Tentaciones típicas del diablo para arruinar matrimonios

El demonio sabe claramente que si trabaja para destruir el matrimonio, puede desentrañar y destruir todo el tejido de la sociedad

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Es cierto que muchos de nosotros nos vamos de vacaciones, pero hay alguien que nunca se va de vacaciones, y para el caso, nunca se irá de vacaciones. ¿Puedes adivinar quién puede ser? ¡El diablo! ¡Eso es correcto, el diablo! Trabaja 25 horas al día, ocho días a la semana, y 366 días cada año.

De hecho, ¡es uno de los trabajadores más constantes del mundo! Padre de Mentiras y Asesino desde el Principio, Príncipe de este mundo, serpiente antigua, Lucifer, Satanás, demonio, diablo, todos estos son nombres para el diablo que se encuentran en los Sagrados Textos de la Escritura.

Los santos han acuñado otros nombres que resaltan diferentes aspectos de su mala intención, aquí están algunos:

Santo Tomás de Aquino llama al diablo El Tentador.

San Agustín lo llama un perro enojado en una correa, ¡mejor mantén tu distancia!

San Ignacio, que nos dio los Ejercicios Espirituales y las Reglas para el Discernimiento de los Espíritus (en parte explicando la obra del diablo en nuestras vidas), llama al diablo El Enemigo de la naturaleza humana. En el día de la fiesta litúrgica de San Martín de Tours llama al diablo “Bloque“.

Por último, san Pedro, en una de sus cartas, llama al diablo un León Rugiente que busca devorar a quien puede. ¡Estamos llamados a resistirlo!

Uno de los principales ataques del diablo en la sociedad moderna es lanzar sus misiles contra la institución más antigua establecida por Dios, la familia. El matrimonio es la unión entre hombre y mujer, esposo y esposa, unidos en un sacramento que llamamos Santo Matrimonio, abierto a tener hijos y a educarlos en el amor y el temor del Señor.

El diablo sabe claramente que si puede trabajar para destruir la institución de la familia puede ayudar a desentrañar y destruir todo el tejido de la sociedad. Los historiadores nos dicen que una vez que la familia se desentraña, la sociedad se descompone rápidamente.

Siendo éste el caso, ¿cuáles son algunas de las tentaciones típicas que el diablo lanza contra parejas para debilitar y eventualmente destruir a la familia? En este breve artículo presentaremos cinco de las más insidiosas pero comunes tentaciones que el Padre de la Mentira y el Asesino desde el Principio lanza contra la familia.

1. Vivir juntos. Unión libre. Cohabitación. Matrimonio de prueba.

Hemos enumerado varios títulos para los numerosos acuerdos de parejas que militan contra el Sacramento del Santo Matrimonio.

Hace dos generaciones, una pareja católica que eligiese uno de los arreglos de vida mencionados anteriormente serían vistos como radicales, renegados, parias y un escándalo flagrante en todo el mundo. Hoy en día, si una pareja comienza a convivir en un matrimonio similar, casi se considera normal.

Muchos jóvenes afirman: “Tenemos que probarlo primero, comprobar si tenemos química”. “Tenemos que ver si funciona, si somos compatibles”.

Mientras tanto, están dispuestos a vivir fuera del estado de gracia, poniendo así en peligro su salvación eterna, sin mencionar el mal ejemplo que dan a los niños nacidos en estas circunstancias.

Las parejas que viven en este estado se están convirtiendo en una verdadera epidemia. Peor aún, la sociedad se desensibiliza a creer que esto es normal y que está bien. Detrás de las escenas en este escenario no se encuentra otro que no sea el diablo, ¡el mentiroso!

2. Uniones del mismo sexo.

A pesar de que las uniones homosexuales han sido legalizadas, eso no significa que sean correctas. Como en el caso del aborto que fue legalizado en los Estados Unidos en 1973, no significa que las uniones del mismo sexo legalizadas sean morales.

Lo que es legal no siempre es moral.

La Sagrada Escritura nos enseña que volviendo al Libro del Génesis que Dios creó al hombre ya la mujer, Adán y Eva, y dijo que un hombre debe dejar a su padre y a su madre para unirse a su esposa:

“Lo que Dios ha unido, entre hombre y mujer, no deje que nadie se separe” (Génesis 3).

Detrás de esta mentira de las uniones del mismo sexo está el diablo.

3. Adulterio.

En el Sermón del Monte Jesús elevó el amor, la fidelidad y la pureza a un nivel mucho más elevado. Jesús dijo:

“Tú lo has escuchado: No cometerás adulterio. Pero yo les digo que todo aquel que mire a una mujer con lujuria, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”(Mateo 5, 27-28).

Una de las interpretaciones modernas de este pasaje, en relación con el Sacramento del Santo Matrimonio, es que aun cuando un hombre casado no cometa el acto de adulterio físico con otra mujer, todavía puede cometer adulterio de otras maneras, a través de sus ojos, en su mente y en las profundidades de su corazón.

Por supuesto, una de las formas más comunes de adulterio moderno es la de hombres casados ​​(y a veces mujeres) que ven pornografía. Más allá de la sombra de la duda, esto se está volviendo más y más común, causando estragos y destruyendo familias.

Una vez más, detrás de gran parte de la industria del porno no está simplemente un diablo, ¡sino una enorme multitud de demonios! Una de las frases más comunes que trata de minimizar la gravedad de ver la pornografía, especialmente en los hombres, es la siguiente: “Bueno, los niños serán niños. Los hombres serán hombres”.

Al mismo tiempo, las familias están siendo destruidas y los niños están siendo gravemente heridos y marcados por esto durante toda su vida.

4. No estar abierto a la vida.

Hace años las parejas se casaban y anhelaban que los niños vinieran lo antes posible. Las parejas con 6, 8, 10 o 12 hijos eran casi la norma. Este siempre era el caso, incluso si económicamente la pareja no tenía una abundancia.

Hoy en día es todo lo contrario. Las parejas se casan y su mentalidad es cómo podemos evitar tener hijos.

Para muchos, la filosofía es como tal: Tengamos nuestro hogar, nuestro nuevo automóvil, nuestra televisión de pantalla grande, nuestro yate, nuestro centro vacacional, y después de que todos estos bienes materiales sean comprados, entonces puede ser hora de tener un hijo o una niña. Dos, como mucho.

En una sociedad saturada por el materialismo, el hedonismo, el egocentrismo y el utilitarismo, la cosa prevalece sobre traer al mundo una nueva entidad con un alma y una existencia inmortal que llamamos persona humana.

Esta atmósfera anticonceptiva y anti-vida es promovida y cultivadapor el diablo. Nuestro Dios es un Dios de vida. El diablo es un mentiroso y un Asesino desde el Principio.

5. Falta de comunicación.

Debe decirse, a nivel social, que muchas parejas, desde el comienzo de su matrimonio, nunca aprendieron realmente a dialogar. Nunca aprendieron el importante arte de la comunicación.

La comunicación es un arte con el que ninguno de nosotros nace. Debe ser aprendido. Por lo tanto, antes de llegar al día de pronunciar la fidelidad en los buenos y malos tiempos, en la salud y en la enfermedad, en las riquezas y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe, las parejas deben ser conscientes de la extrema necesidad de comunicarse, del arte de la comunicación, y hacer todo en su poder para nunca renunciar a esforzarse por mejorar en sus habilidades de comunicación.

Incluso en este proceso, el diablo puede actuar como un gusano en el camino de las vidas de las parejas para bloquear la comunicación de las siguientes maneras:

  • El diablo puede convencer a una pareja de que es mejor no hablar para evitar conflictos.
  • El diablo puede tentar a una pareja a pronunciar palabras hirientes que actúen como picaduras de abejas.
  • El diablo puede trabajar de tal manera que uno puede querer hablar de todo y el otro no quiera decir nada.
  • El diablo puede convencer a una pareja de evitar hablar con Dios. En resumen, Dios ayuda a las parejas a comunicarse bien.
  • Por último, el diablo puede mover a una pareja a hablar más a otra persona(exes o incluso nuevos “amigos” del sexo opuesto) que a su propio cónyuge, en gran detrimento de su matrimonio.

En conclusión, incumbe a todos los cristianos ser muy conscientes de las obras del diablo, quien está empeñado en destruir a la humanidad. Uno de sus primeros ataques es sobre la Institución de la Familia, la cuna del niño, la Iglesia Doméstica y el futuro de la humanidad.

Volvamos a la Sagrada Familia: San José, María y Jesús, rogamos su intercesión ayudándonos a ser conscientes de los astuciosos ataques del diablo, ayúdanos a rechazar sus tentaciones y a fomentar todo lo puro, noble y digno de alabanza.

Artículo publicado por Píldoras de fe

Sobrevivir para contarlo

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Testimonio de Immaculée Ilibagiza, sobreviviente de la masacre de Ruanda (2009).

https://www.youtube.com/watch?v=xjdFDG4NXlA

Ocho veces fue al mismo lugar a pedir trabajo pues no tenía dinero para ir más lejos.

LIBRO: Immaculée Ilibagiza, Sobrevivir para contarlo.  

Las personas se asombran de cómo puede sonreír.

Si quiero a Jesús, ¿por qué me cuesta entregarme a Él?

Le quiero a Él desde que me encontré con Él en medio de mi vida y le dije que sí entre lágrimas, conmovido…

Hoy Jesús me invita a seguir sus pasos: Entonces dijo Jesús a sus discípulos: -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Me hace ver que soy yo el que quiero seguirlo. Yo el que decido. Yo el que elijo.

Pero, ¿es eso verdad? Es cierto que le digo que sí con los labios. Le susurro que le quiero y que estoy dispuesto a darlo todo por ser fiel a su amor. Pero luego hago cálculos humanos. Echo el freno a mis ansias por miedo a perderlo todo. Me pongo límites para no entregarme por completo.

Quiero seguirlo a Él, a Jesús, es verdad, porque le quiero como es, como se ha mostrado en mi vida. Le quiero como aquel ante el que me emociono al pensar en sus pasos por los caminos entre los hombres. Me emociono al oír su voz en medio de la noche, al revivir sus palabras dichas en mi alma como un susurro. Tiemblo al ver sus milagros e imaginar su llanto.

Le quiero a Él desde que me encontré con Él en medio de mi vida y le dije que sí entre lágrimas, conmovido. Le quiero a Él porque vino a mi indigencia cuando estaba perdido y le dio sentido a mis pasos. Le quiero a Él, en su cuerpo herido por nosotros, en su vida entregada por mí.

Es cierto, le quiero, no lo puedo negar. Y por eso, porque el amor tiene esas cosas, quiero estar con Él siempre, cada día, cada noche. Es lo que tiene el amor verdadero. Que lo quiere todo y no se conforma sólo con los restos.

Pero a veces mi amor se tambalea y sufre cuando dejo de notar sus pisadas en mis pasos. Se enfría algo cuando su voz parece más débil, o quizás soy yo que no la oigo. Y me da miedo entonces haber confundido la senda emprendida un día cuando el corazón ardía lleno de fuego.

Es como si se debilitara el fuego en mi interior, ese fuego que Jesús encendió una noche en mi alma con sus manos. Y no me emociono tanto. O ya no tiemblo como el primer día. Y el sí, quiero que brotó tantas veces de mis labios se debilita de pronto como una silueta dibujada sobre un mar embravecido.

Apenas distingo mi amor que es verdadero. Y el fuego es sólo humo, o tal vez brasas. Y es por Él por quien estaba dispuesto a dar la vida. Y sigo dispuesto. Lo vuelvo a afirmar. Es Jesús aquel a quien quería seguir a cualquier parte del mundo cuando comencé el camino.

Hoy me detengo de nuevo ante Jesús. Lo miro en esa imagen suya que me conmueve, la de aquel cuadro de Rembrandt, el Cristo vivo, en el que vi sus rasgos.

O lo miro crucificado en ese Cristo roto que siempre me acompaña. Los brazos heridos. Y las piernas. La lanzada abriendo un río de vida de su costado.

O me detengo ante su icono que recoge su faz llena de esperanza. Lo miro a Él en lo hondo de mi alma donde ha querido tantas veces hacer su morada. Y donde tantas veces ha dejado impresa su imagen para siempre.

Lo miro en sus palabras que recrean en mi imaginación lugares que he pisado y he vivido como lugares santos. Allí donde Jesús habla otra vez ante mi vida y me dice, y me pide, y me abraza.

Y soy yo el que escucha sus palabras y contempla sus milagros. Y me conmuevo al ver a aquel a quien tanto amo. ¿Quién es para mí Jesús sobre el polvo del camino? Sigo su rastro y vivo de su amor. De su agua que sacia mi sed infinita. Él me acompaña. Porque su alma da vida a mi alma. Y en su herida caben mis heridas.

Quiero seguir sus pasos firmes. Acercarme por la espalda para tocar siquiera su manto esperando algún milagro. Quiero llamarlo en la noche cuando la tormenta arrecia en el lago lleno de miedos. Y hacerlo con una voz suave, como la misma brisa. Y despertarlo cuando parece que las olas en mi vida son más poderosas y todo está perdido.

Lo busco oculto entre los hombres. Lo sigo. Pero no sé bien si siempre querré seguirlo a Él negando mis propios deseos. Soy tan débil. No sé si seré capaz de ser fiel siempre dejando a un lado mis proyectos. Renunciando a mí mismo por amor a Él. Por el deseo pequeño y grande de pasar con Él la tarde entera. Recordando la hora exacta de ese encuentro.

¿Puede haber algo más grande que perder el tiempo a su lado? La tarde entera. Un día tras otro sin un lugar donde reclinar la cabeza. Una vida sin pescas milagrosas, sin curaciones, sin muchas palabras. En el silencio pálido de un atardecer sobre el mar, en el que las olas se vistan de rojo y se calmen al caer la tarde. Y así, algo callado, seguir sus pasos siempre, en esos momentos rutinarios, llenos de tedio.

Por eso quiero repetir las palabras que un día encendieron mi alma. Las palabras de fidelidad, de amor verdadero, que despertaron mi corazón para siempre. Sí, quiero seguir sus pasos. Quiero seguirlo a Él. Enamorado como lo estuve el primer día. Con ese mismo amor que nadie puede quitarme. Porque Él lo puso en mi alma sin que yo me diera cuenta. Casi siendo niño.

Quiero seguir a Jesús vivo. A Jesús que me quiere como soy en mi indigencia. Y me ama hasta lo más profundo de mi ser. Hoy lo vuelvo a decir ante su imagen viva. Quiero ser fiel en ese seguimiento aunque seguirlo suponga negarme a mí mismo. Me cuesta tanto negarme algo que deseo. Lo sé. Miro la vida y quiero vivir mil vidas. Miro mi carne y la protejo del dolor.

Y Jesús me pide dejar de lado mis caprichos y ambiciones. Cargar con esa cruz que es mi vida tal como es hoy. Ni más ni menos. Tal como es, con su dolor y su polvo. Con su pesar y sus sueños. Cargo mi vida llena de cruz y de anhelos. No la dejo de lado. Tomo mi cruz llena de vida y esperanza.

Quiero hacerlo todo nuevo en mi interior. Quiero mejor que lo haga Dios en mí, porque es Él quien sabe hacerlo. Quiero seguirlo. Me lo repito a mí mismo para no olvidarme nunca de mi más original deseo. Deseo estar con Él aunque ese deseo me cueste la vida. Aunque me pese la carga que llevan mis hombros.

Es todo tan fácil cuando no hay nada que se oponga a mí mismo. Nada que suponga renuncia y entrega. Nada que traiga consigo dolor y sacrificio.

Pero cuando tengo que negarme a mí mismo, sufrir y echar de menos, padecer por otros, experimentar la ausencia de lo que amo, sufrir el desprecio y la deshonra. Entonces, cuando la cruz pese, tal vez no sea tan sencillo decir que sí con el corazón, con el alma, desde lo más hondo de mi ser. Cuando tenga miedo es cuando podré ser valiente.

En esos momentos en los que cargo mi vida sobre la espalda quiero repetir mi sí. Es lo que quiero. Seguir sus pasos por las cumbres más altas, por las noches más oscuras, bajo la cruz pesada de mi vida en ese momento. Es eso lo que de verdad deseo, sin miedo a la noche. Por eso le sigo.

Dejo atrás mis sueños humanos de gloria y éxito. Y aparto a un lado mis razonamientos tan de hombre, tan poco divinos. En verdad pienso tantas veces como los hombres, y no como Dios. Y me da miedo todo lo que veo. Pero yo confío.