Si se entiende esta realidad de la entrega matrimonial, se entiende también que no es lo mismo acostarse cuando todavía no nos hemos casado, que hacerlo después. A no ser que lo único que el motivo sea buscar la satisfacción puramente genital, no expresar el amor que realiza el “Eros”.
Fuera del matrimonio no hay compromiso definitivo. La única realidad que hay en mí es mi enamoramiento, que todavía no he transformado en un amor que haya sido voluntaria y libremente asumido como entrega; aunque ése sea mi deseo y mi intención. La locura del acto sexual es expresión de la locura de esa entrega total y para siempre. Si todavía no hay esa entrega para siempre, el acto sexual es una expresión falsa, porque todavía no existe eso que dice expresar.
Podría decir alguno: -Pero si se quieren y van a casarse, por ejemplo, el mes que viene, ese acto sexual no sería mentira, ya hay un amor ahí. A esto hay que responder que lo que hay, de momento, es enamoramiento y deseos de entrega. Si todavía no ha habido matrimonio, de hecho, todavía no ha habido esa entrega total e irrevocable que estamos llamando locura.
Pero si se ha entregado, su vida ya no es suya, es del otro. Tiene una obligación, de honradez para consigo mismo, y de estricta justicia para con el otro. En la salud y en la enfermedad, su corazón y su cuerpo ya no son suyos, son del otro. Esa es la realidad de la diferencia entre el antes y el después: es la realidad de la propia entrega. Y si se entrega el cuerpo es porque se ha entregado la propia vida, de verdad.
Publicado por Vicente Huerta