La historia de Marie Heurtin

MARZO 05, 2015   CARLOS ROBISCO

Y yo ¿de qué me tengo que confesar?

Mucha gente se plantea esta pregunta

 

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Hay quien la dice como dando a entender que no tiene pecados, así que ¿de que se tiene que confesar?, y hay quien la dice porque quiere confesarse pero no sabe de qué.

Para ambos hay semejante respuesta, pero antes de darla cabe aclarar que quien cree que no tiene pecados, suele considerar que ser católico consiste simplemente en ir a Misa dominical y si ha cumplido con eso, tiene ‘palomita’ de asistencia y está en orden. Se equivoca. Si la Iglesia nos pide ir a Misa no es para que pasemos ‘lista’, sino para que recibamos toda la ayuda celestial que necesitamos para poder cumplir el único mandamiento que nos dejó Jesús: que nos amemos unos a otros como Él nos ama (ver Jn 15,12).

Los católicos vamos a Misa no como un fin en sí mismo, sino porque allí nos encontramos con Jesús que nos abraza, nos perdona, nos habla, nos comunica Su paz y se nos da en alimento que nos fortalece y capacita para poder amar con el amor con que nos ama (de ahí que la Iglesia considere pecado grave faltar a Misa sin razón, dejarlo plantado, despreciar Su ayuda, y nos pide que la siguiente vez que asistamos a Misa no comulguemos si antes no le hemos pedido perdón en la Confesión).

Así pues, quien se pregunta de qué se tiene que confesar (sea porque cree que no tiene pecados o porque sabe que tiene pero no cuáles son) debe examinarse en el amor.

Hay que hacer un examen de conciencia y preguntarse si desde su última Confesión todo lo que ha pensado, dicho, hecho y dejado de hacer, ha sido sólo por amor, y si no es así, si a veces estuvo motivado por algo (o mucho) de egoísmo, soberbia, envidia, ira, rencor, pereza, gula, deseos de desquitarse, indiferencia hacia los sufrimientos ajenos, apego desordenado al placer, al dinero, al poder, , … entonces debe pedirle perdón a Dios, confesarse.

Jesús instituyó la Confesión cuando les dio a Sus apóstoles el poder de perdonar los pecados (ver Jn 20,22-23; Mt 16,19 y 2Cor 5,18).Es un Sacramento, es decir, un signo sensible del amor de Dios, por medio del cual recibimos la gracia divina que necesitamos para santificarnos. Nos ayuda a reconocer nuestras miserias, desahogarnos confesándoselas al sacerdote de quien sabemos que nos comprende, porque él también comete faltas, nos aconseja, porque ha oído de todo y tiene más experiencia que nosotros, no se las puede contar a nadie porque está impedido por el secreto de Confesión, y tiene la autoridad para perdonarnos en nombre de Dios. ¡Es algo maravilloso, verdaderamente sanador, restaurador!

Hay quien dice que prefiere ‘confesarse directo con Dios’, pero desperdicia la ayuda que le ofrece el Señor y además queda siempre con la duda de si recibió Su perdón. ¡Nada se compara con escuchar las palabras de la absolución mientras el sacerdote traza sobre ti la señal de la cruz. Sales sintiéndote realmente perdonado, liberado!

Hay quien dice: ‘¿y por qué tengo que confesarme con uno que tal vez es igual o peor pecador que yo?’. A lo que cabe responder que no es a título personal que te perdona, sino en nombre de Dios; y el hecho de que sea pecador le permite comprenderte mejor. San Pedro, el primer Papa de la historia, cometió pecados, negó a su Señor, y sin duda sus caídas le permitieron ser más compasivo con otros que también cayeron.

La Iglesia nos invita a confesarnos cuando menos una vez al año, de preferencia durante la Cuaresma. Ojalá no nos atengamos a ese mínimo, sino acudamos con mayor frecuencia a recibir el abrazo del Señor que viene siempre a nuestro encuentro para perdonarnos y arroparnos en Su amor.
 
Artículo originalmente publicado por Desde la fe

La lucha contra el demonio comienza en la familia

El famoso exorcista Gabriele Amorth ayuda a entender qué es el mal pero también el inmenso amor de Dios por los hombres

 

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La lucha contra el mal comienza en la familia y la razón por la que muchos jóvenes actualmente se vuelven malos muy a menudo es que “viven sin la conciencia de la sacralidad de ser hijos y, por lo tanto, padres y madres”.

Se parte del ser “una sola carne” y “un solo espíritu” para “luego separarse a causa de atracciones diversas; y posteriormente volver a unirse y separarse de nuevo, en pareja, familias, hogares, países distintos y con hijos distintos».

«Muchos padres e hijos padecen, por lo tanto, soledad, rechazo, celos, traición, abandono, infelicidad, depresión, tristeza”. “De esta catástrofe provienen la delincuencia, la maldad”.

Lo afirma el padre Gabriele Amorth, uno de los exorcistas más reconocidos. Ordenado sacerdote en 1954, en 1986 obtuvo el cargo de exorcista en la diócesis de Roma por el cardenal Ugo Poletti.

Dios es más bello que el diablo

Angelo De Simone, que vive en su misma comunidad religiosa, la Sociedad San Pablo, ha recogido en una larga reflexión-entrevista las ideas del sacerdote exorcista en el libro Dios es más bello que el diablo. Testamento espiritual (Edizioni San Paolo, en italiano), en el que el padre Amorth habla de la maldad pero más aún del bien.

Para el padre Amorth, al día de hoy es fundamental redescubrir la relación filial, con el Padre celestial pero también con el terrenal, subrayando que la ausencia y, por lo tanto, el no conocimiento del padre “abren una herida dolorosa en los hijos que los expone a desviaciones, delincuencia, y acciones verdaderamente malas”.

Del mismo modo, debe recuperarse la relación con Dios, al cual -según el padre Amorth- el fundamentalismo religioso de nuestro tiempo le hace “un pésimo servicio, oscureciendo su benévolo y tolerante rostro materno y paterno”.

Personas heridas más que endemoniadas

Para el exorcista, muchas personas consideradas “endemoniadas” en realidad son “individuos heridos, con muchas heridas en el alma porque hacen referencia sólo a la ley de Dios, sin siquiera haber saboreado su amor”.

“Movido por la premura y la caridad sacerdotal, Amorth los invita a redescubrir en sí mismos, a pesar de los límites personales, la identidad, la dignidad y la sacralidad de ser hijos de Dios”, subraya De Simone.

“Gracias a esta liberadora identidad de hijo amado por Dios, el padre Gabriele logra enfrentar al diablo, habiendo recibido la fuerza y la gracia divinas para someterlo con autoridad”.

En las almas infelices, el padre Amorth “va en búsqueda de esa ‘imagen y semejanza’ divinas que ninguna fuerza demoníaca logra siquiera arañar. Da por sentado que Dios está más presente, es más bueno, más bello y más atractivo que el diablo”.

En sus respuestas a las preguntas de De Simone, el padre Amorth recuerda que el bien también existe en nuestros días; “no siempre, sin embargo, aparece ni es publicitado. Se difunde más bien lo que hoy algunos llaman la “eufobia”, es decir, el rechazo del bien”.

Fe y oración como antídoto

Las noticias sobre Dios “son buenas noticias y, por lo tanto, son mayormente ignoradas. Las del diablo son malas noticias y obtienen más atención”. El maligno, subraya, “existe pero teme a nuestro Señor”. La verdadera fe y la oración son posiciones formidables para defendernos contra el demonio”.

“Tanto el exorcista como el bautizado están seguros en cuanto tienen mayor conciencia de ser amados por Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, protegidos por la Santa Virgen María, por los ángeles y los santos: finalmente, están de parte del Más Fuerte y el Más Atractivo”.

Cómo prevenir la influencia del demonio

¿Cuáles son las disposiciones interiores para prevenir la influencia del demonio? El padre Amorth aconseja principalmente “

dejarse ayudar a interiorizar el posible malestar que está en nosotros” y que puede expresarse de muchas maneras – tristeza, rabia, violencia, rebeldía, incluso blasfemia -, “abandonar un comportamiento indiferente, apático, desinteresado respecto al bien para vivir con profunda serenidad y buena conciencia”, estar “en comunión con Dios”, abandonando “un posible ateísmo práctico, una vida de pecado, pasando a una vida en Dios”, y también tener humildad, fe, orar, frecuentar los sacramentos, llevar una vida cristiana conforme al Evangelio, hacer obras de caridad, perdonar a los enemigos.

“Si existe una manera para alejar al diablo de nosotros”, observa,“consiste en dejarse atraer por la bondad y la belleza que emanan del bien y de nuestro Dios y Padre”.

El Señor, concluye Amorth, concede a los exorcistas y a los bautizados “toda la gracia para poder enfrentar y superar al diablo.

A sus amenazas cada uno puede responder: “Estoy envuelto en el manto de la Virgen, ¿qué puedes hacerme? Tengo de mi parte al arcángel san Miguel, intenta luchar contra él. Tengo a mi ángel de la guarda que vigila para que no sea tocado; tú no puedes hacer nada”.

Los demonios tiemblan ante la presencia real de Cristo en la Eucaristía

Una reflexión a partir del robo de una hostia consagrada por un grupo de satánicos

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Hace unos años, escribí sobre una experiencia poco común que tuve al celebrar la misa: una persona, atormentada por una posesión demoníaca, salió corriendo de la iglesia en el momento de la consagración. Volveré a hablar de este caso un poco más adelante.

Me acordé de este hecho por la noticia sobre un culto satánico de la ciudad de Oklahoma (EUA) que robó una hostia consagrada de una parroquia y anunció que la profanaría durante una “misa negra” que se realizaría ese mes de septiembre.

El arzobispo de Oklahoma, monseñor Paul Coakley, procedió con una acción judicial para impedir el sacrilegio y exigir que el grupo devolviera la propiedad robada a la Iglesia. Monseñor Coakley resaltó, durante el proceso, que la hostia sería profanada de la manera más vil imaginable, como ofrenda hecha en sacrificio a Satanás.

El portavoz del grupo satánico, Adam Daniels, declaró: “Toda la base de la ‘misa’ (satánica) es que tomamos la hostia consagrada y hacemos una «bendición» u ofrenda a Satanás. Hacemos todos los ritos que normalmente bendicen un sacrificio, que es, obviamente, la hostia del cuerpo de Cristo. Entonces nosotros, o el diablo, la volvemos a consagrar…”.

A la luz del proceso judicial, el grupo devolvió a la Iglesia la hostia consagrada que había robado. Gracias a Dios.

¿Pero usted observó lo que el portavoz satánico declaró sobre la Eucaristía? Al hablar de lo que sería ofrecido en sacrificio, él dijo: “…que es, obviamente, la hostia del cuerpo de Cristo”.

Por más grave y triste que sea este caso (no es el primero), estos satánicos explícitamente consideran que la Eucaristía católica es el Cuerpo de Cristo.

Por lo que sé, nunca ha habido intentos por parte de satánicos de robar y profanar una hostia metodista, o episcopal, o bautista, o luterana, etc. Es la hostia católica la que están buscando. Y tenemos una afirmación de la propia Escritura que es garante: “También los demonios lo creen y tiemblan” (Stg 2,19).
 
En otro pasaje, la Escritura habla de un hombre que vagaba en medio de la multitud y estaba atormentado por un demonio. Cuando vio a Jesús, todavía lejos, corrió hasta Él y lo adoró (Mc 5,6).

El Evangelio de Lucas cita a otros demonios que salían de muchos cuerpos poseídos y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios». Pero él no les permitía hablar, porque sabían que Él era el Cristo (Lc 4,41-42).
 
De hecho, como puede comprobarse por muchos que ya han presenciado exorcismos, hay un poder maravilloso en el agua bendita, en las reliquias, en la cruz del exorcista, en la estola del sacerdote y en otros objetos sagrados que ahuyentan a los demonios.

Incluso así, muchos católicos y no católicos infravaloran esos sacramentales (así como los mismos sacramentos) y los utilizan de cualquier manera, con poca frecuencia o sin frecuencia alguna. Hay mucha gente, incluso católicos, que los consideran poco importantes. Pero los demonios no.

Vergonzosamente, los demonios, a veces, manifiestan más fe (aunque llena de miedo) que los creyentes que deberían reverenciar los sacramentos y los sacramentales con fe amorosa. Incluso el satánico de Oklahoma reconoce que Jesús está realmente presente en la Eucaristía. Es por eso que busca una hostia consagrada, aunque para fines tan nefastos y perversos.

Hace casi 15 años…

Todo eso me lleva de vuelta al caso real que describí anteriormente. Les presento a continuación algunos fragmentos de lo que escribí hace casi quince años, cuando estaba en la parroquia de Santa María Antigua (Old St Mary, en la capital norteamericana) celebrando la misa en latín en la forma extraordinaria.

Era una misa solemne. No era diferente de la mayoría de los domingos, pero algo muy impresionante estaba a punto de suceder

Como ustedes deben saber, la antigua misa en latín era celebradaad orientem, o sea, orientada en dirección al oriente litúrgico. El sacerdote y los fieles quedan todos de frente hacia la misma dirección, lo que significa que el celebrante permanecía, en la práctica, de espaldas a las personas. Al llegar la hora de la consagración, el sacerdote se inclinaba con los antebrazos sobre el altar, asegurando la hostia entre los dedos.
 
Ese día, pronuncié las venerables palabras de la consagración en voz baja, pero de manera clara y distinguida: “Hoc est enim Corpus meum” (Este es mi Cuerpo). La campana sonó en cuanto me arrodillé.
 
Detrás de mí, sin embargo, hubo algún tipo de perturbación, agitación o sonidos incongruentes que provenían de los bancos de la parte delantera de la iglesia, justo detrás de mí, un poco a mi derecha. Enseguida, un gemido o gruñido.

“¿Qué fue eso?”, me pregunté. No parecían sonidos humanos, sino graznidos de algún animal grande, como un jabalí o un oso, junto a un gemido lastimero que tampoco parecía humano. Elevé la hostia y nuevamente me pregunté: “¿Qué fue eso?”. Luego, silencio. Al celebrar el antiguo rito de la misa en latín, no podía voltearme fácilmente para mirar. Pero seguí pensando: “¿Qué fue eso?”.
 
Llegó la hora de la consagración del cáliz. Una vez más me incliné, pronunciando claramente y con distinción, pero en voz baja, las palabras de la consagración: “Hic est enim calix sanguinis mei, novi et aeterni testamenti; mysterium fidei; qui pro vobis et pro multis effundetur em remissionem pecatorum. Haec quotiescumque feceritis in mei memoriam facietis” (Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la nueva y eterna alianza, misterio de la fe, que será derramada por ustedes y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Hagan esto en memoria mía).
 
Entonces, volví a oír un ruido, esta vez un innegable gemido y, luego enseguida, un grito de alguien que clamaba: “¡Jesús, déjame en paz! ¿Por qué me torturas?”. Hubo de repente un ruido que parecía una pelea y alguien corrió hacia afuera, al son de un gemido como si se tratara de alguien herido. Las puertas de la iglesia se abrieron y enseguida se cerraron. Después, silencio.
 
Conciencia

No podía voltearme para mirar porque estaba levantando el cáliz de la consagración. Pero entendí en ese mismo instante que alguna pobre alma atormentada por el demonio se había visto frente a Cristo en la Eucaristía y no había logrado soportar su presencia real, expuesta frente a todos. Me acordé de las palabras de la Escritura: “También los demonios lo creen y tiemblan” (Stg 2,19).
 
Arrepentimiento

Así como Santiago usó esas palabras para reprender la fe débil de su rebaño, yo también tenía motivos para la contrición. ¿Por qué, al final, un pobre hombre atormentado por el demonio era más consciente de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y quedaba más impactado con ella que yo?

Él quedó impactado en el sentido negativo y corrió lejos. Pero ¿por qué yo no me impactaba de forma positiva con la misma intensidad? Y¿cuántos de los demás creyentes, estaban en los bancos?

Yo no dudo que todos nosotros creyéramos intelectualmente en la presencia eucarística. Pero es algo muy diferente y maravilloso si nos dejamos conmover por ella en la profundidad de nuestra alma. ¡Qué fácil es bostezar en la presencia del Divino! Y nos olvidamos de la presencia milagrosa e inefable, disponible ahí para todos.
 
Quiero dejar constancia de que, ese día, hace casi quince años, quedó muy claro para mí que yo tenía en mis manos al Señor de la Gloria, el Rey de los Cielos y la Tierra, el Justo Juez y el Rey de reyes de la tierra. ¿Jesús está presente en la Eucaristía? ¡Hasta los demonios lo creen!

Masturbación: menos moral y más ciencia

Un médico psiquiatra habla sobre la realidad de este hábito: no es beneficioso para el que lo sufre

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Se ruega leer sin prejuicios morales ni religiosos.

Me resulta decepcionante que empleemos dinero público (o privado) en promocionar la masturbación como una conducta sexual sana y deseable. Los pediatras, educadores y psicólogos infantiles saben que en algún momento de la maduración de la persona y de su personalidad, puede ser una conducta que esté presente de forma esporádica. Pero me atrevo a afirmar sin sonrojarme que la práctica de la masturbación como un hábito no es beneficiosa para el que la sufre.

Digo que la sufre porque es sufrimiento lo que me trasmiten las personas que acuden a mi consulta por este motivo. No son personas raras ni mucho menos, quizá tampoco están enfermas, pero seguro que tienen un problema que quieren resolver: la masturbación. No es necesario que el médico se lo diga, son ellas las que consideran que es una esclavitud, una pérdida de libertad y piden ayuda.

La mayoría quiere resolverlo porque se encuentra encadenado, porque se da cuenta de que le encierra en sí mismo, porque le dificulta la relación con su mujer y/o con otras personas, porque le genera desorden interior y desasosiego ir perdiendo autonomía y capacidad de decisión.

Algunos pensarán: “pero bueno, este médico de dónde ha salido, qué chorradas dice, eso no le pasa a nadie”. Desgraciadamente atiendo a personas con este problema todas las semanas. Afortunadamente todavía hay personas que no se avergüenzan de pedir ayuda en la búsqueda de su felicidad. Son personas geniales, para quitarse el sombrero, admirables, gente corriente con problemas corrientes como puede ser el de la masturbación.

Cuando hablo de problemas, no me refiero a las tonterías que puedes leer por ahí, que si la masturbación provoca ceguera, epilepsia, parálisis o acné. Eso son inventos, pero no son ideaciones teóricas los malos ratos que pasan aquellos que no pueden ejercer su libertad porque tiene que masturbarse sí o sí, por acumulo de excesiva tensión emocional, por impulsividad, por compulsividad, para compensar frustraciones, por problemas de hipersexualidad, por dificultades en las relaciones interpersonales, por rasgos de personalidad narcisista o evitativa, porque han recibido una educación sexual errónea, porque desarrollaron un aprendizaje conductual simplista basado en la satisfacción del placer o por inmadurez global de su persona.

Vemos por tanto que lo interesante no es tanto los problemas que genera dicha conducta, sino por qué esa persona necesita de la masturbación para equilibrar su vida o por qué no puede desarrollar una sexualidad armónica con su proyecto vital. Otros utilizan el alcohol, la droga, la comida…

Es necesaria una labor preventiva que disminuya la incidencia de estos problemas y también que los atienda cuando ya están presentes, en vez de promocionarlos o considerarlos en abstracto sin atender a cada persona integralmente de acuerdo con sus necesidades e intereses.

Podemos considerar que ya hemos pasado el pavo sexual, la crisis del 68, la revolución sexual y el destape. Es tiempo de madurar, de buscar la excelencia y ser líderes sexuales de nosotros mismos, sin anclarnos en tabúes, convencionalismos sociales, morales o religiosos, ni creernos el adolescente inmaduro que tiene derecho a todo porque es el rey del mambo.

Vivimos en una sociedad hipersexualizada en la que se promueven como normales —probablemente por ignorancia—, conductas que no lo son o que son expresión de problemas psicológicos o psiquiátricos. Algunas semanas los dominicales son auténticos tratados de psicopatología. Ejemplo: Wilma González (ex miss Playboy TV, actriz de Supervivientes) nos explica “necesito hacer el amor todos los días…”. Esto podría estar muy bien, pero la explicación no me convence del todo: “…si no, no estoy a gusto. Necesito sentirme deseada”. Una bonita explicación de un rasgo patológico de personalidad. No lo hace por propia elección, por disfrutar, por pasar un grato momento, sino por necesidad, no ya de amar, sino de valorarse a sí misma por el modo en que los demás la desean. Guay.

Estoy totalmente de acuerdo con un internauta que comentaba: “No hay nada peor que andar con miedo y estar reprimido”. Efectivamente, no favorece a la persona tener miedo a la sexualidad. Tampoco le beneficia reprimirse —decirse que no por resignación—, por los motivos que sean, y con el significado de negación. Ni tampoco sublimar sin más, en dos sentidos. En primer lugar, en el sentido de ordenarla sin vivirla por un bien mayor (moral, religioso, de salud…) y en segundo lugar, en el sentido de vivirla sin ordenarla, también por lo que consideramos un bien mayor (placer, disfrute, libertinaje). En ambos casos se degrada, se invalida y se desvaloriza a la sexualidad.

La sexualidad sana ni se sublima ni se reprime, se integra en el proyecto vital de cada uno, de acuerdo con sus criterios personales. Para poder integrarla necesitamos tener las competencias necesarias, que a mi juicio son las siguientes: conocimiento personal, orden, pro-actividad, reciedumbre, sentido de pertenencia a un grupo, laboriosidad, confianza en la propia acción, determinación, iniciativa, saber descansar, amistad, razonamiento racional y afectividad rica y abundante.

Frecuentemente los problemas en la vivencia de la sexualidad se acompañan de otras circunstancias que nos pueden servir como indicativos de las competencias que nos interesa adquirir para mantenernos en el camino de la integración.

Resumo estas circunstancias en el siguiente cuadro:

CIRCUNSTANCIAS QUE ACOMPAÑAN COMPETENCIAS
Desconcierto. Sorpresa Conocimiento personal
Desorden. Falta de horario Orden
Pereza. No hacer lo que se debe Pro-actividad. Diligencia
Ñoñería. Flojera Reciedumbre. Fortaleza
Egocentrismo. Narcisismo. Individualismo Sentido de pertenencia a un grupo
Miedo al ambiente Confianza en la propia acción
Dejarse llevar por el ambiente. Indecisión Determinación. Seguridad
Aburrimiento. Pérdida de tiempo Iniciativa
Agotamiento. Abatimiento Saber descansar
Razonamiento emocional Razonamiento racional
Sentimentalismos niñoides Afectividad rica y abundante
Pereza. Pérdida de tiempo Laboriosidad
Colegas. Amigos que se aprovechan Amistades recias

En fin, todos estos comentarios surgieron con el propósito de explicar por qué no estaba de acuerdo con la idea del consejo de la juventud de la Junta de Extremadura de promover la masturbación entre los jóvenes de su comunidad. Quizá no sean necesarias tantas argumentaciones y baste con leer un titular de la BBC para darse cuenta del absurdo: “It may have the most unemployed young people in Spain but they will be the best at masturbation.”

PorDr. Carlos Chiclana, Médico Psiquiatra. Artículo originalmente publicado por La Opción V