San Juan Bosco escribía: “La ocasión sólo encuentra a quien está preparado. Ten un gran ideal y ámalo, cultívalo, prepárate para obtenerlo. Y tarde o temprano, si tienes constancia y un corazón entusiasta, Dios suscitará una circunstancia, tal vez imprevista y que parecía poco probable, que hará explotar la chispa de la gran ocasión: y obtendrás tu ideal”.
No dejemos de hacer un solo día sin hacer algo a favor del ideal que nos hemos propuesto y, cuando menos lo pensemos, lo habremos alcanzado.
Nunca se hicieron cosas importantes sin entusiasmo. “Entusiasmo” significa rapto divino o posesión divina. Los antiguos griegos lo veían como un don del cielo. La gente nos ve a los ojos, hay que acariciar con la mirada. Los santos y las grandes personalidades se abstenían de acariciar con las manos, porque sabían que eso podía debilitar la voluntad, pero siempre acariciaban con su mirada; sabían mirar el rostro de las personas con amabilidad, bondad y aprecio, y eso proporciona felicidad.
La persona simpática tiene un fulgor en el rostro y va diciendo sin palabras: “Estoy contenta de tratar con ustedes; me agrada su presencia”. Ayuda tener siempre pensamientos alegres, recuerdos amenos y buenos proyectos. A esa persona le da alegría encontrarse con nosotros, y eso ayuda mucho.
Una persona con espíritu de contradicción suele molestar a todo el mundo. No hay que andar contradiciendo a la gente, diciéndole: “Usted se equivoca”; es mejor matizar nuestra opinión diciendo: “Puede ser que yo esté equivocado, pero a mí me parece…”. Así opinaremos diversamente y evitaremos la pelea.
En el consultorio de un gran psiquiatra de fama mundial hay una frase escrita: “Para qué rezar si puedo preocuparme”. Tal vez él pretende que el paciente pueda voltear la frase y decir: “Para qué preocuparme si puedo rezar a Quien tiene en sus manos todas las soluciones”.
El arma más poderosa para ganarme a los demás es amarlos, para eso es necesario morderse la lengua cuando se quiere criticar. Hay que amar a todos, también a los duros y agrios porque nadie tiene tanta necesidad de ser amados como los que no son capaces de demostrar cariño. Es de desear que no tengamos tiempo para odiar ni para recordar ofensas; sólo para amar, y recordar las cualidades de los demás. Si amo influiré enormemente en los otros. Si no amo, seré como una lata que resuena. Amar es un don del cielo que sólo se concede a quien lo pide muchas veces.
Una persona es tanto más pequeña cuanto más pequeñas son las cosas que le hacen disgustarse y andar triste. Hay que vencer la tendencia natural a venderse a bajo precio.
Eliecer Salesman dice que: “Nunca permitiré que me vuelva tan importante, tan sabio, tan reservado y poderoso, que no pueda sonreír a los demás y reírme de mí mismo. En esto tengo que ser niño si quiero ser bendecido por Dios”.
Hay dos palabras que hemos de repetir cuando se quiera ir el buen humor de nuestra vida: “Todo pasa”. Estas palabras repetidas en ocasión de malestar y disgusto, pacificarán el alma. Pasó el que hizo las pirámides, pasó el que hizo la guerra y la guerra también… y este problema mío, ¿no va a pasar también? Dios permite las purificaciones y muchas veces no sabemos por qué, como le pasó a Job, pero nos toca confiar. El “grano” de mi vida tiene que caer en tierra, en la humillación, en la fatiga, pero de allí saldrá la cosecha de mis triunfos. El grano que cae en tierra y muere, ese es el que da frutos. Estoy muriendo a mi orgullo, a mis asperezas, a mi egoísmo y esto se convertirá en cosecha de grandes ideales realizados.
La maravilla del trabajo la han valorado muchas personalidades:
– Si eres pobre, trabaja. Si eres rico, sigue trabajando. Dios vende los triunfos al precio del trabajo (Da Vinci).
– Si te abruman preocupaciones y angustias, trabaja. El trabajo aleja muchas tristezas (San Juan Bosco).
– Si tienes alegría y buen humor, trabaja. Los éxitos se logran trabajando mucho.
– ¿Sufres decepciones? Disípalas trabajando. La tristeza y la laboriosidad no logran vivir juntas.
– ¿Tienes pocas esperanzas? Dedícate a trabajar. “El Señor recompensa a cada uno según sus obras” (Salmo 61).
– Trabaja como si estuvieran en peligro tu vida y tu futuro, pues en realidad lo están. “Los que no trabajan son, por lo general, muy desdichados” (Schlinder).
– Trabajar bien, con calidad, de acuerdo con la justicia, con el fin de amar a Dios y servir a los demás. De este modo se contribuye a santificar a este mundo desde dentro. Delante de Dios lo que importa es el amor que se pone en el trabajo, enseña San Josemaría Escrivá de Balaguer.