Tiempos de prueba 2

bosque_nieveSi te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba… Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación (Eclesiástico 2,2 y 5). Hay que conocer la Palabra de Dios porque nos ayuda a ver que Dios prueba a los que ama. Dios siempre está probando a sus amigos, porque durante la prueba conocemos que no tenemos la fuerza, y la pedimos. Hay tiempo de prueba, de aflicción y de purificación.

Santa Teresita de Lisieux decía: “Haría falta otra lengua distinta a la de la tierra para expresar la belleza del abandono de un alma en las manos de Dios. Las palabras de Job: Aunque Dios me quitara la vida seguiría esperando en él, me han cautivado desde mi infancia”. Dios es humorismo infinito, además de sabiduría, él siempre nos ama, sobre todo cuando no entendemos. Tiene modos de amarnos incomprensibles para nosotros.

Un sacerdote que ya falleció solía decir: “Dios siempre me ha llevado como un burro al que le ponen enfrente una zanahoria para que camine”, y así nos sucede a todos; necesitamos muletas para andar e ir adelante, y otras veces Dios permite que podamos volar.

No hay que mirar de dónde nos vienen las cruces, nos puede parecer que vienen de nuestros familiares, superiores o demás personas, pero es Dios quien las permite para probar nuestro amor, Hay que ver la mano de Dios más allá de esa persona concreta.

Si no nos comprenden es porque así lo permite Dios, para algo, y es ocasión de que crezca la fe y la humildad, si nos sometemos por amor a Dios.

Dios nos prueba, juega con nosotros. Nos lanza una pelota y dice: “Atrápala porque es valiosa”, esas pelotas ayudan a que disminuya tu yo. Una pelota es estar relegado; otra, ser humillado, no ser entendido…, si lo llevas bien, si acusas el golpe, llegas más hondo en tu purificación al callar y no tener espíritu de contradicción. No te rebeles. ¡Soy Yo!

Las contrariedades forman parte del plan de Dios. Tendríamos que decir, como martillo: Omnia in bonum; omnia in bonum; omnia in bonum.

Padre Pío aconsejaba: No hagas un esfuerzo para sobreponerte a la tentación porque ellos la fortalecerán. “Desprécialos. Pon a Jesús crucificado en tus brazos y en tu pecho, y besándolo di: esta es mi esperanza, la fuente viva de mi felicidad. Te abrazaré fuertemente, Jesús, y no te dejaré ir hasta que me pongas en un lugar seguro”.

Los primeros cristianos pasaron por muchas pruebas: de incomprensión, persecución, maledicencias…, y las llevaron con alegría porque se acordaban de que Jesús dijo: “Bienaventurados cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes” (Mateo 5, 11-12).

Un sabio decía: Preocúpate de lo que te dice tu conciencia, porque ella te dice lo que eres, y tu reputación es lo que otros piensan de ti, lo que los otros piensa, es su problema.

Los periodos difíciles son los mejores para atestiguar el valor de las virtudes. Años atrás el Papa Benedicto XVI hablaba en una homilía de que “no hay amor sin sufrimiento, sin el sufrimiento de la renuncia a sí mismo, de la transformación y purificación del yo por la verdadera libertad. Donde no hay nada por lo que valga la pena sufrir, incluso la vida misma pierde su valor”[1]. También señala que “María siguió con discreción todo el camino de su Hijo durante la vida pública hasta el pie de la Cruz, y ahora sigue también, con su oración silenciosa, el camino de la Iglesia”[2]. Acudamos a su intercesión en estos momentos difíciles, para que nos haga fuertes ante el dolor.

El hombre es desdichado porque no sabe que es feliz. San Agustín escribió: “Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado”. Efectivamente, la tristeza origina faltas de caridad, despierta el afán de compensaciones y permite, con frecuencia, que el alma no luche con prontitud ante las tentaciones. “La tristeza mueve a la ira y al enojo”, dice San Gregorio Magno (Moralia 1,31,31).

Decirle: Señor, quiero ser tu discípulo amado, como San Juan. Nos sentimos indignos. “Yo soy colado”, nada de colados. Sé Señor que soy tu amado, que cuando me miras, me miras de un modo único. Si queremos ser del discípulo amado, hemos de decírselo muchas veces. Tenemos que tener un trato asiduo. Señor, ayúdame a descubrir que tú me amaste primero, toca mi corazón para que sea consciente de que me amas. Me atrevo a decirte que quiero ser tu discípulo amado. Nos podemos fijar en tres momentos. En unas palabras a seminaristas, Benedicto XVI el testigo debe ser algo antes de hacer algo. Benedicto XVI ve allí una verruga. Podemos ser expertos en el hacer, ¿pero lo de ser? Guau, allí somos un poco más torpes. El discípulo debe ser amigo de Jesús, para no transmitir sólo conocimientos de segunda mano, para ser testigo verdadero.

No hay modo de ser apóstol de Jesucristo si no hay inventiva, originalidad, iniciativa en mi afectividad. Darle sorpresas, sorprenderle. Consiste en saber tocar el Corazón de Jesús. Mucho antes que pecador soy amado de Jesucristo.

El contenido central de Juan, según entiende Benedicto XVI, es que Cristo es la verdad, y que se impone con su lenguaje de misericordia, a través de su Pasión. Pone en vigencia su verdad mediante la Pasión.

A veces podemos estar a disgusto porque en el fondo no amamos la Cruz de Cristo. La cruz es una hermosa señal de María, ¿por qué? Porque nos quiere parecidos al Hijo.

Ricardo Sada recomienda: “Aunque se hunda el mundo, dirás que no pasa nada. Y será verdad porque ha llegado el momento en que Yo, tu Dios, dispuse que se hunda el mundo. Venga lo que venga, viene de Mí” (Oír tu voz, p. 310).

La vida, ha escrito el famoso Jorge Riechman, carece de sentido sin resistencia al mal.

San Juan recoge unas palabras de Jesús muy alentadoras: “En este mundo tendréis muchas tribulaciones, pero no temáis: Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33). Y “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe” (1 Jn 5,4). La fe es batalla y es victoria. La fe es la victoria que vence porque aun antes de llegar al combate, ya va cantando el triunfo.

[1] Benedicto XVI, Homilía en la inauguración del año paulino, 28-VI-2008.

[2] Benedicto XVI, Homilía en Mariazell, 8-IX-2007.

Tiempos de prueba

deporte-sallto-mortalUn profesor pone pruebas para saber si sus alumnos aprendieron. Dios nos pone pruebas –no para saber cuánto podemos o sabemos-, Él conoce todo, nos prueba para enseñarnos lo que nosotros no sabemos, para que conozcamos nuestra debilidad. Cuando reconocemos que somos débiles, crece nuestro deseo de tener una fe más sólida, de tener más esperanza y más caridad, para aceptar lo que nos mande, y nos da la gracia mientras no perdamos la confianza en Él.

En la vida, los conflictos existen, el problema está en cómo se afrontan. El tiempo de prueba es tiempo de oración. La pedagogía de Dios es misteriosa, estricta y santa. Siempre está dirigida a un crecimiento espiritual que lleva sobre todo beneficios eternos. El que obedece a Dios, a pesar de lo inexplicable e impredecible de su pedagogía divina, triunfa y alcanza la gloria eterna. Dios busca darnos beneficios eternos primero, antes de otorgarnos cualquier bien temporal. El Espíritu Santo es el que realmente va a deshacer los conflictos.
Sería una santidad engañosa si no pasáramos por la prueba o por la tribulación. Le dice Jesús a una santa: “Por ningún motivo prestéis atención a las difamaciones y calumnias porque es parte del plan de mi adversario para que no escuchéis mi voz. Lo mismo hicieron con Jeremías, Daniel y Elías”.

Aquel que padece pruebas o cualquier clase de tribulación y las sobrelleva sin mermar su amor a Dios, alcanza en poco tiempo un grado de santidad elevado, aunque a los ojos propios y ajenos pase desapercibido. Todo el que ama a Dios debe cargar con su Cruz, amarla y agradecerla. Dios da su cruz a almas que le van a responder, pero si alguna falla, su dolor es más grande que los pecados de mil pecadores, porque Dios espera todo de los que le aman, y ellos también deben esperarlo todo de Dios, dado que el verdadero amor es confianza en el amado. Hay que pedirle a Dios la gracia para superar la prueba, no que la retire, porque es riqueza espiritual para nosotros y se tornará en grados de gloria en el cielo, si la superamos.

Manuel García Morente, filósofo ateo, se convirtió al darse cuenta de esto. Él lo explica así: “Mi vida, los hechos de mi vida, se habían realizado sin mí, sin mi intervención (se refiere a las amenazas que había recibido, tuvo que emigrar a Francia y a América dejando a su familia…). Yo los había presenciado pero en ningún momento provocado. Me pregunto entonces: ¿Quién, pues, o qué era la causa de esa vida que, siendo mía no era mía? Lo curioso era que todos esos acontecimientos pertenecían a mi vida pero no habían sido provocados por mí; es decir, no eran míos. Entonces, por un lado, mi vida me pertenece, pero, por otro lado, no me pertenece, no es mía, puesto que su contenido viene producido y causado por algo ajeno a mi voluntad. Sólo encontraba una solución para entender mi vida: algo o alguien distinto de mí hace la vida y me la entrega”.
Lo importante es que nosotros seamos buena tierra para Dios. Que lo que él quiera hacer en nuestra vida con nosotros, pueda hacerlo.

En Dios están el consuelo, la paz, el amor, la ternura. Si algo me enoja el problema está en mí. Necesito conversión. Todos debemos decir: Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. La conversión no lleva al desaliento sino a una actitud esperanzada.

Es historia repetida en la vida de los santos la de tener que sufrir indecibles padecimientos, y el Señor permite, a veces, que sean precisamente los buenos quienes sirvan de instrumento de tortura; es una prueba de amor no fácil de entender, ya que las vías del Señor son inescrutables, pero la divina Providencia puede sacar luz hasta de los errores humanos. A veces es enorme la proporción entre la causa y los efectos, que no cabe explicación, sin embargo, Dios así lo ha dispuesto para sus fines. Y a nosotros nos toca confiar en Él. Hay que recordar que a Cristo nadie lo defendió. Los doctores de la Ley querían desacreditarlo y acabar con él. Jesús siempre nos acompaña si le dejamos acompañarnos.

Jornada de la Familia en Torreciudad

Mons. ​Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, ha presidido hoy en el santuario de Torreciudad (Huesca) la 25ª edición de la Jornada Mariana de la Familia, en la que ha pedido a las miles de familias participantes su oración y compromiso con “los refugiados, hermanos nuestros”, con “cercanía en su tragedia”, siendo “hombres y mujeres de misericordia”.

La preciosidad del matrimonio y la familia

familia-coloresUno de los grandes retos de la familia actual es tratar de comer juntos y tener momentos de conversación. Al menos se ha de procurar hacer una comida al día juntos, ya que vivimos bombardeados por trabajos y entretenimientos que puede quitar estos preciosos momentos del arte de convivir en familia y con los hijos. Hay que planear los temas de conversación (temas actuales, trabajo, estudio, amistades, historia, lecturas, deportes, exámenes, etc.) y saber preguntar a cada uno cómo le fue durante el día e interesarse por los detalles más pequeños.

Pocos lugares son tan buenos para educar a los hijos como la mesa de comidas, allí aprenden a conversar. Allí los padres también enseñan a sus hijos las buenas maneras y a preocuparse los unos por los otros, a compartir, a conocerse y amarse. Si la madre les prepara la comida con detalle, los hijos se empiezan a sentir que valen. Es importante que los hijos se sepan apreciados y tenidos en cuenta.

G.K. Chesterton escribía: “Yo he conocido muchos matrimonios felices pero ni uno solo compatible. Toda la mira del matrimonio es combatir durante el instante en que la incompatibilidad se hace indiscutible, y sobrevivirlo”. Y es verdad, el cuento de que hay incompatibilidad de caracteres se inventó cuando no se tienen argumentos sólidos para romper y se carece de valentía para decir que en algo debemos cambiar o ceder.

Cada uno de nosotros somos distintos, más o menos egoístas. Es preciso poner empeño para salir de ese angosto mundo del egoísmo y descubrir la grandeza y la paz de centrar la propia vida en los demás.

Dios ha encargado a la mujer que cuide de su esposo, y a él que la proteja y provea. Son muy importantes las legislaciones sobre el matrimonio. La ley positiva ha de basarse en la ley natural. La ley natural es la base sólida de todo derecho y de todo deber. Hay que saber distinguir entre la legalidad –que sólo ve la ley escrita-, y la legitimidad. Lo legítimo es lo que es justo y lo que está en armonía con el Derecho Natural.

Con el recién aprobado “divorcio express” (divorcio rápido) se ataca fuertemente a la familia porque ese divorcio lo único que busca es separar a los cónyuges, sin considerar que muchas veces hay una crisis pasajera de parte de él o de ella, y que, reflexionando en el bien que trae la solidez de un matrimonio para los cónyuges y para los hijos, superan la prueba y salen de ella con más madurez. Ese divorcio express tampoco considera la patria potestad ni la manutención de los hijos, se centra en separar a los cónyuges y ya.

Reducir matrimonio a una cuestión “erótica sexual” es remitirlo a una cuestión corporal sexual. Eso no es el matrimonio.

Decía el cardenal Joseph Ratzinger: la sexualidad se ha trivializado, se ha banalizado porque se ha reducido al placer, pero la sexualidad es un misterio muy grande, incluso es un misterio sagrado porque es un proyecto de Dios de crear al hombre para el amor, es un modo de participar de la realidad de Dios. Tiene su plenitud en el amor divino, pero cuando la sexualidad se separa del amor, se hace trivial y se convierte en un objeto de comercio. Al separarse del amor se separa de la vida y lleva a la “cultura de la muerte”.

La cuestión de la relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano. No puede separarse de la pregunta: ¿quién soy? Y esta pregunta, a su vez, no puede separarse del interrogante: ¿existe Dios?, y, ¿quién es Dios? La respuesta de la Biblia a estas dos preguntas es unitaria: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica imagen de Dios: se hace semejante a Dios en la medida en que se convierte en alguien que ama.

Las diferentes formas actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el «matrimonio a prueba», hasta el ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo, son expresiones de una libertad anárquica. Una ‘libertad’ así se basa en una banalización del cuerpo, que inevitablemente incluye la banalización del hombre. Su presupuesto es que el hombre puede hacer de sí lo que quiere: su cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable, que se puede utilizar como se quiere. El libertinaje termina haciendo despreciable el cuerpo.

Somos corresponsables del futuro de la humanidad; porque el futuro de la humanidad nace y crece en la familia”. G.K. Chesterton escribía: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina, ni un comercio, ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia. Los que hablan contra la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen”. Este autor inglés, Chesterton, escribió hace 75 años: “La próxima gran herejía será simplemente un ataque a la moral, especialmente a la moral sexual. Y la locura del mañana vendrá, no de Moscú, sino de Manhattan”.

La familia existe y debe existir. No hay teoría o progreso que pueda destruir esta verdad sin acarrear la ruina.

El entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio –actual Papa Francisco- dijo respecto a la iniciativa de introducir el matrimonio entre personas del mismo sexo, en Argentina, en 2010: No seamos ingenuos, no se trata de una simple lucha política, hay una intención para destruir el plan de Dios: No es un mero proyecto político (es un mero instrumento), es un movimiento del padre de la mentira que desea confundir y engañar a los hijos de Dios.