La historia real de Mao, la chica que quería bailar para Dios, tocará muchos corazones
Con motivo del Domund -Domingo mundial de las misiones-, que tiene lugar el 20 de octubre, Obras Misionales Pontificias (www.omp.es) ha lanzado un emocionante vídeo de 15 minutos con la historia real de Mao, una niña que quería ser bailarina.
«Señor, te había regalado mi vida. Había decidido bailar para ti. ¿Por qué me has hecho esto? Tú me has robado la pierna», se rebela la muchacha llorando.
Una de las minas antipersona que dejó la dictadura comunista de Pol Pot (1975-1979) y de los Jemeres Rojos destruyó su pierna.
Cada año, se producen en Camboya más de 300 accidentes, que dejan como secuela horribles mutilaciones como la de Mao, que ve cortados sus sueños.
Sin embargo, Mao encontrará su lugar a través de la fe y la caridad, sin tener que renunciar a la danza. Los talleres del obispo Kike le ayudarán, y la historia emocionará a quien la vea.
El obispo de las sillas de ruedas
En Battambang (Camboya), donde viven unos 4 millones de habitantes, los católicos son apenas unos 4.000. Sin embargo, su obispo, el jesuita español Enrique (Kike) Figaredo, es conocido mundialmente por su trabajo con los discapacitados víctimas de las minas anti persona, y por su labor evangelizadora a través de las obras caritativas. Le llaman «el obispo de las sillas de ruedas».
La historia, escrita y dirigida por Javier Alonso y José Cabanach, expresa el lema del Domund de este año: Fe+Caridad=Misión.
El obispo Kike Figaredo es uno más de los de 13.000 misioneros católicos españoles repartidos en 130 países del mundo. Kike Figaredo nació en Gijón en 1959, e ingresó en la Compañía de Jesús con 20 años. Ha desempeñado su labor misionera en Tailandia y Camboya, donde fue nombrado Prefecto Apostólico de Battambang en el año 2000.
Raúl Lemus es ahora director de vocaciones en la diócesis de Santa Rosa, California.
Si alguien sabe de discernimiento, es él, así que no se arredra ante su nuevo cometido comodirector de vocaciones de la diócesis de Santa Rosa(California): Raúl Lemus, sacerdote salvadoreño de 45 años -aunque lleva desde los cuatro en Estados Unidos-, lleva doce meses con ese encargo de parte de su obispo, Robert Vasa, quien conoce bien su historia.
Una historia tan sorprendente que choca a su mismo protagonista: «Hace veinticinco años no me lo habría creído», declaró a Our Sunday Visitor.
Bronquista y ligón Llegó a Estados Unidos siendo niño desde El Salvador. De familia muy humilde -su padre lavaba los platos en un restaurante-, conociólos barrios más duros de San Francisco. Fue educado religiosamente por su madre, que le llevaba a las iglesias más hermosas de la ciudad: «Me encantaba que me diese un dólar para echar en la colecta«.
Pero a partir de los 14 años, y hasta los 22, se apartó por completo de la Iglesia. Se hizo presumido y empezó a aspirar a ser actor. Se convirtió en un «bronquista», al tiempo que conocía lo peor del submundo de las bandas y las drogas que afecta a una parte de la juventud latina, aunque sin introducirse en él. No así su hermano Carlos, que acabó afectado por el alcoholismo y la drogodependencia y tuvo que se ingresado en una clínica para desintoxicación, obligando a toda la familia a cambiarse de casa.
Lo cual sería providencial para él, pues el nuevo hogar estaba junto a laparroquia de San Vicente de Paúl, de estructura tradicional y hermosos altares de mármol, abundantes imágenes y espectaculares vidrieras. «Estaba llena de lo que llamo santas distracciones«, confiesa Don Raúl.
Pero a él le distraían otras cosas. Se dio cuenta de que la parroquia congregaba a un buen número de chicas guapas, y decidió volver a pisar los templos de los que llevaba tanto tiempo ausente: «Acabé siendo monaguillo, luego lector y luego ministro de la comunión», dice, para finalmente ingresar en el seminario y ordenarse sacerdote.
La semilla plantada en la infancia ¿Cómo sucedió? Al empezar a visitar la parroquia, se enganchó al grupo de jóvenes, donde se le descubrieron dotes de liderazgo natural que pronto le otorgaron un papel relevante en la comunidad. «Durante ese tiempo», explica, «me enamoré de Dios y de la Iglesia, y comprendí que en mi vida faltaba algo».
Su familia tenía amistad con un sacerdote salvadoreño, Emiliano Caballero, a quien el joven Raúl apreciaba mucho porque era alguien «normal» a quien «le preguntabas sobre Dios y te respondía en un español muy clarito». Y ese modelo del sacerdote «de gran corazón y que hacía bromas» como el padre Caballero, había plantado en él la semilla de la vocación en su infancia, y había llegado el momento de que fructificase.
En 2002 Raúl Lemos fue ordenado sacerdote, y el padre Caballero estuvo allí ayudándole a revestirse. Sigue siendo hoy su modelo de aproximación a los jóvenes, en particular los de la comunidad hispana.
A lo largo de todos estos años de sacerdocio «ha habido dificultades», admite Don Raúl, pero «ha valido la pena». Se declara «de la vieja escuela», aunque «no conservador», yrecientemente aprendió a celebrar la misa tradicional: «Me gusta su silencio sagrado. Es hermoso».
Pocas vocaciones latinas Cuando la gente le pregunta a qué se dedica, responde como el santo cura de Ars, San Juan María Vianney: «Mi trabajo es ayudaros a ir al cielo«. Como director de vocaciones tiene por delante una labor difícil, porque las vocaciones entre la comunidad hispánica están descendiendo en Estados Unidos. En su diócesis, de 140.000 habitantes, hubo este año dos ordenaciones y tienen siete seminaristas.
El padre Lemus apunta una razón para esa disminución en el ámbito latino: «Muchos niños de origen hispano van a la escuela pública, donde no se puede hablar de Dios, pero sí se puede hablar mal de Dios. Se sumergen en una cultura laicista y pierden la fe».
Por eso anima a los padres a proponer a sus hijos modelos sacerdotales positivos, invitando a un cura a cenar a casa, o viendo películas que presentan retratos positivos de sacerdotes, o incluso regalándoles kits infantiles de misa para que jueguen a celebrarla. (Jugar a decir misa no era inhabitual en las familias católicas hace un siglo.)
La noche del pasado lunes, en Medjugorje (Bosnia y Herzegovina), una imagen de la Virgen fabricada en escayola, comenzó a desprenderun efecto luminoso de extraña naturaleza. El fenómeno es visible a simple vista para cualquier persona que se acerque a verla, pero está resultando tremendamente difícil obtener algún reflejo del mismo en cualquier aparato fotográfico.
Medjugorje es una aldea mundialmente conocida por el supuesto caso de apariciones marianas y numerosos posibles milagros acontecidos allí desde que en 1981, seis jóvenes de la aldea, hoy adultos, dijeran haber vivido una experiencia mística de encuentro con la Virgen María, que se vendría dando hasta nuestros días. El Vaticano estudia el caso desde 2010.
Vicka, una de las videntes de Medjugorje, ante la imagen que protagoniza el misterioso fenómeno. Foto: Jesús García.
El hecho comenzó a suceder en torno a las 22:00 del pasado lunes, cuando una mujer italiana estaba rezando ante la imagen, ubicada en una habitación de la antigua casa de Vicka Ivankovic, una de las supuestas videntes. «Cuando esta mujer dejó de rezar y se marchaba con quienes le acompañaban, al apagar la luz, se dieron cuenta del resplandor que salía de la imagen». Lo cuenta Goran Rasevic, uno de los testigos que vio con sus propios ojos el fenómeno unos minutos después de que empezara a suceder. «No había pasado nunca nada igual«, explica.
Visible desde la calle La imagen en cuestión es una imagen de la Virgen de Lourdes, fabricada en escayola de alrededor de un metro de alto, y traída a esta casa hace cuarenta años, ocho antes de que comenzaran las apariciones. «El resplandor se podía ver bien fuerte desde la calle, lo cual empezó a atraer a los vecinos que estaban cogiendo uvas en los campos, y al ver la maravilla que estaba ocurriendo, fueron a contar al resto del pueblo lo que pasaba», añade Goran.
La luz que emana la Virgen es difícil de describir, «incluso unos la describimos de una manera y otros de otra«, puntualiza Irene de Ramiro, española afincada en Medjugorje desde hace tres años, y que ha podido tocar con sus propias manos la misteriosa imagen. «La tocas y está fría, como la escayola. No desprende ningún tipo de calor, pero sí una luz muy cálida, de un color parecido al celeste, con una intensidad muy fuerte pero que no deslumbra. Sin embargo desde la calle se ve muy bien que hay una fuente de luz en la habitación«, explica con asombro contenido.
El problema con cámaras de foto y vídeo El fenómeno parece ser esquivo con los medios fotográficos, ya que a pesar de haber sido fotografiado por reporteros profesionales llegados de los medios mas importantes de Sarajevo y Dubrovnik, no queda registrado en las memorias digitales. «Cuando la graban o le hacen una foto, o se ve solo la imagen, blanca y de escayola, o se ve una especie de luz verdosa que nada tiene que ver con lo que se ven en vivo aquí», aclara Nikola Djukic, vecino de Medjugorje que ya ha podido ver el fenómeno en tres ocasiones. «Anoche fui a las doce y a las tres de la mañana. La segunda vez la luz era mucho más intensa que la primera. He repetido la visita 24 horas después y es impresionante«, comenta a Religión en Libertad.
Para Irene de Ramiro, el hecho de que el efecto no se pueda fotografiar es un signo: «Los que vivimos en Medjugorje somos muy prudentes, porque nunca queremos cometer errores con estas cosas tan delicadas, por eso yo me alegro de que este signo no se pueda fotografiar. Esto quiere decir que lo que aquí sucede es para vivirlo, no para mirarlo. Me dan pena los peregrinos que veo que vienen a ver la imagen y quedan defraudados porque cuando han hecho la foto no ha quedado reflejado el fenómeno en su cámara. No sé qué es lo que quieren, ¡si lo tienen delante de su narices! Pero esto demuestra que no se puede hacer negocio con esto, y que Medjugorje no es para curiosos, sino para vivirlo con el corazón, algo que implica trabajo interior».
«Rezar más el rosario» Desde el pasado lunes han sido varios miles de peregrinos los que han podido visitar el fenómeno en casa de Vicka. Organizados por pequeños grupos que pasan por turnos, algunos de ellos han tenido que esperar hasta tres horas para poder contemplar lo que podría ser un milagrovisible, indeleble y continuado, pues en las últimas 48 horas no ha remitido. «El ambiente en Medjugorje es de prudencia, pero también hay un evidente entusiasmo, porque los que somos de aquí sabemos discernir cuando la Virgen María actúa y esto nos está recordando al inicio de las apariciones», explica Goran Rasevic.
La luz que emite la imagen de la Virgen es homogénea en todo lo que es la ropade la imagen, no en sus caras ni en sus manos.
A día de hoy, tan solo uno de los videntes, la propia Vicka Ivankovic, se ha pronunciado cuando ha sido preguntada por el fenómeno: «Esto nos tiene que animar a rezar más el rosario«.
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