¿Sexo por curiosidad?

0-imagenes-romanticas1—Si me quieres, dame una “prueba de amor” -, dice el novio.

A lo que contesta la mujer:

—No soy coche para que me pruebes; soy persona, única e irrepetible. Ceder una o dos veces equivale a rodar cuesta abajo… Hasta aquí dejamos nuestra relación. No quiero que el hombre de mi vida llegue a decirme: “¿cuántas veces has sido probada y rechazada?”.

Hay mujeres que ceden a las presiones del novio, para tener relaciones sexuales, porque no quieren perderlo y porque tienen curiosidad. No se dan cuenta del peligro que lleva esa decisión: no ven que empezar a ceder es empezar a corromperse y a corromper al otro. El sexo no es un juego. La sexualidad es tan maravillosa que se ha de cuidar para alguien que valga la pena y dentro del matrimonio. Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro porque hay una tendencia fuerte al egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la persona amada ha de ser un bien real ha de ser algo que la mejore, y no que me beneficie sólo a mí.

Cuando Bernardo de Claraval era muy joven, en cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, de forma que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa desconocida. La dueña les recibió bien, e insistió que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche la mujer se presentó en la habitación con intenciones de persuadirlo suavemente al mal. Bernardo, en cuanto se dio cuenta, fingió que se trataba de un intento de robo y empezó a gritar: “¡Ladrones, ladrones!”. La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón; pero bernardo contestó: —“No fue ningún sueño; el ladrón entró, pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor”.

Amar a alguien es desear que esa persona se desarrolle, sea mejor y alcance la plenitud a la que está llamada.

Cuentan que un profesor fue a visitar París, un fin de semana, acompañado por dos alumnos. De pronto, vieron a una prostituta parada en una esquina. Vieron que su profesor se dirigió hacia ella y le preguntó:

—¿Cuánto cobra?

—Cincuenta dólares.

—No, es demasiado poco.

—¡Ah!, sí, para los americanos son150 dólares.

—Es aún muy poco.

—¡Ah, claro!, la tarifa de fin de semana es de 500 dólares.

—Incluso eso es demasiado barato.

Para entonces la mujer ya estaba algo irritada, y dijo:

—Entonces, ¿cuánto valgo para usted?

—Señora, nunca podré pagar lo que vale usted, pero déjeme hablarle de alguien que ya lo ha hecho.

Y le habló de Cristo, de su Pasión y Muerte por nosotros.

La Biblia habla del valor del cuerpo, y dice algo que muchos jóvenes de hoy ignoran: “Fuisteis comprados a gran precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1 Cor. 6,13). ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)”.

Cuatro doctoras de la Iglesia, en breve

Cuatro Mujeres Doctoras de la Iglesia

cuatro-doctorasHildegarda de Bingen, Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Teresita de Lisieux son las cuatro mujeres doctoras de la Iglesia. Tienen el título de “Doctoras de la Iglesia” porque produjeron obras trascendentales, enriquecieron la doctrina y afirmaron la fe. Las cuatro poseyeron una ciencia extraordinaria y por ello obtuvieron la aprobación solemne de la Iglesia.

La más recientemente nombrada por el Papa Benedicto XVI, es la más antigua en el calendario. A continuación aparecen las cuatro biografías de las doctoras de la Iglesia:

Santa Hildegard von Bingen (Alemania, 1098-1179). Fue la menor de diez hijos, y por eso considerada como el diezmo para Dios. Fue entregada a la condesa Judith de Spanheim (Jutta), quien la instruyó en la lectura del latín, en el canto gregoriano y en la cultura religiosa. A los 14 años, maestra y discípula se enclaustraron en un monasterio benedictino de Disibodenberg, donde les dieron asilo. Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de enclaustradas. Luego partió definitivamente de allí a un lugar donde no había agua ni nada placentero y fundó un monasterio en la colina de San Ruperto, cerca de Bingen. Fue abadesa, líder monacal, medica, profetisa, compositora y escritora.

Le escribió una carta a Bernardo de Claraval donde le revela que ha tenido visiones de cosas profundísimas. Él le responde a aceptar “este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con devoción y humildad”. Posteriormente el abad de Claraval intervino ante el Papa Eugenio en favor de Hildegarda. El Papa mandó informarse de esas visiones y luego declaró que eran fruto del Espíritu Santo, y le pidió que continuara escribiendo sus visiones. Hildegarda tuvo relación epistolar con Federico I Barbarroja y otras personalidades. Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania le pedían consejo. Llegó a ser conocida como la Sibila del Rin.

Es una de las personas más fascinantes, polifacéticas e influyentes de la Baja Edad Media; tenía una cultura fuera de lo común, fue una escritora prolífica; escribió sobre la redención, la conversión y la reforma del clero. Escribió Libro de las obras divinas y Conoce los caminos. Escribió un libro de ciencias naturales y otro de medicina. Murió a los 81 años. Benedicto XVI le otorgó el título de Doctora el 7 de octubre de 2012 junto a San Juan de Ávila. (Hay un film completo Santa Hildegarda de Bingen en internet).

Santa Catalina de Siena (Italia, 1347-1380). Vivió 33 años; fue la vigésimo cuarta hija del segundo matrimonio del viudo Santiago Benincasa; no sabía leer ni escribir y desde pequeña se decidió por servir a Dios en medio del mundo. Logró dictar un libro titulado Diálogos sobre la Divina Providencia con la ayuda de sus amigos, que tomaban nota de sus diálogos con Dios. Desempeñó un papel insólito en la historia de su tiempo. Al Papa ella le ponía el título de “el dulce Cristo en la tierra”. Tuvo un papel muy activo para lograr que el Papa regresara de Aviñón a Roma. Paulo VI le dio el título de doctora de la Iglesia el 4 de octubre de 1970. Junto con Francisco de Asís es patrona de Italia.

Santa Teresa de Ávila (España, 1515-1582) vivió 67 años. Fue la primera mujer doctora de la Iglesia. Fue fundadora de las carmelitas descalzas o de la descalcez. Escribió su Biografía, Camino de la Perfección, Pensamientos sobre el amor de Dios y el Castillo interior. A los dieciocho años entra en el Carmelo. A los cuarenta años tiene una nueva conversión. Establece quince conventos en España y hace la reforma de su Orden junto con San Juan de la Cruz. Paulo VI la hizo Doctora en 1970.

Santa Teresa de Lisieux (Francia, 1873-1897) Nació en Alenzón, Normandía. Cuando tenía sólo 4 años su madre muere de un cáncer de mama. Tenía un gran gusto por la lectura y piensa que ella ha nacido para una gloria oculta. Entró en el colegio de las Benedictinas y es perseguida por sus compañeras de más edad que tienen celos porque sabe más que ellas. Ella llora pero no se atreve aquejarse. No le gusta el recreo, tan ajetreado y ruidoso. Su maestra la describe como una estudiante obediente, tranquila y pacífica, y a veces pensativa o incluso triste. Teresa dijo que estos cinco años fueron los más tristes de su vida. Fue carmelita descalza francesa desde los 15 años, por un permiso especial. El hogar de sus padres fue un jardín de virtudes y santidad. Su obra se recoge en varios cuadernos de los que sale la obra Historia de un alma. Se distingue por su doctrina sobre la infancia espiritual o Caminito de infancia. Vivió sólo 24 años.

Pío XI la canonizó y la proclamó patrona universal de las misiones. Fue proclamada Doctora de la Iglesia por Juan Pablo II el 19 de octubre de 1997, día de las misiones.

Las cuatro Doctoras son místicas, es decir, almas contemplativas.