REDACCIÓN CENTRAL, 28 Sep. 15 / 06:01 pm (ACI).- Cada 29 de septiembre laIglesia Católica celebra la fiesta de tres Santos Arcángeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Aquí 7 cosas que tal vez no sabías de ellos.
1. Son los más cercanos a los humanos
Desde Pseudo-Dionisio, Padre de la Iglesia del siglo VI, se suele enumerar tres jerarquías de ángeles. En la primera están los Serafines, Querubines y Tronos. Les siguen las Dominaciones, Virtudes y Potestades. Mientras que en la tercera jerarquía se encuentran los Principados, Arcángeles y Ángeles. Estos últimos son los que están más cercanos a las necesidades de los seres humanos.
2. Son mensajeros de anuncios importantes
La palabra Arcángel proviene de las palabras griegas “Arc” que significa “principal” y “ángel” que es “mensajero de Dios”. Al respecto, señala San Gregorio Magno:
“Hay que saber que el nombre de ‘ángel’ designa la función, no el ser del que lo lleva. En efecto, aquellos santos espíritus de la patria celestial son siempre espíritus, pero no siempre pueden ser llamados ángeles, ya que solamente lo son cuando ejercen su oficio de mensajeros. Los que transmiten mensajes de menor importancia se llaman ángeles, los que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles”.
En el libro de Tobías (12,15) San Rafael se presenta como “uno de los siete ángeles que están delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia”. Mientras que en el Apocalipsis (8,2) San Juan describe: “vi a los siete Ángeles que estaban delante de Dios, y ellos recibieron siete trompetas”. Por estas dos citas bíblicas se afirma que son 7 Arcángeles.
4. Sólo conocemos tres nombres
La Biblia solo da el nombre de tres Arcángeles: Miguel, Rafael y Gabriel. Los otros nombres (Uriel, Barachiel o Baraquiel, Jehudiel, Saeltiel) aparecen en libros apócrifos de Enoc, el cuarto libro de Esdras y en literatura rabínica. Sin embargo, la Iglesia solamente reconoce los tres nombres que se encuentran en las Sagradas Escrituras. Los demás pueden servir como referencia, pero no son doctrina.
5. Gabriel significa “la fuerza de Dios”
En el Antiguo Testamento, San Gabriel Arcángel aparece en el libro sagrado de Daniel explicándole al profeta una visión del carnero y el chivo (Dn. 8), así como instruyéndolo en las cosas futuras (Dn. 9,21-27). En los Evangelios, San Lucas (1,11-20) lo menciona anunciando a Zacarías el nacimiento de San Juan Bautista y a María (Lc. 1,26-38) que concebiría y daría a luz a Jesús.
San Gabriel Arcángel es conocido como el “ángel mensajero”, se le representa con una vara de perfumada azucena y es patrono de las comunicaciones y de los comunicadores porque trajo al mundo la más bella noticia con la Anunciación.
6. Rafael en hebreo es “Dios te sana”
El único libro sagrado que menciona a San Rafael Arcángel es el de Tobías y figura en varios capítulos. Allí se lee que Dios envía a este Arcángel para que acompañe a Tobías en un viaje, en el que se casó con Sara.
De igual manera San Rafael le indicó a Tobías cómo devolverle la vista a su padre. Por esta razón es invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.
7. Miguel significa “¿Quién como Dios?”
El nombre del Arcángel Miguel viene del hebreo “Mija-El” que significa “¿Quién como Dios?” y que, según la tradición, fue el grito de guerra en defensa de los derechos de Dios cuando Lucifer se opuso a los planes salvíficos y de amor del Creador.
La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Se le suele representar con el traje de guerrero o soldado centurión poniendo su talón sobre la cabeza del enemigo.
Cada mes ofrecemos una experiencia de oración a los más pobres del barrio. Nos vamos con ellos a un pueblito, Cubas de la Sagra (Madrid), donde nos dejan una casa muy simpática con jardín y capilla. A una de estas experiencias vino Paola con sus dos hijos. No tenía muchas ganas, pero al final aceptó porque le insistimos mucho, ya que se la veía muy triste. Después de orar, comer bien, y descansar, tuvo una fuerte conversión. En aquel fin de semana decidió cambiar de vida. Vivía con su pareja, un hombre agresivo que la maltrataba y la humillaba delante de sus hijos de tres y nueve años. Aquel hombre embrutecido amenazaba con perseguirla si se escapaba de casa. Además, ella no tenía ingresos para mantenerse. Después de hacer oración decidió dejarlo y le ofrecimos venir a vivir con sus pequeños a la residencia familiar de la parroquia, de acogida a mujeres con problemas. Cuando aquel hombre se enteró, se presentó en la puerta amenazándola. Tuvimos que salir a tranquilizarlo. Al cabo de un rato se marchó y le dio una paliza a la hermana de Paola. Fue denunciado, pero no pusieron una orden de alejamiento y teníamos miedo de que volviera. Paola se refugió con nosotros y empezó a recuperar su dignidad. A los niños se los veía más contentos. Comían en el comedor –con más apetito que antes– y vivían tranquilos en la residencia. Aquel hombre no volvió más. Al cabo de dos meses, Paola encontró trabajo. Después de tres meses, pudieron pagar un alquiler y ahora viven felices en un pisito. Vienen a comer al comedor y participan en todo lo que pueden. Ella se ha dado cuenta de que vivía como esclava por el miedo, y ahora es libre y feliz. Por fin vemos a esos niños sonreír y estar tranquilos.
Colleen Carroll Campbell es una periodista americana con una ya larga carrera en medios como el New York Times, Washington Post, CNN o Fox news. Es también la autora de Mis hermanas las santas (editorial Rialp), donde cuenta su particular búsqueda de Dios, un camino de quince años en el que le ayudaron las vidas y obras de varias santas de la Iglesia católica
En la Universidad Colleen se consideraba «una católica mejor que la mayoría». Iba a Misa cada domingo, colaboraba con organizaciones benéficas, pero era «una chica buena los domingos por la mañana, y una chica mala los sábados por la noche». Sin embargo, «caí en la cuenta de que no entendía el abismo entre el ambiente fiestero que me cautivaba y el vacío aterrador que me consumía en los momentos más tranquilos», reconoce en Mis amigas las santas (Rialp).
Un día, después de una noche de fiesta salvaje, con el malestar de la resaca, viendo a sus amigas tiradas en el sofá, soñolientas y apáticas tras una larga noche de borrachera, cayó en la cuenta: «Ya no me llenaba vivir como mis compañeras». Y tampoco le llenaba su relación más bien superficial con un chico del campus más obsesionado por el fútbol americano que por construir con ella una relación estable y con futuro.
«Te necesito Señor. Quiero conocerte. Sé que la vida no es solamente esto. Tiene que haber algo más, pero tienes que mostrármelo. Por fin abro los ojos, pero tú te tienes que mostrar ante mí», dijo Colleen ante el sagrario en una capilla de su Facultad, reavivando los rescoldos de la fe que le quedaba de su infancia.
Las mismas tentaciones que Teresa
Hasta que un día su padre le regaló por Navidad un libro acerca de santa Teresa de Jesús, que Colleen abrió «por puro aburrimiento navideño». Pero «una vez lo abrí, ya no tuve escapatoria». En aquel libro, Colleen descubrió algunos paralelismos entre el itinerario vital de aquella joven que vivió hace cinco siglos y ella: «el punzante anhelo de encontrarle sentido a las cosas, el hastío de los placeres y éxitos mundanos, una personalidad apasionada y a veces soberbia que podía servir para el mayor bien o para la mayor estupidez». En definitiva, «en Teresa vi a la clase de mujer en quien podrías convertirme si me tomaba a Dios en serio», y una intercesora «para cuando me hiciera falta un poco de ayuda para vencer la sensualidad y la superficialidad, tentaciones que Teresa conoció bien».
Después de su encuentro con la Santa de Ávila, Colleen decidió romper con su novio, «renunciar a la relación y apostar con Dios». Así, «el ejemplo de Teresa me convenció de que mi peregrinación para comprender quién era yo estaba íntimamente ligada a mi peregrinación hacia Dios. La transformación de Teresa, de chica fiestera a la busca del placer y del prestigio a santa que puso a disposición de Dios su energía me dio esperanza de que mi propia personalidad apasionada pudiera encontrar mejor expresión que las fiestas y el currículum. La juventud desperdiciada y sus tropiezos por el camino de la santidad me recordaban que no importa cuánto tiempo hubiera tardado en emprender mi camino interior: nunca es tarde para dar el primer paso».
Y en este camino de quince años en busca del Señor, Collen –hoy casada y con tres hijos– contó también con la ayuda de otras ciudadanas del cielo: Teresa de Lisieux, Faustina Kowalska, Edith Stein, Teresa de Calcuta y María de Nazaret. Ha contado su historia en Mis hermanas las santas (Rialp).
La labor social del sacerdote jesuita es premiada en Perú
PATRICIANAVAS AND ESTHER NÚÑEZ BALBÍN 26 SEPTIEMBRE, 2015
Su amplia sonrisa y sus fuerzas desgastadas nos hablan de su inagotable trabajo en los cerros del Agustino, en Lima. Con más de 30, de sus 69 años de edad, dedicados a devolver la esperanza a los jóvenes atrapados en el oscuro mundo de las drogas y el pandillaje, José Ignacio Mantecón, sacerdote jesuita, recibió el 21 de septiembre el Premio de la Paz 2015, en el marco del Día Internacional de la Paz en el Perú.
Este reconocimiento fue llevado adelante por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, por lo que la Ministra del sector, Marcela Huaita, fue la encargada de entregar la distinción de la IX edición del premio de la Paz, que busca promover la transformación de vidas.
El Padre Ignacio Mantecón es el segundo jesuita que ha ganado este premio. En 2013 el P. Fred Green S.J. recibió el mismo galardón por su labor educativa en Tacna.
Infatigable labor social
Dar de comer al hambriento, dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, son algunas de las 14 obras de misericordia que predica la Iglesia y que el sacerdote jesuita, ha logrado poner en práctica, desde que decidió impulsar la creación del primer comedor popular en la zona.
Nacionalizado peruano, el padre “Chiqui”, como lo llaman cariñosamente, cautiva a los jóvenes con sus gestos de alegría y cercanía. Se hace uno de ellos.
Amante de la música, lleva al escenario a cuanto joven con habilidades para el arte se le cruce en el camino a través del Agustirock, festival de rock que lleva adelante en esta zona populosa de Lima.
Encaminar a estos jóvenes excluidos le ha permitido brindar aportes en temas de seguridad ciudadana tanto a diversos gobiernos públicos del Perú, como a personalidades de gobierno.
La distinción fue otorgada en la Categoría Sociedad Civil – Experiencias Extraordinarias, junto a otras personalidades de la Iglesia católica.
El homenaje por el hundimiento de tres buques se convierte en un evento en honor a Francisco de Cuéllar: banderas de España, gaitas gallegas, niños disfrazados de soldados españoles y niñas de flamenca…
Hicieron falta años de trabajo para que en España se reconociese pública y oficialmente la figura del héroe Blas de Lezo, mientras éste ya era homenajeado en Cartagena de Indias desde hacía mucho tiempo. Algo similar ocurre con Francisco de Cuéllar, un capitán español que sobrevivió al naufragio de tres buques de la ‘Armada Invencible’ o ‘Gran Armada’ frente a las costas irlandesas, y que hoy es recordado allí como un “héroe”.
El Confidencial Digital publicaba esta semana una fotografía en la que se veía una larga playa del norte de Irlanda cubierta con cientos de cruces dibujadas en la arena. Se trataba de la playa de Streedagh (en el término de Sligo), donde en 1588 murieron más de un millar de soldadosespañoles tras naufragar sus buques.
Este suceso histórico para la Armada española se recuerda desde hace años en esta zona con un gran festival celta y decenas de actividades populares. Los organizadores han denominado al evento ‘Remembering the Armada’ –‘recordando a la Armada’- en la misma playa a donde llegaron los supervivientes y los cadáveres de aquellos que murieron ahogados.
Izado de la bandera de España y corona de flores
Este año se reunieron en el arenal más de un millar de personas, muchos de ellos niños, para presenciar el homenaje póstumo a los fallecidos de la Armada española. Un grupo de buzos dejaron una corona de crisantemos rojosy amarillos en el lugar exacto donde los buques naufragaron, hubo simulaciones de batallas de espadas, un concurso infantil de castillos con cruces en honor de los difuntos, e incluso un izado de la bandera de España al son de un grupo de gaitas gallego.
Uno de los actos principales fue una recreación, por parte de niños de cinco escuelas locales, de los hechos que acontecieron aquel 21 de septiembre en la playa de Streedagh, contando la historia del “héroe” y capitán españolFrancisco de Cuéllar. Los niños caracterizados de soldados ingleses iban ‘ejecutando’ con espadas de madera a aquellos que hacían el papel de marinos españoles. Tras ello se sirvió una paella a los participantes y espectadores.
Recordar a esas “pobres almas perdidas”
Está iniciativa está impulsada por la Asociación ‘Grangeand Armada Development’, cuya misión –según figura en sus estatutos- es rememorar el naufragio de los buques españoles en la costa irlandesa y conmemorar a “todas esas pobres almas perdidas.
Además, esta asociación impulsa al Centro de Interpretación para la Armada Española de 1588, cuya misión es estudiar la historia de este suceso. Esta primavera, por ejemplo, fue rescatado del fondo del mar una pieza de artillería de uno de los buques, que fue recibida con solemnidad por parte de la población local como se ve en el siguiente vídeo:
El español fue responsable en el siglo XVIII de la introducción de la fe católica en el territorio estadounidense y cuyo legado es objeto de críticas por parte de poblaciones originarias.
El papa Juan Pablo II había admitido en 1992 los daños provocados por la iglesia católica a los nativos americanos
El Papa pide a los obispos estadounidenses que acaben con los abusos sexuales
El papa Francisco canonizó este miércoles en Washington al fray español Junípero Serra, responsable en el siglo XVIII de la introducción de la fe católica en el territorio estadounidense y cuyo legado es objeto de críticas por parte de poblaciones originarias.
«Declaramos y definimos Santo a Junípero Serra, y lo inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sea devotamente honrado entre los Santos», expresó el Pontífice, siguiendo la tradicional fórmula en latín.
De acuerdo con el rito católico, el cardenal Donald Wuerl, de la arquidiócesis de Washington, formuló el pedido solemne para «inscribir al beato Junípero Serra entre los santos».
La ceremonia de canonización tuvo lugar durante una misa al aire libre, en el pórtico de la basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, el mayor templo católico de toda América del Norte, situado en el campus de la Universidad Católica, en el noreste de Washington.
Unas 25.000 personas se congregaron en los jardines de la enorme basílica, muchos de ellos desde las primeras horas de la mañana, a pesar de un fuerte sol.
Familias enteras aguardaron durante horas en las largas filas para ganarse un lugar entre la multitud para escuchar al papa argentino, quien ofició la ceremonia en español, un gesto hacia el nuevo santo español y a la enorme comunidad católica latina.
Francisco ingresó al jardín del templo a bordo del papamóvil, en medio a una interminable ovación, mientras desde la basílica era saludado por las campanas.
Serra nació en Mallorca en 1713 y en la segunda mitad de ese siglo fundó misiones religiosas en la región costera que actualmente forma parte del estado de California, donde falleció en 1784. Entre otras, fundó la misión de San Gabriel en una zona actualmente situada en el área metropolitana de Los Ángeles.
Beatificado por el papa Juan Pablo II en 1988, Serra fue este miércoles introducido por Francisco en el canon católico en condición de santo.
Sin embargo, la figura de Serra y su legado es objeto de severos cuestionamientos por parte de grupos originarios estadounidenses, en especial aquellos relacionados con las culturas que vivían en Alta California en la época de la fundación de las misiones religiosas.
Toypurina Carac, portavoz del grupo Kizh Gabrieleño, dijo a AFP que se opone «radicalmente a que nombre santo al responsable por la muerte de nuestra gente y de nuestra cultura».
En su homilía, Francisco defendió el legado de Serra, alegando que en su labor evangélica buscó proteger a los grupos originarios que encontró en la región de California.
Serra, expresó el Papa, «buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos».
Francisco destacó en su homilía la determinación de religiosos que salen a recorrer el mundo, y recordó que Serra dejó «su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades».
La ceremonia de canonización de Serra incluyó una oración en chochenyo, un idioma nativo estadounidense.
Se trató de la primera misa oficiada por Francisco en Estados Unidos desde su llegada el martes para una gira de seis días, en la que también viajará a Nueva York y Filadelfia.
El papa Juan Pablo II había admitido en 1992 los daños provocados por la iglesia católica a los nativos americanos, y el propio Francisco mencionó en julio, durante un viaje a Bolivia, los «serios crímenes cometidos contra los pueblos nativos de América en nombre de Dios».
Este lunes, la tercera jornada del Papa Francisco en Cuba, culminó con el momento más afectuoso de su visita: la peregrinación al Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad de El Cobre.
El pontífice puso a los pies de la Patrona de Cuba el futuro de la isla, y le encomendó esta intención particular: “Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor”.
¡Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba!
¡Dios te salve, María, llena de gracia! Túeres la Hija amada del Padre,
la Madre de Cristo, nuestro Dios, el Templo vivo del Espíritu Santo.
Llevas en tu nombre, Virgen de la Caridad, la memoria del Dios que es Amor, el recuerdo del mandamiento nuevo de Jesús, la evocación del Espíritu Santo: amor derramado en nuestros corazones, fuego de caridad enviado en Pentecostés sobre la Iglesia, don de la plena libertad de los hijos de Dios.
¡Bendita túentre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Has venido a visitar nuestro pueblo y has querido quedarte con nosotros como Madre y Señora de Cuba, a lo largo de su peregrinar por los caminos de la historia.
Tu nombre y tu imagen están esculpidos en la mente y en el corazón de todos los cubanos, dentro y fuera de la Patria, como signo de esperanza y centro de comunión fraterna.
¡Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra!
Ruega por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, intercede por nosotros con tu corazón maternal, inundado de la caridad del Espíritu. Acrecienta nuestra fe, aviva la esperanza, aumenta y fortalece en nosotros el amor.
Ampara nuestras familias, protege a los jóvenes y a los niños, consuela a los que sufren. SéMadre de los fieles y de los pastores de la Iglesia, modelo y estrella de la nueva evangelización.
¡Madre de la reconciliación! Reúne a tu pueblo disperso por el mundo. Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Yogi Berra at Yankee Stadium in 1956. Credit Sam Falk/The New York Times
Yogi Berra, one of baseball’s greatest catchers and characters, who as a player was a mainstay of 10 Yankee championship teams and as a manager led both the Yankees and Mets to the World Series — but who may be more widely known as an ungainly but lovable cutural figure, inspiring a cartoon character and issuing a seemingly limitless supply of unwittingly witty epigrams known as Yogi-isms — died Tuesday. He was 90.
His death was reported by the Yankees and by the Yogi Berra Museum and Learning Center Museum in Little Falls, N.J. Before moving to an assisted living facility in nearby West Caldwell, in 2012, Berra had lived for many years in neighboring Montclair.
In 1949, early in Berra’s Yankee career, his manager assessed him this way in an interview in The Sporting News:
“Mr. Berra,” Casey Stengel said, “is a very strange fellow of very remarkable abilities.”
And so he was, and so he proved to be. Universally known simply as Yogi, probably the second most recognizable nickname in sports — even Yogi wasn’t the Babe — Berra was not exactly an unlikely hero, but he was often portrayed as one: an All-Star for 15 consecutive seasons whose skills were routinely underestimated, a well-built, appealingly open-faced man whose physical appearance was often belittled, and a prolific winner — not to mention a successful leader — whose intellect was a target of humor if not outright derision.
That he triumphed on the diamond again and again in spite of his perceived shortcomings was certainly a source of his popularity. So was the delight with which his famous, if not always documentable, pronouncements, somehow both nonsensical and sagacious, were received.
“You can observe a lot just by watching,” he is reputed to have declared once, describing his strategy as a manager.
“If you can’t imitate him,” he advised a young player who was mimicking the batting stance of the great slugger Frank Robinson, “don’t copy him.”
“When you come to a fork in the road, take it,” he said, giving directions to his house. Either path, it turned out, got you there.
“Nobody goes there anymore,” he said of a popular restaurant. “It’s too crowded.”
Whether Berra actually uttered the many things attributed to him, or was the first to say them, or phrased them precisely the way they were reported, has long been a matter of speculation. Berra himself published a book in 1998 called “The Yogi Book: I Really Didn’t Say Everything I Said!” But the Yogi-isms testified to a character — goofy and philosophical, flighty and down to earth — that came to define the man.
Berra’s Yogi-ness was exploited in advertisements for myriad products, among them Puss ’n Boots cat food and Miller Lite beer, but perhaps most famously, Yoo-Hoo chocolate drink. Asked if Yoo-Hoo was hyphenated, he is said to have replied, “No, ma’am, it isn’t even carbonated.”
If not exactly a Yogi-ism, it was the kind of response that might have come from Berra’s ursine namesake, the affable animated character Yogi Bear, who made his debut in 1958.
The character Yogi Berra may even have overshadowed the Hall of Fame ballplayer Yogi Berra, obscuring what a remarkable athlete he was. A notorious “bad ball” hitter — he swung at a lot of pitches that weren’t strikes but mashed them anyway — he was fearsome in the clutch and the most durable and consistently productive Yankee during the period of the team’s most relentless success.
In addition, as a catcher he played the most physically grueling and concentration-demanding position on the field. (For a respite from the chores and challenges of crouching behind the plate, Berra, who played before the designated hitter rule took effect in the American League in 1973, occasionally played the outfield.)
Stengel, the Hall of Fame manager whose shrewdness and talent were also often underestimated, recognized Berra’s gifts. He referred to Berra, even as a young player, as his assistant manager and compared him favorably to star catchers of previous eras like Mickey Cochrane, Gabby Hartnett and Bill Dickey. “You could look it up” was Stengel’s catchphrase, and indeed the record book declares that Berra was among the greatest catchers in the history of the game, some say the greatest of all.
Berra’s career batting average of .285 wasn’t as high as that of his Yankee predecessor Dickey (.313), but Berra hit more home runs (358) and drove in more runs (1,430). Widely praised by pitchers for his astute pitch-calling, Berra led the American League in assists five times, and from 1957 through 1959 went 148 consecutive games behind the plate without making an error, a major league record at the time — though he wasn’t a defensive wizard from the start.
Dickey, Berra explained, “learned me all his experience.”
On defense, he certainly surpassed Mike Piazza, the best-hitting catcher of recent vintage — and maybe ever. Johnny Bench, whose Cincinnati Reds teams of the 1970s were known as the Big Red Machine, and Berra were comparable in offensive production, except that Bench struck out three times as often. Berra whiffed a mere 414 times in more than 8,300 plate appearances over 19 seasons — an astonishingly small ratio for a power hitter.
Others — Carlton Fisk, Gary Carter and Ivan Rodriguez among them — also deserve consideration in a discussion of great catchers, but none was clearly superior to Berra on offense or defense. Only Roy Campanella, a contemporary rival who played for the Brooklyn Dodgers and faced Berra in the World Series six times before his career was ended by an auto accident, equaled Berra’s total of three Most Valuable Player awards. And though Berra didn’t win the award in 1950 — his teammate Phil Rizzuto did — he gave one of the greatest season-long performances by a catcher that year, hitting .322, smacking 28 homers and driving in 124 runs.
Berra’s career was punctuated by storied episodes. In Game 3 of the 1947 World Series against the Dodgers he hit the first pinch-hit home run in series history, and in Game 4 he was behind the plate for what was almost the first no-hitter and was instead a stunning loss. With two out in the ninth inning and two men on base with walks, the Yankees’ starter, Bill Bevens, gave up a double to Cookie Lavagetto that cleared the bases and won the game.
In September 1951, once again on the brink of a no-hitter, this one by Allie Reynolds against the Red Sox, Berra made one of baseball’s legendary errors. With two out in the ninth inning, Ted Williams hit a towering foul ball between home plate and the Yankee dugout; it looked like the end of the game, sealing Reynolds’s second no-hitter of the season and making him the first American League pitcher to accomplish that feat. But as the ball plummeted, it was caught in a gust of wind; Berra lunged backward, and it deflected off his glove as he went sprawling.
Amazingly, on the next pitch, Williams hit an almost identical pop-up, and this time Berra caught it.
In the first game of the 1955 World Series against Brooklyn, the Yankees were ahead, 6-4, in the top of the eighth when the Dodgers’ Jackie Robinson stole home. The plate umpire Bill Summers called him safe, and Berra went berserk, gesticulating in Summers’s face and creating one of the enduring images of an on-the-field tantrum. The Yankees won the game though not the series — it was the only time Brooklyn got the better of Berra’s Yanks — but Berra never forgot the moment. More than 50 years later, he signed a photograph of the play for President Obama, writing, “Dear Mr. President, He was out!”
During the 1956 Series, again against Brooklyn, Berra was at the center of another indelible image, this one of sheer joy, when he leapt into the arms of Don Larsen, who had just struck out Dale Mitchell to end Game 5 and complete the only perfect game (and only no-hitter) in World Series history.
When reporters gathered at Berra’s locker after the game, he greeted them mischievously. “So,” he said, “what’s new?”
Beyond the historic moments and individual accomplishments, what most distinguished Berra’s career was how often he won. From 1946 to 1985, as a player, coach and manager, Berra appeared in a remarkable 21 World Series. Playing on powerful Yankee teams with teammates like Rizzuto and Joe DiMaggio early on and then Whitey Ford and Mickey Mantle, Berra starred on World Series winners in 1947, ’49, ’50, ’51, ’52, ’53, ’56 and ’58. He was a backup player on the championship teams of 1961 and ’62. (He also played on World Series losers in 1955, ’57, ’60 and ’63.) All told, his Yankee teams won the American League pennant 14 out of 17 years. He still holds series records for games played, plate appearances, hits and doubles.
No other player has been a champion so often.
Lawrence Peter Berra was born on May 12, 1925, in the Italian enclave of St. Louis known as the Hill, which also fostered the baseball career of his boyhood friend Joe Garagiola. Berra was the fourth of five children. His father, Pietro, a construction worker and a brick layer, and his mother, Paulina, were immigrants from Malvaglio, a northern Italian village near Milan. (As an adult, on a visit to his ancestral home, Berra took in a performance of “Tosca” at La Scala. “It was pretty good,” he said. “Even the music was nice.”)
As a boy, Berra was known as Larry, or Lawdie, as his mother pronounced it. As recounted in “Yogi Berra: Eternal Yankee,” a 2009 biography by Allen Barra, one day in his early teens, young Larry and some friends had gone to the movies and were watching a travelogue about India when a Hindu yogi appeared on the screen sitting cross-legged. His posture struck one of the friends as precisely the way Berra sat on the ground as he waited his turn at bat. From that day on, he was Yogi Berra.
An ardent athlete but an indifferent student, Berra dropped out of school after the eighth grade. He played American Legion ball and worked odd jobs. As teenagers, both he and Garagiola tried out with the St. Louis Cardinals and were offered contracts by the Cardinals’ general manager, Branch Rickey. But Garagiola’s came with a $500 signing bonus and Berra’s just $250, so Berra declined to sign. (This was a harbinger of deals to come. Berra, whose salary as a player reached $65,000 in 1961, substantial for that era, would prove to be a canny contract negotiator, almost always extracting concessions from the Yankees’ penurious general manager George Weiss.)
In the meantime, the St. Louis Browns — they later moved to Baltimore and became the Orioles — also wanted to sign Berra but were not willing to pay any bonus at all. Then, the day after the 1942 World Series, in which the Cardinals beat the Yankees, a Yankee coach showed up at Berra’s parents’ house and offered him a minor league contract — along with the elusive $500.
Berra’s professional baseball life began in Virginia in 1943 with the Norfolk Tars of the Class B Piedmont League. In 111 games he hit .253 and led the league’s catchers in errors, but he once had 12 hits and drove in 23 runs over two consecutive games. It was a promising start, but World War II put his career on hold. Berra joined the Navy. He took part in the invasion of Normandy and, two months later, in Operation Dragoon, an Allied assault on Marseilles in which he was bloodied by a bullet and earned a Purple Heart.
In 1946, after his discharge, he was assigned to the Newark Bears, then the Yankees’ top farm team. He played outfield and catcher and hit .314 with 15 home runs and 59 runs batted in in 77 games, though his fielding still lacked polish; in one instance he hit an umpire with a throw from behind the plate meant for second base. Nonetheless, the Yankees summoned him in September. In his first big league game he had two hits, including a home run.
As a Yankee, Berra became a fan favorite, partly because of his superior play — he batted .305 and drove in 98 runs in 1948, his second full season — and partly because of his humility and guilelessness. In 1947, honored at Sportsman’s Park in St. Louis, a nervous Berra told the hometown crowd, “I want to thank everyone for making this night necessary.”
Berra was a hit with sportswriters, too, though they often portrayed him as a baseball idiot savant, an apelike, barely literate devotee of comic books and movies who spoke fractured English. So was born the Yogi caricature, of the triumphant rube.
“Even today,” Life magazine wrote in July 1949, “he has only pity for people who clutter their brains with such unnecessary and frivolous matters as literature and the sciences, not to mention grammar and orthography.”
Collier’s magazine declared, “With a body that only an anthropologist could love, the 185-pound Berra could pass easily as a member of the Neanderthal A.C.”
Berra tended to take the gibes in stride. If he was ugly, he was said to have remarked, it didn’t matter at the plate. “I never saw nobody hit one with his face,” he was quoted as saying. But when writers chided him about his girlfriend, Carmen Short, saying he was too unattractive to marry her, he responded, according to Colliers, “I’m human, ain’t I?”
Berra outlasted the ridicule. He married Ms. Short in 1949, and the marriage endured until her death in 2014. He is survived by their three sons — Tim, who played professional football for the Baltimore Colts; Dale, a former infielder for the Yankees, Pirates and Astros; and Lawrence Jr..
Certainly, assessments of Berra changed over the years.
“He has continued to allow people to regard him as an amiable clown because it brings him quick acceptance, despite ample proof, onfield and off, that he is intelligent, shrewd and opportunistic,” Robert Lipsyte wrote in The New York Times in October 1963.
At the time, Berra had just concluded his career as a Yankee player and the team had named him manager, a role in which he’d continue to find success, though not with the same regularity he enjoyed as a player and not without drama and disappointment. Indeed things began badly. The Yankees, an aging team in 1964, played listless ball through much of the summer, and in mid-August they lost four straight games in Chicago to the first-place White Sox, leading to one of the kookier episodes of Berra’s career.
On the team bus to O’Hare Airport, the reserve infielder Phil Linz began playing “Mary Had a Little Lamb” on the harmonica. Berra, in a foul mood over the losing streak, told him to knock it off, but Linz didn’t. (In another version of the story, Linz asked Mickey Mantle what Berra had said, and Mantle responded, “He said, ‘Play it louder.’ ”) Suddenly the harmonica went flying, having been either knocked out of Linz’s hands by Berra or thrown at Berra by Linz. (Players on the bus had different recollections.)
News reports of the incident made it sound as if Berra had lost control of the team, and though the Yankees caught and passed the White Sox in September, winning the pennant, Ralph Houk, the general manager, fired Berra after the team lost a seven-game World Series to St. Louis, in a bizarre move replacing him with the Cardinals’ manager, Johnny Keane.
Keane’s Yankees finished last in 1965.
Berra, meanwhile, moved across town, taking a job as a coach for the famously awful Mets under Stengel, who was finishing his career in Flushing. The team continued its mythic floundering until 1969, when the so-called Miracle Mets, with Gil Hodges as manager — and Berra coaching first base — won the World Series.
After Hodges died before the start of the 1972 season, Berra replaced him. He was inducted into the Hall of Fame in that summer, but the Mets team he inherited faltered, finishing third, and for most of the 1973 season they were worse. In mid-August, the team was well under .500 and in sixth place, when Berra uttered perhaps the most famous Yogi-ism of all.
“It ain’t over till it’s over,” he said (or words to that effect), and, lo and behold, the Mets got hot, squeaking by the Cardinals to win the National League’s Eastern Division title.
They then beat the Reds in the League Championship Series before losing to the Oakland Athletics in the World Series. Berra was rewarded for the resurgence with a three-year contract, but the Mets were dreadful in 1974, finishing fifth, and the next year, on Aug. 6, with the team in third place and having lost five straight games, Berra was fired.
Once again he switched leagues and city boroughs, returning to the Bronx as a Yankee coach, and in 1984 the owner, George M. Steinbrenner, named him to replace the volatile Billy Martin as manager. The team finished third that year, but during spring training in 1985 Steinbrenner promised him that he would finish the season as Yankee manager no matter what. However, after just 16 games (the Yankees were 6-10) the impatient and imperious Steinbrenner fired Berra anyway, bringing back Martin — and worse than breaking his word, perhaps, sending an underling to deliver the bad news.
The firing, which had an added sting because Berra’s son Dale had recently joined the Yankees, provoked one of baseball’s legendary feuds, and for 14 years Berra refused to set foot in Yankee Stadium, a period during which he coached four seasons for the Houston Astros.
In the meantime private donors helped establish the Yogi Berra Museum and Learning Center on the New Jersey campus of Montclair State University, which awarded Berra an honorary doctorate of humanities in 1996 and where a minor league ballpark, Yogi Berra Stadium, opened in 1998. A tribute to Berra with exhibits on his career, the museum runs programs for children dealing with baseball history. In January 1999 Steinbrenner, who died in 2010, went there to make amends.
“I know I made a mistake by not letting you go personally,” he told Berra. “It’s the worst mistake I ever made in baseball.”
Berra chose not to quibble with the semi-apology. To welcome him back into the Yankee fold, the team held a Yogi Berra Day on July 18, 1999. Also invited was Don Larsen, who threw out the ceremonial first pitch, which Berra caught.
Incredibly, in the game that day, David Cone of the Yankees pitched a perfect game.
It was, as Berra may or may not have said in another context, “déjà vu all over again,” a fittingly climactic episode for a wondrous baseball life.
El padre Alexander Men fue asesinado en 1990, hace 25 años… sentó las bases para una reevangelización de Rusia y millones leyeron sus libros
En 1983 el sacerdote ortodoxo ruso Alexander Men acudía a citaciones e interrogatorios agotadores de la KGB. Detenían a sus discípulos y los deportaban, y registraban su parroquia poniéndola patas arriba. Era una especie de peligroso enemigo del Estado.
Apenas siete años más tarde, el 9 de septiembre de 1990, fue asesinado con un hacha en un camino en el bosque, mientras se dirigía a celebrar misa. Rusia se conmocionó.
Boris Yeltsin, que entonces era presidente del Soviet Supremo de lo que todavía era la Unión Soviética, pidió un minuto de silencio en la cámara. Para entonces Alexander Men se había convertido en el cura más famoso de Rusia.
En sus últimos dos años de vida se multiplicaron los asistentes a sus charlas y predicaciones
En septiembre de 2015 se cumplen 25 años desde su asesinato y aún no se sabe nada claro del autor ni de la motivación. La investigación se cerró a toda prisa. Fue asaltado en el bosque y le golpearon con un hacha en la base del cráneo.
En “Crimen y Castigo”, de Dostoyevsky, el hacha es el arma del nihilista Raskólnikovque en su carrera por llegar a ser un superhombre sin límites no se le ocurre nada mejor que matar a una vieja a hachazos. El hacha es también el arma alabada del pueblo trabajador contra el opresor… y el de los progromos que matan judíos. Muchos coinciden en queera un arma, y un crimen, que buscaba amedrentar y asustar cuando las cosas estaban cambiandoen Rusia. Muchos perdían el miedo después de 7 décadas de terror… y eso no se podía permitir.
Alexander Men, vestido con sotana blanca con motivo de la Pascua, predica en un estadio en una gran concentración convocada por cristianos protestantes… algo ajeno al estilo ortodoxo, pero Men sentía que había poco tiempo y muchas almas por tocar
¿Por qué Men era popular?
¿Quién mató al padre Men? Él era un predicador muy popular, que había impartido más de 200 conferencias en el último año y medio, al aflojarse el acoso a la religión, llenando teatros y una vez hasta un estadio, con cristianos protestantes. Tenía un título de química y en sus predicaciones hablaba de ciencia y fe. Su lenguaje era moderno y el hombre soviético, ya casi postsoviético, le entendía bien, al contrario que a otros religiosos que repetían discursos del siglo XIX poco o nada comprensibles.
Nació judío y se sentía judío cristiano
Había nacido judío: su madre, una judía siempre atraída por el bautismo, se bautizó con él al poco de nacer el niño, pese al peligro y discriminación que eso significaba en 1935, en plena persecución contra los cristianos.
Él se sentía un judío cristiano, profundizaba y anunciaba las raíces judías de Jesús. Su libro“Jesús el maestro de Nazaret”, pensado para ese hombre descristianizado por 7 décadas de persecución comunista, insistía en presentar a un Jesús anclado en su pueblo judío pero a la vez buscando el corazón de todos los hombres para liberarlos.
Millones de personas han leído este libro, que se editó por primera vez con pseudónimo en 1968 en Bruselas, gracias al trabajo de dos católicas devotas de origen ortodoxo volcadas en imprimir libros religiosos en ruso en el extranjero e introducirlos en Rusia, Asia Douroff e Irene Posnoff. La red que organizaron con el padre Antonio Ilc, católico esloveno de rito oriental,introdujo más de cien títulos religiosos en el país.
El libro de Men circulaba de mano en mano. Y desesperaba a los oficiales de la KGB encargados del control religioso. Sus predicaciones, ecuménicas, tendiendo la mano y el deseo de unidad fraterna a católicos y protestantes, molestaron a elementos ultranacionalistas ortodoxos. Le llegaron cartas acusándole de servir a Satanás ya que trabajaba con servidores del demonio, como los papistas, quizá por ser él un abyecto judío…
¿Quién mato a Men?
¿Quién mató, pues, al padre Alexander Men? ¿Fueron los servicios secretos de la KGB,despechados porque siempre pudo esquivarlos y ahora era una estrella de masas? ¡La televisión le acababa de proponer un programa semanal! ¿Fueron agentes involucionistas que querían acabar con los aires nuevos y reinstaurar un comunismo de línea dura?
¿O fue algún fanático ultraortodoxo que consideraba que era un tibio liberal y servidor de Satanás? ¿O un nacionalista antisemita que lo odiaba por ser judío y no avergonzarse de ello y presentar un Jesús demasiado judío para una visión racista? ¿O la KGB usó a un loco o desequilibrado, o a un fanático, y luego lo hizo desaparecer? Veinticinco años después, la fama del padre Alexander Men no ha dejado de crecer pero los misterios sobre su asesinato no se resuelven.
¿Cómo sería Men hoy?
Once días antes de su muerte recibió en su parroquia al sacerdote católico francés Daniel Ange, quien le habló de su escuela de evangelización Jeunesse Lumiere, que actualmente sigue en pleno funcionamiento. Juntos veían que faltaba formar bien a los nuevos conversos y también apresurarse en llegar a las personas con inquietud espiritual que iban siendo atrapadas por sectas y engañosas prácticas de “nueva era”.
¿Cómo habría sido Alexander Men hoy? Tendría 80 años. Con 83 años,su amigo Daniel Ange sigue predicando por las calles,formando docenas de jóvenes evangelizadores y participando en las Manif Pour Tous en defensa de la familia en Francia, en un país hostil a la fe como es Francia. Quizá Men en Rusia habría sido una figura mediática, quizá con Men no habría habido un Vladimir Putin, o habría sido un Putin distinto.
Men representaba un ala renovadora de la Iglesia, que miraba con fraternidad al catolicismo. Desde que tenía 15 años, Men había leído y tomado como ejemplo a Soloviev, un ortodoxo que se consideraba católico y deseaba la unidad de los cristianos.
En el aniversario de su muerte, muchos, católicos y ortodoxos, lo han recordado, han orado por él, y sin duda muchos piden su intercesión considerándolo un mártir de la fe liberadora de Cristo.
ENTREVISTA AL PADRE STEFANO CAPRIO
(en Gaudete.ru)
Pocos saben que una de las fotos más conocidas de Alexander Men está hecha por el sacerdote católico Stefano Caprio, quien durante más de 10 años estuvo trabajando en Rusia. Gaudete.ru le entrevista por el 25º aniversario de la muerte de ese gran predicador y divulgador cristiano.
Foto que el padre Stefano Caprio realizó de Alexander Men
– Padre Stefano, usted conoció al padre Alexander Men, lo trató en Rusia y hasta lo llevó de viaje por Italia… – Sí, le conocí. Y nuestro trato fue bastante cercano. Le conocí en Rusia en 1986. Estuve en su casa en el pueblo de Novaya Derevnia (a 30 km al este de Moscú), y acordamos de su futuro posible viaje a Italia. La causa principal de ese viaje eran unos problemas por los que pasaba su hija, Lialia, que había emigrado. Se vio en Austria, sin nacionalidad. Le estábamos ayudando a afincarse en Italia. El primer viaje a Italia del padre Men se debió precisamente a esos problemas de su hija.
»Su segundo viaje lo dedicó a visitar universidades y facultades de teología. Sobre todo a los especialistas de biblística, que le interesaban. Visitó a amigos, comunidades… Una variedad de encuentros.
– ¿Qué impresión le causó?
– Una fuerte impresión. Es uno de los sacerdotes que habían influido en la formación de mi personalidad y mi vocación sacerdotal. Su amor a la vida y amistad fueron para mí un gran descubrimiento.
»Primero, me impresionó como sacerdote, pastor. Segundo, como un divulgador de la cultura cristiana. Su apertura, su capacidad de transmitir el Evangelio por varios medios. No solamente directamente, a través de las homilías o liturgia, sino mediante la cultura, otras manifestaciones. Entonces yo pensaba que si no fuera ya cristiano, me habría convertido escuchando al padre Men. Viéndolo, entendía que quería ser un sacerdote parecido a él.
– Sus muchos libros se tradujeron a varios idiomas, incluido el italiano. Siempre me preguntaba: ¿por qué? ¿Por qué es interesante para el lector occidental? – No participé en eso directamente. Cuando le mataron, yo ya estaba en Rusia. De hecho, fui uno de los primeros que tocaron su cadáver. Y luego no sabía qué hacer para preservar y divulgar mejor su legado. Yo personalmente quería llevarlo a mis feligreses.
»No pensé que sus libros podrían ser traducidos a otros idiomas. Sus libros están escritos específicamente para Rusia. Son muy impactantes, y en este sentido son muy valiosos para los lectores de todos los países tanto del Oriente como del occidente. Pero fueron escritos en el contexto de Rusia, y específicamente de Rusia de los 70-80. Como especialista en teología y biblística era convincente, aunque no diría que original o genial.
»Fue muy buen popularizador de la cultura cristiana, cultura bíblica, historia de las religiones. En este contexto su literatura es muy valiosa e importante. Aunque, está claro, en el occidente abunda ese tipo de literatura. Por otra parte, su testimonio personal y su martirio añaden un valor especial a sus libros. Por eso me alegró de que los hayan traducido a otros idiomas. Y estoy agradecido a las personas que se implicaron en ello.
– Usted ha dicho que estuvo en Rusia cuando mataron al padre Alexander… – Vine a Rusia en 1988. En 1990, el último año de vida del padre Alexander, fui capellán de la embajada de Italia en Rusia y tenía una relativa libertad de movimiento. Era uno de poquísimos sacerdotes católicos de Moscú. Antes le había acompañado en sus viajes por Italia y éramos amigos. No era nada raro en que estuviéramos en contacto.
»Durante casi dos años le visité prácticamente cada semana. Estuve presente durante sus charlas, predicaciones, encuentros con varias personas. Se puede decir que parcialmente participé en su actividad. Además, los últimos meses de su último año, cuando aumentaba la libertad en el país, intentaba reunir varias de sus comunidades y organizar un movimiento común.
»Aquel mes de septiembre cuando le mataron, estaba previsto un encuentro de los responsables y miembros de sus comunidades. Yo también tenía que participar. En cierto sentido, el momento de matarlo había sido elegido con mucha precisión. Así se impidió que aquel mundillo que surgía y daba vueltas alrededor de él llegara a unificarse realmente.
»Pasaba mucho tiempo con él, además, porque tuve que acompañarle en sus viajes de Nóvaya Derévnia a Moscú. Él no quería vivir en la capital. Decía que le sería muy pesado vivir allí. Prefería vivir en su parroquia y solo visitaba Moscú de vez en cuanto. A menudo le llevé en nuestro coche de embajada. Me gustaba participar en sus encuentros con la gente, me encantaba escucharle. Para mí fue un tiempo de gloria…
-¿Cómo es que usted estaba a su lado el día de su muerte?
– Aquella tarde cuando le mataron, yo estuba en otra ciudad cerca de Moscú, Balashija, en una de las comunidades de su círculo. Estábamos en oración.Era un encuentro ecuménico, estaban presentes tanto ortodoxos como católicos. Y nos comunicaron que acababa de ocurrir un atentado contra el padre Men, justo durante la oración. Todos nosotros nos precipitamos en varias direcciones. Algunos fueron al depósito de cadáveres. Yo, de madrugada, fui a Novaya Derevnia, adonde habían trasladado su cuerpo. Lo toqué y lo bendije según el rito católico, inmediatamente cuando lo trajeron al templo. Luego se celebró el funeral, vino la gente que le quería mucho.
– En estos 25 años en mundo ha cambiado mucho, ha cambiado la gente… ¿Cómo de actual es el legado del padre Men?
– Es muy actual. El padre Alexander miraba al futuro, y un futuro muy superior a 25 años. El diálogo entre varias denominaciones cristianas, un diálogo entre religiones hoy es sumamente necesario y no exclusivamente en Rusia. El padre Alexander dejó tras de sí un hueco que hasta hoy permanece vacío, a pesar de múltiples frutos que crecieron gracias a su legado. Pienso que ahora, después de varios cambios y transformaciones en la sociedad rusa y europea, es la hora de volver hacia él, su perspicacia y clarividencia.
La Iglesia, en el día de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, celebra la veneración a las reliquias de la Cruz de Cristo en Jerusalén, tras ser recuperada de manos de los persas por el emperador Heráclito.
Según manifiesta la historia, al recuperar el precioso madero, el emperador quiso cargar una cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó entrar a un recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado. El patriarca Zacarías que iba a su lado le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo cuando iba cargando la cruz por las calles de Jerusalén. Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial, y con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la cruz en el sitio donde antes era venerada.
Los fragmentos de la santa Cruz se encontraban en el cofre de plata dentro del cual se los habían llevado los persas, y cuando el patriarca y los clérigos abrieron el cofre, todos los fieles veneraron las reliquias con mucho fervor, incluso, su produjeron muchos milagros.
El fragmento de la Cruz de Cristo de mayor tamaño se encuentra en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria, España), donde es venerado por decenas de miles de fieles cada año.
Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.
A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribles tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante, cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.
De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: «Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio». Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: «La tristeza no produce ningún fruto bueno». Y le aconsejó: «Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz». La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.
Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.
Fíjese en la gente cuando hace la señal de la Cruz. Observe, por ejemplo, a los pocos jugadores de fútbol que se santiguan en el campo. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo haremos nosotros la señal de la Cruz de hoy en adelante?
Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, acuérdese de realizar con más devoción y más despacio su señal de la Cruz.
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