Sede Vacante

Sede Vacante: así se gobierna la Iglesia y la Santa Sede cuando no hay Papa

Actualizado 1 marzo 2013

EP / ReL

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La Iglesia está en Sede Vacante desde el jueves a las 20.00h, cuando se cerraron las puertas del Palacio de Castelgandolfo y se retiró la Guardia Suiza, que sólo sirve al Sumo Pontífice, cargo al que ha renunciado Beneicto XVI, ahora ya Papa emérito.

La Iglesia Universal se queda sin cabeza visible en la tierra. El cardenal camarlengo, Tarcisio Bertone, y el Colegio de Cardenales, con Angelo Sodano como decano, se encargan del gobierno de la Santa Sede y la Iglesia hasta que se nombre un nuevo Pontífice.

Sólo asuntos ordinarios o inaplazables
Los cardenales podrán encargarse del despacho de los asuntos ordinarios o los inaplazables, y de la preparación del Cónclave y sus fases previas.

Se formarán dos clases de congregaciones: una general, formada por todo el Colegio, que se encargará de los asuntos más importantes, y otra particular integrada por el camarlengo, que es Tarcisio Bertone, y por tres cardenales extraídos por sorteo, que se ocupará de los asuntos ordinarios, según precisa la Constitución Apostólica ´Universi Domini Gregis´.

Estas reuniones, conocidas como «preparatorias», deben celebrarse a diario a partir del día establecido. En este caso, el cardenal decano del Colegio Angelo Sodano, que presidirá dichas congregaciones, ha avisado a los cardenales que han acudido a la despedida del Papa Benedicto XVI, de que este viernes enviará la convocatoria para el inicio de las congregaciones generales para convocar el Cónclave la próxima semana, por lo que éstas podrían comenzar el próximo lunes 4 de marzo.

Juramentos de secreto
En las primeras congregaciones todos los cardenales deberán prestar juramento de observar las disposiciones contenidas en la Constitución Apostólica y de guardar el secreto.

«Prometemos, nos obligamos y juramos, todos y cada uno, observar exacta y fielmente todas las normas contenidas en la Constitución apostólica Universi Domini Gregis del Supo Pontífice Juan Pablo II, y mantener escrupulosamente el secreto sobre cualquier cosa que de algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice«, leerá Sodano delante de todos los cardenales.

A continuación, cada purpurado dirá: «Yo prometo, me obligo y juro» poniendo la mano sobre los Evangelios.

Se sortean las habitaciones en la residencia
En una de las Congregaciones inmediatamente posteriores, los cardenales deberán decidir, entre otros asuntos, el sorteo de las habitaciones en la Domus Sanctae Marthae, la preparación de la Capilla Sixtina, confiar a dos eclesiásticos de clara doctrina el encargo de predicar a los cardenales dos ponderadas meditaciones sobre los problemas de la Iglesia en este momento, cuidar que sea anulado el anillo del Pescador y fijar el día y la hora del comienzo de las operaciones de voto.

Con la Sede Vacante, los jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, el secretario de Estado del Vaticano, los cardenales prefectos y los presidentes arzobispos, así como los miembros de los dicasterios, cesan en el ejercicio de sus cargos, excepto el camarlengo y el penitenciario mayor que se encargan de los asuntos ordinarios.

Tampoco cesan en su cargo durante la Sede Vacante el vicario general de la diócesis de Roma ni el arcipreste de la Basílica Vaticana.

Cónclave en 15 días… o antes
El Cónclave comenzará en la fecha establecida por los cardenales y aunque suele celebrarse entre 15 y 20 días después de la muerte o renuncia del Pontífice, según el Motu Proprio publicado por Benedicto XVI antes de su renuncia, podrá adelantarse si así lo estima oportuno el Colegio Cardenalicio.

Los cardenales se alojarán en la Domus Sanctae Marthae que permanecerá cerrada al igual que la Capilla Sixtina. Durante este tiempo, los electores no podrán mantener correspondencia epistolar, telefónica o por otros medios como las redes sociales.

El derecho a elegir al Romano Pontífice corresponde únicamente a los cardenales electores, es decir, aquellos que antes del día en que la Sede quede vacante no hayan cumplido los 80 años. Además, el número de cardenales no podrá superar en ningún caso los 120. Concretamente, en el Cónclave de 2013 habrá 115 cardenales, de los cuales más de la mitad han sido nombrados por el Papa emérito Benedicto XVI.

¡Ven, Espíritu Creador!
En la mañana del día fijado para el comienzo del Cónclave, los cardenales electores se dirigirán a la Basílica de San Pedro en el Vaticano para participar en la Misa Solemne ´Pro eligiendo Papa´. Desde allí, se trasladarán en solemne procesión, invocando con el canto delVeni Creator la venida del Espíritu Santo, hasta la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico, lugar del desarrollo de la elección. Dentro de la sede, se comprobará que no sean instalados dolosamente medios de grabación o transmisión.

Una vez allí, el cardenal decano, Angelo Sodano, leerá el juramento que deberán hacer todos los cardenales.

«Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica (…). Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el ´munus petrinum´ de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede«.

«Sobre todo, prometemos y juramos -continúa- observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención».

Los cardenales juran poniendo la mano sobre los Evangelios.

Abstenerse de compromisos, pactos y acuerdos
Concretamente, los números 56 y 57 de la Constitución insisten en la observancia del secreto al establecer que los cardenales electores deberán abstenerse durante el proceso de elección de enviar o recibir mensajes de fuera de la Ciudad del Vaticano.

En este sentido, el número 58 remarca que «quienes directa o indirectamente pudieran violar el secreto ya se trate de palabras, escritos, señales o cualquier otro medio, incurrirían en la pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica».

Además, en los números 81 y 82, se dice que los cardenales se abstendrán de toda forma de pactos y compromisos de común acuerdo.

A por mayoría de dos tercios
La forma de elección se realizará únicamente por escrutinio y se necesitarán dos tercios de los votos para la elección del nuevo Pontífice. Si eso no ocurre en la tarde del primer día, es decir, en la primera votación, se continuará en la segunda jornada con cuatro escrutinios más, dos por la mañana y dos por la tarde.

Si ningún cardenal consigue los dos tercios en las votaciones matutinas, habrá una fumata negra y lo mismo ocurrirá por la tarde. Así, hasta tres días consecutivos. Si en el tercero tampoco sale elegido el nuevo Sumo Pontífice, el proceso de elección se suspende por un día para realizar una pausa de oración y de libre coloquio entre los cardenales electores.

Si tras cuatro series de escrutinios no se obtuviera resultado positivo, entonces, según el Motu Proprio publicado por Benedicto XVI tendrá que procederse a la votación no por mayoría sino que de nuevo se deberán alcanzar «al menos» dos tercios.

Finalmente, cuando sea elegido el nuevo Papa, el cardenal decano le pedirá su consentimiento y le preguntará cómo quiere ser llamado y el Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias levantará acta. Los fieles presentes en la Plaza de San Pedro podrán ver la fumata blanca.

El ULTIMO Papa está Aquí

«Pedro Romano: el ULTIMO Papa está Aquí»

PetrusRomanus

Se ha publicado en los Estados Unidos el libro «Petrus Romanus: The FINAL Pope Is Here», escrito por Thomas Horn y Cris Putnam. Se trata de una extensa obra que cruza dos líneas: la investigación periodística sobre acontecimientos internos de El Vaticano, y las profecías que se refieren al Papa que habrá de guiar la Iglesia durante la Gran Tribulación, último Papa de la serie romana.

El título se refiere a una de las principales profecías respecto a los Papas, la de San Malaquías, obispo irlandés que tuvo una revelación sobre la sucesión de romanos pontífices desde Celestino II hasta el último Papa de los tiempos actuales. La profecía está compuesta de lemas descriptivos correspondientes a cada uno de esos 112 Papas.

Los lemas pueden referirse a un símbolo de su país de origen, a su nombre, a su escudo de familia, o a alguna característica de su pontificado o de su vida.

Los últimos Papas son:

108: «Flos florum» (Flor de las flores) Pablo VI. Su escudo contenía una flor de lis, «flor de las flores».

109: «De medietate Lunae» (De la Media Luna) Juan Pablo I. Nació en la diócesis de Belluno, conocida como de bella luna.

110: «De labore solis» (Del eclipse del sol) Juan Pablo II. El día de su nacimiento y el día de su muerte hubieron eclipses de sol.

111: «Gloria Olivae» (La gloria del olivo) Benedicto XVI. Tomó su nombre de San Benito. Los monjes benedictinos, conocidos como olivetanos, tienen ramas de oliva en su heráldica.

Falta solo uno según la lista:

112: «Petrus Romanus» (Pedro Romano) Será el último Papa que gobierne la Iglesia desde Roma, inmediatamente antes de que acontezca el Retorno de Cristo.

El número 112 es del todo particular pues, a diferencia de los demás, es el único que lleva un párrafo descriptivo además del lema:

«En la persecución final contra la Santa Iglesia Romana reinará Pedro Romano, quien pastoreará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto, la ciudad de las siete colinas será destruida y el Juez justo volverá para juzgar a su pueblo».

Antes de abordar el contenido del libro «Petrus Romanus» es necesario hacer algunas precisiones. Cuando se habla de «el último Papa» no significa que nos encontramos ante el fin de la Iglesia o del mundo. La profecía se mueve dentro del esquema escatológico lacunziano que estipula, basado en las Escrituras, tres venidas de Cristo: 1) la de Belén, hace dos mil años; 2) la de su Parusía, retorno glorioso al final de los siete años de la Gran Tribulación: según San Juan y San Pablo, Cristo descenderá en el Valle de Armaguedón para derrotar al Anticristo y a sus ejércitos, y posteriormente llevar a cabo el Juicio a las Naciones; 3) la del fin del mundo, en el Cielo, para llevar a cabo el Juicio Universal.

Después de la Parusía y el Juicio a las Naciones la historia humana continuará en este mundo, si bien totalmente transformado, en un Reino de Dios en el que habrá paz, justicia y santidad verdaderas. Cuando Cristo inaugure su reino en el mundo, fruto social de la Parusía, Roma habrá sido destruida (según San Juan y coincidiendo con el lema 112 de San Malaquías), y el Papado volverá a ser ejercido desde Jerusalén, como lo fue en los inicios. Allí comenzará la serie de Papas jerosolimitanos, de la que a San Malaquías ya no le fue revelado nada.

También hay que decir, antes de abordar el punto central del libro, que además de San Malaquías existen otras muchas profecías sobre el futuro próximo del Papado y de la Iglesia, y que coinciden con el pontificado de Pedro Romano. De todas ellas podemos resumir varios elementos:

  1. Una elección confusa de la que surgen un Papa legítimo y un antipapa.
  2. Un Papa obligado a salir de Roma en circunstancias calamitosas.
  3. El antipapa usurpa la Silla de Pedro por la maniobra de una secta masónico-satánica que opera dentro de El Vaticano.
  4. Un gran cisma para la Iglesia, resultado de esa situación de dos Papas antagónicos.

Algunas de esas profecías:

  • San Francisco de Asís: «Habrá un Papa electo no canónicamente que causará un gran cisma. Se predicarán diversas formas de pensar que causarán que muchos duden, aún aquellos en las distintas órdenes religiosas, hasta estar de acuerdo con aquellos herejes que causarán que mi Iglesia se divida. Entonces habrá tales disensiones y persecuciones a nivel universal que si esos días no se acortaran, aún los elegidos se perderían».[1]
  • Juan de Vitiguero, en el Siglo XIII: «Cuando el mundo se encuentre perturbado, el Papa cambiará de residencia».
  • Juan de Rocapartida, un siglo después: «Al acercarse el Fin de los Tiempos, el Papa y sus cardenales habrán de huir de Roma en trágicas consecuencias hacia un lugar donde permanecerán sin ser reconocidos, y el Papa sufrirá una muerte cruel en el exilio».
  • Nicolas de Fluh, en el siglo XV: «El Papa con sus cardenales tendrá que huir de Roma en situación calamitosa a un lugar donde serán desconocidos. El Papa morirá de manera atroz durante su destierro. Los sufrimientos de la Iglesia serán mayores que cualquier momento histórico previo».
  • El venerable Bartolomé Holzhauser, fundador de las sociedades de clérigos seculares en el Siglo XVIII: «Dios permitirá un gran mal contra su Iglesia: vendrán súbita e inesperadamente irrumpiendo mientras obispos y sacerdotes estén durmiendo. Entrarán en Italia y devastarán Roma, quemarán iglesias y destruirán todo».
  • Las palabras de la Virgen reveladas en La Salette a Melania: «Roma perderá la fe, y se convertirá en la sede del Anticristo».[2]
  • La revelación recibida por la Madre Elena Aiello, famosa estigmatizada que fuera consultada con frecuencia por el Papa Pio XII: «Italia será sacudida por una gran revolución (…) Rusia se impondrá sobre las naciones, de manera especial sobre Italia, y elevará la bandera roja sobre la cúpula de San Pedro».[3]
  • La beata Ana Catalina Emmerick, religiosa Agustina, en 1820: «Vi una fuerte oposición entre dos Papas, y vi cuan funestas serán las consecuencias de la falsa iglesia, vi que la Iglesia de Pedro será socavada por el plan de una secta. Cuando esté cerca el reino del Anticristo, aparecerá una religión falsa que estará contra la unidad de Dios y de su Iglesia. Esto causará el cisma más grande que se haya visto en el mundo».
  • Elena Leonardi, asistida espiritual del Padre Pio: «El Vaticano será invadido por revolucionarios comunistas. Traicionarán al Papa. Italia sufrirá una gran revuelta y será purificada por una gran revolución. Rusia marchará sobre Roma y el Papa correrá un grave peligro».[4]
  • Enzo Alocci: «El Papa desaparecerá temporalmente y esto ocurrirá cuando haya una revolución en Italia».[5]
  • La Beata Ana María Taigi: «La religión será perseguida y los sacerdotes masacrados. El Santo Padre se verá obligado a salir de Roma».[6]
  • La mística María Steiner: «La santa Iglesia será perseguida, Roma estará sin pastor».
  • Las revelaciones en Garabandal: «El Papa no podrá estar en Roma, se le perseguirá y tendrá que esconderse».[7]
  • Al P. Stefano Gobbi, místico y fundador del Movimiento Mariano Sacerdotal, la Santísima Virgen le reveló: «Las fuerzas masónicas han entrado a la Iglesia de manera disimulada y oculta, y han establecido su cuartel general en el mismo lugar donde vive y trabaja el Vicario de mi Hijo Jesús. Se está realizando cuanto está contenido en la Tercera parte de mi mensaje, que aún no ha sido revelado, pero que ya se ha vuelto patente por los mismos sucesos que estáis viviendo».[8]
  • Sor Agnes de Akita: «La obra del demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos».
  • Sor Sofía María Gabriel: «Habrán dos Papas rivales y una gran crisis centrada en el papado vaticano, y la Iglesia quedará dividida en dos bandos».
  • Cardenal Mario Luigi Ciappi: «La pérdida de la fe en la Iglesia, la apostasía, saldrá de la cúspide de la Iglesia».
  • Papa San Pío X: «He tenido una visión terrible: no sé si seré yo o uno de mis sucesores, pero vi a un Papa huyendo de Roma entre los cadáveres de sus hermanos. Él se refugiará incógnito en alguna parte y después de breve tiempo morirá una muerte cruel».[9]
  • Padre Paul Kramer: «El antipapa y sus colaboradores apóstatas serán, como lo dijo la Hermana Lucía, los partidarios de Satanás, quienes trabajan para el mal y no tienen miedo de nada».
  • Sor Lucía dos Santos, revelando el Tercer Secreto de Fátima: «Vimos a un obispo vestido de blanco, que temíamos fuera el Santo Padre, huir de una ciudad en ruinas, tembloroso y con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por los cadáveres que encontraba por el camino».
  • Cardenal Karol Wojtyla, ante el Congreso Eucarístico de Pennsylvania, en 1977: «Estamos ante la confrontación histórica más grande que la humanidad haya tenido. Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio. Esta confrontación descansa dentro de los planes de la Divina Providencia y es un reto que la Iglesia entera tiene que aceptar».

En diversas secciones, el libro «Petrus Romanus» menciona como la masonería iluminista (satánica) logró introducirse dentro de la Iglesia con el objeto de manipularla, destruyendo su fe, para poder convertirla en instrumento colaborador del gobierno mundial que en su momento ejercerá el Anticristo.

Esa tarea de infiltración lleva casi un siglo, y obedece a la estrategia del Caballo de Troya: introducirse para destruir desde dentro.

Si bien ya muchos miembros de la masonería eclesiástica han llegado hasta el nivel de obispos y cardenales, nunca han podido lograr su objetivo esencial, que es posicionar como Papa a uno de sus miembros.

La infiltración formal data de 1926 cuando, en Aix-La Chapelle de Aachen, los sacerdotes jesuitas Herman Gruber y Berteloot se reunieron con los tres eminentes masones Kurt Reichl, del Consejo Supremo de Austria, Eugen Lenhoff, gran maestre de la Logia Austriaca, y el doctor H. Ossian Lang, secretario general de la Gran Logia de Nueva York.

Posteriormente, en 1937, los dignatarios del Consejo Supremo de Francia emprendieron, con el cabalista Oswald Wirth y con el gran maestro grado 33 Albert Lantoine, del Supremo Consejo Escocés, la tarea explícita de propiciar el acercamiento entre sacerdotes católicos y la corriente espiritualista de la masonería negra. Participaban, entre otros, los sacerdotes Gruber y Mukermann. Todos coincidían en el empeño por crear un «socialismo cristiano global» vinculado al Marxismo.

El libro «Petrus Romanus» recuerda el caso significativo de un cardenal adherido a la masonería que estuvo a punto de llegar a ser Papa, el Cardenal Mariano Rampola.

A la muerte del Papa León XIII, todos daban por segura la elección del cardenal Mariano Rampolla, Secretario de Estado, como sucesor al trono pontificio. Sin embargo, durante el cónclave, el cardenal metropolitano de Cracovia marcó el alto mediante un telegrama de Su Majestad Franz Josef, del imperio Austro-Húngaro vetando esa nominación. Años después se supo que la objeción se debió a la notificación de que Rampolla pertenecía a la Gran Logia del Ordo Templis Orienti, en la que había sido iniciado en Suiza, llegando a escalar hasta el grado de Gran Maestro.

El libro también menciona el extraño caso del cardenal Giuseppe Siri mencionando que él ganó la mayoría de votos en los cónclaves de 1958 y 1963 pero, por presiones incomprensibles de la masonería, rechazó asumir el papado. Se cita la respuesta de Siri cuando veinte años después se le preguntó si era cierto que en ambos cónclaves él había sido inicialmente electo: «Estoy obligado al secreto. Ese secreto es horrible. Podría escribir libros acerca de lo que sucedió en esos cónclaves. Cosas verdaderamente serias acontecieron, pero no puedo decir nada»[10]

En Petrus Romanus se narra un acontecimiento que ya había sido dado a conocer en 1998 por el Padre Malachi Martin, la entronización de Satanás dentro de El Vaticano. Pero el libro lo relaciona con el tema de los Papas al subrayar que en esa misa negra fue consagrado a Satanás el sacerdote que habrá de ser el último Papa (antipapa) coincidiendo con Pedro Romano.

En efecto, en su libro «Windswept House» (Casa Azotada por el Viento), Malachi Martin (q.e.p.d.), sacerdote irlandés jesuita, cultísimo, gran teólogo, exorcista por 30 años y experto en Iglesia Católica, secretario del Cardenal Bea y consultor de varios Papas, dio a conocer que apenas electo Paulo VI se llevó a cabo, el 29 de junio de 1963, en la Capilla Paulina de El Vaticano, un ritual satánico en el que se entronizó a Satanás, y en el que participaron varios cardenales y obispos.[11]

Según Martin, se estaba cumpliendo una profecía del satanismo que anunciaba el comienzo de la«Era de Satanás dentro de El Vaticano» cuando un Papa tomara el nombre de Paulo. El último había sido Paulo V, Camilo Borghese, muerto en 1621. Montini fue electo el 21 de junio de 1963, y a los ocho días se llevó a cabo el ritual satánico, entre la noche del 28 y del 29. Se invocó a Satanás, afirman Horn y Putnam, siguiendo a Martin, no solo para entronizar a Satanás, sino para que éste invistiera con su poder a un joven sacerdote destinado a ser el antipapa que será el coincidente con Pedro Romano.

Se combinaron dos rituales que se llevaron a cabo simultáneamente, en El Vaticano, que fue incruento, y otro en una iglesia parroquial en Charleston, Carolina del Sur, que fue sangriento, los dos intercomunicados telefónicamente. Según Martin, el ritual en Charleston incluyó la violencia sexual contra un niño, en primer lugar drogado y abusado, y posteriormente sacrificado. A partir de esa misa negra simultánea comenzó a difundirse el abuso sexual de menores por parte de sacerdotes, así como otra serie de actos homosexuales y satánicos entre miembros del clero.

En otro 29 de junio, pero de 1972, el Papa Paulo VI admitió públicamente con amargura: «El humo de Satanás se ha introducido por las grietas de la Iglesia», refiriéndose sobre todo a la desacralización que se estaba llevando a cabo en la liturgia.

La Capilla Paulina, donde se llevó a cabo el ritual satánico, fue clausurada, y se reabrió en junio de 2009 cuando, después de haber sido restaurada, el Papa Benedicto XVI la volvió a consagrar a Dios.

El Padre Gabriele Amorth, experto exorcista y autor del libro «Habla un Exorcista» coincide con todo lo anterior y añade: «En El Vaticano hay cultos satánicos. No se ven, pero están en el mismo centro de la Cristiandad».

El hecho es que a partir de los años sesenta y posteriormente al Concilio Vaticano II, comenzó a fraguarse un cisma dentro de la Iglesia. Clérigos comenzaron a realizar todo tipo de cambios en la liturgia y en la disciplina, hasta llegar a nuestros días en que se promueve la abierta rebeldía contra el Papa y se presiona para que éste derogue el celibato sacerdotal, acepte los métodos anticonceptivos y abra las puertas al sacerdocio de la mujer y al gobierno colegiado de los obispos.

Pero ese cisma de la Iglesia, que hoy es soterrado, llegará a cristalizarse y a hacerse público, el día en que Pedro Romano ascienda al trono y un antipapa reclame el pontificado con un grupo de cardenales y obispos. Volvamos a la profecía de la beata Ana Catalina Emmerick, religiosa Agustina: «Vi una fuerte oposición entre dos Papas, y vi cuan funestas serán las consecuencias de la falsa iglesia, vi que la Iglesia de Pedro será socavada por el plan de una secta».

En la historia de la Iglesia han habido 38 antipapas, es decir, Papas que han ejercido ilegítimamente el pontificado por una elección irregular. Pero la gravedad del antipapa que será reinante con Pedro Romano es del todo singular, pues es la primera vez que se da como infiltración de una secta masónico-satánica, y porque atacará directamente la doctrina con el fin de que la Iglesia sea puesta al servicio del gobierno mundial del Anticristo.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 675: «Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes«. Y en el número 677 especifica: «La Iglesia sólo entrará en la gloria del reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección».

El libro menciona la predicción de Ronald Conte con relación al Papa Pedro Romano. Ronald L. Conte Jr. es teólogo, traductor de la Biblia, escritor experto en Iglesia Católica y en escatología. En el año 2002, Conte predijo correctamente que el Papa después de Juan Pablo II tomaría el nombre de Benedicto XVI.

Ahora en cambio, Conte afirma que el próximo Papa, al que tocará el lema de «Petrus Romanus», llevará el nombre de Pío XIII.[12] Conte escribe que el nombre de Pío está asociado históricamente a Papas que han enfatizado la autoridad doctrinal y disciplinar de la Iglesia, y sostiene que el Cardenal Francis Arinze reúne esa cualidad. Y añade: «Durante el reino del Papa Pedro Romano comenzará la gran apostasía, y este Papa marcará la primera parte de la Gran Tribulación».

Sin embargo, en su libro «Petrus Romanus», Horn y Putnam evitan casarse con la premonición de Ronald Conte respecto a Pío XIII, y señalan también como posible Papa bajo el lema «Pedro Romano» a los cardenales Peter Turkson, Angelo Scola y otros «papables» que bien pueden caer bajo la figura de un Papa que, en medio de la apostasía, defenderá la doctrina y la supremacía y disciplina de la Iglesia Católica.

El libro, apoyado por 722 notas, ofrece un buen acercamiento para conocer la historia de la Iglesia y de los Papas, así como aspectos doctrinales esenciales. También para adentrarse en el tema de la infiltración de la masonería satánica en la Iglesia, comprender el contenido de la segunda parte del Tercer Secreto de Fátima, y tratar de visualizar lo que será un acontecimiento próximo: el último cónclave.


[1] Culleton, Gerald, El Reino del Anticristo.

[2] El secreto de La Salette fue publicado en 1879 con permiso del Obispo de Lecce, Italia.

[3] Adams-Bonicelli, Alerta Humanidad, Madrid 1974.

[4] Adams-Bonicelli, Op. Cit. P. 204.

[5] Idem, p. 177.

[6] López Padilla, La Traición a Juan Pablo II, México, p. 180.

[7] The Workers of Our Lady of Mount Carmel, Nueva York,

[8] A los Sacerdotes, 20 Ed, España, p. 331.

[9] Thompson, Damian, Das Ende der Zeiten, Hildesheim, 1997, p. 240. Y Vacquié, Jean, Benedictions et Maledicions, Paris, 1987.

[10] Malachi Martin, «The keys of this blood», NY, Touchstone 1991, 607).

[11] Entre los participantes, Martin menciona al Cardenal Villot, al Cardenal Casaroli, a diversos obispos, sacerdotes y laicos, así como un embajador luterano de Prusia.

[12] Conte, Ronald, «The future and the Popes», Catholic Planet, 2004.