Consolidar un matrimonio nunca es fácil, se logra al paso del tiempo. Hay grandes diferencias de caracteres y han de ser aceptadas, asimiladas y luego amadas por cada cónyuge. No es tarea fácil pero eso no quiere decir que sea imposible. Cada pareja atraviesa sus momentos de angustia en los que la noche oscura los arropa. Sólo el camino del amor y el servicio puede llegar a disolver cualquier situación difícil que se presente.
El matrimonio es un gran compromiso, requiere del trabajo de cada día. No se trata sólo de buscar ser feliz, sino de buscar la felicidad del otro en el mayor grado posible. Si se descuidan los detalles de cariño, hay fracturas. Se necesita perseverancia, comunicación, perdonar y pedir perdón.
Cada día hay una oportunidad nueva para mejorar la relación, para inyectarle ese Amor que Dios nos da, porque en el matrimonio también se practica eso de “amar al prójimo”.
El verdadero amor no existe si no es fiel, y no puede existir si no es honesto. Sólo un matrimonio indisoluble será apoyo firme para la comunidad familiar. El reto de los esposo es estar juntos, aprender a amarse para siempre y buscar el modo de que ese amor crezca. El amor todo lo vence.
El Señor hace la creación y no se queda con ella, nos la da. Dios está en todo pero no lo controla todo. Nosotros podemos dañar la creación y podemos dañarnos a nosotros mismos.
Dios nos creó a su imagen y semejanza. La primera orden que Dios dio al ser humano es: Sé fecundo. Con los anticonceptivos el demonio dice: “Deja de ser fecundo”. Toda la profanación del ser humano en los siglos XX y XXI está dirigida a la mujer. El demonio inventa el mal y luego inventa que el mal viene de Dios.
Si la prioridad del ser humano es el placer, no la procreación, entonces la prioridad de la vida es el sexo. Eso conduce a una sociedad sexualizada, y esa sociedad impulsa a la promiscuidad, a incrementar el uso de anticonceptivos, el embarazo no planeado y el aborto.
Una señora tuvo tres hijos y pensó en ligarse las trompas. A última hora no lo permitió. Su esposo le preguntó el porqué. Ella le dijo: “No tengo derecho a quitarle a Dios la última palabra”.
La mujer es el único animal hembra que tiene himen, que está sellada. Todo eso tiene un sentido profundo del Señor. El demonio está en contra de la virginidad y el matrimonio. Ataca todo lo que Dios ha declarado santo desde el principio.
Benedicto XVI afirma que “el hombre sólo logra ser él mismo en la entrega de sí mismo, y sólo abriéndose al otro, a los otros, a los hijos, a la familia; sólo dejándose plasmar en el sufrimiento, descubre la amplitud de ser persona humana. Con el rechazo de estos lazos desaparecen también las figuras fundamentales de la existencia humana: el padre, la madre, el hijo; decaen dimensiones esenciales de la experiencia de ser persona humana” (21-XII-2012).
En el noviazgo, en el matrimonio y en la virginidad, lo importante es creer en el amor.