Funeral Monseñor Javier Echevarria

Retransmisión en directo – Live broadcasting

—Live transmission of the funeral mass for Bishop Javier Echevarria, which will be celebrated on Thursday December 15th at 7 pm in Rome (1 pm EDT) at Saint Eugene’s Basilica. More information.

—Retransmisión en directo del funeral por Mons. Javier Echevarría que tendrá lugar el jueves 15 de diciembre a las 19.00 h. (CET) en la Basílica de San Eugenio (Roma). Más información.

 

San Urbicio

Ex esclavo, robó unas reliquias para evitar que fueran profanadas

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Nace en Burdeos (Francia) en el siglo VIII, en tiempos en que la invasión musulmana de la península traspasa los Pirineos y llega hasta Poitiers. El joven Urbicio y su madre son apresados en una de estas correrías militares. La madre muere en el cautiverio mientras Urbicio es convertido en esclavo.

Sirve a sus amos con honradez y humildad, esperando la pronta libertad, pidiendo la intercesión de los niños santos de Alcalá, los santos [Justo] y [Pastor]. Su libertad, cuando llega, la atribuye a la intercesión de estos santos de los que se siente deudor.

Programa y realiza un viaje de agradecimiento a Alcalá y, viendo allí los peligros de profanación a que están expuestas las reliquias, las roba y lleva consigo a Burdeos. La última fase de su vida la pasa en Huesca, retirado en oración, pobreza y penitencia. Muere en el año 802.

Artículo publicado originalemte por Santopedia

Mons. Javier Echevarría: un mosaico de lealtades

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He visto ya alguna foto, difundida tras el fallecimiento en Roma del prelado del Opus Dei, en la que aparece junto a san Josemaría Escrivá de Balaguer y el beato Álvaro del Portillo. La imagen acierta a reflejar la realidad de su vida, especialmente a partir de su marcha a Roma desde Madrid, en los primeros años cincuenta.

No se me van hoy de la cabeza unas palabras de don Álvaro del Portillo, el 18 de agosto de 1990 en Solavieya (Asturias), cuando le contaba mi impresión tras el serio ataque de corazón que don Javier Echevarría había sufrido esa tarde.

Durante el camino de Solavieya al hospital, en Oviedo, fuimos casi en silencio. Sólo don Javier, de vez en cuando, decía: “Perdonad la lata que os estoy dando”. Por lo demás, estaba con buen aspecto, sereno, amable, como siempre. Cuando se lo conté a don Álvaro, la reacción del entonces prelado se resumía en unas palabras sencillas: “Será para mucho bien de la Obra”.

La vida de Javier Echevarría muestra que la fidelidad no es algo inerte o apocado, sino que se forja en recia espontaneidad y en variada iniciativa

Pensé que era un modo de sobrenaturalizar la situación, en línea con aquella jaculatoria, síntesis de un texto, que repitió mucho san Josemaría: omnia in bonum (cfr. Rm 8,28). Pero la historia convertiría esas palabras en un texto profético. La correspondiente operación y muchos cuidados, tras aquel infarto de miocardio sufrido en un hombre deportista, relativamente joven, alargaron probablemente muchos años su vida, al servicio de la Iglesia, del Opus Dei, de las almas. Cuatro años después, al fallecer don Álvaro en 1994, sería elegido para sustituirle como prelado, tarea que ha realizado a fondo durante veintidós años más; lógicamente la edad fue deteriorando su salud progresivamente, hasta morir en la fiesta de la Virgen de Guadalupe, a la que tanta devoción tuvo siempre.

Lecciones de fidelidad

Realmente, suceder a dos santos no es tarea nada fácil. Pero había asimilado durante muchos años las lecciones de fidelidad que impartía con rotunda sencillez Álvaro del Portillo. No insistiré. Resultaba obvio, y lo repetirán cuantos escriban estos días. A partir de 1972, cuando se pudieron grabar al fin en película actos presididos por el fundador del Opus Dei, me ocupé provisionalmente de la responsabilidad –no técnica– del montaje de las filmaciones. Recuerdo una de las primeras preguntas del montador, que bien poco sabía hasta entonces del Opus Dei: “¿Quiénes son esos dos sacerdotes que están tan pendientes de monseñor?”. Esta imagen reflejaba un rasgo decisivo de la personalidad de los sucesivos prelados del Opus Dei: su sentido de la fidelidad enteriza respecto del fundador, que don Javier aplicaría luego a su primer sucesor, desde su oficio de secretario general.

La vida de Javier Echevarría es un mosaico de lealtades, como no fue difícil advertir desde que le conocí personalmente un día de septiembre de 1960 en Pamplona. A esa correspondencia fiel a una inequívoca gracia divina, contribuía –pienso– su carácter abierto y extrovertido, su formación intelectual y jurídica, su personalidad enérgica y decidida. Para quienes conocimos su temperamento, resultaba claro que la fidelidad no es algo inerte o apocado; al contrario, se forja en recia espontaneidad y en variada iniciativa.

Así lo observé desde el verano de 1976, comienzo de largos períodos en que tuve la fortuna de colaborar de cerca con los dos sucesores de san Josemaría. He descrito en otros lugares detalles del cariño y afabilidad de don Álvaro. Pero no le iba a la zaga don Javier, con un sentido del humor que me recordaba sus raíces madrileñas.

En la armonía de fortaleza y afecto, de tenacidad y finura se reflejaba otro rasgo característico de su personalidad: el espíritu deportivo

Ese temple, lleno de sosiego y cariño, podría sorprender a quien sólo le hubiera visto en momentos de trabajo o en reuniones colectivas, cuando rebosaba energía y rapidez de movimientos, con sentido de la urgencia, y una gran fortaleza para perseguir los objetivos. Pero también aquí aparecía su fina delicadeza ante don Álvaro del Portillo: estaba dispuesto a cambiar cualquier plan, por ambicioso o apasionante que fuera, si el Padre no lo aprobaba. Bien es verdad –también lo he visto– que don Javier gozaba de toda la confianza por parte del entonces prelado: no en balde era desde 1975 su más firme colaborador y su apoyo más pleno.

Con el espíritu del buen deportista

Repetiré una vez más que tal vez, en esta armonía de fortaleza y afecto, de tenacidad y finura, se reflejaba otro rasgo característico de su personalidad: el espíritu deportivo. Como es natural, aparecía literalmente en los escasos ratos que podía dedicar –merecido e indispensable descanso– a jugar al frontón o al tenis. Me llamaba la atención su buen estilo, propio de quien aprendió en años mozos, pero se advertía –en 1976– que no había podido practicarlo apenas en muchos años, embebido como estaba en llevar adelante el Opus Dei, al lado de Mons. Escrivá y Mons. del Portillo.

Pero todos sus gestos eran los del buen atleta, que pone empeño un día y otro, con tenacidad y alegría, aunque no se vean los resultados: con mayor motivo, en este caso, cuando el deseo de ganar deja paso a la ilusión de que los demás lo pasen bien. Muy en concreto, lo que intentaba, por encima de todo, era que don Álvaro practicara con más facilidad el ejercicio físico que los médicos le habían aconsejado.

También aquí prescindía gustosamente de objetivos personales: como el auténtico deportista, que no busca lucimientos propios, sino el juego del equipo. Bien había aprendido la lección de san Josemaría, que señaló, entre los rasgos centrales del espíritu del Opus Dei, el ascetismo sonriente, el espíritu deportivo en la lucha por practicar las virtudes cristianas. Y, ciertamente, sin pretender nunca logros o glorias humanas, la prelatura ha dado buenos pasos adelante, al servicio de la Iglesia, en estos últimos veintidós años. Don Javier habrá recibido en el cielo la corona incorruptible a que alude san Pablo en el capítulo 10 de la primera carta a los de Corinto: como ese premio que reciben en el estadio los atletas, pero forjado antes a base de esfuerzo y entrega generosa.

Abre bien los ojos

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El otro día, caminando por el parque cerca de mi casa, entablé conversación con una señora que regularmente hace ejercicio a la misma hora que yo.

En ese momento ella tenía gran necesidad de desahogarse y me platicó lo desdichada que era en su matrimonio. De lo que me dijo, una de las cosas que más me llamó la atención fue que si ella hubiera sabido cómo era su marido antes de casarse, nunca se hubiera casado con él. Hoy ya es demasiado tarde para lamentarme. Mis hijos quieren y necesitan de su padre, dijo la mujer.

Hay que saber elegir

Algunos de los problemas que existen en ciertos matrimonios -que inclusive terminan en divorcio y, además de hacer daño a los implicados, afectan terriblemente a los hijos, quienes tienen que vivir a diario los problemas de sus padres- se evitarían si en verdad durante el noviazgo la pareja abriera muy bien los ojos.

Esto no quiere decir que el éxito del matrimonio dependa únicamente de la elección hecha antes de casarse, ya que el esfuerzo diario en mantener vivo el amor y una buena comunicación tienen mucho que ver para que una pareja viva feliz.

Hay muchos motivos por los que una pareja decide contraer matrimonio, y aunque el más natural de todos es el amor, cuando éste se ve como un mero sentimiento y no como un acto de la voluntad humana, se comete un gran error.
Cuántas jóvenes piensan que por el amor que siente su pareja hacia ellas ésta cambiará y cuando se casen, ellos dejarán de ser borrachos, parranderos, mujeriegos y no sé qué tantas cosas más.

Es muy difícil que una persona cambie si no lo decide por sí misma. Por eso, más que pensar en cambiarlo, hay que estar conscientes de las cualidades y principalmente de los defectos que tiene la persona a la que se ama, y estar dispuesto a aceptar convivir con estos defectos toda la vida.

Compatibilidad de valores

Cuando una pareja decide empezar una relación de noviazgo, es porque existe una atracción mutua. En la gran mayoría de los casos, esta atracción es física o de carácter, pero a veces se olvida analizar qué tanta atracción hay en cuestión de valores, es decir, a qué se le da una importancia real en la vida. Para ello hay que tomar en cuenta la forma en que una persona es educada y sus antecedentes culturales.

Ahora entiendo por qué mi mamá me decía cuando iba de visita a la casa de mi novio: Fíjate muy bien cómo trata su papá a su mamá, porque así te va a tratar cuando te cases.
Nada más imaginen ustedes a una joven educada de manera independiente, donde sus opiniones son siempre tomadas en cuenta, casada con un macho que piensa que la mujer está solo para servir al hombre.

Capacidad de comunicación mutua

Hay muchos novios que piensan que porque están muy enamorados y se la pasan muy bien juntos, ya se conocen lo suficiente para casarse. En realidad una vida en común es mucho más que pasar un rato agradable.

Para trazar juntos un proyecto de vida donde ambos tengan la oportunidad de desarrollarse y crecer, se necesita una gran capacidad de diálogo.

Una característica fundamental de la comunicación es compartir el mismo ideal de vida conyugal, ya que si cada cual tiene una meta diferente andará por un camino distinto.

La semilla del fracaso de muchos matrimonios se siembra desde el mismo noviazgo cuando dos se unen sin establecer claramente un ideal de vida en común.

Hay que abrir muy bien los ojos

Antes de tomar una decisión definitiva, la pareja debe abrir muy bien los ojos. Hay que conocerse el uno al otro para descubrir la enorme riqueza que cada uno lleva consigo, aceptar tanto las cualidades como los defectos, y poder ver si realmente los valores del uno son compatibles con los del otro.

Sobre todo, hay que tener la madurez necesaria para aceptar el compromiso y la responsabilidad que lleva consigo el formar una nueva familia.

Por eso este dicho popular tiene tanta razón: Antes de casarse, hay que abrir muy bien los ojos y después entrecerrarlos. Efectivamente después del matrimonio hay que entrecerrar los ojos para perdonar y olvidar y no permitir que la crítica o la censura destructiva lastimen a nuestro cónyuge.

La Guadalupana arropa al Opus Dei

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San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, falleció en Roma el 26 de junio de 1975. Aquel día celebró la Misa a las ocho de la mañana asistido en el altar por Javier Echevarría. Horas después tuvo un tertulia con un grupo de mujeres del Opus Dei, charla que no pudo terminar al sentirse indispuesto y tener que retirarse a descansar. Al llegar a su lugar de residencia pasó por el oratorio e inmediatamente después se dirigió a su cuarto de trabajo. Entró y dirigió su mirada al cuadro de la Virgen de Guadalupe que presidía la estancia y a la que había visitado en su basílica en numerosas ocasiones. Echevarría se había quedado atrás cerrando el ascensor y entonces oyó como Escrivá le llamaba desde dentro. «No me encuentro bien», le dijo y acto seguido se desplomó.

A san Josemaría le sustituyó el beato Álvaro del Portillo al frente de la institución. También el primer sucesor tenía una especial devoción por la Virgen de Guadalupe, patrona de México. En aquella tierra nació su madre, que desde pequeño le inculcó al pequeño Álvaro un profundo amor por la Guadalupana. Del Portillo acudió hasta en tres ocasiones a visitar a la Virgen Morenita. El 23 de marzo de 1994 don Álvaro murió y Javier Echevarría se convirtió en el segundo sucesor de Escrivá de Balaguer.

Monseñor Echevarría, que era el obispo en activo de más edad del mundo, nació en Madrid en 1932. En la capital conoció a san Josemaría, de quien fue secretario durante veinte años. En 1975 se convirtió en secretario general de la institución y en 1994, en prelado.

Después de 22 años de gobierno del Opus Dei, don Javier falleció este lunes, precisamente en la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe. Para Ella tuvo un recuerdo en la última carta pastoral que escribió a todos los fieles de la Obra. En la misiva, fechada el jueves 1 de diciembre, explicaba que «en la aridez de ciertas jornadas, la Virgen nos hará encontrar flores colmadas de buen aroma, el bonus odor Christi, como se narra en las apariciones de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego».

El prelado había sido hospitalizado el 5 de diciembre en el Campus Bio-Médico de Roma a causa de una infección. El cuadro clínico se complicó en las últimas horas, provocando una insuficiencia respiratoria que ocasionó el fallecimiento.

El vicario auxiliar de la prelatura, monseñor Fernando Ocáriz, pudo administrarle los últimos sacramentos pocas horas antes de su muerte, que se produjo a los 84 años de edad. Su funeral se celebrará esta jueves por la tarde, a las 19:00 horas, en Roma.

José Calderero @jcalderero

Fecha de Publicación: 14 de Diciembre de 2016