La monja del Far West que se enfrentó a Billy el Niño

Una Hermana de la Caridad entre colonos 

Sor Blandina, la monja del Far West que se enfrentó a Billy el Niño 

Ella llegaba tan lejos como el ferrocarril, y vivió episodios típicos de las películas de pioneros, carrromato y caballos desbocados incluidos. 

Actualizado 5 marzo 2013

C.L. / ReL

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Nadie en aquella región al sur de Colorado quiso hacerse cargo del moribundo. Un hombre de Billy el Niño había resultado herido en un duelo y ninguno de los cuatro médicos de Trinidad, por entonces un pueblo perdido en la frontera del Oeste, quiso mover un dedo por él.

El valor de una monja
Sor Blandina Segale, sí. Le visitó durante varias semanas, cuidó sus heridas y le asistió espiritualmente. Pero Billy el Niño (respondía a ese nombre, aunque no se sabe bien si era el William Bonney más célebre, pues varios reivindicaban el apodo) tenía sed de venganza y volvió con su cuadrilla a Trinidad a vengar a su sicario (quien nunca se recuperaría, muriendo a los pocos meses) ymatar a los cuatro médicos que se habían negado a atenderle

Cuando vio lo que Sor Blandina había hecho por él, le dijo que le pidiese lo que quisiese. Y ella le pidió salvar la vida de esos cuatro desgraciados. El criminal accedió y se fue.
 
Siempre manos a la obra
El pueblo entero respiró tranquilo gracias a esa menuda monjita nacida en 1850 en la localidad italiana de Cicagna, de donde sus padres emigraron a Estados Unidos cuando ella tenía cuatro años. Se instalaron en la populosa Cincinnati, sede de la diócesis desde hacía treinta años y donde tenían casa las Hermanas de la Caridad fundadas porElizabeth Ann Seton. En 1866, Rosa Segale (que así se llamaba) y su hermana María ingresaron en la congregación, y Rosa tomó el nombre de Blandina, una mártir cristiana de los primeros siglos.

Tras completar su formación fue enviada a la frontera del Oeste, hacia donde se estaban expandiendo los colonos del Far West. Llegó a Trinidad, en Colorado, en 1872, y no tenemos que imaginarnos cómo era porque lo hemos visto cientos de veces en los mejores westerns: una calle principal, casas de madera, mezcla de razas y gentes y mucho, mucho polvo. 

Había allí ya cuatro monjas y una iglesia que era poco más que una barraca. Su misión consistiría en dirigir la escuela pública, a la que asistirían alumnos de todas las denominaciones cristianas. En ese territorio de conquista, sencillamente la opción era esa escuela, o ninguna.

Tampoco la escuela estaba en las mejores condiciones, así que Sor Blandina, que no se arredraba ante nada, decidió construir ella sola una nueva y empezó a demoler la antigua. Cuando una señora de las más adineradas del pueblo la vio en el tejado a martillazos, le preguntó: «Por el amor de Dios, hermana, ¿qué está usted haciendo?». Al conocer la respuesta, se comprometió a financiar una partida de trabajadores que se pusiesen manos a la obra.

Al cabo de unos días quien se la encontró construyendo el nuevo colegio como un obrero más fue el obispo de Denver, Joseph Machebeuf, de visita en Trinidad.

Caballos desbocados
Estas y otras historias se conocen gracias a sus diarios y a las cartas que escribía a su familia, que han sido publicadas como libro (At the End of the Santa Fe Trail [Al final del Camino de Santa Fe]), que ha sido muy leído por los cultivadores de la historia de los pioneros, y es considerado veraz en líneas generales, a pesar de algunas inexactitudes y de lo colorido de ciertas aventuras.

Porque Sor Blandina vivió de todo. Una vez había programado una excursión a las montañas con los niños de la escuela, pero el conductor del carromato se puso enfermo. No queriendo decepcionar a los pequeños, tomó ella misma las riendas. Cuando llegaron al lugar de destino, y cuando ya habían bajado todos menos una niña, los caballos se desbocaron. La religiosa se vio conduciendo una caravana sin control, con el cuero llagándole las manos y una niña aterrorizada a su lado. Cuando se dio cuenta de que caminaban hacia la muerte en un barranco, decidió frenar en seco y provocar ella misma el accidente antes de llegar a un terreno peligroso.

Quedó inconsciente, y cuando despertó, el carromato estaba destrozado y los caballos a su aire. La pequeña estaba tendida a su lado sin señales de vida y sangrando por la nariz. Sor Blandina pidió a la Virgen que intercediera por ella y fue a buscar uno de los animales para volver. Cuando regresó, la pequeña ya se había sentado y empezaba a hablar. De camino al lugar de partida encontraron ayuda y todo quedó en un susto.

A esta señora no le robaréis tan fácilmente…
En 1876 ella y otra hermana fueron destinadas a Santa Fe, donde terminaba el célebre Camino. Allí estuvo cinco años, y luego la mandaron a Albuquerque. En ambos destinos se consagró a la enseñanza, al cuidado de los enfermos y a la visita a los presos. En más de una ocasión defendió a los mexicanos y a los indios de la poca consideración que recibían, como ciudadanos de segunda clase, por parte de los anglos que gobernaban la ciudad.

Era una mujer enérgica. En cierta ocasión advirtió a una mujer mexicana de que sus dos hijos, nacidos ya en Estados Unidos, se estaban aprovechando de su escaso conocimiento del inglés para quitarle unas tierras: «Dígales que existe un comité de vigilancia que estará encantado de vérselas con ellos».

El hábito es sagrado
Sor Blandina volvió a Trinidad en 1889. La ciudad había perdido su aspecto de frontera y el Viejo Oeste que ella había conocido empezaba a desaparecer. Incluso la escuela que las Hermanas de la Caridad habían gestionado durante décadas quiso modernizarse y les pidió que abandonasen sus largos hábitos. 

Pero a sus 49 años de edad, la monja que le había parado los pies a Billy el Niño y había gobernado una carreta con caballos desbocados no se iba a arredrar tan fácilmente: «La Constitución de los Estados Unidos me concede el derecho a llevar este hábito igual que a usted para llevar pantalones. Adiós», le espetó al político de turno que quería cambiar el colegio.

En 1894 Sor Blandina abandonó el Far West para siempre y volvió a Cincinnati, donde trabajó entre los emigrantes italianos pobres el resto de su vida, que fue larga, pues murió en 1941 a los 91 años de edad.

«Su vida y su trabajo son sólo un ejemplo -si se quiere, extraordinario- del papel indispensable que jugaron las religiosas católicas en asentar y civilizar la frontera del Oeste», afirma Kevin Schmiesing en el articulo de Crisis Magazine de donde hemos tomado esta historia.
Esas valientes mujeres no ocupan en la conciencia colectiva estadounidense el papel prominente del que se hicieron acreedoras con sus méritos.

 

«profecía de los Papas» de San Malaquías

Según ella, el próximo Papa ¿será el último? 

Las 9 cosas que hay que saber sobre la «profecía de los Papas» de San Malaquías 

Desde el verdadero San Malaquías hasta la lista supuestamente profética pasan 450 años. Y curiosamente, desde la aparición de la lista, no acierta casi ninguna predicción.

Actualizado 26 febrero 2013

P. J. Ginés/ReL

Con el anuncio de la renuncia de Benedicto XVI, mucha gente habla de «la profecía de los Papas» atribuida a San Malaquías. Pero ¿qué importancia tiene esto? ¿Es algo que deba inquietar o quitar a la paz a los creyentes? Lo analizamos en 9 puntos, que siguen bastante de cerca un análisis del popular bloguero y evangelizador Jimmy Akin. 

1. ¿Qué es la «la profecía de los Papas»?
Es un documento que publicó en 1595 un benedictino llamado Arnoldo de Wyon dentro de una historia de la orden benedictina que estaba escribiendo, 

Se trata de una lista de 112 frases cortísimas y enigmáticas en latín, que se supone que representan a papas desde la época del obispo irlandés San Malaquías, del siglo XII, en adelante. Es Wyon quien dice el autor es San Malaquías. También él dice que no le consta que nunca antes se hubieran publicado en forma impresa. 

Además del listado de frases enigmáticas, Wyon añade una serie de interpretaciones y análisis que él atribuye al historiador y dominico español en Roma Alfonso Chacón (c.1530-1599). 

2. ¿Quién fue San Malaquías? ¿Es fiable? 
San Malaquías (1094-1148) fue el arzobispo de Armagh, en Irlanda. Fue monje, abad, obispo y finalmente Primado de Irlanda, un gran reformador de la Iglesia y avivador de la fe. Murió en Claraval, Francia, en brazos de San Bernardo de Claraval, en 1148, quien le admiraba y escribió de él, de sus obras y de sus milagros. Por él sabemos que en 1139 el irlandés visitó Roma y se entrevistó con el Papa.

Que San Malaquías es santo y modelo de pastor y reformador no lo duda la Iglesia. Pero San Bernardo, que tanto lo quiso y que tanto escribió sobre su amigo, milagros incluidos, nunca escribió nada sobre ninguna profecía, visión, ni lista enigmática que hubiera dejado este santo. Ni rastro de esta lista profética hasta 450 años después.

3. ¿Por qué la gente habla de San Malaquías y la supuesta profecía estos días? 
Porque la lista se acaba con el papa 112º. Benedicto XVI sería el número 111 de la «lista de San Malaquías». Y para el 112, la última anotación, en vez de un par de palabras, encontramos esta frase: 

«Pedro el Romano, que nutrirá las ovejas en muchas tribulaciones; cuando acaben, la ciudad de las 7 colinas será destruida, y el juez terrible juzgará a su gente. Final.»

Así, el Papa que surgiera del Cónclave actual sería el último, Roma sería destruida, llegaría el juicio final, etc… 

Por eso la gente repasa listas de papables que se llamen «Pedro», a saber: Péter Erdo(arzobispo de Budapest), Peter Turkson (africano, de Ghana, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz) y, como segundo nombre, Odilo Pedro Scherer (arzobispo de Sao Paulo). 

4. Pero, ¿qué credibilidad da el Magisterio de la Iglesia a esta «profecía»?
Ningún documento del Magisterio ha aprobado de ninguna manera nada de esta profecía ni se le ha dado ningún reconocimiento. 

5. ¿Hasta qué punto podemos hablar de que sea «auténtica»? 
San Malaquías murió en 1148, era un personaje bien conocido y popularizado por su amigo, San Bernardo de Claraval, el eclesiástico más influyente de su época. Pero ni San Bernardo ni nadie habló jamás de ninguna profecía de San Malaquías hasta que en 1595 la publicó Arnoldo de Wyon, casi 450 años después. 

Quizá Arnoldo de Wyon se la inventó. O quizá un bromista o estafador falsificador creó efectivamente la lista misteriosa en el siglo XVI, la puso en un archivo romano y ahí la encontró Arnoldo, documentándose para su historia benedictina. 

sanmalaquiaslista6. Pero ¿la profecía acierta en los 111 papas que ya ha cubierto? 
Los investigadores se han dado cuenta que acierta mucho con los papas anteriores a 1590. Y acierta poco con los papas posteriores. Eso refuerza la idea de que el autor la escribió en 1590. Esto ya lo veía el historiador y benedictino gallego Benito Jerónimo Felijóo en su Teatro Crítico Universal (1724–1739).

Jimmy Akin, popular bloquero y apologista católico, hizo recientemente el experimento personal de repasar cada papa con su «profecía«: hasta 1590, el 95% de las profecías aciertan claramente, y solo un 5% son vagas o dudosas. Desde 1590, sólo un 8% aciertan claramente (un 41% fallan y un 51% son vagas e indemostrables). 

Curiosamente, los aciertos (¡y sobre todo los fallos!) de las frases anteriores a 1590 coinciden sospechosamente con un libro de historia de los Papas que escribió en 1557 el historiador agustino Onofrio Panvinio, bibliotecario del cardenal Alejandro Farnesio. Parece que el verdadero autor de las profecías usó ese libro. 

7. ¿Ejemplos de «profecías» que aciertan?
«Ex castro Tiberis» (de un castillo en el Tiber) se refiere evidentemente a Celestino II (1143-1144), nacido en Citta di Castello, al lado del río Tiber. «Frigidus abbas» es Benedicto XII (1334-1342), que fue abad de Fontfroide (Fuentefría). «De parvo homine» (De un hombrecito), es Pío III (1503), cuyo apellido era Piccolomini (en italiano, de piccolo y uomo, hombre pequeño). 

8. ¿Ejemplos de «profecías» que encajan sólo forzadas?
«Aquila rapax» (águila rapaz) correspondería a Pío VII (1800-1823). ¿Por coincidir con el reinado de Napoleón? Pero entonces la frase no define al Papa sino a alguien más o algo más que actúa durante su papado... y entonces cualquier cosa sería aplicable: ¡siempre habrá algún gobernante rapaz como un águila en el mundo! Las profecías anteriores a 1590 se refieren a los Papas, no a eventos de su tiempo. 

«Religio depopulata» (religión destruida) correspondería a Benedicto XV (1914-1922); de nuevo, no habla del Papa. Sí, la Revolución Rusa en 1917 dañó la religión en Rusia (pero no en Italia). Siempre hay algún poder que daña la fe en alguna parte del mundo.

9. ¿Y Jesús y la Iglesia que dicen de todo esto?
De la lista supuestamente profética, como de tantas otras supersticiones o engaños, la Iglesia no dice nada. 

Jesús, respecto a calcular días del fin del mundo o el Juicio Final dice, básicamente: «Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mateo 25,13); y sobre cómo vivir teniendo en cuenta el futuro Jesucristo enseña esto: «No estéis ansiosos sobre el futuro, que tiene sus propias ansiedades. Cada día ya trae su propia preocupación» (Mateo 6, 34).

El Catecismo de la Iglesia, en su párrafo 67, habla de las «llamadas revelaciones privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia». Incluso las reconocidas cumplen una condición: «su papel no es mejorar o completar la Revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivir más plenamente en un cierto periodo de la historia«. 

Tratar de ligar papas y frases enigmáticas es una curiosidad intelectual o incluso supersticiosa, no algo que ayude a vivir la fe con plenitud. Sería más útil, por ejemplo, conocer al verdadero San Malaquías, ver sus obras y celo evangelizador en la Irlanda del siglo XII y tomarlo como modelo, en vez de perder el tiempo con lo que con toda seguridad es una falsificación del siglo XVI.