Los efectos de la RU 486 pueden pararse

«Dios mío, ¿qué he hecho?» Ashley corrió al médico a revertir la píldora abortiva: ambos rezaron… 

Actualizado 15 diciembre 2013

C.L. / ReL

Puede que no sea demasiado tarde, reza el cartel con el que los grupos provida recuerdan que la píldora abortiva puede ser reversible.
Puede que no sea demasiado tarde, reza el cartel con el que los grupos provida recuerdan que la píldora abortiva puede ser reversible.

Como recuerdan algunas historias recientes dadas a conocer por los grupos provida en Estados Unidos, se pueden revertir los efectos de la píldora abortiva RU 486, si se interviene a tiempo.

El caso de Emily
Así sucedió, por ejemplo, el pasado Día de Acción de Gracias en el Juan Diego Pregnancy Center de San José (California), donde, como cuenta California Catholic Daily, fue atendida con éxito Emily, una madre embarazada de seis semanas que sólo quince días antes había estado en un centro de Planning Parenthood (la principal industria del aborto en el país) para tomar la pastilla y abortar. Se había arrepentido de hacerlo al minuto siguiente, pero la enfermera del abortorio le dijo que ya era tarde. No es verdad, y Emily acudió al Centro Juan Diego tras saber, por los grupos provida, que es posible frenar a tiempo los efectos letales de la píldora.

El caso de Ashley
Otro hecho similar lo relató recientemente LifeNews, y en él se aplicó un protocolo médico que existe desde 2007 y fue creado por el doctor Matthew Harrison, uno de los dos (de los tres, en realidad) protagonistas de la historia.

El médico recibió la visita de Ashley, una joven de 20 años embarazada de siete semanas, quien había acudido a un abortorio dos días antes a solicitar la píldora abortiva RU 486. Se trata de un fármaco llamado mifeprex que bloquea la hormona progesterona imprescindible para contiinuar el embarazo, y que debe ser complementado después con otro, el misoprostol o cytotec, para inducir la expulsión del niño muerto. 

En algunos casos el primer medicamento no mata al bebé, y Ashley no había tomado la segunda pastilla, así que había una esperanza cuando el doctor Harrison se encontró con aquella circunstancia por primera vez. Ashley le explicó que había decidido matar a su hijo por presión de su novio y padre de la criatura, pero que cuando tomó la pastilla se arrepintió y dijo: «Dios mío, ¿qué he hecho?». Llamó a su madre, que no sabía nada, y ella la remitió a un centro médico, donde le recomendaban al facultativo que ahora escuchaba su caso.

Éste, inexperto ante el caso, pidió salir un momento, se fue a la habitación de al lado… y rezó. Tras consultar diversos recursos profesionales, decidió aplicarle a Ashley un tratamiento de progesterona, una dosis extra que, pensaba, podría contrapesar los efectos de la letal pastilla.

Había riesgos, de los que informó a Ashley. Primero, que el tratamiento no resultase y el bebé muriese. También, que hubiese complicaciones que prolongasen el proceso, con riesgo vital para madre e hijo. Pero la joven estaba decidida a intentar cualquier cosa para darle la vuelta a su trágico error. Firmó el consentimiento informado y animó al doctor: «Pase lo que pase, estamos en manos de Dios. Rezaré y mi hijo estará bien».

¡Y nació Kaylie!
Inició el tratamiento, y ese fin de semana sangró. Luego dejó de sangrar, y el embarazo continuó su curso. Y meses después el doctor Daniel L. Holland, socio del doctor Harrison en la consulta, atendió un parto perfecto del que nació una niña perfecta, Kaylie, una superviviente de la RU 486.

Los estudios en esta línea han continuado, con un reciente estudio de la doctora Mary Davenport publicado en The Annals of Pharmacotherapy [Anales de Farmacoterapia], en el cual, sobre 6 casos seguidos, 4 lograron dar a luz sin complicaciones un bebé sano. Toda una esperanza para aquellas mujeres que sólo cuando han ingerido el fármaco mortal comprenden la magnitud del paso que han dado.

SE ABRE LA PUERTA A SU BEATIFICACIÓN

La comisión médica de Causa de los Santos aprueba un milagro en un niño no nacido por intercesión de Pablo VI

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14/12/13 11:00 AM

La beatificación de Pablo VI podría ser una realidad en los próximos meses, después de que la comisión médica dependiente de la Congregación para las Causas de los Santos diera validez a la «curación inexplicable» de un feto en California, en el que, caso de ser confirmado por los cardenales, supondría el primer milagro del Papa Montini. 

(Ecclesia/InfoCatólica) Ahora, a falta del dictamen oficial, todo parece indicar que la beatificación de Pablo VI podría tener lugar en 2014, coincidiendo con el 50 aniversario del histórico viaje del Papa a Tierra Santa. La comisión está presidida por Patrizio Polisca, médico personal primero de Benedicto XVI y, ahora, del propio Francisco.

El caso fue elegido hace tiempo por el postulador de la causa, padre Antonio Marrazzo. El presunto milagro tiene que ver con la curación de un feto que se llevó a cabo a principios de los años noventa en California.

Durante el embarazo, los médicos habían encontrado graves problemas en el feto y, por las consecuencias a nivel cerebral que se dan en estos casos, los médicos habían sugerido que la única posible solución era el aborto. La mujer no escuchó el consejo de los médicos y se encomendó a la intercesión de Pablo VI. El bebé nació sano.

De la fe “de manual” a la práctica por convicción

Un deportista olímpico, un actor, un periodista, una top-model y una actriz. Todos ellos recibieron la fe en el seno de sus familias, pero la fama y el éxito les fueron alejando cada vez más de la Iglesia. Sus vidas han dado un vuelco y todos coinciden en que el éxito profesional no les dio la felicidad, la han alcanzado ahora, siguiendo a Jesucristo.  

Por Isis Barajas, Margarita García e Isabel Molina  

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Carlos Ballbé dejó el stick para entregarse de lleno a Cristo. Recibió su llamada al sacerdocio tras peregrinar, en varias ocasiones, al santuario mariano de Medjugorje. 

HA LLEGADO a lo más alto en el deporte: participar en los juegos olímpicos con la Selección Española de Hockey Hierba. Carlos Ballbé, o Litus, como le llaman desde pequeño, terminó allí su carrera como deportista para seguir su vocación: ser sacerdote. La vida de este joven barcelonés, hasta el verano de 2005, era la de un chico “normal”. Recibió de su familia y de su colegio los rudimentos de la fe; disfrutaba de los amigos, el deporte, la Universidad, –y aquí se complica la historia–, la fiesta y las chicas. Litus reconoce que fue empezar la carrera y vivir “por y para el hockey y la fiesta”. No era un chico problemático, simplemente trataba de disfrutar al máximo, sin pensar en si había que ir a clase al día siguiente o en si Dios pintaba algo en su vida. Se limitaba a ir a misa el domingo, sin comulgar si no se veía digno de ello. 

Un día cayó en manos de su padre un libro sobre las apariciones de Medjugorje, y no se lo pensó dos veces: se apuntó, y también a dos de sus hijos… “Ir a Bosnia en verano era lo último que me apetecía, pero no podíamos decirle que no a mi padre”, cuenta Litus, riéndose al recordar cómo contaba a las chicas que se iba de voluntario a Bosnia. Ese verano descubrió que Dios es real y tiene figura humana en Jesús. Y se le desmontó la idea de Iglesia que se había creado en su cabeza: “Todos son buenos y no pecan”. Y esto, gracias al testimonio que escuchó de personas pecadoras, a las que Dios, de la mano de María, les había cambiado la vida. 

Pero la euforia le duró una semana. Al volver a España se volcó de nuevo en el hockey, la carrera y la fiesta. “Tras Medjugorje mi día a día no cambió, pero ya no era capaz de responder sí a la pregunta ‘¿eres feliz?’”, explica Litus. Empezó a sentir un gran vacío, pero se consolaba pensando que su vida sería plena al alcanzar los triunfos deportivos que se avecinaban. Entonces trató de reordenar su vida. Inició una nueva carrera universitaria y empezó a salir con una chica que poco después le dejó. A esto se añadía la muerte de su abuela, a la que estaba muy unido. “Durante meses estuve muy mal y no entendía del todo por qué…” Con tanto acontecimiento, su corazón se ablanda y se abre a Dios, pero continuaba aferrado a la ilusión de alcanzar éxito en el deporte. 

En medio de este cúmulo de sentimientos, fue convocado para debutar en la Selección Española de Hockey Hierba. “Tenía que elegir: o la Copa de Europa o ir a Medjugorje”. El dilema se resolvió porque ese curso enfermó y perdió musculatura, por lo que no pudo jugar. Esa peregrinación fue clave, porque allí, mientras rezaba, pensaba en sus proyectos a la vez que le venía la pregunta: “¿Y si te entregas a mí?”. Desde entonces se sucedieron las señales que le hicieron imposible negarse a la llamada del sacerdocio. Hoy Litus está en el seminario y es un joven feliz. “Y no porque haga las cosas bien, sino porque no hay nada que me llene más que tener la certeza de estar haciendo lo que Dios quiere para mí”. 

Los Ángeles, México…Pilar Soto ha recorrido el mun­do buscando éxito personal y profesional, pero Dios y “el pobre Francisco” le esperaban en una parroquia de Madrid. Hoy no puede vivir sin la Eucaristía y la oración.  

“¡TERREMOTO PILAR Soto!”, así la llamaban en televisión, donde ha triunfado en programas como el mítico Grand Prix o La isla de los famosos (2003), de la que casi no sale con vida. Una mujer guapa, que tira por tierra el tópico de las rubias tontas, porque, como reconoce, le cuesta creer que habiendo estudiado tanto como lo hizo, –y sigue haciendo–, llegara a ser un “alma rota” que se enfrentó con la “hermana muerte” hace ya casi diez años. Fue en uno de sus habituales ingresos hospitalarios por la bulimia que padecía, cuando el médico le dijo que no podía hacer nada por ella. Entonces, por primera vez desde que hizo la comunión, rezó a Jesús. “Nunca en mi vida he sentido tanto miedo, traté de mover las piernas y fui incapaz. Sentí mucha vergüenza por todo lo que había hecho en mi vida y le supliqué a Dios que no me dejara marchar con tanto pecado. Que me permitiera demostrarle cuánto le amaba”. Y salió viva, pero a esta experiencia le siguieron los catorce meses más duros de su vida: abandonada por todos –llegó a dormir en un palomar–, menos por Dios. Le sostenía saber que le esperaba el “amor de los amores”. Durante aquellos meses repetía una jaculatoria de la Divina Misericordia que aprendió de su madre y el padre nuestro. “Me he convertido desde la nada –afirma–, de ahí solo te saca Dios”. A raíz de la muerte de Juan Pablo II se interesó por saber quién era el Papa y qué es la Iglesia, y el 11 de agosto de 2005 entró en una parroquia de Madrid donde sintió que el Espíritu Santo le confirmaba que la Iglesia era su nuevo hogar. Se confesó y después vinieron varios retiros, muchos momentos de oración, viajar a Asís… Pilar Soto relata con emoción los momentos que le han llevado a ser hoy una amante de san Francisco. Pero de quien está enamorada hasta los tuétanos es de Cristo, Quien ha hecho de ella una mujer nueva. 

Dice ser un “agnóstico recu­perado” al que lo de la fe “se lo explicaron mal”. Volcado con los más pobres, Pedro ha encontrado en Dios el sentido de su vocación solidaria y de su vida.  

PEDRO FUSTÉ es periodista. Ha trabajado en Radio Nacional de España, en M80 y en la Cadena SER. Durante cinco años ha estado al frente de la Fundación Tierra de Hombres y acaba de escribir Nos vemos en Medjugorje. Ha llegado a Dios de la mano de María. O, mejor dicho, ha vuelto a Dios, porque de pequeño, como muchos de su generación, recibió la fe en la familia y en el colegio. Recuerda de aquellos años anécdotas como la de llevar los lunes a clase la papeleta que el párroco repartía en misa y que acreditaba la asistencia. “Si no ibas, ¡te caía una buena bronca!”, recuerda. Vivencias como esta le produjeron rechazo hacia la Iglesia, pero seguía yendo a misa. Con los 20 años llegan la libertad, el coche… Se casó y tuvo dos hijas a las que les procuró formación cristiana, mientras él vivía una fe light. 

En 1999 se divorció y vivió un mo­­mento de descrédito total. Pero no quedó ahí la cosa. Al año siguiente, el 11 de marzo de 2000, sufrió un accidente de moto y perdió el brazo derecho. A raíz de aquello, y como él dice, al estilo Scarlett O’Hara, hizo una apuesta soberbia con Dios: “¡No vas a poder conmigo, mándame las pruebas que quieras. Déjame sin familia, sin trabajo y sin brazo, que no me voy a hundir!”. Y comenzó un tiempo de introspección. 

Pedro tiene un carácter predispuesto al prójimo y ha viajado a África en varias ocasiones, pensando que con su labor humanitaria hacía su aportación a los valores religiosos, hasta que entró en juego su hermano, que en 2007 le invitó a ir a Medjugorje. Allí, ante el escepticismo que le producía “tanto rezo del Rosario”, el sacerdote del grupo de peregrinos le aconsejó abrir los ojos y el corazón, y dejarse querer. Y, desde 2007 hasta hoy, han sido cinco los viajes que ha necesitado para llegar a darle sentido a su vida, a declararse un “agnóstico recuperado”. “Yo creía que era bueno –dice–, y bueno no lo eres nunca, si fueras bueno serías como Jesucristo y yo aspiro a ser un seguidor”. Conocer el amor de Dios es lo que lleva a Pedro a tratar de predicar con el ejemplo.“Es hora de práctica, no de manual”, asegura, y por eso trata de enfrentarse a la vida con una sonrisa. Y, en efecto, es un hombre sin un brazo, pero no deja de sonreír mientras repite: “Es lo que tiene vivir en la gracia de Dios”. 

Abandonó el éxito y el dinero que da Hollywood para ser coherente con su fe y hacer películas que defienden la dignidad humana. “Si la gente buena se queda callada, el mal triunfa”, asegura.  

CONVERTIDO EN el último latin lover, el cantante y actor mexicano Eduardo Verástegui había llegado a la meca del cine y tenía a su alrededor un gran equipo de mánager, publicistas y abogados que le asesoraban en la brillante carrera artística que tenía por delante. Gozaba de fama, éxito y dinero, pero empezó a sentir un vacío profundo en su vida: no era feliz. Se consideraba católico, llevaba consigo un rosario e iba a misa una vez al año, pero un día, su profesora de inglés le preguntó de forma directa: “Si amas tanto a Dios como dices, ¿por qué le insultas tanto?”. Verástegui se dio cuenta entonces de que la vida que llevaba contradecía la fe que le habían transmitido sus padres. “El amor a Dios siempre lo tuve, solo que era un amor a mi medida, un amor acomodado”, nos explica el actor en su última visita a España. “Tuve un despertar. Es como si tú, que estás enamorada de tu esposo, te enteras diez años después de que has estado haciendo algo que a él le ofende, así que le pides perdón y prometes no volver a hacerlo. Eso me ocurrió a mí: un 80 por ciento de las cosas que hacía no le agradaban a Dios. Lo hacía por ignorancia, y cuando me di cuenta, Dios me dio la gracia para no rechazarle y cambiar”. 

Ahora, con su productora, Metanoia Films, se dedica a impulsar desde Hollywood películas que defienden la dignidad humana. Sobre la nueva evangelización, Verástegui insiste en que “la fe es un regalo” y “la Iglesia no es un club en el que tenemos que meter a más gente; cada uno tiene un ritmo distinto”. Pero añade que es “fundamental que pidamos a Dios que incremente nuestro amor y nuestra fe”. “Si la gente buena se queda callada, el mal triunfa. Si no damos nuestra vida por nuestra fe es porque todavía no estamos enamorados al cien por cien”. 

La top-model y actriz Amada Rosa Pérez se cansó de tenerlo todo y le dijo “basta” a su estilo de vida. “Quise suicidarme, pero no tuve la cobardía de quitarme la vida. Entonces, el Señor me dejó ‘morir’ y me resucitó para Él”. 

LO TENÍA todo: fama, dinero, belleza, reconocimiento… Había triunfado más allá de sus sueños en las pasarelas y en la televisión y, sin embargo, sentía que no tenía nada. “Estaba llena, pero llena de vacío, y ese vacío iba creciendo”, cuenta la colombiana. Entonces, un buen día, le pidió a Dios un gran favor: “Como no tenía la cobardía de quitarme la vida, le pedí a Él que me la quitara: ‘Llévame, Señor, contigo porque estoy cansada de este mundo’. ¡Bendito pecado que me hizo conocer a Dios! Acudí a Él, sin saber que me escuchaba”… Empezó a rezar el rosario, tam­bién para escapar de su realidad, y después de un tiempo comenzó a experimentar paz en su alma. “Una noche, llena de desesperación y angustia, me quedé profundamente dormida rezando el rosario y en sueños escuché una dulce voz dentro de mi corazón que me decía: ‘Ora, ora, ora, mi pequeña, que nunca es suficiente’. Es difícil explicarlo, pero en ese instante se detuvo el tiempo, desperté, rompí  a llorar y supe de inmediato que era la Santísima Virgen. Solo una intervención divina podía hacerme sentir tanto amor, tanta paz y tanto arrepentimiento al mismo tiempo”.

La paradoja de su relato, al igual que las demás historias de estas páginas, es que Amada Rosa creció en un ambiente católico, pero nunca conoció a ese Dios que hoy llena por completo su vida. “Me bautizaron al segundo día de nacer”, comenta. De pequeña, recibió también la primera comunión y, más tarde, la confirmación. Fueron dos eventos “muy importantes para mi madre, aunque en ese momento yo no era consciente de su gran significado”.

Con solo quince años se marchó de su casa y al poco tiempo comenzó su carrera como modelo. No tardó mucho en alcanzar el éxito y con él llegaron las interminables preguntas: “Estuve preguntándole al mundo qué era ese algo que me hacía falta y por qué todo el que alcanza sus metas no se siente pleno y en paz. El mundo jamás me supo responder. Con el tiempo, mis preguntas tuvieron una sola respuesta: Jesucristo, nuestro Señor”.

Tras su conversión, volvió a la confesión y a frecuentar los sacramentos, y decidió apartarse de todo aquello que le había hecho daño: “Me di cuenta de que tengo un Padre que me ama a pesar de haberle ofendido, que me recibió nuevamente con todo su infinito amor. Gracias a esto, tomé la decisión de renunciar a exhibir mi cuerpo y no volví a participar en producciones o programas que atenten contra mi salud espiritual y la de mis semejantes”.Hoy comparte su conversión con alegría, pues considera que todos los católicos han de contribuir con la Iglesia dando testimonio, dondequiera que estén. “Cada uno tiene una llamada; hay que descubrirla, preguntándole a Dios en la oración”. A su vez, ve la necesidad de que en la Iglesia se haga una catequesis sencilla y constante para explicar la misa, la riqueza de los sa­­cramentos y las verdades que encierra la fe, de una manera abierta, cálida y amorosa. “El hombre, hoy más que nunca, agoniza en este frío mundo. Necesita acogida, comprensión y amor”. 

Estoy dispuesto a dar mi sangre por Jesús

«Estoy dispuesto a dar mi sangre por Jesús, Él ya lo hizo por mí»

Lo ha sufrido todo por abandonar el islam y abrazar el cristianismo. Incluso su padre intentó matarlo, pero Jesús le salvó. Entonces, su familia celebró un funeral por él, y hasta cavaron su tumba. Sin embargo, Mario no tiene miedo a proclamar públicamente que Cristo es la Verdad, y miles de musulmanes se han convertido gracias a su testimonio.

Por Belén Manrique

 ¿Cómo fue su infancia?

showImageNací en la región de Kerala, en la India, en el seno de una familia musulmana. Cuando estaba en el vientre de mi ma­dre, ella sufrió una infección y los médicos dijeron que yo no sobreviviría. Pero mi madre, que es muy devota de Alá, le prometió que, si me salvaba, me ofrecería como sacerdote. Cuando cumplí ocho años, mis padres me enviaron a la Escuela árabe Darussalam. Con 18 años, me convertí en imán. Aunque ingresé en la escuela árabe por imposición de mis padres, me acabó gustando. El objetivo de la vida es servir al Señor, y yo me estaba preparando para ello.

¿Cómo era su relación con el islam? 

De niño no estaba muy contento con muchos de sus preceptos; hay leyes hasta para las cosas más cotidianas de la vida. Una vez que comí con cuchara, mi padre me regañó diciéndome que si Dios me había dado las manos, debía comer con ellas. En otra ocasión, echó de casa a mis hermanas porque querían ir a clases de baile. No teníamos ninguna libertad, por lo que empecé a plantearme el sentido de aquellos preceptos. A los musulmanes les falta conocimiento porque no tienen libertad para pensar. Pero yo rompí los límites y empecé a pensar por mí mismo.

En el título de su libro dice que encontró a Cristo en el Corán…

Un día, predicando en la mezquita, dije que Jesús no es Dios, que para mí hay un único Dios, cuyo nombre es Alá. Alá nunca se casó ni tuvo hijos, por lo que Jesús no es su hijo. Pero un musulmán del público se acercó y me preguntó que quién era Jesús. Me dijo: “No digas que Jesús no es Dios, debes decir quién es Jesús”. Para conocer quién es Jesús, me leí todo el Corán. Los musulmanes afirman que Jesús no es Dios, pero si les preguntas que, entonces, quién es, no tienen respuesta. 

¿Qué descubrió sobre Jesús? 

El nombre del profeta Mahoma aparece solo en cuatro sitios en el Corán, pero el nombre de Jesús, 25. Además, el Corán nunca menciona ningún nombre de mujer, a excepción del de María, la madre de Jesús. El capítulo 19 está dedicado a ella. El Corán dice que Jesús es “la Palabra y el Espíritu de Dios”. Cuando descubrí esto, empecé a estar muy confuso. El profeta Mahoma fue un hombre como nosotros, que vivió y murió, pero Jesús nació sin padre; vivió, pero no murió; todavía está vivo… Por lo que me surgió la pregunta: “¿Si el profeta Mahoma no está vivo pero Jesús sí, entonces, quién es más grande?”. Un día me puse a rezar: “Alá, dime qué debo hacer, ¿debo aceptar a Mahoma o a Jesús?”. Tras esta oración, abrí el Corán justo por el capítulo 10, verso 94: “Si tienes alguna duda acerca de lo que te hemos revelado, pregunta a quienes, antes que tú, ya leían la Escritura”. Este libro anterior al Corán es la Biblia, por lo que decidí estudiarla. Para ello, acudí al Divine Retreat Centre de Muringoor, el complejo de retiros más grande del mundo, donde me bauticé y me cambié de nombre, de Sulaiman a Mario. 

¿Había tenido algún contacto anterior con el cristianismo? 

Donde nací apenas había cristianos, todos eran musulmanes. Pero, en una ocasión, de niño, mi madre me llevó a un hospital que se llamaba “Fátima”. Fátima es un nombre islámico, pero el hospital está mantenido por monjas católicas, por lo que le pregunté a mi madre por qué los cristianos usaban un nombre musulmán. Mi madre me contó la historia de la Virgen María y me llamó la atención que, según el Corán, María y Jesús nacieran sin pecado original. 

Ya desde niño tenía una sabiduría especial…

Puede ser porque, como dice la Biblia: “Antes de formarte en el vientre, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado”. Esta es la razón por la que mi madre prometió al Señor que, si me salvaba, me entregaría a Él. 

¿El Alá del imán Sulaiman es el mismo Dios que el del cristiano Mario?  

Dios es el mismo, pero la enseñanza ha cambiado. El Corán me enseñaba que Dios es un Dios que castiga, con el infierno o con el fuego. Pero la Biblia dice: “Dios te ama y te está esperando para recibirte y acogerte”. El Corán siempre llama al hombre “esclavo”, pero la Biblia nos llama hijos de Dios. Según el islam no hay perdón de los pecados, pero en el cristianismo el perdón está asegurado. Además, el Corán dice “mata a tu enemigo”; la Biblia, “ama a tu enemigo”. 

¿Cómo pueden vivir los musulmanes con ese miedo? 

En las escuelas islámicas se enseña a los niños que esta vida no vale, que en el Cielo habrá mujeres y vino, por lo que, como esperan ir a ese lugar, están preparados para morir. 

¿Cómo se tomó su familia su bautizo? 

Después de mi conversión, mis padres vinieron a buscarme al centro de retiros, me golpearon fuertemente y me llevaron a casa. Mi padre me pidió que fuera cristiano “en silencio”, pero pensé que, si tenemos solo una vida y la vivimos en contra de nuestra conciencia, no tendremos paz. Si seguía el consejo de mi padre, estaría traicionando mi fe. Al decirle esto, me encadenaron de pies y manos y me encerraron en una habitación; no me dieron nada de comer ni beber durante más de 20 días. Me quedé esquelético. Me echaron polvo de chile en ojos, nariz y boca. Sufro una úlcera de estómago desde entonces. Un día mi padre vino con un cuchillo. Me dijo que me iba a matar, por lo que me pre­pa­ré para morir. Decidí invocar el nombre de Jesús y, al hacerlo, mi cuerpo emitió como una descarga eléctrica; no sé de dónde me vino la fuerza, porque llevaba días sin probar bocado. Mi padre se cayó al suelo y, accidentalmente, se cortó con el cuchillo. Mis familiares se lo llevaron corriendo al hospital, olvidando cerrar la puerta, por lo que pude escapar y volver al centro de retiros. 

¿Volvió a ver a su familia? 

No les he vuelto a ver desde aquel día. Tienen miedo de hablar conmigo. Mi padre murió el año pasado. Sé que mi madre querría volver a verme, pero, si lo hace, la perseguirían. Tras mi conversión, mifamilia fue condenada al ostracismo, lo que significa, entre otras cosas, que, después de tu muerte, no permiten que se entierre tu cuerpo en ningún cementerio musulmán. Para rescindir la orden de ostracismo, mi familia decidió celebrar mi funeral y cavarme una tumba. Mi comunidad piensa que estoy muerto, lo cual es verdad: mi antiguo yo murió y mi nuevo ser vive. 

¿Ha perdonado a su padre? 

Por supuesto. Cuando Dios pidió a Abra­ham que sacrificara a su hijo, estuvo dispuesto a hacerlo por Él. Lo mismo hizo mi padre, así que aprecio su fe. 

Tras su conversión, ¿qué le sorprendió del cristianismo? 

Según el islam, Dios dejó de hablar con el hombre después de Mahoma. Los musulmanes rezan de memoria, siguen las reglas y normas, pero no tienen una experiencia personal de Dios; esto solo se puede tener en el cristianismo, donde, personalmente, he escuchado muchas veces a Jesucristo. 

¿Es consciente de que muchos católicos no tienen estas experiencias? 

Sí, esa es la razón por la que el cristianismo está disminuyendo en el mundo. Tengo la misión de trabajar para que los países occidentales conozcan a Cristo. La gente está demasiado preocupada por cómo disfrutar del mundo, sin pensar en el mañana ni en la vida eterna, incluso los líderes religiosos. Piensan más con el cerebro que con el corazón; en la India es al revés.  

¿Qué debemos aprender los cristianos de los musulmanes? 

Algo muy importante: su formación de la fe. Enseñan la fe islámica a los hijos desde los tres años, todos los días. Los cristianos solo dan catequesis los domingos. Cuando una mujer da a luz, le dicen al bebé al oído: “Dios es uno”. Esta es la razón por la que ellos están siempre dispuestos a hacer lo que sea por su religión. En el cristianismo, además, solo se enseñan cosas generales, como perdonar, amar a todo el mundo, moral, pero no la verdadera fe: cómo tener experiencia de Dios. Los musulmanes no sienten vergüenza por leer el Corán y rezar en público, pero los cristianos se avergüenzan de llevar el rosario o de leer la Biblia por la calle. 

¿Y los musulmanes de los cristianos? 

A amar. Existen muchos nombres para denominar a Dios, pero ninguno hace referencia al amor. 

¿Es el islam una amenaza para los países occidentales? 

Sí, Europa debe estar alerta porque el islam es la religión que está creciendo con mayor rapidez. Los hombres se casan hasta con cuatro mujeres, por lo que tienen hasta veinte hijos cada uno. Por eso, los cristianos deben plantearse tener hijos y la Iglesia debe continuar oponiéndose al aborto, al lesbianismo y al matrimonio gay, y fortalecer la vida familiar. Además, cuando los musulmanes interrogan a los cristianos, como estos no tienen suficiente formación espiritual, son incapaces de contestarles, por lo que comienzan a estudiar el islam y al final se convierten a esta religión. Está ocurriendo en el Reino Unido, en Francia, e incluso en América.