Obama dice “amar” al Papa Francisco

¿Cálculo político? ¿O algo se remueve en el pasado de Barack Obama?

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Alguna vez –cuando era muy joven—Barack Obama trabajó con la Iglesia católica en Chicago. La semana pasada, durante la recepción en el Jardín Sur de la Casa Blanca, se deshizo en elogios para el Papa Francisco y encomió, muchísimo, la labor de los católicos en Estados Unidos y en todo el mundo.

Mucha gente pensó que era un guiño político de Obama; una especie de oportunismo dada la ola de simpatías que el Pontífice desató en Washington, Nueva York y Filadelfia, y en el resto del país del Norte. Los políticos estadounidenses son, por decirlo así, especialistas en uso del “spin” (giro) comunicativo en sus discursos. Y Obama ante el Papa Francisco y 15 mil invitados, pronunció una pieza oratoria memorable.

Ahora resulta que podría ser verdad, cuando menos en lo que respecta a sus elogios al Papa Francisco, pues el día de ayer viernes –en el transcurso de una rueda de prensa en la Casa Blanca– Obama dijo “amarlo”, por ser un “buen hombre” con “un corazón sensible, una gran imaginación moral y un buen sentido del humor”.

“No puedo compartir todas sus bromas pero todas fueron blancas”, reveló durante una rueda de prensa en la Casa Blanca, donde evitó aludir a la controversia sobre la reunión del Papa con la empleada de Kentucky, Kim Davis (reunión de la cual El Vaticano ya ha dado su postura).

Obama sostuvo que el Papa Francisco no debe ser catalogado bajo las típicas etiquetas políticas de Estados Unidos como liberal o conservador, o como un hombre de izquierda o de derecha.

Nos invita a mejorar

En Estados Unidos, país de solamente dos partidos políticos y nación muy dada a las diferencias tajantes, este tipo de clasificaciones son recurrentes y casi se diría normales. Antes de la visita del Papa, se debatió sobre sus inclinaciones políticas. Incluso hubo una serie de publicaciones que introdujeron el debate sobre si Jesús sería republicano o demócrata.

“Creo que él habla a todas nuestras conciencias, para decirnos que tenemos que ver si hay maneras de ser mejores”, señaló Obama a los periodistas en la Casa Blanca. En su opinión, el primer Papa latinoamericano expresa “la conciencia del cristianismo.”

“Es provechoso que nos haga (sentir) incómodos a su gentil manera, que sacuda la conciencia de la gente y nos pida a todos, de todos los signos políticos, qué más podemos (hacer) para ser buenos, útiles, para ser amorosos y hacer sacrificios y servir”, indicó.

Más adelante, abundando sobre el tema y tratando de minimizar el impacto que podría tener sobre otras formaciones religiosas en Estados Unidos, el presidente Obama señaló que tras haber pasado tiempo con alguien como el Papa Francisco, “al igual que con otros individuos profundamente morales”, siente “la necesidad de ser mejor”.

Un regalo y un desafío

“Esas personas son grandes regalos al mundo, a veces es un maestro escolar, o tu vecino o tu mamá o tu esposa o tus hijos, pueden alentarte a ser mejores, eso es lo que todos queremos: ser mejores”, finalizó Obama.

En marzo de 2014, previo a una vista de Obama al Papa en Roma había dicho: “Él nos desafía. Él nos implora que nos acordemos de las personas, especialmente los pobres, cuya vida propia está condicionada por las decisiones que tomamos. Él nos invita a detenernos y reflexionar sobre la dignidad que es inherente a todo ser humano”.

En ése entonces también señaló Obama: “El Papa ha inspirado a la gente de todo el mundo y también a mí con su compromiso por la justicia social y su mensaje de amor y compasión, especialmente por las personas que, entre todos, son más pobres y vulnerables”.

Los problemas de la familia hoy, según el Papa Francisco

La familia está herida en una sociedad egoísta y consumista que alimenta una masa de hombres y mujeres solos e infelices

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El Papa Francisco, este domingo 04 de octubre, en la Basílica de San Pedro centró bajo tres puntos la crisis social y familiar moderna en la homilía de apertura del Sínodo Ordinario: El drama de la soledad, la crisis en el amor entre el hombre y la mujer, y las consecuencias en la vida de la familia.

Entretanto, pidió una Iglesia de puertas abiertas que a través de la misericordia abraza el dolor humano. Jesús dijo: “No he venido a llamar justos, sino pecadores”, (Mc 2,17), recordó.

“Una Iglesia que educa al amor autentico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida”, invitó Francisco a los 270 padres sinodales que en las próximas tres semanas reflexionarán sobre la familia.

La soledad, crisis de hombres y mujeres modernos 

El Obispo de Roma sostuvo que la soledad es el drama que “aún aflige a muchos hombres y mujeres” de hoy: ancianos abandonados; “viudos y viudas”; personas abandonadas por sus cónyuges, “emigrantes y refugiados” que huyen, “jóvenes víctimas de la cultura del consumo”, dijo el Papa.

El Papa señaló la “paradoja de un mundo globalizado”, donde hay “menos calor de hogar y de familia; “muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía”, indicó.

Un mundo poblado de personas cada vez más solas y vulnerables.  La misma experiencia de Adán que vivió  “tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen”.

Además denunció, la situación de los países avanzados, que a pesar de todo tienen el mayor “promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social”.

La crisis del amor entre el hombre y la mujer

La crisis de la sociedad, que necesita del amor entre el hombre y la mujer para sacar a la humanidad de su infelicidad. El hombre, como Adán sufre la soledad, pero se alegra cuando encuentra un “corazón que se asemeje a él, que le corresponda”(Gn 2,18).

Así explicó – “Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo de hoy (cf. Sal 128)”.

El Papa reveló que el “sueño de Dios para su criatura predilecta” es “verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer”; “De modo que ya no son dos, sino una sola carne” (Mc 10,6-8; cf. Gn 1,27; 2,24).

El divorcio también entró en el debate de la Iglesia hace 2000 años. El Papa recordó que Jesús también enfrentó el dilema del divorcio, ante la pregunta retórica que le habían dirigido – probablemente como una trampa, para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que practicaba el divorcio, como realidad consolidada e intangible.

La unidad y la indisolubilidad – explicó –es el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y originalmente”.

La crisis de la familia  

El Papa exhortó a “superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado autentico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios”.

Siguiendo a Jesús, entonces- señaló- será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único.

El hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan- e insistió que se le ve “ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total”.

En efecto, “la tristeza de este mundo” está hecha de placeres que son finitos, mientras que señaló el infinito del amor como la meta final y única. (Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen. Einübung in Glaube, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73).

Después de analizar el contexto social y matrimonial “bastante difícil” de la actualidad, el Papa ha señalado la misión de la Iglesia que “está llamada” a responder desde la “fidelidad, la verdad y la caridad, indicó.

Relata su experiencia de conversión y consuelo en la confesión

Médico británico 

Se enfrentaba cada día a una dramática realidad: la atención de los pacientes terminales de cáncer

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La vida del Dr. John Morrissey tuvo un capítulo oscuro del cual salió gracias a la Sacramento de la Penitencia, según un relato suyo publicado por el informativo inglés The Catholic Herald. Después de llegar a la depresión por el contacto continuo con la muerte en un entorno de alejamiento de Dios, el médico recordó el consuelo del sacramento y acudió a él con urgencia.
“Mi estado espiritual era el de un alegre pagano, un Baco en una bata blanca sucia y una aureola falsa”,admitió el Dr. Morrissey en su relato. “A pesar de una profunda experiencia religiosa dos años atrás, mi vida moral estaba aún pintada en varias gamas de negro, y mi cabeza estaba llena de sincretismo confuso, sinsentido de Nueva Era”.

En este estado se enfrentaba cada día a una dramática realidad: la atención de los pacientes terminales de cáncer en su hospital, un trabajo que realizó durante un año. Después de un año de no practicar la fe, su incompleto regreso se limitaba a algunas oraciones “pidiendo que mis pacientes se recuperaran, o que yo no estuviera de turno cuando necesitaran ser admitidos”, recordó. “Mis oraciones no fueron respondidas. Las muertes continuaron sin descanso. Una gran sensación de falta de sentido y desesperanza llenó mi corazón”.

El impacto de la necesidad de conversión

El médico no sólo atravesaba una crisis espiritual y profesional, sino que además vivía en soledad y no tenía amigos, por cuanto comenzó a frecuentar el alcohol, sin siquiera tener amigos causales para este fin. “Mi corazón estaba latiendo, pero yo no estaba vivo”, resumió el Dr. Morrissey. El lugar más bajo en su crisis fue alcanzado cuando revisaba las notas de un paciente joven recién fallecido y sintió hundirse en la depresión. Ante la expresión de su rostro, una presente le preguntó si se sentía bien. Con lágrimas en el rostro respondió: “Lo siento, estoy luchando para ver algo de bien en este lugar. Simplemente hay demasiada muerte acá”.

Al hallarse en esas condiciones mientras bebía una noche, sintió la necesidad angustiosa de salir del bar. “Era como si viera el lugar por primera vez, como realmente era”, confesó, al tiempo que refirió cómo veía a todos los presentes como perdedores y cómo cada una de sus miradas parecía estar manchadas de malicia. “Me sentí muy solo. Volví en mí frío y sudorosos y comencé a buscar una ruta de escape”.

La sensación fue acompañada por una certeza de su propia condenación y la necesidad urgente de acudir a la confesión. “Como un hombre joven jugando en la gran ciudad, yo no era extraño al pecado, pero hasta ese momento, nunca había sido consciente de los efectos de su cobro letal sobre mi alma”, relató. Al no pertenecer a una parroquia, buscó en el directorio telefónico y encontró una comunidad jesuita a la que llamó y se dirigió inmediatamente en un taxi.

El impulso del cambio

Al llegar fue acogido por religiosos y esperó a un sacerdote que tuvo que despertar en medio de la noche para atenderlo. “Él hizo claro que todo eso era muy irregular, pero le supliqué tan sin reparo que escuchara mi confesión, que él accedió misericordiosamente”, narró el doctor Morrissey.Después de más de 10 años sin confesarse, el hombre fue guiado por el sacerdote y pudo recordar el acto de contrición que aprendió en su infancia.“Con las palabras finales de la absolución, con mis ojos cerrados, mi miedo desapareció completamente. Nunca había estado tan agradecido como en ese momento. Pedí perdón por mi alocada intrusión y dejé esa casa en paz”.

“Nada de lo externo había cambiado, pero yo había cambiado, había sido reconciliado”, recordó el médico. “Me di cuenta que sólo mis propios pecados podrían realmente herirme y que si rompía mis vínculos con ellos, perdería el miedo a la muerte”. En su ejercicio profesional, los pacientes seguían falleciendo pero esta vez oraba para que, como él, pudieran encontrar la gracia de la misericordia que él mismo había experimentado.

El Dr. Morrissey describió cómo las personas no son debidamente conscientes de los límites de la medicina y el deber de prepararse adecuadamente para el momento de la muerte. Además, reflexionó en las similitudes del pecado con la enfermedad del cáncer y cómo los pacientes sucumben ante el mal porque el tratamiento de radiación afecta la médula ósea y los deja sin defensas. Espiritualmente, los católicos reciben un “trasplante” de vida espiritual a través de la Eucaristía directamente de Jesucristo el “donante universal”, quien además enseña al hombre a emplear el sufrimiento para su salvación. Todas estas razones lo llevan a agradecer una vez más la dramática experiencia en la que percibió la necesidad de pedir perdón y recibir la misericordia de Dios.

Con información de The Catholic Herald.

Artículo originalmente publicado por Gaudium Press