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Día: 16 de abril de 2017
Un giro en el guion
Los buenos guiones de cine tienen un momento crucial llamado “punto de no retorno” o “el momento en el que todo está perdido”. Es la escena en el que el personaje toca fondo, el público deja de comer palomitas y todo está negro, muy negro.
Así se encontraba Luisa, sólo que no se trataba de una peli. Era todo crudamente real. Sin embargo, tras una grave trance hospitalario, contra toda esperanza, salió adelante. Y Luisa quiso dar gracias. ¿A quién?
33 años hacía que no cruzaba el umbral de una iglesia. Toda una vida. Pero entró y avanzó hasta el primer banco. Apenas le importo que hubiese una Misa y que le mirasen. A solas consigo misma dejó al corazón llorar a rienda suelta. Y vaya si lloró.
Y pasó lo inesperado. El cura la vio, y como pastor que era, bajó a darle un pañuelo. Y ese gesto trajo detrás una explosión de gracia. Fue un antes y un después. Alguien más grande que ella, había cambiado el guion de toda la película.
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La historia de Luisa forma parte del reportaje RESET, en el que varias personas han compartido su tiempo para hablar de su vida, de heridas, de caídas y levantadas, de eso tan humano que es errar y necesitar ser perdonado, de necesitar amar y ser amado. De la alegría de encontrar la misericordia de Dios en el “sacramento de la alegría”.
Sexualidad e intimidad
La sexualidad afecta lo más íntimo de nuestro ser. Concierne a nuestra afectividad, a nuestra capacidad de amar, a nuestra relación para establecer vínculos con otros. Por eso la afectividad ha de ser protegida por nosotros mismos, porque no nos dejamos tocar por extraños aunque la caricia parezca tierna e inocente, ya que nuestra intimidad está reservada para un amor verdadero, no para excitar la pasión desordenada y malsana. Sólo esta capacidad de custodiarse hace posible el don de sí mismo.
La realidad es que somos frágiles, vulnerables a lo que vemos, leemos o vivimos. Hoy día está de moda ver pornografía, y la persona no advierte el daño que le puede hacer. La pornografía mata el amor. Hay quien sale avante de esta adicción, pero hay quienes caen como en un abismo. Somos de carne y hueso y sentimos, percibimos, y no siempre tenemos la fuerza para vencer los vicios y adicciones. Se necesita un gran amor a la verdad, al bien y a Dios para salir victoriosos.
¿Qué es el pudor? Es no exhibir el cuerpo, partes íntimas de él, ni la intimidad personal. ¿No sucede lo mismo con los sentimientos íntimos? Si se guardan en secreto o se confían a unos pocos, mantienen su significado. En cambio, revelados indiscretamente a cualquiera, se convierten en un objeto anónimo de curiosidad y de cotilleo. En un ensayo, Jacinto Choza hablaba de “la supresión del pudor” como uno de los signos definitorios de nuestro tiempo. Si desnudarse fuera lo normal, la vergüenza sería antinatural, pero la vergüenza es un instinto de preservación de la intimidad, no un prejuicio adquirido.
La sociedad entera tiene la percepción de que existe un límite. Pero muchos anuncios te invitan a “romper límites” e impone la falta de sobriedad o de pudor. Vivimos en una sociedad hipnotizada por el sexo. La novedad actual es que nadie de avergüenza de llevar parte del cuerpo descubierto. La trasgresión ya no se considera la ruptura de un orden profundo, indispensable para evitar precipitarse en la animalidad.
El ser humano puede quedar desprotegido, a base de desproteger el pudor, en tres campos: el lenguaje, el vestido y la casa. A través de la palabra podemos dar a conocer nuestra intimidad al mejor amigo; a través del vestido cubrimos nuestra intimidad corporal de los ojos extraños. Cuando invitamos a una persona a nuestra casa, la invitamos de algún modo a nuestra intimidad.
Y ¿de dónde proviene esta moda de tomarse a la ligera la sexualidad? En parte de las clases de educación sexual dada con programas estadounidenses. Bajo la bandera de “educación”, los llevan hacia experiencias sexuales que conducen al embarazo adolescente, al aborto, a las enfermedades mentales y físicas y/o a problemas emocionales.
Se confunde una educación sexual con enseñar erotismo, y lo que se requiere es hablar con naturalidad de la sexualidad, que se aprenda qué es la privacidad y el respeto a su propio cuerpo y al de otras personas. A los jóvenes hay que decirles que la masturbación es pésima pues los hace egoístas, y a la hora de casarse, van a buscar sólo su satisfacción, olvidando a su cónyuge.
La auténtica educación sexual, caracterizada por la formación y la información, es indispensable, pero no la explicación de todas y cada una de las técnicas sexuales, donde desaparece el amor espontáneo y sólo queda la biología. Y más aún, donde reducen la educación sexual al aprendizaje de los caminos para obtener placer, aun cuando esos caminos sean perversos.
Actualmente los jóvenes están bombardeados con imágenes de sexo, pero quizás los mayores violadores son los que les dan instrucción sexual sin una base moral. Éstos empiezan por dar una explicación de la biología humana básica, donde todo parece inocente; pero así empiezan para luego dar grandes zancadas para describir al detalle toda actividad sexual imaginable.
Actualmente las clases de educación sexual amplia o comprehensiva son una variante del abuso de niños, ya que destrozan sistemáticamente la modestia natural de los infantes, tira sus barreras protectoras contra lo obsceno. Ello viola el alma infantil. Estos grupos seducen a la gente joven para llevarles al sexo prematuro, y luego explotan esa caída dándoles los medios para que sus víctimas crezcan adictos a sexo, con justificaciones y excusas. Algunos cultivan así el futuro mercado para sus productos.
Delante de nuestros ojos desfilan todos los días hombres y mujeres vacíos de personalidad. La falta de interioridad de una persona la conduce a imitar lo que hacen los demás, a ser borrego, sin descubrir su aporte personal inédito, hecho que hace de la persona una novedad radical. A la interpelación corriente sobre qué es el sexo, cabe dar una respuesta banal, en la vía de la “química”, y cabe una respuesta rigurosa, fruto de muchas horas de estudio y reflexión.
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