México puede mucho

Por beckyreynaud

Dios nos ha elegido para transformar la historia, pero cuando no vivimos lo ordinario con heroísmo viene el desencanto. ¡Qué importante es vivir cada día como si fuera el último!

Es un hecho que México puede mucho, que es una fortaleza para el resto de la humanidad, pero los mexicanos hemos de luchar más contra el egoísmo, el sentimiento y el resentimiento. Con fortaleza y optimismo, hemos de descubrir y explotar las virtudes ocultas en nosotros mismos y en las personas que amamos. Hay que ayudarnos mutuamente a pulir el temperamento.

El carácter es una estructura virtuosa. Pero toda virtud implica autodominio. Y ¿cómo se nota que falta autodominio? Cuando “explotamos”, contestamos mal o rezongamos. ¿Qué es rezongar? El Diccionario de la Lengua Española dice que rezongar es gruñir, refunfuñar a lo que se manda, ejecutándolo de mala gana. Ya se sabe que nacemos con un temperamento, y que el carácter es ese mismo temperamento pero educado. Cuando nos enojamos sin gran motivo, nos falta carácter. Es una pena reconocer que nuestro tiempo ha perdido el señorío de sí mismo.

El carácter significa una armónica conjugación entre tres elementos: la inteligencia, la voluntad y el sentimiento. En México, debemos de luchar –sobre todo- por adquirir dos virtudes cardinales: fortaleza y templanza. Dentro de la fortaleza entra el tratar de ser menos susceptibles (menos soberbios) pero sin perder el “tener corazón”.

Tiene importancia el “dominio del enojo” por su cotidianidad, y por la gravedad de sus consecuencias. A veces una persona se presenta enojada, regañona, malhumorada, cortante, introvertida, triste, rezongona…, y eso influye en el ambiente. Y digamos de paso que el enfado y el mal humor es el principal mensaje de las telenovelas. Esa es la conducta que nos presentan como “modelo”.

Aristóteles considera la sabiduría como dominio; como la resistencia ante lo adverso o también que prevalezca lo racional frente a lo irracional. Y hoy, lo que más brilla por su ausencia es la educación de la voluntad. Es la voluntad la que se deja mover por el entendimiento, o bien se deja mover por los sentimientos, o por ambos. Este dominio no consiste en que desaparezcan los sentimientos, sino en que no prevalezcan.

Según el Doctor Carlos Llano —filósofo del siglo XXI—, dos rasgos son los que condicionan la posibilidad de tener un carácter sólido: la humildad y la castidad. Si se marginan estas cualidades, la persona será mediocre, insignificante. Y esto es así porque la humildad y la pureza son las bases –espiritual la una y corporal la otra- del carácter.

La simpatía natural no es un rasgo constitutivo del carácter, sino que, dependiendo de la actitud que tomemos ante ella, puede servirnos para apuntalar un aspecto de nuestro carácter –la generosidad- o de nuestra falta de carácter: el egoísmo.

Cuando el egoísmo toma posesión de una persona, se inactiva toda posibilidad de virtud. Al contrario, cuando hay generosidad, hay un ensanchamiento del alma. “El soberbio y el incontinente se encuentran centrados en sí mismos (…) El autodominio consiste en el abatimiento de la propia excelencia en que reside la esencia de la humildad. La voluntad de dominio, en cambio puede conducirnos a la precedencia sobre los demás, no por ser precedente sino por ser yo, en lo que residen la soberbia, la vanidad, la egolatría y el egoísmo (…): La ausencia de la humildad como la de la castidad apuntan a una desintegración del carácter” (Carlos Llano).

Con frecuencia los jóvenes olvidan que  no están hechos para el placer sino para el heroísmo. En resumen, se trata de adquirir virtudes y de usar bien de nuestra libertad, batalla que dura toda la vida, pues tan importante como la adquisición de una virtud es su mantenimiento. Se nos pide el avance progresivo de la virtud, conforme al adagio clásico: o se avanza o se retrocede. Millán Puelles dice: “somos libres, no estamos hechos del todo; pero somos, esto es, no lo tenemos todo por hacer”.

Algunos extranjeros que visitan México se impactan gratamente al ver la reserva de fe que hay en nuestro país, y es que, en general los mexicanos hemos entendido que la fe no se opone a la civilización. Cuanto más arraigada está en los hombres y en los pueblos, más se acrecienta en ellos la ciencia y el saber, porque Dios es la sabiduría infinita. Y donde no hay fe, desaparece la paz, y con ella la civilización y el progreso, introduciéndose en su lugar la confusión de ideas, la división de partidos, la lucha de clases y, en los individuos, la rebeldía de las pasiones contra el deber, y así el hombre pierde su dignidad, que es su verdadera nobleza.

Ojalá no olvidemos esas célebres palabras a México de Juan Pablo II: “¡Dios te bendiga, México!, que te esfuerzas en desterrar para siempre las luchas que dividieron a tus hijos mediante un diálogo fecundo y constructivo. Un diálogo en el que nadie quede excluido … Sólo el diálogo fraterno entre todos dará vigor a los proyectos de futuras reformas, auspiciadas por los ciudadanos de buena voluntad, pertenecientes a todos los credos religiosos y a los diversos sectores políticos y culturales”. (Juan Pablo II, Ceremonia de despedida, México, D .F., 26 de enero de 1999).

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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