«Apostasía»

«Apostasía», de Thomas S. Crown 

¿Estamos viviendo los Últimos Tiempos anunciados en el Apocalipsis? 

Una especie de «catecismo práctico» en el que se suceden diálogos y acontecimientos en los que el lector encuentra respuesta a preguntas fundamentales.

Actualizado 25 octubre 2012

Gilberto Pérez/ReL

A principios del año en curso, en Manresa, se llevó a cabo el Primer Congreso de Nueva Evangelización con el fin de reflexionar y hacer frente a un preocupante problema que flagela, sobre todo, a la sociedad occidental contemporánea: la apostasía silenciosa, el abandono masivo y en muchos casos «como a escondidas» de la fe y la experiencia cristianas.

De la mano de la editorial De Buena Tinta acaba de hacer su aparición el libro Apostasía, en el que su autor, Thomas S. Crown alerta sobre la critica situación por la que atraviesa la sociedad, poniendo de manifiesto que más que una crisis económica de alcance mundial, que también, se trata de una crisis de valores e identidad del ser humano, más grave y origen de la anterior.

El título de portada no puede ser más sugerente e inquietante: «¿Estamos viviendo los Últimos Tiempos anunciados en el Apocalipsis?«, una pregunta que quedará para ser respondida por el lector al final de su aventura.

¿De qué va la obra?

Tras la muerte en trágicas circunstancias de su hijo Frank, Thomas Turner, psiquiatra de profesión, atraviesa por momentos difíciles. Abandonado por su esposa, que le culpa de su muerte, busca refugio en la bebida. Pierde su trabajo, reputación y amigos. Abandonado por todos se desea la muerte. Adolfo, un antiguo compañero de universidad, le ofrece trabajar en el hospital que dirige a las afueras de Madrid. Aunque éste no es la persona más recomendable, Thomas se ve obligado a aceptar sus condiciones. Allí conocerá a Santi, de quien pronto se hará amigo inseparable y se convertirá en su mejor consejero. Tras vivir una “experiencia del umbral de la muerte”, la licenciosa vida del protagonista es acrisolada con la fuerza de la fe y la razón, dando un vuelco trascendental, definitivo.

¿Una novela? Un «catecismo práctico»

A través de la tormentosa relación de amistad-odio surgida entre sus dos protagonistas, Apostasía advierte sobre los graves peligros que se ciernen sobre la Humanidad. El libro, vaya por delante, no es propiamente una novela, a pesar de que el autor se sirva de este género literario para abordar temas reales, acuciantes y, por qué no decirlo, controvertidos. 

A lo largo de la obra, más bien una especie de “catecismo práctico”, se suceden diálogos y acontecimientos en los que el protagonista busca y encuentra respuestas a cuestiones que a todos nos preocupan: ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Está próximo un gobierno mundial? ¿Una religión universal? ¿Qué sucede tras la muerte? ¿Posee el hombre un alma inmortal? ¿Existe la reencarnación? ¿Son los ángeles una realidad o sólo una ficción? ¿Hay un Cielo al que irán los justos? ¿El diablo es pura invención? ¿Y el Infierno? ¿Cuál es el destino del hombre? ¿Estamos viviendo los Últimos Tiempos anunciados en el Apocalipsis? ¿Qué dice este libro sobre la apostasía? ¿Qué sucede en Prado Nuevo de El Escorial?

 FICHA TÉCNICA  COMPRA ONLINE
Título: Apostasía TiendaLibres
Autor: Thomas S. Crown
Editorial: De Buena Tinta
Páginas: 323 páginas
Precio 18 euros

El poder curativo de 20 piedras

Santa Hildegarda de Binguen, Doctora de la Iglesia 

¿Cómo una monja del siglo XII, y que es santa, pudo descubrir el poder curativo de 20 piedras? 

En pleno siglo XX médicos alemanes descubrieron con asombro los conocimientos de esta monja cuya sabiduría es, para muchos, «algo que viene del Cielo».

Actualizado 25 octubre 2012

Luis Arnó / ReL

Hace 850 años, una monja de clausura llamada Santa Hildegarda de Binguen, que acaba de ser canonizada y nombrada Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI, revolucionó la medicina del momento al transmitir una sabiduría sobre lasvirtudes curativas y profilácticas de una veintena de piedras preciosas o semipreciosas. 

Santa Hildegarda, sin salir del convento, con una cultura y formación muy básica, transmitió lo que la “Luz Viva del Espíritu Santo” le dictaba, ofreciendo remedios sencillos a personas con dificultades de salud, basado en el contacto con determinadas piedras. 

Con los años, los remedios curativos de Santa Hildegarda fueron bautizados por el pueblo como “la medicina de Dios”, y ya en pleno siglo XX, científicos y médicos alemanes descubrieron con asombro los conocimientos de esta monja del siglo XII, cuya sabiduría es, para muchos, “algo que viene del Cielo”.

Entrevistamos a José María Sánchez de Toca, uno de los mayores expertos en la obra de Santa Hildegarda en el mundo hispano. Él se ha encargado de traducir y preparar la primera edición completa en español de esta obra: El libro de las piedras que curan (LibrosLibres).

– «El Libro de las piedras que curan», ¿podríamos decir que es un resumen de creencias medievales?
– En absoluto. Los remedios populares de la Edad Media, las recetas de brujas, eran asquerosos, mientras que todo lo que dice Santa Hildegarda es inocuo, razonable y limpio. Si habla de plantas o animales, normalmente dice que hay que hervirlo.

– Saber médico medieval perdido en nuestros días.
– Tampoco. El saber médico de la Edad Media era árabe y judío, y no se parece a Santa Hildegarda ni de lejos. Los libros de piedras de aquella época, como el Lapidario de Alfonso X el Sabio, que es un compendio de lapidarios árabes, por ejemplo, o el del Obispo Marbordo, son radicalmente distintos en credibilidad, sistematización y si me permite la palabra, en «modernidad».

-¿Y el de Alberto Magno?
-No creo que fuera de verdad de San Alberto Magno; es un libro de hechizos y conjuros para cargarse a la gente, envenenar o provocar abortos.

– Entonces…
– Ella dice que la invadía una llama de Luz Indeficiente que la dictaba y que no la permitía poner nada de su cosecha.

– Se ha publicado bastante que eso era una migraña de aureola.
– Mire, esos señores hablan de oídas de lo que dijo otro que tampoco había leído a Santa Hildegarda. Me recuerdan a aquel prestigioso y venerado historiador de la Medicina que la llamaba «San Gil de Garde». 

– Pero era una gran científica
– Ni hablar, eso no se tiene de pie. Es imposible que tuviera conocimiento experimental de lo que dice. Fijese que dijo ¡en 1153! que las ballenas buscan alimento en la superficie y en el fondo del mar, cosa que la Ciencia solo ha averiguado en la década de 1970, gracias a un submarino espía norteamericano. En el Mar de Behring, las ballenas bajaban al fondo del mar, barrían con la boca abierta los limos del Yukón, repletos de quisquillas, y luego subían a vomitar por los chorros el limo sobrante. No lo sabía nadie, ni los balleneros. Jamas se hubiera supuesto que un mamífero de respiración pulmonar bajase al fondo del mar, pero Santa Hildegarda ya lo había dicho.

– La película «Visión» muestra una gran biblioteca en el monasterio.
– Esa película es un ejemplo de como no deben hacerse las cosas ni falsear la Historia. Está llena de conjeturas que no están avaladas por las fuentes, y eso que hay muchas. Los libros no abundaban entonces como ahora, ni siquiera en los monasterios. Pero en cambio las fuentes son taxativas en que solo la enseñaron a leer el Salterio. 


– El Papa Benedicto XVI dice que era muy culta.
– Y tiene razón: Santa Hildegarda estuvo ochenta años recibiendo enseñanzas del Espíritu Santo sobre la estructura del Universo, la naturaleza humana y las criaturas, y eso necesariamente la tuvo que volver cultísima y sabia. Pero suponer que era una erudita contradice de plano las fuentes, que son abundantes, de época y muy fiables. Tenga en cuenta que un concilio investigó en vida, y que después de muerta, investigaron su vida los inquisidores enviados por dos papas sucesivos.


– Este es un libro de «piedras que curan», pero la cuestión fundamental es si hay piedras que curen.
-Por lo que venimos comprobando, sí. Tampoco es tan insólito, si el barbero te corta al afeitarte, te pasa piedra alumbre por el corte para detener la hemorragia. El alumbre es una piedra que cura.

-¿ Santa Hildegarda habla del alumbre?
– No. Trata exclusivamente sobre diecinueve piedras que solo pueden utilizarse para el bien y para curar o prevenir daños. Dice Santa Hildegarda que entre las demás piedras algunas sirven para cosas buenas o malas, según se proponga quien las utilice, pero la Santa se ocupa solamente de las que solo sirven para el bien.

– Pero a estas alturas del siglo XXI ¿ ¿No es pura superstición creer que haya piedras que curen?
– Superstición es mantener una creencia sin base real, y prejuicio negarse a aceptar los hechos, y lo que no debe hacer nadie en el siglo XXI es negar los hechos. A menos que a uno le cieguen los prejuicios, hay que aceptar la evidencia. Y la evidencia es que en la mayoría de los casos, estas piedras curan a la mayoría de la gente.

– ¿No siempre?
-No siempre.

– ¿Por qué?
-Pues no lo sabemos. Hay muchísimo que investigar. El caso más claro es la crisoprasa, una modesta piedra con aspecto de jabón usado, que a uno le curó radicalmente en una sola noche un ataque de gota, mientras que otro se la tuvo que quitar de la rodilla porque no le hacía nada y se le estaba clavando en la hinchazón.

-Y entonces, ¿por qué curan?
– Pues tampoco lo sabemos. Muchas de las aplicaciones exigen contacto con la piel, lamer la piedra, o ponerla en vino, lo que puede suponer una transferencia molecular, por infinitesimal que sea. Pero otras veces actúan sin contacto; en concreto Santa Hildegarda advierte que se tenga mucho cuidado en evitar que el rubí toque la piel. Hace unos meses, cuando estaba preparando el libro, enseñé las piedras a unos amigos, y una señora se puso en las rodillas el costurero de plástico donde las guardo. A la mañana siguiente nos contó alborozada que se le habían pasado los dolores de rodilla y cadera que la traían mártir, y pensando a qué podría deberse, cayó en la cuenta del rato que tuvo las piedras en el regazo. Pero no hubo contacto.

– ¿Y no puede tratarse de sugestión o efecto psicosomático?
– Podría ser, pero le voy a contar algo: Un niño, Juancho, de siete años, tenía pesadillas recurrentes, muy violentas. Sus padres le pusieron jaspe debajo del colchón y las pesadillas cesaron esa misma noche. Se fueron a la playa, se dejaron la piedra y las pesadillas se reanudaron. Volvieron a ponerle el jaspe y cesaron. Ahora los niños la llaman la piedra filosofal, como en las películas de Harry Potter.

– ¿Y no pudo ser que el niño estuviera impresionado con la piedra?
– A Juancho no le impresiona ni un adoquín que le pongan de almohada.

– Que me contestaría si le digo que este libro es un texto medieval lleno de ideas medievales con poco contenido práctico.
– Que está hablando sin haberlo leído. Por ejemplo, en este libro Santa Hildegarda describe con pelos y señales como transforman las bacterias del hierro el oxido ferroso en oxido férrico para hacer la magnetita, y eso, amigo, es algo que la Ciencia descubrió en 1877, y todavía se sigue trabajando en ello. Le aseguro que sin análisis, sin laboratorios y sin microcospio era imposible saberlo. Es más, Santa Hildegarda da detalles que aun hoy son desconocidos, aunque verosímiles. Eso no es un conocimiento medieval.

– Pero Santa Hildegarda habla de piedras que ahuyentan los demonios y las serpientes.
– Pues estupendo; no soy partidario de los unos ni de las otras, y no los quiero cerca de mí. Pero esto que usted recuerda debe alertarnos que hay algo en la naturaleza de las piedras que todavía desconocemos. Santa Hildegarda dice que las piedras tienen cierta belleza singular que era la que tenía Lucifer antes de la caída, y que los demonios no soportan porque les recuerda su esplendor pasado. Para hablar de la eficacia de las piedras sobre los espiritus malignos utiliza los verbos «desdeña, pone en fuga, atormenta». Es un campo del que sabemos muy poco.

-¿De las piedras de Santa Hildegarda, cuál es la más útil?
– Cada una tiene su utilidad y con frecuencia se superponen, pero para mí la más útilñ por ahora esta siendo el jaspe, que es el analgésico y antiinflamatorio mas rápido que conozco. El jaspe que usted puede encontrar en cualquier obra en un saco de gravilla, cualquier guijarro de sílex a manchas y con grano fino.

– El título de este «El libro de las piedras que curan» habla de gemas. ¿Es que son piedras caras?
– Las piedras de las que habla el libro son en su mayoría piedras preciosas o semipreciosas, es decir, gemas, pero una docena son variedades de cuarzo, y el resto puede conseguirse a muy buen precio, digamos, uno o dos euros. En total uno podría hacerse con todas las piedras por unos cincuenta euros, pero no es necesario conseguirlas todas a la vez. Con veinte euros sobraría bastante para hacerse con jaspe, ágata, calcedonia, topacio, crisoprasa y esmeralda, que en este momento me parecen las más sencillas de usar. Por otra parte, buscar las piedras siguiendo las indicaciones que damos en el libro puede convertirse en un hobby muy gratificante.

-¿Satisfecho del esfuerzo y de su traducción?
– Mucho, pero la traducción no es mía, sino de Rafael Renedo, mi yunta de Hildegardiana. Lo mío ha sido averiguar y explicar qué significan hoy las palabras de Santa Hildegarda, comentarlas, anotarlas e indizarlas.

– ¿Qué espera de este libro?
– Que sea útil. Que ayude. Que sean muchos los que descubran con alborozo que hay piedras que curan. 

– ¿Y por qué se publica y se difunde ahora precisamente un libro que llevaba ignorado ocho siglos y medio?
– Es algo que da que pensar; quizá es que sea la sabiduría que vamos a necesitar en el futuro, como todo lo de Santa Hildegarda.

– ¿Es un regalo de Dios para los hombres?
– Sí; Dios siempre ofrece el remedio antes que nos hagamos la llaga.

 FICHA TÉCNICA                                           COMPRA ONLINE

Título:  El libro de las piedras que curan                TiendaLibres

Autor:   Santa Hildegarda de Binguen

Editorial:   LibrosLibres

Páginas:   262 páginas

Precio        20 euros

Una experiencia mística radical

Jim Murphy habla a ReL de la nueva evangelización

Una experiencia mística radical, 6.300 km a pie con una cruz y 43 años como predicador laico

Durante un tiempo buscó tesoros bajo el mar, pero Dios le hizo buscarlos en los corazones. Ha presidido a 9 millones de católicos carismáticos en EEUU. Predicó en Madrid el pasado fin de semana en el colegio Virgen del Recuerdo.

Actualizado 25 octubre 2012

Pablo J. Ginés/ReL

Jim Murphy nació en 1952 en una familia católica en Detroit, Michigan. Estudió en un colegio católico, y con sus dos hermanos acompañaba a sus padres a misa cada domingo. En casa, solían rezar juntos por la noche. Como es común, a los 16 años empezó a cuestionarse su relación con la fe. «¿Creo en esto por mí mismo?», se preguntaba. Y ¿qué sentido tenía vivir? ¿Para qué? Inició una búsqueda y «pronto me di cuenta de que buscaba algo que el mundo no podía darme». Pero eso no era ningún consuelo.

Una experiencia mística en la noche

Y en la noche de Pascua de 1969, con 17 años, Jim tuvo una experiencia mística que cambió su vida para siempre.

«Era de noche. Yo estaba en mi habitación, con la puerta cerrada, y lloraba, porque no veía qué sentido tenía la vida. Entonces sentí una presencia, real. Supe que alguien estaba allí, conmigo. Era una presencia de gran poder y de gran amor. No vi luces, no hubo sonidos, pero en mi interior sentí paz y amor.» 

«Y entonces noté en mi corazón una voz que me hablaba. No era una imagen o una sensación. Eran palabras. Era un mensaje con palabras, muy claras, precisas. Me decían: «Has intentado encontrar la forma de ser feliz, pleno. Siempre tú, tú, tú. Nunca me dejaste ser parte de tu vida«. 

«Supe que era Jesús. Tuve la sensación de que Dios me estaba ofreciendo su ayuda para mi vida. Y tuve una visión, muy clara. Era como ver un vídeo. Veía a Jesús en la Cruz. Estaba vivo en la Cruz, sufría de forma horrible, yo veía la sangre y las heridas, era terrible. Y me dijo: «cuando pasé por esto, no pensaba que tu respuesta sería, simplemente, ir a misa o ayudar en la parrroquia. No pasé esto sólo para que vayas a misa. Pasé esto para que seamos amigos y para ser parte de tu vida».

«Y toda mi comprensión de lo que era ser cristiano cambió. Entendí que ser cristiano no es hacer cosas. Entendí que es una actitud. Que Jesús quería más. Sí, claro que es bueno ir a misa. Él no estaba criticando la misa o la Iglesia: me estaba reclamando a mí.»

Predicador desde los 17 años

Jim pudo hablar de su experiencia con su hermana, dos años mayor que él. «Ella había tenido una experiencia de conversión en la Renovación Carismática, que acababa de nacer en 1967 y se extendía por Michigan, y me la había contado, pero yo no entendí nada de lo que me contaba ella ni le presté ninguna atención. Hasta que me pasó a mí», explica Murphy. A través de su hermana, empezó a tratar con grupos carismáticos. «Ella aún es responsable en una comunidad de Ann Arbor, en Michigan», explica. Ese mismo año,invitaron a Jim a dar una charla en la parroquia, a cinco adolescentes. Desde entonces, no ha dejado de predicar.

Durante mucho tiempo intentó compaginar su llamado a la predicación y evangelización con sus otras pasiones. «Mi padre era capitán de barco. Yo quería dedicarme a rescatar tesoros submarinos, hacer arqueología… ¡Conocí España leyendo de sus galeones! Yo tenía barco para practicar». Se sacó un título de graduado social, pero trabajó en mil cosas asombrosas: prospecciones en Alaska, investigación arqueológica en Hispanoamérica, guitarrista en una banda, conductor de camión, conductor de barco en viajes charter, trabajó en una tienda de verduras… y una vez fue guardaspaldas de la Madre Teresa de Calcuta. Y sin dejar de predicar.

Pero llegó un momento en que decidió dedicarse al Evangelio a tiempo completo. «Sentí que Dios me decía que hay muchos tesoros que rescatar, que no están bajo el mar sino en los corazones de la gente«, explica. 

Cruzando EEUU a pie con la cruz

En 1992, con 40 años, después de leer una carta de la Conferencia Episcopal de EEUU titulada «Herencia y esperanza», Jim tomó una cruz de madera de 1,8 metros y se puso acaminar por Estados Unidos, de Florida a California, viviendo de la Providencia y la caridad, y durmiendo en cualquier sitio. «A menudo venía gente a pedirme que rezara por ellos, por sus parientes enfermos, etc…», explica. «El hombre que camina con la cruz«, titulaba la prensa. Caminó 6.300 kilómetros: el equivalente a 8 veces el Camino de Santiago desde Roncesvalles. Le costó 18 meses y gastó 14 pares de zapatos. 

Poco después de acabar su gran viaje evangelizador, con 42 años, se casó. «Tenemos un hijo de 16 años, y vivimos de la providencia de Dios. Yo voy a donde me invitan a predicar y predico. Si me pagan, ¡gloria a Dios!, puedo pagar mis facturas. Pero no siempre me pagan. Mi mujer, Susan, lleva la casa y atiende a nuestro hijo. Yo viajo mucho. Yo ya se lo dije:mira, Susan, mi vida es así, este soy yo, y ella dijo, OK, quiero sumarme. A veces ha sido duro, claro, pero ya lo sabíamos».

Perspectiva para evangelizar

Jim tiene ahora 60 años recién cumplidos y 43 años de experiencia como predicador itinerante. Fue presidente durante un tiempo de la Renovación Carismática Católica en EEUU (que implica a unos 9 millones de personas), presidente de una asociación ecuménica de evangelización de jóvenes y, actualmente, un miembro de ICCRS (www.iccrs.org), la coordinadora central de la Renovación Carismática, con oficinas en el Vaticano. Eso le da cierta perspectiva para hablar de la Nueva Evangelización. Acudió a Madrid para predicar en la asamblea anual de la Renovación Carismática Católica en el Espíritu, en el colegio Virgen del Recuerdo, y nos explicó su visión del Sínodo y la evangelización.

«Me gustaría que el Sínodo de Nueva Evangelización no se quede sólo en documentos para que lea la gente», comenta Jim. «Le pido a Dios que haya un gran movimiento del Espíritu Santo y que la Iglesia salga a la calle, al mundo». 

El papel de los nuevos métodos

Recupera la definición de Juan Pablo II de la nueva evangelización como «nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión» y la desarrolla.

«Claro que necesitamos nuevos métodos, cursos, programas, seminarios… todo eso es bueno y llega a mucha gente. Pero ¿cuál es su objeto? Por ejemplo, el Seminario de Vida en el Espíritu, el método tradicional carismático para evangelizar, ¿lo queremos para dar un «toque momentáneo» del Espíritu? No. Lo queremos para cambiar toda una vida. A veces la gente emplea programas o convoca a seminarios, etc… y no sabe para qué, qué es lo que buscan. Cada objetivo necesita su método. Una cosa es invitar al alejado de la Iglesia y otra formar al que ya cree y practica», explica. 

Jim piensa que hay varios objetivos: uno es sanar a la gente herida por las fatigas de la vida o el pecado; otro es convertir, que se giren hacia el Señor. Por último, gente que se ha convertido en un primer momento no persevera en la exigente vida cristiana porque le falta una comunidad que ayude, forme y apoye con un nuevo estilo de vida.

Escuchar mucho antes de hablar

Hay elementos comunes a todos los métodos de evangelización que funcionan, señala. Por ejemplo, antes de predicar, hay que escuchar. «Tenemos dos orejas y sólo una lengua: escuchemos el doble que hablamos«, propone. «Además, es psicología básica: cuando la gente se sabe escuchada, tiene más confianza en su interlocutor y se abre más«.

Por otra parte, añade, «hay que dejar espacio al Espíritu Santo, dejar que Jesús actúe, confiar en Él más que en el método, por bueno que sea».

Es bueno invitar a retiros, charlas, encuentros, afirma,  pero para eso antes hay que hacer una conexión personal. «Sin la conexión personal, sólo los que ya son creyentes vienen a nuestros programas o encuentros. Está bien encontrarse, pero si no vienen alejados, no es evangelizador».

¿Laicos evangelizadores con sueldo?

¿Y qué dice él, predicador laico por cuatro décadas, de la necesidad de contratar laicos para evangelizar?

«Por un lado, si se quiere calidad y eficacia, es necesaria cierta profesionalización. Es cierto que para evangelizar es mejor un buen cristiano con algo de habilidad musical, que un magnífico músico con sólo un poco de cristianismo. Yo mismo toco la guitarra y muchas veces he pensado: me da igual como suene mientras la gente se acerque al Señor y lo ame. Pero si me oyes cantar horriblemente Vive Jesús El Señor, no te atraerá. Quizá necesitamos un Hillsong católico«, plantea, refiriéndose al grupo evangélico profesional de música cristiana que mueve masas y vende cientos de miles de discos. 

«Quizá ha llegado el momento de rezar y ayunar y pedir al Señor un Hillsong católico. La música es poderosa, toca el corazón de la gente. Los católicos tenemos buenos músicos. Ellos saben que son buenos, pero se dedican sólo a tiempo parcial al evangelio. La profesionalización tiene un cierto riesgo de engendrar soberbia y, con el orgullo, Dios puede retirar tu don. Por eso hay que formar para la humildad.»

Invertir para mejorar

«Muchos no entienden lo de pagar a los músicos, pero es necesario dedicar tiempo para mejorar. Si a unos músicos que aman al Señor les dices que durante un año les cubres todos sus gastos, su sostenimiento, y que se dedicarán a evangelizar con la música a tiempo completo, lo harán encantados. Y lo mismo a jóvenes que se dediquen a la evangelización de otros jóvenes. ¿Vamos a invertir en esto? Si la gente pagara diezmos, esto sería factible. ¿Cuánto lo deseamos? ¿Podemos imaginar lo que puede hacer un joven evangelizador, bien formado, dedicado un año a tiempo completo?»