Asesinado por no pagar a un curandero
Cuando una oleada de tormentas asoló su región en 1990, el sudafricano Benedict Daswa se negó a pagar para que se contratara a un curandero que alejara la supuesta brujería que causaba los relámpagos. Unos días después, fue asesinado. Este domingo, el primer mártir sudafricano reconocido por la Iglesia será beatificado
Sudáfrica tendrá, a partir de este domingo, su primer mártir y beato: Benedict Samuel Tshimangadzo Daswa,martirizado el 2 de febrero de 1990, hace sólo 25 años, por oponerse a la brujería y las supersticiones de su pueblo.
Daswa era miembro de la tribu lemba, y no nació en una familia católica. A los 16 años, mientras estudiaba para ser maestro, conoció y le fascinó el modo de vida de los católicos, y pidió y el bautismo.Ya como católico, se implicó en la construcción de un colegio y de la primera parroquia católica de su zona, de la que llegó a ser el director. Además, cultivaba frutas y verduras para venderlas a sus vecinos, o regalárselas si no tenían dinero.
El padre John Finn, su párroco, explica que Benedict «era uno de los líderes en el distrito de Nweli. A veces dirigía la celebración del domingo cuando no había un sacerdote, catequista o religiosa. Estaba implicado en el consejo pastoral de la parroquia y en muchas otras áreas, como la atención a los pobres, la educación de los niños en la catequesis, catequesis de adultos. Era un hombre decidido, que tenía una forma muy testaruda de conseguir lo que quería. Tenía una gran capacidad para razonar las cosas, así que no le podías decir que no. También tenía un alma muy dulce, y nunca era brusco o áspero».
Tradiciones sí, brujería no
«Tenía una relación muy cercana con la Iglesia, y vivía su fe en su vida cotidiana. Siempre intentaba ver lo que su fe significaba para su propio pueblo, y enseñarla de forma que mejorara la vida de los demás». Al mismo tiempo –explica el sacerdote– «tenía una fuerte conexión con sus propias tradiciones como un lemba», pero se daba cuenta de que «la brujería no era parte» de esas costumbres que merecían ser protegidas, porque era incompatible con su fe.
Autor: Moral y Luces
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