Desde la primera ecografía hasta el día de su boda. Por el camino el primer baño, su primer biberón, los primeros pasos y los festivales del colegio.
Si algo caracteriza a los niños de esta generación es su sobre exposición en redes sociales. Y por la misma regla de tres, si algo define a los padres en este momento concreto de la historia es la “costumbre-necesidad” de compartir los momentos mas significativos de la vida de sus retoños.
De ahí el término “shareting” y la advertencias de los expertos, que señalan que a menudo se cruzan las líneas rojas y nos olvidamos de que también ellos tienen derecho a que se respete su intimidad.
Los padres a menudo nos dejamos llevar por el primer impulso y no queremos desaprovechar el filón que supone la gracia de nuestro peque o la ternura de una foto, para conseguir un montón de “likes”.
Para mí la clave está en:
- No airear las miserias, sino aquello que puede aportar algo a otras familias.
- No abusar del uso de fotografías en las que aparezcan los niños.
- Aprovechar las opciones que las redes sociales dan para crear foros cerrados de manera que controlemos el mayor control posible sobre el contenido que compartimos.
- A partir de determinadas edades, y según casos, consultar a los menores. Sé por experiencia que a menudo ellos ven problema, donde nosotros solo vemos una historia sugerente que puede ser de interés para otros que viven situaciones parecidas a las nuestras. En más de una ocasión, después de tener “el post” escrito, he tenido que descartarlo después de pasar su filtro y encontrarme con un “mamá por favor eso no lo cuentes”. Pues si ellos no quieren que lo cuente, no hay nada más que hablar.
De todas formas, consejos aparte; si hay algo que no tolero es que me intenten convencer de algo con el miedo como arma. Una cosa es advertir sobre los riesgos e invitar a la gente a ser prudente y otra hacer creer a los padres que publicar una foto es pecado mortal. Nunca hemos tenido control absoluto sobre la imagen de nuestros hijos, ni nunca lo tendremos. Antes de la existencia de las redes sociales tampoco. Y una cosa es contarlo todo a todas horas y publicar fotos suyas a diario y otra volvernos locos, por ejemplo, ante la posibilidad de que les hagan una foto en un festival del colegio, como sucede a veces. Personalmente, este tema intento tomármelo, con tanta sensatez, como tranquilidad.
Como madre y bloguera me encuentro a diario ante el reto que supone encontrar el equilibrio, trabajando en algo en cuyo beneficio creo, sin causar perjuicio alguno a quienes más quiero. Y he de decir que no hay cosa que les haga a mis hijos más ilusión y que suponga a veces hasta un estímulo, que descubrir que les dedico un post.
Dejar por escrito las cosas importantes que nos pasan en familia supone una ayuda para que cuando ellos lo leen se den cuenta de dónde queremos poner el acento en casa. Mi hija mediana se emocionó hace unos días cuando leyó el post que escribí de su Primera Comunión. No decía nada que no hubiéramos hablado antes ella y yo el día de la celebración, pero con las prisas las palabras pierden solemnidad; parece que se las lleva el viento, como se suele decir. Dejar estas reflexiones por escrito -siempre que no crucemos las líneas rojas- nos ayuda a darnos cuenta de todo lo bueno que nos sucede, mientras creamos comunidad, también en las redes.
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