En el año 2002, Cacilda Massango supo que era portadora del virus del sida. La muerte y la impotencia es lo primero que se le pasó por la cabeza. Pero la campaña puesta en marcha por la comunidad de San Egidio cambió su perspectiva.
“En aquella época todo el mundo decía que si tenía el SIDA no podía hacer nada. Pero gracias al programa DREAM he aprendido que hay tratamiento y hay esperanza”, dice Cacilda Massango, participante en el programa DREAM.
La Comunidad de San Egidio puso en marcha el programa DREAM en su Mozambique natal, y le facilitó el tratamiento médico. Unos meses más tarde, comenzó a sentirse mejor y lo más importante, recuperó la esperanza.
Cacilda explica cómo vivió el proceso: “Hice amistad con personas que tienen el mismo problema y se enfrentaban a los mismos retos y eso te da mucha fuerza porque puedes hablar e intercambiar experiencias, Y eso cambia las cosas”.
Esta iniciativa tiene un objetivo más amplio, denominado MSD Italia, y que, literalmente, pretende superar la barrera entre la vida y la muerte. Consiste en dar medicamentos a las mujeres portadoras del virus del sida embarazadas, para que el virus no se transmita a sus bebés.
“Es un esfuerzo que tiene efecto multiplicador y que ha ayudado a muchas personas, especialmente a las mujeres embarazadas”, asegura Cacilda.
El proyecto también persigue reducir la tasa de mortalidad de las madres durante el parto. Se estima que alrededor de 800 mujeres mueren cada día por complicaciones en el parto, que se podrían evitar con recursos y formación.
El objetivo principal, que comparten con las Naciones Unidas, es reducir a una cuarta parte esa tasa antes del año 2015.
Mi esposa, mi hijo Eduardo, mi hija Emilie y yo vivimos hace 3 años en Canadá por temas laborales. Hace 6 meses decidimos bautizar a nuestra hija en Argentina y queríamos que el padrino sea mi cuñado Federico Abalsamo. Cuando le preguntamos a Federico, nos dijo que a él le encantaría pero que necesitaba bautizarse para ser padrino.
La familia de mi esposa es una familia mixta Judeo-Católica, ya que la madre de mi esposa es Judía y el padre es Católico… Los padres siempre le dieron a ellos la opción de elegir su religión…Mi esposa eligió la religión Católica…la hermana, Carolina, la religión Judía y el hermano, Federico, siempre estuvo más cerca del catolicismo pero nunca se bautizó….Entonces -esa- era una Buena oportunidad para él hacerlo. Empezó a averiguar para bautizarse en varia Iglesias y todas le ponían trabas de cursos o trámites burocráticos para hacerlo…Por ese motivo, Federico nos llamó y nos agradeció que lo hayamos elegido como padrino, pero que no se había podido bautizar por las trabas que había encontrado para hacerlo y que, dado el corto tiempo que faltaba para el bautismo, iba a ser imposible. MI esposa -no resignándose- decidió llamar a la Arquidiócesis de Buenos Aires para intentar hablar con Bergoglio, en aquel entonces Cardenal (eso fue aproximadamente el 15 de noviembre de 2012, 3 meses atrás) pudo hablar con la secretaria de Bergoglio quien escuchó atentamente toda la historia y le dijo que se lo iba a trasmitir al Cardenal. 15 minutos más tarde sonó el teléfono nuestro….era el mismísimo Bergoglio llamando para preguntarnos en qué nos podía ayudar!!!!!!! No lo conocíamos….no nos conocía…y sin embargo nos llamó!!..
Mi esposa le contó nuevamente lo que pasaba y la historia familiar…y Bergoglio le dijo que con mucho gusto iba a bautizar a Federico….que vaya ese mismo sábado a la Catedral que él mismo lo iba a bautizar!!! Cuando Bergoglio termino de bautizar a Federico le dijo que jamás se olvide de sus raíces Judías!!!… ¡Increíble persona!! Y como si eso fuera poco Bergoglio se ofreció a Bautizar a mi hija….nosotros no lo podíamos creer…que el mismísimo Cardenal Bergoglio bautice a nuestra hija!!! El Cardenal se tomó la molestia de venir desde su casa a la iglesia de San Martin de Tours, un sábado a la tarde a bautizar especialmente a nuestra hija sin conocernos y con la humildad de un grande! Tuve la alegría de conocerlo y de hablar con él y es una persona extraordinaria…me gustaría mucho que publiquen esta historia porque habla mucho de su humildad …y de cómo él piensa e interactúa con las religiones hermanas!!!
Realmente un ejemplo increíble!!
Eduardo Gonzalo Dimet
Es una muestra más del talante de buen pastor que el Papa lleva en su corazón. Lo del “olor a oveja” lo practica él mismo.
La historia del cine épico de acción y aventuras de los años cuarenta y cincuenta no se entiende sin la figura de Tyrone Power (1914-1958): El cisne negro, La última flecha, Cuna de héroes… aunque la lista de sus éxitos es interminable y abarca todo tipo de papeles (Testigo de cargo dos años antes de morir, por ejemplo).
Uno de los grandes galanes de la historia del cine: Tyrone Power hijo.
El mítico padre de la cantante Romina Power (esposa de Al Bano) fue el más grande representante de una familia de cinco generaciones de actores, y su mismo padre, Tyrone Power Sr (1869-1931), uno de los grandes del cine mudo, casi siempre en papeles malvados.
No así en¿Dónde están mis hijos?,que protagonizó en 1916 a las órdenes de Lois Weber, la primera mujer que dirigió películas de cierta entidad. Y esta pequeña joya la tiene, con una historia plena de dramatismo
Se trata, además, de un durísimo alegato contra el aborto tras un arranque que parece serlo a favor del control de la natalidad, en una época en la que estaban de moda la eugenesia y la creencia en que la criminalidad está determinada por la enfermedad y la pobreza.
El protagonista, el fiscal Richard Walton (Tyrone Power Sr), ejerce la acusación contra un hombre procesado por indecencia pública por propagar el control de la natalidad: «Que sólo nazcan los niños que son queridos. Paremos la matanza de los no nacidos y salvemos la vida de las madres que no quieren serlo», defiende el escritor.
Tyrone Power padre, un «malo» clásico que en esta película resulta ser el único honesto.
Hoy sabemos bien hasta qué punto el control de la natalidad y el aborto son dos aspectos complementarios de la cultura de la muerte (y no uno prevención del otro), pero en 1916 y en el contexto de un país como Estados Unidos, la película los separa: una vez concluido ese juicio en los primeros minutos, el resto de la película es concluyente contra la eliminación de los inocentes.
Síntesis argumental como guía para ver la película (abajo) El fiscal Walton es un hombre a quien le encantan los niños y sufre porque su mujer (interpretada por Helen Riaume) y él no los tienen. Se embelesa con el primer hijo de su hermana, que acude a visitarle, y con los tres retoños de su vecino, que declara aspirar a la media docena.
Richard no lo sabe, pero ni él ni su esposa son estériles. Lo que pasa es que la señora Walton aborrece los hijos y ha abortado tres veces. No por razones económicas o eugenésicas -pues se los presenta como un matrimonio pudiente y distinguido-, sino por frivolidad. Ella y su grupo de amigas están siempre pensando en la siguiente fiesta, y saben que un embarazo es el mayor estorbo para el tipo de diversión que les gusta.
Lo peor es que no se conforma con abortar ella. Es quien facilita a sus amigas la dirección de la consulta del médico que, «una vez decididas a evitar la maternidad», les resuelve el problema. La vemos así acompañar a otra madre a la consulta del doctor Herman Malfit, siempre atento y untuoso con la paciente antes de cometer el crimen.
El drama comienza cuando el hermano de la señora Walton conoce a la hija de su ama de llaves. Aprovechándose de la inocencia de la joven, la seduce y le hace un hijo. Cuando Lilian lo descubre y acude a él, el señorito se desentiende y busca eliminar el estorbo. Acude a su hermana, quien le remite a la consulta de Malfit.
Pero «esta vez el doctor hace una chapuza», afirman los títulos, sugiriendo que aborta con cuidado a las mujeres de clase alta y de cualquier manera a las de clase baja. Lilian sale casi moribunda del abortorio, y antes de fallecer le confiesa a su madre lo que ha hecho.
Se produce entonces una escena violenta en la que la madre de Lilian insulta y agrede al hermano de Helen y padre del no nacido. Cuando Richard se entera de lo sucedido, expulsa al rufián de su casa y poco después, como fiscal, procesa al doctor Malfit.
El criminal, que se ve en la cárcel, amenaza a Helen y le manda una carta diciéndole que si no convence a su marido de hacer la vista gorda, la involucrará en la causa. Findalmente es condenado a 15 años de trabajos forzados. Al conocer la sentencia, le espeta al fiscal: «Antes de sentar a otros en el banquillo debería mirar en su casa». Sorprendido ante esas palabras, Richard examina los libros de cuentas del matarife y encuentra ahí los abortos de su esposa e incluso los inducidos por ella en sus amigas.
Cuando vuelve a casa, destrozado, encuentra al grupo de amigas de fiesta y las echa de allí: «Acabo de saber por qué muchas de ustedes no tienen niños. Debería llevarlas a los tribunales por homicidio, pero al menos no consentiré que sigan en mi casa». Algunas se van llorando, otras aparentando dignidad.
Cuando se queda a solas con su mujer, la interroga con dramatismo con la frase que da título a la película: «¿Dónde están mis hijos? Yo, un servidor de la ley, ¡tendré que proteger a una asesina!«. Y tras rechazar la desesperación de Helen (quien unos días antes, por amor a su marido, había decidido tener hijos), los carteles de la película describen su estado de espíritu: «Toda la noche, Richard Walton lloró por sus hijos perdidos y por la confianza perdida en quien debería haber sido su madre».
En cuanto a ésta, «ahora buscaba la bendición de los hijos que había rechazado. Pero, habiendo pervertido la naturaleza tan a menudo, se encontrará físicamente incapaz de llevar la diadema de la maternidad. A lo largo de los años tuvo que afrontar aquella pregunta: «¿Dónde están mis hijos?»». Y la película refrenda esta idea con unos minutos finales realmente terribles por el dramatismo que implicó eliminar las tres vidas humanas que había llevado en su seno. El matrimonio envejece en solitario, llorando las vidas que podrían haberles rodeado y alegrado la juventud, primero, y la senectud, después.
Pues si algo deja claro la película de Lois Weber, es que desde la concepción hay vida humana, y no hay excusas para eliminarla. Los abortos que se representan son de un mes, y a los pequeños no nacidos se les representa como ángeles que bajan desde el cielo a la tierra (una puerta se abre simbólicamente para dejarles marchar) en cuanto arranca el embarazo.
«¿Dónde están mis hijos?» (1916): Película completa
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