Virgen tomaba esos recuerdos y los desarrugaba. Había allí unas rosas. Y María me decía, por cada recuerdo herido, ‘vamos a ver las rosas’, y allí veía el Misterio: Dios en su vientre. Era lo que yo buscaba de verdad: ser un niño en el vientre de María, ser regenerado en su vientre. ¿Es posible para un hombre volver al vientre de su madre?, le preguntan a Cristo. Cristo no dice que no, sino que eleva el tema. ¡Todos podemos volver a ese vientre materno de María donde ser regenerados!”

David, como un novio, se acerca con reverencia, temor y temblor, al
objeto del deseo, fascinantes, la caja dorada, la Novia de
la que ha de salir vida verdadera (Richard Gere en “King David”, 1985)

Porque, ¿qué es el Cielo? “Pasamos 9 meses intentando salir del vientre de la madre, y el resto de la vida tratando de volver, porque queremos ‘volver a casa’. Nacer es dramático: frío, luces, experiencias raras, ¡claro que los bebés lloran al nacer! Hay un deseo profundo de volver. Es el deseo de Cielo: la morada con Dios. Y el cielo en la tierra es el vientre materno”.

María, caja dorada… sin reverencia, ¡quema!

En las letanías del Rosario se recogen dos símbolos de la Biblia: “Casa de oro” “Arca de la Alianza”. Ambas se refieren a María, pero también a lo sagrado femenino, a un poder de Dios purísimo que debe tratarse con reverencia, porque de ese poder viene la vida.

“El Arca era una caja dorada y es un símbolo del Arca de la Nueva Alianza, es decir, de María. La Palabra, que es Jesús, se hace carne en la Nueva Alianza, en María. En el Antiguo Testamento vemos que los que tocan el Arca sin reverencia caen muertos. Pero los que la reverencian florecen”.

West indicaba, de distintas maneras, que también nosotros, en nuestra vida terrenal y cotidiana, debemos entender que hay que tratar con absoluta reverencia a la mujer, su poder de acoger la vida, lo sagrado femenino…

David se desnuda ante el Arca

Otro símbolo poderoso se lee en la escena en que David entiende el poder del Arca y la necesidad de volcarse en ella con reverencia. “Pidió el don de la reverencia y el Espíritu Santo le dio don de reverencia. Y David manifestó su reverencia quitándose la ropa y danzando con gozo ante el Arca”.

Hay un elemento esponsal: uno se desnuda para unirse a su cónyuge. En el texto vemos que Mikal, la esposa de David, se siente celosa, se enfada. Hay una parte del alma que se entrega locamente solo a Dios, no al cónyuge terrenal: una persona mundana puede no entenderlo y ponerse celosa.

También hay una conexión con San José, el heredero de David siglos después. Tenía miedo de traer a María-Arca a su casa. Fue necesaria la intervención de un ángel: “José, no tengas miedo de traer a María a tu casa. Tendrá un niño, Jesús, Dios salva; Dios te salva, no temas”, viene a decirle el ángel.

Christopher West, muy expresivo en su presentación en la Universidad
Francisco de Vitoria; de fondo, el «Éxtasis de Santa Teresa», de Bernini

¿Cuál es “el gozo de la belleza”?

El encuentro de West en la Universidad Francisco de Vitoria se titulaba “El gozo de la belleza”. ¿A qué se refería?

Recordando a María como Hija de Sión, símbolo del pueblo de Dios que danza de alegría ante su creador (“danza con júbilo, hija de Sión”, insiste el profeta Sofonías), West insistió: “toda la verdadera devoción a María debe verse a la luz de la danza de David ante el Arca, debemos aprender a danzar ante su belleza”.

“El gozo de la belleza es que Dios se hizo carne en la Virgen”, añadió. En Ella, que es una de nosotros, Dios es Dios con nosotros, el Dios más cercano.