«El cáncer no es una desgracia, es el regalo que el Señor me ha hecho»

LA CERTEZA DE ELENA ROMERA

En medio de los cánticos y alabanzas de aquella eucaristía convocada por el Camino Neocatecumenal en Murcia, los padres de Elena Romera Santillana rezaban para que su joven niña, quien hasta los quince años participaba fervientemente en la parroquia San Francisco, en Caravaca de la Cruz, pudiese retomar la fe y renunciar a la intensa vida de juerga juvenil. Aquella muchacha, tras hacer su Primera Comunión, se estaba extraviando en la vida nocturna.

elena_romera(Portaluz) «Si Dios existe, me ha olvidado», se repetía. No obstante, los años se encargarían de mostrarle la verdad pues volvió a encontrarse con Él de la forma menos deseada… en el desastre, cuando padecía un cáncer de rodilla que luego se extendió al pulmón. Sus más cercanos observarían también cómo su afamado carácter que normalmente le jugaba malas pasadas, adquiría docilidad. «El Señor la fue puliendo, quitando aristas, y modeló a una Elena humilde, a la medida de la cruz de su Hijo», dice Victoria Luque Vega, autora del libro que narra esta historia de vida, bajo el título:«Yo soy para mi amado».

Victoria narra con maestría el extraordinario cambio operado después de conocido el diagnóstico fatal, Elena vislumbró los signos de la misericordia que Dios tenía dispuestos desde siempre para ella, una hija rebelde. En ese tiempo amputaron su pierna y aprendió a combatir por la vida, conviviendo más de siete años con la enfermedad, forjando desde el dolor una sólida certeza, que le permitió decir en un momento: «Si Dios quiere que me cure, me curo. Pero yo, lo que quiero, es hacer la voluntad de Dios». 

Cambió sus estudios de Biología por los de Fisioterapeuta dedicándose por entero a misionar, incluso cuando aún estaba en permanente tratamiento. Sus hermanos de la comunidad Neocatecumenal rezaban con ella las vísperas y celebraban diariamente la Eucaristía. ¡Todo un panorama para los enamorados de Cristo! Por precisamente este contacto íntimo con Jesús sacramentado le permitía alivianar su cruz hasta poder confesar: «El cáncer no es una desgracia… es el regalo que el Señor me ha hecho; en la cruz he conocido el amor que mi Padre me tiene. El cáncer es un regalo envuelto en un papel feo, en un periódico viejo; pero la cruz no me mata, a mí me mata interiormente no amar como yo quisiera. La cruz no es lo que me quita la paz».

Era mayo del año 2003 y el Papa Juan Pablo II vivía un encuentro con los jóvenes en la localidad española Cuatrovientos. Y allí estaba Elena, bien afincada en su silla de ruedas para ojalá ver de cerca al Pontífice. Una periodista de la Televisión española se acercó a entrevistarla y le preguntó por cómo vivía la enfermedad. Su respuesta sincera y alegre mostraría el verdadero sentido del sufrimiento con Cristo:

«No siempre llevo bien la quimioterapia, he tenido momentos malos, yo no soy fuerte, sino que una persona débil. Nadie me ha dado instrucciones para llevar esto. Me he dado cuenta que la cruz no es una desgracia que Dios te manda… en la cruz está Cristo y Dios ha enviado a su Hijo para que venza a la muerte, para que veamos que por un cáncer, o en la situación que estemos no morimos, sino que experimentamos la vida eterna y el cielo».

Luego continuó su pasión por dar testimonio y se fue a Irlanda cinco meses, para ayudar como fisioterapeuta a minusválidos físicos y psíquicos. De regreso a Caravaca de la Cruz en agosto de 2009, cuando ya su enfermedad estaba muy avanzada, visitaba enfermos que la recordarían porque muy convencida y con un crucifijo en sus manos les animaba: «Apostad por el Señor. Él os dará lo que ansía vuestro corazón».

Poco tiempo antes de su muerte y ya desahuciada por los médicos, cuando el cáncer se ramificó hasta los pulmones haciéndole sufrir permanentes asfixias, Elena profesó votos como novicia en las Misioneras de la Caridad, la congregación de la Madre Teresa de Calcuta.

«Ya estoy preparada, ya no tengo miedo, sé que el Amado me está esperando» decía en uno de los últimos correos que envió a un amigo del Camino Neocatecumenal. Elena Romera se encontró con Cristo para la eternidad en el cielo por la que apostó todo, una tarde de noviembre de 2009 a los 25 años.

“El demonio no es un mito”

150 futuros exorcistas en Roma, porque “el demonio no es un mito”, según Papa Francisco

 

Cómo reconocer al demonio, en un itinerario de formación también para laicos

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Aprender a distinguir y tratar los casos de posesión demoniaca de los casos de enfermedad psíquica es el objetivo del curso ‘Exorcismo y oración de liberación’ iniciado este 13 de abril en Roma y organizado por la Universidad Europea, promovido por elInstituto de Sacerdos y apoyado por la Congregación para el clero del Vaticano.
 
“Sin embargo a esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios! Aunque no estamos muy convencidos de ello” dijo el Papa Francisco en una homilía de Santa Marta (RV-30/10/2014).

La posesión, manifestación del mal absoluto

Justamente, siguiendo la advertencia del Papa, se ha creado un itinerario de formación de seis días para ilustrar a los sacerdotes, laicos, médicos, psicólogos, enseñantes y operadores pastorales sobre los instrumentos para realizar un exorcismo, además de “evitar los peligros del ocultismo y del satanismo entre los jóvenes” aseguran los organizadores.
 
De hecho, el mal “se hace particularmente visible», y por tanto, identificable gracias al ministerio del sacerdote exorcista cuando, especialmente en el caso de la posesión el demonio presentándose, muestra la propia deliberada e implacable voluntad de asesinar y de poseer, de engañar, de usurpar, de humillar y de ofender” sostuvo, el cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor, en el mensaje enviado a los más de 150 participantes al curso internacional reunidos en Roma

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El diablo conduce una guerra contra la Iglesia desde hace dos mil años, indicó monseñor Piacenza, con los artificios de siempre, “como callar sobre las exigencias de la verdad, de la justicia y de la infinita misericordia de Dios”.  Además de “la reivindicación de derechos inexistentes”, “atacar con la mentira” para “debilitar el anuncio luminoso de la verdad de la creación y de la salvación”, agregó.

El bien que se prepara para vencer el mal 

El curso se abrió este lunes con las palabras del rector del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, padre Jesús Villagrasa que confirmó la cita como una respuesta “teórica y práctica a la invitación del Pontífice a vigilar y al mismo tiempo a mantener la confianza en el bien que vence el mal”.
 
La presentación del programa ha sido explicado por el padre Pedro Barrajón, mexicano, director del Instituto Sacerdos, que ha enfatizó que el “exorcismo y la oración de liberación representan un acto de misericordia del Señor hacía el hombre” además constatando la coincidencia de la apertura del curso con el llamado a la misericordia del Jubileo Extraordinario instado por Papa Francisco.
 
Después de la introducción del cardenal, Mauro Piacenza y la lección magistral del arzobispo italiano de Ferrara-Comacchio, monseñor Luigi Neri sostuvo que el “mal no es un problema metafísico, sino un desafío a la inteligencia, a la sensibilidad, a la capacidad de construir y de amar al hombre”.

La complicidad del hombre ante el mal 
 
Por ende, “el mal existe y el hombre tiene una lamentable complicidad porque lo persigue como si fuera el comino del bien”. “El demonio en su presencia articulada” puede “intervenir en la vida de los hombres” y hace de todo para “la fe disminuya, desaparezca” dijo, el arzobispo Neri.
 
De esta manera, la Iglesia ante la marcha insistente del mal responde “expresando el poder de Cristo” sobre el mal “es decir con la caridad”. Que significa “anunciar Cristo como único salvador del hombre”, acoger y jamás marginar a los demás hace parte de la misión.

Los sacerdotes exorcistas expresan el amor de Cristo
 
Por ello, Neri se refirió a la atención especial a los “hermanos poseídos” que necesitan de la “caridad” de la Iglesia porque “llevan consigo el sufrimiento de esta nueva lepra” y que traen beneficio del “exorcismo”. Así, los sacerdotes que los practican son “defensores del amor de Dios para los hombres hoy”.
 
Los organizadores del curso también alertan sobre otras formas de religiosidad o sustitutos de la fe con alternativas como el vampirismo, al ocultismo, el esoterismo, la ufología, la magia, entre otras. La alarma está dirigida a los jóvenes y el impacto que pueden tener en sus vidas debido a la dominación de las conciencias y la libertad, negando Cristo. 

Es probable que las advertencias del Papa sobre las insidias del diablo estén teniendo un efecto en las Iglesias locales. Lo cierto es que, el curso se encuentra en la décima edición y ha tenido un éxito internacional demostrado además por el número de inscritos y las solicitudes de admisión, según informó la Universidad Europea a Aleteia. 

Entretanto, este sábado al final del curso se realizará una mesa redonda dirigida por exorcistas expertos para profundizar sobre aspectos teológicos sobre la acción de ángeles y demonios, el rito de la liturgia de la práctica del exorcismo y el diálogo indispensable con la psicología, la jurisdicción y la medicina.

Carta de un Misionero que se prepara a morir

Estos momentos pueden ser más productivos que cualquier otro momento de una larga carrera misionera

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“En 1955 fui enviado como misionero por la Iglesia a través de los Padres de San Columbano a la gente de las Filipinas. No sé exactamente cómo fui elegido por la Iglesia para ser misionero y como tal enviado a evangelizar a los filipinos, pero siempre he tenido la más firme convicción de que el serlo ha sido el hilo principal del tejido de mi vida como sacerdote y como hombre.
 
Hace siete años me diagnosticaron con cáncer de colon. El cáncer es bastante aterrador, tanto que hasta me pregunté si mi vida como misionero había llegado a su fin, pero después de una operación y quimioterapia quedé libre para regresar a mi trabajo tanto de evangelizar como de ser evangelizado por los filipinos, puesto que esto es lo había estado sucediendo por un largo, largo tiempo. Sin embargo, en un año, apareció un nuevo cáncer en los pulmones, y empecé cinco años de quimioterapia, durante los cuales tuve la oportunidad de permanecer como un misionero muy feliz y productivo. Así fue hasta julio del 2002 cuando tuve que volver a Omaha para recibir radiación y una nueva quimioterapia.
 
Mientras tanto, llegué a mi cumpleaños número 75, mientras que la quimioterapia minó mi fuerzas, y los filipinos preguntaban por teléfono y cartas cuando yo “volvería a casa.” Mi cuerpo y mi doctor me dijeron que por lo menos no sería muy pronto, sin embargo, siendo optimista pensé que en efecto volvería. Después de todo, yo era un misionero y mi vocación era para toda la vida. Como sacerdote y como hombre, no conocía otra vida, ni quería ninguna otra.
 
Entonces mi última quimioterapia demostró no ser efectiva, y el cáncer estaba creciendo de nuevo. No estoy particularmente asustado por esa noticia, pero me entristece. ¿Sigo siendo un misionero cuando ya no puedo estar con aquellos con los que ha transcurrido toda mi vida?
 
Ahora puedo dar más tiempo a la oración y reflexión de la palabra de Dios, pero no sé si rezo mejor que antes. Tengo más tiempo para recordar con gran alegría los cientos que me han llamado Padre, cuyo amor me ha sostenido durante tanto tiempo. Siempre he creído que un sacerdote debe ser un hombre de oración si ha de ser digno de cualquier cosa, un misionero tal vez aún más que otros.
 
Tan pobre como mi oración pueda ser, he llegado a darme cuenta de que por ahora es la única forma que tengo de ser misionero, y me comprometo a seguir de esa manera mientras tenga aliento. Tal vez pueda aplicar a mí mismo lo que he predicado a los ancianos y otros enfermos: que estos momentos pueden ser más productivos que cualquier otro momento de una larga carrera misionera.”
 
El Padre Columbano Jim McCaslin murió el 16 de septiembre de 2003.
 
Artículo originalmente publicado por Sociedad Misionera de San Columbano