Un sínodo no es nada más, y nada menos, que un órgano consultivo para aconsejar al Papa. No es un Concilio, ni siquiera es un órgano permanente del Colegio apostólico y carece de cualquier poder legislativo o ejecutivo más allá de lo que quiera el Papa en cada caso.
Cuenta la tradición que en el año 325 San Nicolás, obispo, (Santa Claus, Papa Noel o como se le quiera llamar) estaba en prisión. Se le apareció Nuestro Señor que le preguntó “¿Por qué estás aquí?”, a lo que Nicolás respondió “Porque te amo, mi Dios y mi Señor”. Jesús le entregó un ejemplar de los Evangelios y la Santísima Virgen invistió a Nicolás con su palio devolviéndole la dignidad episcopal.
Había acabado en las mazmorras por orden del Emperador. Su delito: levantarse en medio del Concilio de Nicea y arrearle un buen sopapo delante de todos a Arrio. Nicolás no soportaba más sus herejías. Y aunque la vida de San Nicolás está llena de milagros, prodigios y un amor extremo por los pobres, el pueblo siempre ha querido representarlo con aquella escena, la del amor por la Verdad en medio de un Concilio, aunque los métodos no fuesen los más apropiados.
La historia de los sínodos y concilios de la Iglesia también es así, y ahora que ha comenzado la “segunda parte del Sínodo de la Familia”, nadie debería extrañarse que se digan cosas fuertes, en voz más alta de lo normal, e incluso desagradables. “Parresía”, libertad para decirlo todo, pide el Papa Francisco.
En este caso, creo que la vehemencia está incluso justificada, se están tratando verdades profundas para los católicos. Porque detrás de lo que mediáticamente se ha llamado de un modo simplista el asunto de “la comunión de los recasados”, en realidad están en juego los sacramentos del Matrimonio, de la Confesión y de la Eucaristía, la llamada universal a la santidad o la acción de la Gracia. Lo incompresible es la actitud timorata y mediocre de gran parte del episcopado, que con frases políticamente correctas despachan estos temas como si no les incumbiese.
Un sínodo no es un concilio
Durante las tres semanas que durará la segunda fase del Sínodo de la Familia, del 4 al 25 de octubre, experimentaremos la frustrante experiencia informativa que hemos soportado desde hace dos años: tener que enterarnos de lo que pasa “por la prensa”. Desgraciadamente, los marcos interpretativos de los medios de comunicación suelen ser ajenos a los de la Iglesia.
De este modo, las sesiones sinodales parecen las de un Parlamento, las votaciones tienen un aire a legislativas, los padres sinodales son políticos, las controversias teológicas o pastorales se convierten en programas electorales y se generan unas infundadas expectativas respecto a la importancia del resultado.
Un sínodo no es nada más, y nada menos, que un órgano consultivo para aconsejar al Papa. No es un Concilio, ni siquiera es un órgano permanente del Colegio apostólico y carece de cualquier poder legislativo o ejecutivo más allá de lo que quiera el Papa en cada caso. Los documentos aprobados en un Sínodo no tienen valor magisterial, aunque el Papa suele publicar una Exhortación apostólica post-sinodal, en la que propone las conclusiones del Sínodo, matizándolas o modificándolas si le parece a toda la Iglesia y que tendrá el valor y la fuerza que el Papa quiera concederle.
¿El Papa puede no hacer caso o actuar al margen de lo que diga el Sínodo? Así es. Porque el Papa es el Papa, y el Sínodo aconseja, no más
¿Quiere decir esto que el Papa puede no hacer caso o actuar al margen de lo que diga el Sínodo? Así es. Antes, durante y después. Porque el Papa es el Papa, y el Sínodo aconseja, no más. Veamos algunos ejemplos.
Uno de los temas que se debería tratar en esta fase del Sínodo de las Familias será el de los procesos de nulidad, según los números 114 y 115 del Instrumentum Laboris (documento de trabajo que determina los asuntos a tratar), tal como se votó en la primera fase del Sínodo el año pasado (5 al 19 de octubre de 2014). Sin embargo, el Papa Francisco publicó el 8 de septiembre el Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus con el que se regularán los procesos de nulidad sin esperar a que se celebre el Sínodo, ni a lo que opinen los obispos.
Un Motu Proprio es un documento que el Papa escribe por propia iniciativa, no como respuesta a una petición. Pero es más, el Papa ya había tomado la decisión mes y medio antes de que comenzase la primera parte, con la creación de una comisión especial a la que encargó el trabajo, en agosto de 2014.
Durante la primera fase del Sínodo para aprobar cada uno de los puntos del Documento final (Relatio Synodi) era necesario recabar dos tercios de los votos. Esos puntos constituyen los temas y el enfoque sobre los que se trabajará estas tres semanas, y no otros. Los puntos 52, 53 y 55, referentes al acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar y sobre los hombres y mujeres con tendencia homosexual no obtuvieron esa mayoría. Pero el Papa decidió que se mantuviesen en la Relatio, con su número de votos. A efectos prácticos pasaron al documento de trabajo.
En cuanto a si puede actuar al margen del Sínodo después, aunque todavía está en curso, el Santo Padre ya ha mencionado el ejemplo de Pablo VI y la Humanae Vitae, a la que calificó de “genialidad profética” en marzo de 2014, no sólo por su contenido, también porque supo anticipar los tiempos, oponerse a la mayoría y afirmar con valentía el bien del hombre, incluso exponiéndose a la impopularidad y a las críticas.
Si no se tienen en cuenta estas coordenadas es muy difícil contextualizar correctamente las informaciones y análisis sobre el Sínodo. Con un matizable lenguaje popular podríamos decir que sólo vale lo que diga o calle el Papa cuando acabe, o antes o durante. Eso no quita como recordaba hace unos días Santiago Martín que:
“Por lo tanto, sea lo que sea lo que se apruebe en el Sínodo, no se juega nada trascendental. Sin embargo, sería grave y haría mucho daño, porque crearía una gran confusión en la gente, si en el Sínodo se aprobara algo contrario a la doctrina de la Iglesia”.
Añadiría que ese daño ya está hecho de algún modo y que sólo con el tiempo podremos valorarlo correctamente.
El Sínodo de los medios
El conjunto de obispos que siguen lo que se ha venido en llamar las «tesis kasperitas», en referencia a la primera propuesta del cardenal Kasper en febrero de 2014, aunque todavía no haya terminado el Sínodo, dan una idea del estado en el que se encuentran muchas diócesis, en especial de Alemania, Suiza, Bélgica y Holanda.
Las declaraciones públicas han ido en un crescendo escandaloso. Y lo que en principio iba a ser un Sínodo dedicado a “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización” en dos fases, una con un Sínodo Extraordinario en 2014 que serviría para preparar la segunda, el Sínodo Ordinario de 2015, se ha transformado en una carrera de despropósitos que han terminado por cambiar el foco de una pastoral de la familia a centrarse en la “comunión para divorciados vueltos a casar” y en posible aceptación de las parejas homosexuales.

De esto no tienen la culpa los medios de comunicación que se han limitado a recoger desde las propuestas más elaboradas del cardenal Kasper hasta las más bastas del obispo de Amberes, Mons. Bonny, que directamente propone que “debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales”.
A pesar de que bienintencionadamente se insista en que hay un “Sínodo de los medios” y un “Sínodo real”, da la sensación de que esta vez ha sido un efecto buscado. Al menos eso puede deducirse la distribución en el Sínodo de 2014 del “documento de trabajo intermedio” traducido a varios idiomas en tiempo récord antes a la prensa que a los padres sinodales. Un documento, que como luego se demostró, no reflejaba no sólo el sentir del Sínodo, ni siquiera expresaba tampoco lo hablado durante las intervenciones, y que sin embargo terminó por fijar la agenda de las discusiones en los temas que los kasperitas querían.
El efecto sólo pudo ser mitigado por la incontinencia verbal del cardenal Kasper en un corrillo: “No se puede hablar de esto con los africanos y los países musulmanes. No es posible. Es un tema tabú”. Cuando se publicaron sus palabras negó haberlo declarado eso: “Estoy horrorizado, nunca he hablado así acerca de los africanos y no lo haría nunca”. Al día siguiente aparecieron las grabaciones de la entrevista, confirmando sus despectivas palabras hacia los obispos africanos y acto seguido incorporan al combativo sudafricano cardenal Napier al equipo que redactaría la declaración final. Efectivamente no había en el ningún africano.
Metodología para el Sínodo de 2015
Con “Sínodo de los medios” o sin él, todos estos hechos arrojaron algunas sombras y suspicacias que se han querido corregir. En una especie de reconocimiento implícito se ha instituido una comisión para la elaboración de la relación final, nombrada por el Papa, para que se respete la transparencia del proceso y que representen los cinco continentes:
- Cardenal Péter Erdő, arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), Relator General;
- Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto (Italia), Secretario General;
- Cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India);
- Cardenal Donald William Wuerl, arzobispo de Washington (Estados Unidos);
- Cardenal John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda);
- Victor Manuel Fernández, arzobispo titular de Tiburnia y rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (Argentina);
- Mathieu Madega Lebouakehan, obispo de Mouila (Gabon);
- Marcello Semeraro, obispo de Albano (Italia);
- Padre Adolfo Nicolás Pachón, S.I., Preposito General de la Compañía de Jesús, en representación de la Unión de los Superiores Generales.
Además del Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario del Sínodo.
Cada semana se dedicará a un capítulo de Documento de Trabajo:
- “La escucha de los desafíos sobre la familia”;
- “El discernimiento de la vocación familiar” y
- “La misión de la familia hoy”.
Y en cada semana se repetirá el esquema.
- Primero, el Presidente Delegado (el Papa es el Presidente del Sínodo) dirige un saludo al Santo Padre.
- Después el Secretario General (Card. Baldisseri) y el Relator General (Cardenal Péter Erdo) presentan los temas.
- En tercer lugar un testimonio de matrimonio de auditores para dar paso a las intervenciones de los Padres sinodales (todos juntos, en la Asamblea General), en las que sólo dispondrán de tres minutos, pero pueden aportar la documentación de apoyo que consideren oportuna. Las aportaciones formarán parte también de las discusiones posteriores.
- Al terminar, los 270 Padres sinodales se distribuyen en los trece Círculos Menores, por lenguas: un círculo alemán, cuatro ingleses, tres españoles, dos italianos, tres franceses. Hablan, discuten, acuerdan y al terminar entregan el trabajo desarrollado que se llaman “modos” que serán publicados, no así las grabaciones de las intervenciones de tres minutos en la Asamblea General.
Al final del Sínodo el sábado, 24 de octubre, se redacta el Informe final que se presentará en el Aula y por la tarde se someterá al sufragio de la Asamblea. Después se entregará al Papa que tomará la decisión oportuna.
A pesar de que se le preguntó expresamente, el Secretario no ha detallado cuántos votos serán necesario esta vez para que se dé por aprobada una proposición.
Indudablemente la nueva metodología fomenta que haya más tiempo para el intercambio de pareceres, aunque la reducción del tiempo de exposición ha suscitado ya algunas críticas. Previsiblemente dará lugar a discursos inanes o por el contrario a afirmaciones que por poco matizadas por lo escaso de tiempo puedan dar lugar a malos entendidos. Además se pierde algo de universalidad.
También se han corregido las ausencias de la anterior fase sinodal, extrañaba no ver a nadie relacionado con el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, que algo saben del tema. O pertenecientes a las nuevas realidades eclesiales.
El cardenal Baldisseri en la presentación de la nueva metodología comentó que “estamos en el mar, donde hay también alguna turbulencia” respecto a la situación que se está viviendo.Yo me atrevería a pedir al menos trece San Nicolás bien distribuidos.