“El hombre con el brazo de oro”

Este hombre común y corriente ha salvado a más de 2 millones de bebés

James Harrison es conocido como “El hombre con el brazo de oro”

Es conocido como “El hombre con el brazo de oro”. James Harrison, un australiano de 78 años, ha salvado la vida de más de dos millones de bebés a través de la donación de plasma casi cada semana durante los últimos 60 años.
La CNN informa que a los 14 años, Harrison se sometió a una cirugía de 11 horas para que le extirparan un pulmón y cuando terminó, su padre – donante de sangre también él – le explicó lo que había sucedido.

“Él dijo que yo recibí 13 unidades (litros) de sangre y mi vida fue salvada por personas desconocidas”; dijo Harrison. “Él fue donante, por lo que dije que cuando fuera mayor, me haría donante de sangre”.

Que fue exactamente lo que hizo Harrison. Poco después, los doctores le dijeron que su sangre contenía un extraño anticuerpo que podría ayudar a madres que tienen la enfermedad rhesus, una condición donde la sangre de la mujer embarazada ataca los glóbulos blancos del feto. En el peor de los casos, puede resultar en daño cerebral o muerte del bebé, y hasta 1967, miles de bebés morían cada año en Australia y sin que nadie supiera por qué.

Harrison trabajó con los médicos para usar los anticuerpos para desarrollar una inyección llamada Anti-D, que previene a las mujeres con sangre rhesus negativo de desarrollar anticuerpos RhDdurante el embarazo. De acuerdo con el servicio de sangre de la Cruz Roja australiana, Australia “fue uno de los primeros países en descubrir un donador de sangre con este anticuerpo, por lo que fue realmente revolucionario en aquel tiempo”.

Es increíble pensar que cada lote de Anti-D que se hace en Australia ha provenido de la sangre de James. Más del 17% de las mujeres en Australia están en riesgo, por lo que Harrison ha ayudado – y continúa haciéndolo – a mucha gente.

Pero según la ley australiana, deberá dejar de donar en unos pocos años y se espera que algunas otras personas se ofrezcan a donar. Existen alrededor de otras 50 personas en el país que se conozca que también tienen los anticuerpos, de acuerdo al servicio de sangre de la Cruz Roja australiana.

Harrison ha ganado premios por su generosidad y altruismo, pero no se considera a sí mismo un héroe. Ha donado su plasma más de 1,000 veces, conduciéndolo a ganar el Record Guinness Mundial, de acuerdo con el NY Daily News. Pero en todas aquellas ocasiones en que donó sangre, no miró ni una vez.

“Miro hacia el techo o las enfermeras, quizá hablo con ellas un poco, pero nunca he mirado la aguja entrar en mi brazo. No soporto ver sangre, no soporto el dolor”.

 

 

Se lanza al agua y rescata a 20 refugiados

Héroe griego

Una mujer le quitó la ropa a su hijo para poder vestir a un bebé que él había salvado tras destrozarse el barco en el que viajaban las víctimas

ZOE ROMANOVSKY

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Era una mañana común y corriente para Antoins Deligiorgis, un sargento del ejército que vive en la isla de Rodas, un popular destino turístico al sur de Grecia. Después de llevar a los niños a la escuela con su esposa, los dos se detuvieron en un bar a orillas del mar para tomar café.Según The Guardian, poco después, un barco de madera de Turquía, que transportaba a 93 refugiados y migrantes procedentes de Siria y Eritrea, se estrelló contra unas rocas escarpadas de la orilla y se deshizo en cuestión de minutos. Ocurrió el pasado mes de abril.
 
“Parecía que fuera de papel”, dijo Deligiorgis. “Cuando me fui del café pasadas las 10, mucha gente se había acercado al lugar. Los guardacostas estaban ahí, un helicóptero sobrevolaba la zona, las ambulancias habían llegado, los pescadores se habían reunido en sus barcas. Sin pensar demasiado, hice lo que tenía que hacer. A las 10.15 me había quitado la camiseta y estaba en el agua”.
 
Deligiorgis es responsable de llevar a la orilla por su propia cuenta a 20 de los 93 refugiados.
 
“El agua estaba llena de aceite del barco y estaba muy amarga y las rocas eran resbaladizas y afiladas. Me corté gravemente las manos y los pies, pero lo único que podía pensar era en salvar a esa pobre gente”.
 
El hombre de 34 años no recordaba a cuántas personas había salvado, excepto a una mujer de 24 años de Eritrea, Wegasi Nebiat, cuyos padres habían pagado $10,000 para llevarla ilegalmente a Europa. Dejó Eritrea, un país con mala reputación por abusos contra los derechos humanos, hace muchos meses y viajó a Turquía a través de contrabandistas.Se unió a un grupo de refugiados en Marmaris, quienes fueron llevados a una playa apartada para comenzar el peligroso viaje a través del Mediterráneo.

El diario británico Daily Mail, informó que Wegasi fue tratada durante tres días por presunta neumonía, y en su cama de hospital, cuando enseñó la foto que mostraba su rescate a manos de Deligiorgis, dijo que no recordaba mucho.

“Me encontraba en el agua asustada y luego estaba aquí. Me siento afortunada. Tengo familia allá en casa y soy afortunada por haber sobrevivido”.

Cuando Deligiorgis vio a Wegasi en el agua, las olas eran fuertes y Wegasi estaba teniendo problemas para respirar mientras se aferraba a los escombros.

“Habían algunos chicos de la guardia costera alrededor de mí que habían saltado con su ropa puesta. Estaba teniendo dificultad para sacarla del mar. Ellos me ayudaron y luego, instintivamente, la coloqué sobre mi hombro”, recuerda Deligiorgis.

Deligiorgis, también rescató a una mujer que parió a un bebé sano en el hospital de Rodos, dijo que las habilidades de supervivencia y la técnicas que aprendió en el ejército lo ayudaron. No se considera un héroe – dice que simplemente hizo su deber “como ser humano y como hombre”.

La nueva madre de Eritrea piensa llamar a su bebé como Deligiorgis, el hombre que los salvó a ambos.

El sargento del ejército no es la única persona que arriesgó su vida para salvar a los migrantes. Manolis Stavris, un marino local, fue otro – el primero en llegar a la escena, de acuerdo a una historia delDaily Mail.

“Fuimos los primeros en ver el barco, pensamos que era de turistas. Cuando lo vimos estrellarse contra las rocas, contactamos a la compañía y nos dijeron que nos apresuráramos a salvar a la gente”.

Stavris vio una joven chica agarrada de un tubo con un bebé en sus brazos.

“Gritaba: «¡el bebé!, ¡el bebé!. Vi al bebé escurrirse de sus manos y lentamente descender hacia el fondo del mar, como plomo, como una piedra. El bebé llevaba mucha ropa. Me sumergí en el agua y lo agarré. Otras seis personas se lanzaron al agua después de mí”, dijo.

Y añadió: «No podía sentir el frío, ni nada. Sólo me importaba salvar a la gente. La criatura no emitía sonido alguno. Me miró como queriendo decir algo, la abracé y no pronunció palabra, ni siquiera lloró». «Nunca había visto algo parecido a lo que pasó ayer, sólo en la televisión. He viajado durante 38 años y nunca había visto nada igual”.

Incluso aquellos que permanecieron en la orilla estaban haciendo su mejor esfuerzo. Stavris recordó a una mujer griega que se encontraba de pie cerca del lugar que le quitó la ropa a su hijo para poder vestir a un bebé que él había salvado.

“Estamos muy orgullosos de ser griegos. Puede ser que no tengamos suficiente, que estemos muertos de hambre, pero en situaciones como ésta somos las mejores personas del mundo”.

El niño que hace sus deberes en la calle conmueve al mundo

Tras la publicación de la foto de Gabriel en Facebook, el pequeño recibe el suficiente dinero para realizar su sueño: estudiar y hacerse policía

ISABELLE COUSTURIÉ
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En unas horas, su foto dio la vuelta al mundo convirtiéndose en un símbolo de esperanza para miles de niños que no pueden estudiar por falta de dinero y de electricidad. El resultado: el pequeño Daniel ha recibido suficiente dinero para realizar su sueño: estudiar y llevar algún día el uniforme de la policía.En la foto, Daniel Cabrera, de 9 años, estaba haciendo sus deberes. Y los hacía en una acera de la ciudad de Mandaue, en la provincia filipina de Cebú.Su madre, de 42 años, es viuda desde 2013. Tiene tres hijos y trabaja por 80 pesos al día (el equivalente a 2 euros).Y Daniel tiene una fuerza de voluntad tan grande que no se inquieta si no tiene electricidad y la va a buscar en la calle, que está iluminada.

Inclinándose sobre su libreta, más grande que el viejo taburete que le sirve de mesa, todo él brilla en dignidad… ¡mucho más fuerte que su pobreza!

La foto fue publicada en Facebook por una joven estudiante de medicina el pasado 23 de junio. Sólo bastaron unas pocas horas para que a la familia del niño le empezaran a llegar los primeros regalos.

“Dinero líquido, material escolar, incluso una beca para estudios universitarios”, hizo saber Cristina, su madre, orgullosa de este “niño tan estudioso como resuelto”.

A Ella, Gabriel siempre le dice: “Mamá, yo no quiero permanecer pobre, quiero vivir mis sueños”.

Todos estos regalos los recoge la parroquia y un centro social del barrio, que se ha visto “un poco sobrepasado” por los acontecimientos.

En Filipinas se estima que un millón y medio de niños viven en la calle. 6 meses después del viaje del Papa Francisco al archipiélago (del 12 al 19 de enero de 2015), la historia de Daniel es una bella ilustración de las palabras y recomendaciones dichas en circunstancias similares.

“En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y los bendice. Nosotros debemos, también, proteger, guiar y alentar a nuestra juventud, ayudándola a construir una sociedad digna de su gran herencia espiritual y cultural”, dijo en la misa en el Ryzal Park de Manila.

“En concreto, debemos mirar a cada niño como un don que debe ser acogido, apreciado y protegido –añadió-. Y debemos cuidar de nuestra juventud, sin permitir que le sea robada la esperanza y que esté condenada a vivir en la calle”.

De encarcelado reiteradamente a convertirse en sacerdote

Donald Calloway

Su conversión, leyendo un libro sobre las apariciones de la Virgen María en Medjugorje

Pasó su juventud entre drogas, delitos, robos y prisiones. Hoy lleva sotana y de aquella vida sólo queda el surf cuando lo permiten sus conferencias en todo el mundo. Su vida fue transformada por el amor de Dios leyendo un libro sobre las apariciones de la Virgen María en Medjugorje que ni tan siquiera entendía
 
Desde hace unos meses, en las librerías norteamericanas se encuentra una obra, No turning back. A witness to mercy [No hay vuelta atrás. Un testimonio de la misericordia], cuyo autor es de los que tienen una vida que contar. Se trata del padre Donald H. Calloway, que narra en él de forma pormenorizada la historia de su conversión.
 
No es la primera vez que lo hace, y de hecho recorre el mundo con esa misión. Su agenda de conferencias, disponible en su página web, está repleta para 2011 y 2012, y ya hay algunas anunciadas para 2013 y 2014. La cubierta del libro le muestra como es hoy: con sotana, rosario en mano, junto al mar y con la tabla de surf, su gran pasión, a los pies (un cura «muy americano»).

En la década de los ochenta la vida de Calloway hacía presagiar poco su futuro.
Su vida estaba, como ha confesado en alguna entrevista, «en espiral descendente». Familia desestructurada (su madre se casó tres veces), ninguna formación religiosa, pelo hasta la cintura, tatuajes por todo el cuerpo, drogas, alcohol…

Era una pesadilla en las bases militares en las que vivía por razones familiares, tanto en Japón como en Estados Unidos. Desesperada por su caso, su madre consultó a un sacerdote y acabó convirtiéndose al catolicismo, pero todo pareció inútil durante años, y los tratamientos de rehabilitación no arreglaban el problema más que temporalmente. Pasó por correccionales, en Louisiana visitó la cárcel en más de una ocasión…

«Yo había pasado por todo lo que un niño podría hacer hasta la edad de veinte años. Mi madre se había casado tres veces y no teníamos religión. La familia era muy hedonista. Hubo una espiral descendente en mi vida», afirma el padre Donald H. Calloway.

Todo comenzó en Virginia Beach –estando su padrastro en el ejército- y continuó cuando la familia se mudó a California. Drogas, sexo, fumar y beber. Todo a la edad de 11 años. «Es una escalada hasta el punto de salirse de control . Nos mudamos cerca de Los Ángeles. Después a Japón. Esto sacudió mi mundo», cuenta Donald.
 
Desarraigado así de forma continuada de sus amigos y su entorno, el joven Donald Calloway había decidido enseñar una lección a sus padres. Tan pronto como llegaron a Japón, se convirtió en un «infierno» para ellos. Se relacionó con gente equivocada y empezó a usar «increíbles» cantidades de drogas: el opio, la heroína, el alcohol todos los días, incluso la inhalación de los vapores de la gasolina.
 
Eso llegó hasta la base militar así que huyeron a un país extranjero, cometiendo delitos: robo de «enormes cantidades» de dinero, coches, ciclomotores. Incluso se involucró haciendo recados para los japoneses de la «mafia» (Yakuza).
 
«No tenía ninguna preocupación por nada ni nadie», dice el Padre Calloway, cuya madre sufrió una crisis, llegó a consultar a un sacerdote, y se convirtió al catolicismo. 

Se vio obligado a regresar a los EE.UU. La policía interceptó incluso los teléfonos de la base militar para tratar de conseguir al joven, y finalmente le aprehendieron. Cuando lo hicieron, Calloway escupió en la cara de uno de los policías militares. A estas alturas tenía 15 años con el pelo largo y una boca muy sucia.
 
Lanzado fuera de Japón, Calloway regresó a los Estados Unidos, donde le dijo a su madre que él la odiaba, pero accedió a entrar en un centro de rehabilitación. En poco tiempo se escapó de allí y volvió a las drogas tomando muchas más sustancias: heroína, crack, LSD, estimulantes, tranquilizantes.

Y entonces las chicas. «Llegó un punto en el que inicié la «Gran Muerte» y que viví en lugares como el tronco de un árbol», recuerda el sacerdote. «En Louisiana, terminé en la cárcel. Fue un caos absoluto».
 
Estaba abandonado, con el pelo hasta la cintura, tatuado. Se trataba de «un ciclo de vida hacia la muerte.» Hubo otro intento de rehabilitación, pero por supuesto, no alcanzó a finalizarlo exitosamente. De hecho, el consumo de drogas se hizo aún más pesado nuevamente.
 
«Entonces, una noche en 1992 supe que mi vida cambiaría radicalmente, de que algo iba a suceder en mi vida a causa de un cambio radical», dice. «Sabía que algo iba a suceder. Algo iba a suceder.»

Fue esta súbita y poderosa intuición peculiar la que le cambió la vida. Un sentimiento tan poderoso que él rechazó las llamadas de amigos para salir de fiesta como lo hacía todas las noches. Todavía tiene problemas para explicar exactamente lo que sucedió. ¿Las oraciones de una madre?
 
Durante un tiempo Calloway se mantuvo en su cuarto en espera de este desconocido «algo» que debía llegar, luego fue a la sala en busca de una revista o un libro para leer mientras esperaba, guiado por un sentimiento interior.

«Quería ver una especie de revista con fotos mientras yo estaba esperando, algo así como National Geographic, con fotos y me fui por ahí y había un libro que me llamó la atención», dice. Tenía escrito: “La Reina de la Paz. Visitas a Medjugorje».
 
Era un libro sobre el lugar de las apariciones en Bosnia-Herzegovina por el padre Joseph A. Pelletier y Calloway no podía comprender lo que significaban las palabras, porque estaba en un idioma extranjero.

Él en las fotos vio a seis niños mirando a la nada. Se preguntó si los videntes habían tenido una aparición, algo de lo que nunca había oído hablar. Leyó el título y dijo que estaban buscando a la «Virgen María». Estaba tan poco familiarizado con la religión que no tenía idea de quién era la “Virgen”.

«Creo que Jesús fue como Santa Claus», recuerda. «Yo era una pizarra en blanco». Siguió viendo más imágenes, y vio otras palabras, como el Rosario, la comunión y la Eucaristía, sobre los cuales tenía una idea muy vana.
 
Estaba en lenguaje católico, pero él comenzó a leerla con avidez. No podía dejar de leerlo. «Leí el libro entero antes de las 3:30 o 4 de la mañana», dice. «Me comí ese libro como si fuera la vida. Lo consumí. Y me dije, ‘Eso es verdad. Todo en ese libro es cierto».

Ella decía que Jesús era Dios, y pensé, todo lo que dice es verdad. Parecía tan hermoso y perfecto. Ella cautivó mi corazón». Y Donald dijo entonces: ‘Yo me entrego totalmente a esta mujer. «

El joven se dirigió a su madre a la mañana siguiente y le dijo que quería ver a un sacerdote. Ella se sorprendió. Conocía a un capellán de la base, y ahí es donde terminó yendo, saltando de alegría como un niño pequeño con su pelo largo que aún conservaba. 

Cuando Calloway se encontró con el capellán de la Armada, el sacerdote le dijo que fuera a la iglesia y se sentara mientras decía misa, y luego hablaría con él. Donald lo hizo.

Con un pequeño grupo de mujeres filipinas recitó una oración repetitiva, por supuesto era el Rosario. Luego llegó el momento en que cambió su vida. El sacerdote se cambió de ropa. Calloway pensó que era algún tipo de rito.  No tenía idea de lo que estaba pasando. «Me sorprendió. Todas estas mujeres se arrodillaban y ponían de pie al mismo tiempo.»
 
Pero acaba de hacer clic. De repente, este joven  adicto a las drogas fuera de control «sabía» lo que estaba pasando:

era un «verdadero» memorial de lo que había sucedido hace 2000 años atrás y lo estaba viviendo. «Se paró el tiempo«, dice. «Me vi en el Calvario con la contemplación de los fieles del sacrificio del cordero». Todo en él lo cautivó. Sintió la presencia de Cristo.  Sabía que estaba allí como un sacerdote.
 
Él tenía veinte años. Se da cuenta que «todo lo que sabía era que yo estaba locamente enamorado de Dios y nuestro Salvador». Tanto lo tocó esta experiencia de la Misa que el joven Calloway se sintió preparado para ir de puerta en puerta contando a todos sobre esto. El entusiasmo explotó.

Después de la misa se fue a casa, destruyó todos sus posters, agarró varias bolsas negras de basura grandes y se deshizo de casi todo en su habitación. Sustituyó todo con una foto del Papa y otra del Sagrado Corazón de Jesús, que el sacerdote le había dado junto con un crucifijo.
 
«No recuerdo haber dicho una oración en mi vida», dice de su regreso a su habitación. «Miré el libro, los seis niños, que estaban de rodillas con sus manos juntas, y yo hice lo mismo. No tenía idea de cómo funcionaba. Yo no sabía lo que iba a ocurrir a continuación. Mis ojos se centraron en la imagen del Sagrado Corazón y mientras miraba la imagen sabía que algo estaba dentro, en mí y era el Dios-hombre colgado en la Cruz y que todo lo que la Santísima Virgen María dijo era para gente como yo».
 
«Yo lloraba profusamente. Podría haber llenado un balde. Yo estaba tan arrepentido de las cosas que había hecho. Todo vino a mí a la vez. Sentía como si todos los líquidos de mi cuerpo salieran de mis ojos. Sin embargo, al mismo tiempo sabía que había esperanza y estaba llorando lágrimas de alegría. Casi reía. Yo sabía que este Jesús murió por mí y me amaba. Después de mucho tiempo me recosté en la cama y por primera vez en años me sentí libre».

«Una paz increíble se apoderó de mí. Algo me pasó que yo no sé cómo explicar. Cuando estuve a punto de dormir, algo vino detrás de mí y tiró de mi cuerpo. Mi alma o espíritu o lo que salía de mi cuerpo. No podía decir nada, no me podía mover, espiritualmente lloré, me aterroricé de miedo. La única persona que conocía era a María, entonces grité con toda mi alma “¡María!” – y de repente me empujaron de nuevo en mi cuerpo con la fuerza del universo sobre mí y oí la voz femenina más hermosa que he escuchado y haya oído, diciéndome: «Donnie, estoy tan feliz».
 
«Nadie me ha llamado Donnie, sólo mi madre», señala. «Fue increíble».

Y esto fue lo que vino a continuación: Al instante, Calloway había perdido el deseo de seguir en todos sus vicios: los pensamientos impuros acerca de las mujeres y cigarrillos. No hubo más deseos de hacer todo lo que había estado haciendo!

«Dios simplemente me cambió, y fue increíble», dice. «Cristo me abrumó con su amor. Después de esto, vivía en la iglesia, recitando las estaciones de la Cruz hasta que la misa se llevara a cabo, incluso dormía en las bancas. Empecé a recitar el Rosario, llevaba un escapulario, leyendo todo lo que podía de los santos».

Él dice que experimentó en su ser una sobrenatural «infusión de conocimiento» sobre la fe católica y se convirtió en un plazo de nueve meses.
 
Así nació el «nuevo» Donald Calloway, que poco después se unió a una congregación religiosa especialmente centrada en Nuestra Señora, los Marianos de la Inmaculada Concepción, fundados por el escolapio polaco Estanislao Papczynski en 1673.

La congregación, duramente perseguida por los zares en la época en que dominaban Polonia, estuvo a punto de extinguirse en 1908, cuando quedó un único miembro, el futuro obispo lituano Jorge Matualitis-Matulewicz, quien a su muerte en 1927 había conseguido reflotarla, contando entonces con trescientos miembros. Hoy está extendida por todo el mundo, con fuerte presencia en Estados Unidos.

Y allí fue donde fue ordenado sacerdote Donald Calloway, tras cursar estudios de filosofía y teología con franciscanos y dominicos. Tras su ordenación, ha escrito diversos libros sobre mariología y sobre la espiritualidad de santa Faustina de la Divina Misericordia, y ahora este testimonio de lo que la Santísima Virgen hizo en su alma.
 
Siendo sacerdote, en un mes de septiembre, finalmente llegó a Medjugorje donde pronunció la homilía con cuarenta sacerdotes que se unieron a él en el altar. «Lo único que sabía era que yo amaba a Jesús. Me encantó cada minuto de Medjugorje».

En cuanto a su conversión, el Padre Calloway señala: «No hay accidentes en la vida. Todo sucede por una razón, porque son los planes de Dios Padre». Y en cuanto a Nuestra Señora de Medjugorje: sin ella, dice, «Yo podría estar muerto.»
 
En palabras del surfista Peter Kreeft, autor de Surfeo, luego existo. Una filosofía del surf, «en su vida actuaron el poder de Jesús y el de María con la potencia de una ola del Pacífico». Y a fe, que supo cabalgarla.
 
Artículo originalmente publicado por Camino Católico