Cuando riño a mi hijo pierdo el control, ¿qué puedo hacer?

Quien actúa así frecuentemente fue una persona maltratada en la infancia: la buena noticia es que hay terapia y que funciona

web-boy-sad-violence-child-shutterstock_177119249-smikeymikey1-aiMartin y su esposa Clara, hacían compras en el supermercado acompañados por su pequeño hijo de tan solo tres años. El pequeño quiso tomar algo de un estante que le llamo la atención al tiempo que gimoteaba; Martin le aparto la mano, lo que provoco en el niño un gesto de enojo insistiendo en tomarlo, por lo que Martín le propino un leve golpe en la mano.

El niño reacciono tirándose al suelo a gritar y patalear; por lo que levantándole, empezó a gritarle ¡cállate! al tiempo que lo sacudía de sus pequeños hombros cada vez más fuerte. Luego, cuando parecía serenarse, comenzó a palmearle la espalda, sin que el niño dejara de llorar. De pronto, las palmadas se convirtieron en violentos golpes en cuerpo y rostro sin poder contenerse hasta que intervinieron los guardias.

Este perturbador episodio de reacción violencia del padre, era uno más en la historia familiar.

Causas como el estrés laboral, frustraciones o preocupaciones económicas, no provocaban en él la tristeza, preocupación o disgusto común que puede darse en cualquier persona, sino una ira que alcanzaba intensidades perturbadoras que se volcaban en la familia al menor conflicto, y que se convertía, al ceder, en fuente de angustiosa depresión, con daños que empezaban a dejar huella profunda.

Martin, aunque de noble corazón, por momentos no se prestaba a razonamientos, pues perdía la capacidad de encontrar atenuantes en aquello que lo alteraba, era incapaz de sentir empatía. Algunas veces, en tan solo algunos instantes estallaba en cólera, en otras ocasiones, elaboraba un cumulo de razonadas sinrazones hasta sentir la irresistible urgencia del “desahogo” en el desquite. En él, la ira engendraba ira, era consciente de ello y sufría.

Muy capaz profesionalmente, en su vida laboral se desempeñaba con una imagen de hombre prudente y buen talante, sin embargo, en otros ámbitos sociales mostraba retraimiento e inseguridad. La suya era una inseguridad que partía de una inteligencia emocional deficiente, que se manifestaba negativamente en el ámbito familiar.

Su historia:

En su niñez fue repetidamente maltratado según el humor de sus padres, con muchas palizas y abusos físicos. Sus naturales reacciones infantiles, de ordinario habían recibido primero algunos gestos de “autoritario consuelo”, que al no obtener inmediata respuesta, progresaban con rapidez desde las miradas desagradables a los gritos, golpes y palizas.

Los suyos fueron unos padres que mostrándose desdeñosos, jamás respetaron sus sentimientos. Distantes, no le manifestaron afectos, ni un abrazo, ni la menor caricia. Típicamente desaprobadores, lo criticaban con la misma dureza con que lo castigaban, rechazando cualquier manifestación de emocionalidad del niño, incluyendo la alegría propia de la edad. En caso de algún enojo o señal de irritabilidad, era fuertemente reprimido, eran de esos padres que gritan con enojo al niño que intenta dar su versión de los hechos: “¡No me contestes!”

Finalmente ha recibido ayuda profesional, y a través de esta, ha identificado lo que ha de superar.

Martin gradualmente ha mejorado en sus reacciones, incluso ha empezado a convertirlas en materia de confesión, lo que también le ha ayudado mucho.

La terapia, le ha servido para enfocarse a trabajar en cinco aspectos fundamentales:

Conocer las propias emociones: tomar conciencia de sí mismo reconociendo y admitiendo la autenticidad de sus sentimientos mientras ocurren. Con una penetración psicológica y comprensión de sí mismo que le permitan autocontrol.

Manejar las emociones: no reprimirlas para quedar en un estado neutro, que en si no es bueno, sino lograr que guarden proporción con los sucesos y cumplan una función positiva.

La propia motivación: tener actividades gratificantes, creativas, que requieran una plena aplicación de sus capacidades naturales en las que desarrolle una capacidad de automotivación, y puedan distraerlo.

Reconocer las emociones de los demás: ser capaz de ponerse en el lugar de los demás, entender lo que sienten, quieren o necesitan. Esto podrá ayudarlo a comprender mejor las decisiones y reacciones ajenas.

Manejar las relaciones: ser más competente socialmente, desempeñándose con serenidad en la interacción con el demás, fortalecido por la seguridad y autoestima, al sentirse más dueño de sí mismo.

La autorregulación emocional consiste también, en reconocer cuándo una agitación crónica del cerebro emocional, puede ser demasiado fuerte para ser superada sin ayuda farmacológica, lo cual actualmente, de manera cada vez más eficaz, se puede lograr con medicamentos prescritos por el especialista.

Por Orfa Astorga de Lira

Orientadora Familiar

Máster en matrimonio y familia

Universidad de Navarra

Un Papa que imploró ayuda desde el Purgatorio

La asombrosa historia de un Papa que imploró ayuda desde el Purgatorio

Somos muchos los cristianos que iremos al purgatorio, por gracia de Jesús, para ser purificados antes de entrar en la presencia de Dios

web-fire-hell-inocenceiii-pd

El Papa Inocencio III fue uno de los papas más influyentes e importantes de su época. Fue pontífice desde 1198 hasta 1216.

Él fue quien concedió a San Francisco de Asís y su pequeño grupo de seguidores el permiso para fundar la Orden de los Frailes Menores; convocó el IV Concilio de Letrán que, entre otras cosas, en donde se definió dogmáticamente la doctrina de la transubstanciación; y él organizó grandes esfuerzos para combatir la herejía en Europa y repeler la invasión de las fuerzas musulmanas. Toda la gran energía que mostró, se debió en parte a que era inusualmente joven en el momento de su elección, apenas contaba con 37 años.

Entonces, después de más de 18 años como Papa, murió repentinamente. Pero eso no fue lo último que se supo de él.

Cuando un cristiano muere, los católicos creemos que pueden ir directamente al cielo si no tienen ningún castigo temporal excepcional por los pecados que han cometido. Pero muchos cristianos irán al purgatorio primero, en el que, por la gracia de Jesucristo, son purificados y preparados para entrar en la presencia Santísima de Dios.

La asombrosa historia del difunto Papa y su ruego

La historia cuenta que en el día en el que Papa Inocencio III murió, o poco después, apareció a Santa Lutgarda de Aywieres en Bélgica. Santa Lutgarda es considerada como una de las grandes místicas del siglo 13, conocida por sus milagros, visiones, levitación, y en particular por ser experta en la enseñanza.

Cuando el Papa Inocencio se le apareció, le dio las gracias por sus oraciones durante su vida, pero explicó que él estaba en problemas: no había ido directamente al cielo, estaba en el purgatorio, sufriendo su fuego purificador por tres faltas específicas que había cometido durante su vida.

El difunto Inocencio le preguntó a Santa Lutgarda si podría orar por él, diciendo:

“¡Ay! Es terrible, y mi pena tendrá una duración de siglos si usted no viene en mi ayuda. En el nombre de María, que ha obtenido para mí el favor de poder recurrir a ti, ayúdame!”

Como reflexión a este caso, sabemos que las almas que llegan al Purgatorio, no puede alcanzar, bajos sus propios méritos, o ayudarse a sí mismos, para salir de ese estado, sólo les queda cumplir con la pena impuesta y aceptar la purificación divina. Nosotros, los que quedamos en este mundo, podemos ofrecer oraciones y penitencias para aliviarlos, y de alguna manera, desconocida para nosotros, ellos saben cuándo hacemos eso. ¿Cuánto tiempo debemos orar y sacrificarnos por un alma en particular? ¡No lo sabemos! San Agustín en sus Confesiones, escribió, 10 a 15 años después de la muerte de su madre, Santa Mónica, que aún él pedía oraciones por ella.

El Purgatorio puede durar el equivalente a muchos años – se habla de este modo, porque no hay tiempo en el Purgatorio – hasta que el alma haya reparado las consecuencias que dejaron los errores de sus pecados ya perdonados. Por cierto, es un error, canonizar a nuestros familiares difuntos en un funeral, diciendo: “ya está en el cielo”, “está en la gloria de Dios”, etc… Ya que, esto, solo Dios tiene la certeza del estado de su alma. Además caeríamos en el triste error que cometen los protestantes bajo la influencia del error de Martín Lutero. Tristemente algunos católicos hacen esto en un funeral.

Adaptación, modificación y traducción al español de: PildorasdeFe.net, del artículo publicado originalmente en: ChurchPOP

Se arrodillaba ante su único verdadero rey

Cuando el mayor soberano de Europa se arrodillaba ante su único verdadero rey

Una foto histórica del emperador Carlos y la emperatriz Zita, los últimos soberanos del imperio austrohúngaro, explicada por uno de sus descendientes

web-blessed-king-kneeling-in-front-of-the-real-king-pd1¿Quién podría imaginar que la pareja que asiste a la misa y aparece a la derecha de esta foto, vestidos con unas simples ropas de viaje, arrodillados en los raíles de una vía después de comulgar, con la cabeza inclinada, eran el emperador Carlos y la emperatriz Zita de Habsburgo-Lorena, los últimos soberanos del imperio austrohúngaro?

Su biznieto el archiduque Imre de Habsburgo-Lorena, de 30 años, descifra para Aleteia esta histórica fotografía de sus ilustres antepasados, el beato Carlos y la Sierva de Dios Zita, cuyo proceso de canonización y de beatificación están actualmente en curso en Roma.

“Esta foto siempre me ha conmovido muchísimo. Muestra a mis bisabuelos, el beato Carlos de Austria y la Sierva de Dios Zita, de rodillas junto a un tren detenido, celebrando una misa al aire libre.

 Un momento trágico

Fue tomada en octubre de 1921 durante el segundo intento de restauración en Hungría. En efecto, Carlos, rey legítimo de Hungría, había sido coronado y consagrado rey en 1916 y, para él, esta coronación representaba prácticamente un sacramento. Dios le había confiado Hungría y Carlos quería honrar su compromiso hasta su término.

La misa a la que asistía la pareja tenía lugar justamente antes de un momento trágico. El almirante Horthy, en el poder en Hungría, estaba decidido a no dejar a Carlos subir de nuevo al trono, él que sin embargo había jurado fidelidad a mi bisabuelo unos años antes.

Mientras el tren avanzaba hacia Budapest, voluntarios reclutados en el último minuto por Horthy se involucraron en un fusilamiento sin saber que se trataba de su rey. Los soldados de Carlos respondieron rápidamente, pero cuando supieron que estaba herido, ordenó inmediatamente el alto al fuego.

Poco tiempo después, Carlos y Zita fueron apresados y finalmente embarcados en un barco que debía conducirles al exilio en la isla de Madeira, en Portugal. Allí, desprovisto de sus bienes y sin dinero para recibir cuidados, el beato Carlos de Austria murió unos meses más tarde, con grandes sufrimientos.

Dios en el centro de la vida de los soberanos

Esta foto dice mucho de la manera como Carlos y Zita vivían su fe. Ambos asistían a misa cada día. Dios era claramente el centro de sus vidas, tanto en las alegrías como en las penas. Durante el reinado de Carlos (1916-1918, n.d.r.), la pareja vivió momentos muy difíciles.

Desde su ascenso al trono, el emperador no dejó de promover la paz en una Europa que se rasgaba. Había sido además el único monarca que aceptó la propuesta de paz del papa Benedicto XV.

Pero conoció la traición, a veces incluso de sus mismos familiares, y la humillación de ver el imperio disolverse después de más de 600 años de vínculo entre una familia, los Habsburgo, y sus pueblos.

A pesar de los momentos difíciles y la pobreza en la isla de Madeira, el emperador nunca cultivó el rencor. A sus hijos les repetía sin parar que tenían que estar agradecidos por lo que tenían y por la generosidad de los habitantes de la isla con ellos.

Mi abuelo (el archiduque Carlos-Luis de Austria (1918-2007), hijo de Carlos y Zita, n.d.r.) nos repetía a menudo que su madre había seguido este impuso, es decir, nunca albergar rencor ni nostalgia.

Para ella, la voluntad de Dios era perfecta, había un plan. Por tanto intentaba acoger cada uno de los episodios de su vida como los frutos de la voluntad divina.

Humildad y servicio

Esta foto ilustra también una cierta humildad. Poco importa su nivel social y su status. Ante Dios, Carlos y Zita tenían conciencia de no ser más que pequeños instrumentos.

El emperador Carlos dirigía un imperio gigantesco que cubría, totalmente o en parte, 12 estados de la actual Unión Europea. Él siempre vivió esta misión con un gran sentimiento de servicio. En este sentido, el bien de sus pueblos pasaba sistemáticamente antes que el suyo. Esta dimensión de servicio se palpa en esta foto.

Un modelo para las parejas

Su ejemplo está todavía muy presente en nuestra familia. El 3 de octubre de 2004, estuvimos todos presentes en la plaza de San Pedro para la beatificación de Carlos. Su fiesta es el 21 de octubre, día de su matrimonio.

Carlos y Zita son una fuente de inspiración para todas las parejas. El día de su compromiso, ante el Santísimo Sacramento, se prometieron el uno al otro que se ayudarían a convertirse en santos.

Como padre de familia (ya padres de una hija de 2 años, el archiduque Imre y su mujer Kathleen esperan su segundo hijo, n.d.r.), son un modelo en el día a día para nuestra pareja.

Siguiéndolos a ellos, intentamos poner a Dios en el centro de nuestra vida, especialmente rezando el rosario en familia. Después, como todo cristiano, intentamos servir al bien común en nuestras actividades de cada día.

A pesar de los grandes desafíos de nuestra sociedad, estamos animados por una gran esperanza en el futuro, que deseamos transmitir a nuestros hijos”.