Autoridad de los padres de familia

fam-574631_533517260002722_761695157_nAntes, los padres de familia educaban, con mayor o menor acierto, pero educaban. Podemos decir que en la actualidad existen muchos casos de miedo a ejercer el mando; ese temor en padres desorientados, es un fenómeno relativamente reciente. Y ese miedo tiene una estrecha relación con el deseo de no sufrir por un lado, y con la falta de información por otro. Expliquemos esto: existe un miedo generalizado al sufrimiento propio y ajeno -fruto quizá del afán de placer que nos invade-; así va ganando terreno una política de concesiones y de claudicaciones en la educación de los menores.

Aristóteles dice que el hombre feliz actuará conforme a la virtud y llevará los cambios de fortuna con sumo decoro. Escribe: “se difunde el resplandor de la hermosura moral cuando un hombre lleva con serenidad muchos y grandes infortunios, no por insensibilidad al dolor, sino porque es bien nacido y magnánimo”.

La autoridad es tema clave en educación; el problema radica en que muchos padres y dirigentes no tienen suficiente personalidad y en muchas ocasiones poseen una idea equivocada de la autoridad.

Quizá el resultado más valioso de toda educación sea la capacidad para obligarse uno mismo a hacer lo que tiene que hacer y cuando debe hacerse, le guste o no.

En vez de ofrecer una vida fácil al hijo, conviene capacitarle para una vida dura y áspera. Hay que iniciarlo, sin miramientos de falsa compasión, en los esfuerzos que probablemente tendrá que desarrollar un día.

Mientras la conducta de los jóvenes se encuentra en estado plástico, es necesario que adquieran buenos hábitos: cada pequeño acto, vicioso o virtuoso, deja cicatriz en ellos.

Falta de información

El miedo también se da en los padres por falta de información: no se sabe qué hacen los hijos en el tiempo libre o cuando no se está con ellos, y no se sabe qué se debe hacer en un mundo en constante transformación.

A ese temor a ejercer la autoridad pueden haber contribuido las telenovelas, donde con frecuencia el tema se centra en los reproches de los hijos a los padres; les culpan de sus fallos o fracasos aludiendo a errores que los padres han cometido en su educación, y no reconocen que buena parte del mal procede del propio corazón.

Paternalismo es “dar el pez y no enseñar a pescar”.

“Si una opción desafortunada significa una cierta desdicha -dice José Maria Cabodevilla-, no hay mayor desdicha para un ser humano que haberse habituado a que se lo den todo elegido”.

AUTORIDAD y PRESTIGIO

Los padres tienen autoridad por el hecho de ser padres; pero la autoridad se mantiene, se pierde o se recobra por el modo de comportarse. No será real si falta prestigio.

La palabra “prestigio” puede resultar ambigua. No es lo mismo el prestigio de un deportista, de un profesor o de un padre de familia. ¿Cómo se tiene prestigio con los hijos? por el modo de ser, esto es: por el buen humor, la serenidad y la naturalidad. Hay diferentes estilos de buen humor, pero todos se apoyan en el optimismo y en saber esperar, que se concreta en decir: confío en que podrás, espero cosas buenas de la bondad de tu corazón.

El optimismo, la serenidad y la confianza aseguran las mejores condiciones para’ actuar con firmeza y con flexibilidad, con suavidad y con fortaleza: SUAVITER ET FORTITER, como decían los antiguos romanos.

La palabra autoridad deriva de auctoritas, que significa la fuerza que sirve para sostener y acrecentar; auctor es el que sostiene una cosa y la desarrolla. La palabra autoridad ha conservado las significaciones clásicas de crédito, garantía, poder y prestigio.

Tienen prestigio los padres que son muy comprensivos y muy flexibles, pero que a la vez son capaces de mantener en lo sustantivo una línea de actuación, sin dar bandazos, graduando la exigencia según las circunstancias, sin dejar nunca de exigir y de exigirse a sí mismos la mejora.

Desprestigian la solemnidad y el dramatismo, el echar en cara, el lamentarse, los juicios temerarios y el mal humor.

La autoridad es virtud, valía, prestigio; es la ciencia y la eficacia de una persona en un asunto, reconocida por otras personas. La autoridad no es independencia, sino servicio, no es majestad sino excelencia. La autoridad pertenece al reino de la calidad.

En cuanto al modo de ejercerla, la autoridad trata de convencer, de comprobar su validez; recurre al diálogo como instrumento de gobierno y acepta, en un clima de libertad, el compromiso de cada una de las partes con la verdad.

El Trabajo del hogar

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Me sorprendió saber que la película favorita del Papa Francisco es “El Festín de Babette”; es una película sobre el servicio desprendido al prójimo, que no siempre es acorde a nuestra “reglas” humanas. Fue filmada en 1987 pero la película se ubica en 1871. Babette es empleada como cocinera en la casa de dos ancianas solteras, hijas de un estricto pastor. Babette es francesa y se gana la Lotería en Francia. Con el dinero decide preparar un banquete para los que viven en un pueblecito danés de pocos habitantes, donde vive y donde hay una gran rigidez moral pues son puritanos calvinistas. Poco a poco se va comprendiendo que en la concepción luterana del cristianismo, el gozo y el placer son vistos con desconfianza; lo material es en su mayor parte rechazado. El Papa comenta: “Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, es un anticipo del cielo”.

Un señor empezó a hacer encuestas a domicilio. A la mujer que le abrió la primera puerta le preguntó:

– ¿Cuál es su profesión?

– Es ser madre de familia.

– Mmm… Esa opción no viene considerada en la encuesta.

– ¡Ah!… Soy Doctora en Desarrollo Humano.

– Y ¿cuántos proyectos tiene?

– Tres, de lago alcance… Y ¿para qué es esta encuesta?

– Por el Día de la Mujer, para conscientizarlas de la importancia de ser mujeres.

Pues sí, todos necesitamos un hogar. Es evidente, pero no hay más que mirar alrededor para ver que cada vez faltan más hogares. Nos referimos a un verdadero hogar de familia y no a un vulgar y triste alojamiento.

En Singapur, la gente suele pasar muy poco tiempo en casa. Muchas familias comen fuera porque no hay nadie que pueda cocinar, por falta de tiempo o de conocimiento culinario. El Gobierno introdujo la campaña Cena un día en Familia, para motivar a los empleados a volver a casa temprano al menos una vez a la semana. En Singapur la mayoría de las niñas crecen sin conocer las tareas del hogar. En el Congo belga, los trabajos domésticos los hace el varón.

En China, en pocas casas saben lo que es tener “calor de hogar”, tanto porque no se come en común seguido –en familia-, como porque no se hace la limpieza como en Occidente.

Algunas mujeres deben de hacer compatible el hogar y el trabajo remunerado para salir adelante, pero otras veces, las mujeres no quieren dedicarse al hogar porque les parece monótono. No ven la proyección social de ese trabajo; no perciben que su marido y sus hijos lo necesitan para desarrollarse y ser felices. El trabajo que se realiza sólo es una manera de expresarles amor. Las cosas bien puestas hablan por sí solas. Por eso, Carlos Llano, decía, con esa pasión que le caracterizaba: El periódico, la TV, la prensa, el mercado… invaden la vida cotidiana. El hogar no debe ser sólo un refugio sino el fuego de vitalización.

La investigadora María Pía Chirinos, hace algunas consideraciones que ayudan a ver la excelencia que pueden tener los trabajos del hogar: Dice que “no se trata de que la madre de familia ‘se quede en casa’, sino de establecer que un hogar, con una familia, no puede prescindir de unos trabajos cotidianos, claramente profesionales, para el desarrollo humano de sus miembros’’. La realidad actual es que casi no hay comidas en familia, sino delante de la TV; ni cuidado de la casa ni de la ropa… Junto a la pérdida de la noción de familia, ha desaparecido la noción de hogar, y se han desprestigiado los trabajos domésticos. Muchos males de la sociedad actual radican en que la mujer no quiere atender a su familia.

Todos deseamos ser auténticos seres humanos, y para ello, hay que adquirir las virtudes de la excelencia que dependen de actividades cotidianas propias del hogar: templanza y educación en el comer, hábitos de limpieza que tanto contribuyen a la dignidad personal, etc. Las máquinas o los hoteles son incapaces de sustituir el trabajo de la casa. Es más, cuando un hotel quiere ser de lo mejor dice: “Siéntase como en su casa”, porque sólo en la casa se siente uno en confianza, amado y atendido.

Otra mujer profesionista decía: Con el ejemplo podemos hacer que la gente descubra la grandeza de la familia y del hogar; es donde se aprende a ser personas normales, a vivir las virtudes humanas: la solidaridad, el optimismo, el orden, la alegría y tantas cosas más buenas y nobles… Por desgracia, se ve que en muchos sitios la casa está completamente abandonada; pero podemos hace un trabajo imponente si profesionalizamos el trabajo doméstico.

El secreto al trabajar es poner el corazón en lo que hacen las manos. No es tanto la cantidad o el tipo de trabajo lo que cansa, sino la falta de entusiasmo y de motivación. Si cada mujer logra valorar más el cuidado de su casa, se frena el divorcio.

En el funeral de Chesterton, Ronald Knox recordó a su amigo como poeta de la sencillez profunda: “Fue uno de los grandes hombres de su tiempo; su mejor cualidad era el don de iluminar lo ordinario y de descubrir en todo lo trivial una cierta eternidad… Fue como un hombre que había dado la vuelta al mundo para ver con ojos nuevos su propia casa”.

 

Si me amas, escúchame…

La importancia de la comunicación en el matrimonio

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Si me amas, escúchame, tenemos mucho camino a recorrer para trasformar lo mío en lo tuyo y lo tuyo en lo mío, y construir lo nuestroestamos a tiempo.

Hemos engendrado un hijo, pero no nos hemos engendrado a nosotros mismos en un único nosotros, más fuerte que un tú y un yo, que aun con su intención de amar, conservan su individualidad sin dar el paso definitivo a la plena realidad del amor.

Porque no acabamos de ser absolutamente sinceros cuando decimos: nuestro amor, nuestro hogar, nuestra familia; porque nos hace falta aún morir a nuestro egoísmo, que más de una vez nos ha angustiado con los absurdos de la sospecha, el miedo, la desconfianza, el fingimiento, la manipulación.

Porque hay mucho que rectificar, trasformar, rehacer, en ese “único nosotros” y lo podemos lograr, pero… debemos escucharnos.

Por esta sublime razón te pido que aprendamos a:

No interrumpirnos, adelantarnos o adivinar lo que queremos decirnos, no juzgar de inmediato nuestras palabras, nuestras intenciones.

Respetar nuestras ideas y sentimientos, aunque parezca poco importante lo que nos decimos.

Escucharnos antes de expresar nuestras opiniones en acuerdo o desacuerdo con los puntos de vista del otro.

Además de las palabras, saber percibir nuestros gestos, los tonos de voz, nuestras miradas y ademanes; pues todo nuestro ser personal se expresa a través de nuestro cuerpo.

Hacernos sentir que tratamos de ponernos en el lugar del otro, buscando comprender sus necesidades.

Esforzarnos en que lo que realmente importa es lograr un acuerdo entre ambos, a entender y aceptar que en ocasiones, uno de los dos, por responsabilidad, no deberá ceder su postura al tener la razón.

También, aumentar la seguridad y la autoestima del otro, al aceptar con sinceridad darle la razón cuando la tiene, apoyándolo en sus decisiones.

No guardar silencio ni apartarnos, sino hacer preguntas para aclarar las situaciones y nuestros sentimientos; a ser tolerantes y no guardar reclamos sobre nuestros errores.

No ser tan susceptibles que nos ofendamos por el menor motivo y sea necesario cuidar cada palabra para hablar entre nosotros.

Reconocer los valores en cada uno, a no ser indiferentes a las cualidades de ese ser que me ama y a quien amo.

No recurrir nunca más a las amenazas, ironía, sarcasmos, a las largas letanías.

Y ser unión que se manifieste en obras, hábitos, decisiones que nos den una sola y única identidad en nuestro Ser. Para que con ilusión y eficacia hablemos de todo aquello “que nos pasa” y hace real nuestro amor:

Nuestros hijos, sus estudios, logros, disciplina.

Los intereses y anhelos de cada uno.

Los problemas financieros del hogar.

Ideales y sueños para el futuro familiar.

Nuestras responsabilidades personales y familiares.

El manejo del dinero.

La familia política.

De los problemas sociales y políticos del país.

Y tantas otras cosas.

Sobre todo, de nosotros mismos, nuestros gustos y aficiones, nuestro amor, nuestras necesidades afectivas, nuestra intimidad.

De nuestra mutua y única historia.

Amar es la trasformación de lo mío en lo tuyo y de lo tuyo en lo mío, mediante una dinámica que entrelaza no solo el reciproco obrar sino el mutuo ser varón y mujer.

Por Orfa Astorga de Lira, Máster en matrimonio y familia. Universidad de Navarra.

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