Datos del «milagro» de los pastorcitos y del viaje papal

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Ya está todo preparado en Fátima para el centenario de las apariciones y la visita del Papa

Este viernes el Papa Francisco llegará a Fátima en una visita histórica en la que conmemorará el centenario de las apariciones de la Virgen María y donde canonizará a dos de los tres videntes, los pastorcitos Francisco y Jacinta. Mientras tanto, avanza el proceso de canonización de sor Lucía, cuya causa ya se encuentra en Roma.

Ya está todo preparado para una cita mariana que llevará al santuario portugués a más de un millón de peregrinos llegados de todos los rincones del mundo y entre los que habrá miles de españoles. Precisamente, la delegación de la Iglesia española estará encabezada por el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Ricardo Blázquez, aunque otros obispos ya han confirmado su asistencia acompañando a sus diocesanos, como el caso del arzobispo de Madrid, el cardenal Osoro.

Primeros detalles del milagro que hará santos a los pastorcitos

En la ceremonia de canonización de los dos pastorcitos estará el niño fue curado gracias a su interecesión y por cuyo milagro serán declarados santos este sábado 13 de mayo, festividad de la Virgen de Fátima.

Aunque se mantiene en secreto la identidad de este niño curado en 2013 ya se empiezan a conocer más detalles del milagro. Cuando tenía 6 años este niño brasileño sufrió una caída desde una ventana y quedó en coma, tras sufrir una lesión cerebral severa.

Ante esta situación, los padres de este niño rezaron a Nuestra Señora de Fátima por la curación de su pequeño y de manera inexplicable para los médicos, el niño se recuperó y a los tres días fue dado de alta y pudo volver a casa.

Este adolescente, del que se informará de su identidad más adelante, estará presente en la Eucaristía que presidirá el sábado el Papa en Fátima participando en la procesión del ofertorio. También estarán en el ofertorio la familia de un vigilante del Santuario que es argentino y se llama Jorge, al igual que el Papa Francisco.

Más datos sobre la celebración del centenario

Durante la Eucaristía con el Papa en el presbiterio le acompañarán ocho cardenales y 73 obispos y arzobispos y concelebrarán con Francisco el cardenal Patriarca de Lisboa y el obispo de Leiria-Fátima.

La imagen de la Virgen de Fátima será portada por los cadetes de la Academia Militar portuguesa en una procesión de entrada de la Misa en la que también irán las reliquias de los dos futuros santos, que serán acompañadas por dos decenas de niños.

La Eucaristía será celebrada en portugués pero la segunda lectura será proclamada en español mientras que la oración de los fieles será leída en portugués, italiano, inglés, polaco y árabe.

La bendición con el Santísimo Sacramento

Uno de los momentos más entrañables de la misa se producirá, según la organización, tras la comunión. En ese momento, la Custodia de la Bendición de los enfermos será llevada al altar. Francisco dejará la presidencia en ese momento y hará un momento de adoración antes de dirigirse a los enfermos.

Con la custodia en las manos, y en un acto que ha querido hacer el propio Papa personalmente, se dirigirá a la zona destinada a los enfermos para darles la bendición con el Santísimo Sacramento, y luego lo hará con el resto de fieles.

Indulgencia plenaria

Este miércoles en la Audiencia General el Papa ya hablaba de esta visita y explicaba a los fieles en la Plaza de San Pero que “el próximo viernes y sábado –Dios mediante– iré como peregrino a Fátima para confiarle a Nuestra Señora el futuro temporal y eterno de la humanidad, y suplicarle que obtenga las bendiciones del Cielo en su camino”.

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Además, Francisco ha ordenado la concesión de indulgencia plenaria por el Año Jubilar en Fátima. El santuario portugués ha explicado las tres posibilidades posible:

A los fieles que visiten en peregrinación el Santuario de Fátima y participen devotamente de alguna celebración o oración en honor de la Virgen María, recen la oración del Padre Nuestro, reciten el Símbolo de la Fe (Credo) e invoquen a Nuestra Señora de Fátima;

– A los fieles que visiten devotamente una imagen de la Virgen de Fátima expuesta a la veneración en iglesias, capillas o lugares adecuados en los días del aniversario de las Apariciones (día 13 de cada mes, de mayo a octubre de 2017), y allí participen en celebraciones o oraciones en honor de la Virgen María, recen la oración del Padre Nuestro, reciten el Símbolo de la Fe (credo) e invoquen a Nuestra Señora de Fátima;

– A los fieles que por razón de edad, enfermedad o graves motivos no puedan moverse, estén arrepentidos de sus pecados y tengan la firme intención de poner en práctica, tan pronto como sea posible, las tres condiciones indicadas ante una pequeña imagen de la Virgen de Fátima; y en los días de las Apariciones, se unan espiritualmente a las celebraciones jubilares, ofreciendo con confianza a Dios misericordioso, por medio de María, sus oraciones, sufrimientos y dificultades.

Puede obtener más información en el documento en español hecho público por el santuario pinchando AQUÍ.

Grandes medidas de seguridad

Las autoridades portuguesas han blindado el santuario ante posibles ataques por lo que habrá mucha seguridad, incluso inhibidores de frecuencia y numerosos controles de tráfico y documentación.

Las autoridades han informado que desde este miércoles el paso fronterizo entre la provincia de Pontevedra y Portugal se limitará al puente internacional y al antiguo puente Tui-Valença, en este caso para peatones, ciclistas y ciclomotores  hasta la medianoche del sábado.

En estos dos puntos se restablecerán los controles documentales, en tanto que el resto de pasos fronterizos en la provincia de Pontevedra permanecerán cerrados durante este periodo: Goián-Vilanova de Cerveira, Salvaterra do Miño-Monçao y Arbo-Melgaço, informaron fuentes de la Guardia Civil.

Vea aquí todo el programa oficial de la visita del Papa a Fátima

En Fátima también San José se apareció en el Milagro del Sol de 1917

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Cien años después de las apariciones de Fátima, cientos de miles de niños, incluso millones, se crían en el Occidente rico sin un padre, o viéndolo sólo de vez en cuando, o de lejos. Si 1917 dejaría a muchos niños sin padre debido a los caídos en la Primera Guerra Mundial, en nuestra época los padres varones se hacen “invisibles”: abandonan el hogar, o no llegan a casarse, o son inmaduros y se desentienden, o a veces es la madre de los niños quien no les deja tratarse con sus hijos. A veces también es la emigración una causa de esa ausencia. El siglo XXI es un siglo de padres varones ausentes.

También respecto a esto Fátima tiene un mensaje profético, de transformación, porque cuenta la vidente Sor Lucía en sus “Memorias” que el día del Milagro del Sol en Fátima, el 13 de octubre de 1917, se apareció San José junto a la Virgen y el Niño, al final de las manifestaciones de esa ocasión.

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El periódico laicista O Século se hizo eco del día del Milagro del Sol en Fátima

Más allá del debate sobre si el sol danzó, si el calor secó las ropas milagrosamente cuando unos minutos antes todos estaban empapados, si hubo una señal en el cielo que vieron miles de asistentes, como reflejó el periódico laicista “O Século”, la visión de San José con la Virgen y el Niño es un manifiesto a favor de la familia.

“Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz”.

Por “vemos” se entiende que Sor Lucía, que escribe ya siendo religiosa, entre 1931 y 1945, se refiere a ella y los otros videntes, Francisco y Jacinta Marto, que el Papa Francisco canoniza en su viaje a Portugal cien años después. Fue, por lo tanto, una visión de los tres pastorcillos videntes.

San José, Fátima y la paternidad
El sacerdote Joseph Cirrincione, estudioso por más de 40 años de las apariciones de Fátima, detalló en su librito de 1989 St. Joseph, Fatima and Fatherhood que las apariciones son un importante recordatorio del papel crucial de la paternidad.

“La paternidad de San José, como con todos los padres humanos, es el reflejo en una criatura de la paternidad de Dios Padre. La visión de San José y del Niño Jesús bendiciendo al mundo, con María al lado del sol, que no ha dejado su lugar, es la seguridad de Dios de que, aunque el hombre pueda rechazarlo, Dios nunca rechazará al hombre”, enfatizó.

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Cuando la pacífica escena familiar es interrumpida por los giros del sol durante el Milagro del Sol, Cirrincione cree que se trata de “un presagio siniestro de las consecuencias para el mundo, que seguramente se sentirán si la verdadera paternidad de Dios y el tradicional papel fuerte del padre de la familia son rechazados por la humanidad”.

“El Milagro del Sol representa no tanto una amenaza de males venideros, sino un presagio del destronamiento de Dios Padre y una indicación de las terribles consecuencias que seguirán”, resaltó.

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Cirrincione explicó “que la paternidad humana, como reflejo de la paternidad de Dios, fue diseñada para ser el pilar de la familia” y que la “desaparición de la estima por la paternidad ha llevado al colapso de ese pilar y a la desintegración de la familia”.

El papel de un padre
Mike Wick, casado y con cuatro hijos, director ejecutivo del Institute on Religious Life, un apostolado que promueve y apoya el crecimiento, desarrollo y renovación de la vida consagrada, en el National Catholic Register consideraba que la presencia de la Sagrada Familia en la última aparición de Fátima es un “recordatorio oportuno” de que la Iglesia debe ser “la familia de Dios”.

“Esto reitera la importancia del papel de San José dentro de la Iglesia. Dice tanto para nuestro mundo de hoy. Es el gigante silencioso, el amigo olvidado que está constantemente presente”, añade.

“San José, que es jefe de la Sagrada Familia, nos da una gran instrucción sobre el plan de Dios”, constata.

Un cáncer, una muerte y un milagro maravilloso

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“Sé que tú me ayudarás a morir”, me predijo

 

Conocí a Lali en el trabajo. Tenía 33 años y era secretaria de dirección. Empezamos a conocernos, nos hicimos amigas, íbamos a comer juntas o compartíamos café en los descansos. Poco a poco, fuimos abriendo nuestros corazones. Ella empezó a explicar sus creencias espirituales: la cábala, las energías, el reiki, los viajes astrales, la astrología,… Yo le expliqué las mías: un Jesús que ama, que redime, que acepta, una Madre que acoge, una Iglesia abierta a todos y a la misericordia… Hablábamos con respeto, escuchándonos una a otra, sin pretensiones de convencimiento, sin juzgarnos, con interés.

Me habló de su vida difícil. De su padre borracho y maltratador. De su madre sufriente y depresiva que se suicidó. De su hermano menor que ahora era drogadicto y estaba ingresado en prisión. De su hermana que al cumplir los 18 años se fue a vivir con su novio y rompió lazos con la familia porque deseaba separarse de esa corriente de autodestrucción.

De cómo ella a los 18 años empezó a trabajar y se llevó sus hermanos menores a vivir con ella porque estaban desatendidos por el padre, los volvió a escolarizar, les enseñó modelos de higiene, les dio amor y cariño.

De cómo su padre volvió al cabo de los años, enfermo de cirrosis y ella lo cuidó hasta que murió a pesar de que había sido la causa de la desgracia familiar. De cómo ahora había encontrado una estabilidad profesional y personal, de su compañero de vida, de sus amigos.

Y de repente llegó el cáncer de estómago. Solo uno de cada tres sobrevive los 5 años, le dijeron. Lali era luchadora, la que más, y se compadeció de los otros dos porque ella era la que iba a sobrevivir, dijo. La operaron, pasó por una quimioterapia muy dura y volvió al trabajo.

Y al cabo de unos meses el cáncer volvió y ya no tenía cura. Tenía 35 años. Volvieron las sesiones de quimioterapia, sin ningún resultado y llegó un momento en el que ya no se podía hacer nada más e ingresó en una Unidad de Cuidados Paliativos.

Lali decidió que no quería que sus últimas semanas de vida fueran un paseo de personas que fueran a despedirse de ella, ni que todo el mundo viera cómo se iba consumiendo hasta morir. Eligió a unos 5 ó 6 amigos para que la cuidaran. A mí me sorprendió estar entre el grupo de elegidos, porque éramos compañeras de trabajo más que amigas y personas de su círculo más íntimo no pudieron despedirse de ella.

“Sé que tú me ayudarás a morir”, me predijo.

A mí me tocaban las noches. Unas noches eternas en las que hablábamos sin cesar de la vida, de la muerte, de qué hay más allá, de cómo hay que morir, del amor de Dios, de la reencarnación, de la resurrección.

Yo le hablaba de ese Dios que la amaba con infinita ternura, que no juzgaba, que no imponía miedo, que la esperaba con los brazos abiertos. Del Padre que quiere estrechar de nuevo a su hija, del Amigo que quiere compartir con ella su vida eterna, del Espíritu que la acompañaría en su camino al cielo. Ella escuchaba.

Pero durante el día, sus amigos volvían con mensajes de energías, fuerzas y astros.

No le impuse nunca nada, simplemente hablábamos y nos escuchábamos. Hasta que un día ella misma me pidió que me asegurara que no moriría sin confesarse. Sin embargo, me pidió esperar un poco porque tenía mucho dolor y prefería confesarse cuando tuviera el dolor controlado.

Pero la manera de controlar el dolor era con morfina y Lali fue entrando en una especie de doble vida y nebulosa donde cada vez era más difícil conversar con ella. Yo intuía que por muchas ganas que yo tuviera de que se confesara, era necesario que ella lo pidiera y lo deseara de verdad, que era necesario tener paciencia.

Cuando ya no podía casi ni hablar, lo propuse a los amigos y familiares, que se negaron en redondo porque no creían que fuera bueno y la asustaría.

Lali llegó a un punto en que prácticamente solo le funcionaban el corazón y los pulmones. Los médicos no podían comprender ya no cómo no estaba en coma, sino cómo no estaba muerta.

La última noche que pasé con ella intuí que era la última. Lali ya no hablaba, solo respiraba. Pasé la noche rezando.

Le dije a Dios que no podía hacer ya nada más, que era yo sola contra un grupo más numeroso de personas que vetaban la presencia de un sacerdote, que no podía luchar más, que había fallado, que no había sabido hacerlo mejor, qué sólo Él podía obrar el milagro.

Recé un rosario tras otro, pedí continuamente la protección del manto azul de María para que la protegiera de cualquier influencia externa que le impidiera llegar al cielo… y no paré de hacerle la señal de la cruz en la frente.

Por la mañana me fui, desanimada, triste, sabiendo que ya no podía hacer nada más, que se iba a morir sin haberse confesado, pero con la confianza de que la misericordia de Dios era grande y que Él iba a contemplar la capacidad de ofrecer amor que había demostrado en su vida.

Al cabo de unas horas me llamaron sus amigos. ¡Lali había pasado la mañana cogiéndoles la mano y guiándoles para que le hicieran la señal de la cruz en la frente! Aunque eran contrarios a la presencia de un sacerdote, habían interpretado que con ese gesto Lali pedía una confesión. ¡Alucinante!

Rápidamente fui con un sacerdote amigo al hospital. Al llegar, el sacerdote hizo salir a todo el mundo. Yo también hice el amago de salir, pero él me invitó a estar, a pesar de que era una confesión. “Te mereces vivirlo”, me dijo. Al entrar le dije: “Lali, ponte guapa que vengo con una persona especial, vengo con el sacerdote del que hablamos para que te puedas confesar”.

No sé de dónde sacó las fuerzas para sentarse, abrió los ojos como platos, consiguió sacar una sonrisa de oreja a oreja de su cara. Fue impresionante. ¡Estaba tan débil!

El sacerdote le preguntó “Lali, ¿sabes que Dios te ama?”. “¡Me ama tanto!”, contestó.  “¿Amas tú a Dios?”. “Lo amo con locura”, contestó con un hilo de voz. “Te arrepientes de tus errores?”. Lali ya sin voz asintió. “Dios te ha perdonado de todo, ahora puedes descansar”. Lali cerró los ojos, cayó sobre la almohada y entró en coma. Al cabo de un par de horas murió.

Te quiero así como eres

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Luce Caponegro, en arte Selen, ex reina del porno italiano en los años noventa cuenta el diálogo con su hijo Gabriele

Una lección difícil de olvidar. Lo cuenta al Corriere della Sera (5 de mayo) Luce Caponegro, en arte Selen, quien en una época fuera reina del porno y ahora madre de dos hijos.

La vida “normal” de Luce

Han pasado casi veinte años desde que dejó de ser estrella porno -que muchos consideraban la heredera de Moana Pozzi- pero una opción tan extrema como esa deja señales profundas.

A los hijos se les deben dar valores y alas. Yo tuve valores. Al buscar protegerme me ahogaron. Yo era la clásica buena chica que hacía danza y andaba a caballo. A mi papá le gritaba ‘sucio capitalista’. Me rebelé cuando me enamoré a los 15 años de una persona que desvió una existencia que parecía ya estar escrita“.

El encuentro con el porno

“Apenas cumplí la mayoría de edad -recuerda- dejé todo lo que tenía, incluidos los vestidos. Me fui a recorrer el mundo, India, Pakistán, autostop y sacos de dormir. Esa historia duró 17 años, se volvió mi agente en el porno. El aliciente fue la curiosidad en relación a la sexualidad. Había un componente de exhibicionismo”.

“Mamá, ¿has cometido errores alguna vez?”

El segundo de sus hijos, Gabriele, supo del trabajo de su madre de una forma inconveniente: por los amigos de escuela que habían visto esas viejas películas en Internet.

Fue él quien la enfrentó, con delicadeza y sorprendente madurez: “Mamá, ¿has cometido errores alguna vez?”. Todos los cometemos, le respondió ella. “¿Me puedes decir uno?”. Antes fumaba. “¿Me puedes decir otro?”. Las cartas cayeron. “Tú eras estrella porno”. No era otra pregunta: era una afirmación.

Sí, fui estrella porno, ¿te sientes herido?, le preguntó Luce. “Me quedé mal pero luego pensé que de jóvenes se cometen errores, tú eres maravillosa y te quiero así como eres”. Lo abrazó fuerte. Permanecieron los prejuicios en la ciudad, “los vivo hasta ahora, son como el veneno, fruto del miedo. Basta hablar conmigo dos minutos para que desaparezcan como la nieve al sol”.

“Hoy estoy luminosa, cristalina”

Hoy Luce tiene un centro de belleza en Ravenna. Recientemente le propusieron interpretar a una religiosa en un musical. Dijo que no, a pesar de que siempre se ha declarado una persona atenta a la espiritualidad. Pero era demasiado para su segunda vida. ¿Cómo se siente? “Cristalina, luminosa. Soy la representación de mi nombre”, Luce, una mujer que siempre ha sido ella misma.

La nota pegada en un corcho de tres migrantes salvadoreñas

 

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Historias y vida de quienes cruzan a diario la fontera del sur de Texas

Cada día, en el territorio de Texas, se vive un drama humanitario que muy pocos alcanzan a ver. Manny Fernández, encargado de la oficina de The New York Times en Houston, acaba de publicar un amplio reportaje sobre lo que viven algunos de los migrantes que cruzan desde México hacia la frontera sur de Texas, y de aquellos que mueren en el camino y no han sido identificados.

Pero también de las historias como la de tres jóvenes migrantes salvadoreñas que, en junio de 2013, tras cruzar de manera ilegal la frontera entre México y Estados Unidos, se movían a través de la maleza, desesperadas, cuando se toparon con una cabaña en la localidad texana de Encino.

No había nadie adentro y decidieron forzar la puerta. Traían 2,400 kilómetros de camino desde El Salvador. Querían llegar a Houston, pero habían abandonado toda esperanza. Llevaban cuatro días caminando. Una de ellas estaba embarazada. Ya no querían evadir a la Patrulla Fronteriza; ahora querían ser encontradas porque la salvadoreña embarazada necesitaba ayuda.

“Lo primero que hicieron cuando irrumpieron en la cabaña fue llamar a las autoridades estadounidenses. El número estaba escrito en un papel pegado a un corcho junto a la puerta. Las jóvenes se bañaron y limpiaron su ropa en lo que llegaban los agentes”, cuenta Fernández en su historia.

Antes de irse, sigue diciendo el reportaje de The New York Times, “una de las chicas agarró la hoja de papel con la lista de teléfonos. Volteó la hoja y le escribió una carta al dueño de la cabaña”. Una carta de agradecimiento. Un gesto del corazón de estas tres muchachas exhaustas, pero agradecidas de estar todavía con vida:

Disculpen por entrar a su rancho, pero fue por necesidad porque teníamos cuatro días de estar perdidas”. Perdón por destruir su puerta y por haber utilizado sus pertenencias: gracias y mil veces perdón.

Ryan Weatherston, es el encargado de la cabaña de Encino. Nunca supo los nombres de las tres adolescentes salvadoreñas. Dijo que tenían entre 16 y 18 años. Llegó a la cabaña y vio que había ropa tendida; las chicas salieron corriendo hacia su camioneta porque pensaron que era de la Patrulla Fronteriza.

“Iban camino a Houston”, dijo Weatherston. “Una estaba embarazada y ya no podía más. Ya habían llamado a las autoridades, no iban a poder seguir. Solo querían que esa chica recibiera atención médica”. La Patrulla Fronteriza llegó por ellas.

Weatherston ahora deja abierta la puerta de la cabaña.

Con información de The New York Times en español

Paradero desconocido

Las turbulencias propias de la edad dejaron a Saieda –una chica de raíces egipcias– en paradero desconocido. Tenía 18 años, deseos de encontrarse a sí misma y de quitarse el exceso de equipaje para poder volar más alto y rápido, pero no sabía cómo.

A través de sus compañeras y profesoras de colegio, descubrió su verdadera identidad en la fe católica y se bautizó. Saber que es hija de Dios le ha dejado una sonrisa permanente en el alma y en la cara.

«Dios es mi Padre que me quiere y me dice: “No pasa nada con todo lo que has hecho anteriormente. Aquí estás para recomenzar las veces que haga falta”. Eso fue para mí la primera Confesión, explica Saieda. Se trata de sobrepasar la barrera de la razón –qué hago contándole mis miserias a una persona como yo– para pensar más con el corazón: ahí está mi Padre y me voy a reconciliar con Él».

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La historia de Saieda forma parte del reportaje RESET, en el que varias personas han compartido su tiempo para hablar de su vida, de heridas, de caídas y levantadas, de eso tan humano que es errar y necesitar ser perdonado, de necesitar amar y ser amado. De la alegría de encontrar la misericordia de Dios en el “sacramento de la alegría”.