Alemania: los impuestos, los sacramentos y la confusión

24 Sep 2012 

La Iglesia en la prensa

Hoy entra en vigor un decreto de la conferencia episcopal alemana en el que se establece que los católicos alemanes que se dan de baja para evitar pagar el impuesto religioso quedan excluidos de los sacramentos. Comprensiblemente, la decisión ha provocado numerosos comentarios, entre los que abundan los sarcásticos del tipo: “Alemania: si quieres sacramentos, paga”. El tema es algo más complejo, pero no cabe duda de que la situación es cuanto menos equívoca y que, en buena ley, solo cabría considerarla como provisional.

Para entender mejor la cuestión es preciso recordar que el origen del sistema se remonta al s. XIX y nació como un medio para compensar las expropiaciones de la invasión napoleónica. Se estableció así un impuesto religioso que con leves cambios ha llegado hasta hoy: los fieles de las diversas confesiones están obligados a financiarlas –a través del Estado- pagando una tasa adicional, que oscila actualmente entre el 8 y  9 % de su total de impuestos sobre la renta. Si uno quiere ahorrarse esa cantidad extra, debe declarar que no pertenece a ninguna religión. (Como se ve, se trata de una solución muy distinta a la adoptada mucho después por países como Italia o España, donde se señala a qué institución se desea destinar unos fondos –el 8 o el 5 de cada mil- que el Estado ha recaudado. El contribuyente paga lo mismo rellene o no esa opción). Hay que subrayar que la Iglesia alemana ha creado con esos fondos numerosas instituciones de ayuda a otros países, que todavía hoy desarrollan una actividad insustituible.

A pesar de que resulta profundamente incómodo vincular oficialmente la pertenencia religiosa al pago de un impuesto, la mayoría de los alemanes han seguido este modelo sin particulares problemas. Con el paso del tiempo, el impuesto religioso se ha demostrado el primer anillo débil que saltaba cuando la fe se enfriaba (y las estrecheces económicas arreciaban). El problema era hasta qué punto la renuncia a considerarse católico, para ahorrarse los impuestos, debía calificarse como un acto de apostasía (“negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo”). Ahí la actitud de los obispos alemanes ha sido, por lo general, de “línea dura”, hasta el punto de considerar la excomunión para tales casos. El decreto actual –que ha recibido el visto bueno del Vaticano- es algo menos drástico. Se sostiene que “no es posible separar la comunidad espiritual de la Iglesia institucional”, y que por esa razón quienes se dan de baja quedan excluidos de los sacramentos, no podrán ser padrinos, no podrán trabajar en instituciones de la Iglesia, etc. Se invita a los párrocos a entrevistarse con las personas interesadas para que sean conscientes del alcance de su decisión.

Queda por ver cómo se aplicará este decreto y hasta qué punto se trabajará para buscar un nuevo sistema. La discusión en Alemania es muy intensa. De momento, cabe constatar que desde el punto de vista comunicativo -y para quienes vemos las cosas desde fuera de Alemania-, se ha introducido un nuevo elemento de confusión, presentando a la Iglesia como una institución interesada sobre todo por el dinero.

Por un libro que leí en la cárcel

24 septiembre 2012. J. A. 

es.josemariaescriva.info

«En mi infancia recibí una buena educación católica pero en la adolescencia mis amigos me decían: “Dios no existe, qué tontería, hay que progresar, hay que modernizarse…”. Y yo me dejaba llevar… A veces es bueno que venga alguien y te hable claro, y a mí, San Josemaría me habló a través de ese libro…

      Incluimos el escrito de J.A., joven ex-presidiario, quien afirma que “gracias a Dios, tomó mi vida para reconstruirla de nuevo”.

      Tenía 29 años y llevaba dos en prisión a causa de un delito. Por aquel entonces, veía a Dios muy lejos de mi vida. Le veía a Él en el cielo y a mí en la tierra. Lo único que tenía claro era que existía.

      No sabía nada de San Josemaría Escrivá, hasta que una Religiosa de las Hijas de la Caridad me trajo un libro llamado Amigos de Dios. Después de leer dicho libro, puedo decir que, ahora sí sé que Dios no sólo está en el cielo y en la tierra, sino que también está dentro de mí.

      En mi infancia recibí una buena educación católica pero en la adolescencia mis amigos me decían: «Dios no existe, qué tontería, hay que progresar, hay que modernizarse…». Y yo me dejaba llevar… A veces es bueno que venga alguien y te hable claro, y a mí, San Josemaría me habló a través de ese libro.

      Me di cuenta de lo lejos de mi vida que había dejado al Señor y de cuánto le había defraudado. Ahí empecé a entender que Dios no es un número de socorro para llamar en caso de emergencia; descubrí que hay que quererle en las buenas y en las malas, y hay que tenerle siempre al lado, porque sin Él, no se puede hacer nada.

      Gracias a ese libro empecé un camino que hasta hoy no me he arrepentido de tomar. Empecé a leerme todos los libros de San Josemaría y se los prestaba a mis compañeros de la cárcel, ¡que no me los devolvían!

      Al pasar la cruz de la JMJ por la prisión, algo fuerte me sacudió el corazón y nació un sueño, un proyecto maravilloso: traer a mi hermana, que vivía en mi país, a la JMJ de Madrid y participar con ella. Yo trabajaba en la lavandería de prisión y ganaba muy poco dinero, pero ahorrándolo podía empezar a planteármelo seriamente.

      Por aquel entonces mi hermana tenía 20 años, estudiaba en la Universidad y no contaba con los recursos económicos para poder venir. Mi familia se rompió hace seis años: mi padre abandonó a mi madre y las dejó, a ella y a mi hermana, prácticamente desahuciadas. Mi hermana, es cierto, estudia gracias a mi padre, pero con muchos esfuerzos.

      Con esta ilusión, puse toda mi esperanza en el Señor y, después de un año de privarme de hasta lo más mínimo, logré reunir el dinero y enviárselo. Así, ella pudo inscribirse en la JMJ con la delegación oficial de la Conferencia Episcopal de mi país.

      Cuando parecía que el sueño empezaba a hacerse realidad, a mí me denegaron el permiso para asistir a la JMJ. Llevaba cumplidos 4 años de una condena de 6, me quedaban 3 meses para obtener la libertad condicional, e inexplicablemente, la prisión, sabiendo que mi hermana venía y que yo había reunido el dinero con mucho sacrificio, me denegó los permisos sin razón alguna.

      A dos meses de la JMJ estaba que me tiraba de los pelos; había escrito cartas al director de la prisión, al juez, a la Fuerza de Vigilancia Penitenciaria… les explicaba mi situación y la ilusión que me hacía vivir la JMJ con mi hermana, después de 4 años sin verla y sin ver a nadie de mi familia, ya que en España no tengo a nadie. No recibía respuesta y ya empezaba a perder la esperanza. Veía la JMJ a la vuelta de la esquina y estaba a punto de darme por vencido. En ese momento, mi hermana empezó una novena a San Josemaría, 9 días de mortificación, oración y recogimiento, pidiéndole que me dieran ese permiso que tanto necesitaba.

      Ya me había hecho a la idea de que sólo mi hermana estaría en Madrid en agosto; para mí eso era lo más importante. Sin embargo, no dejaba de sentir por dentro la impotencia de que, a pesar de tanto esfuerzo, de tantas privaciones, no iba a poder acompañarla y que tendría que conformarme con verla dos horas tras un cristal. Tanto viaje para verla así.

      Entonces, sucedió el milagro: el día después de que mi hermana terminara la novena, el décimo día, me llegó la resolución de la Fuerza, en donde resolvía autorizarme a salir los seis días de la JMJ para ir a Madrid y reencontrarme con ella.

      No podía creerlo, pero por fin llegó la fecha de la JMJ y volví a ver a mi hermana. El momento culmen de esa semana fue el encuentro de los jóvenes con el Papa en Cuatro Vientos. Aquella noche decidí no hacer esperar más al Señor; decidí entregarle mi vida, vivir sólo para Él. Vivir en santidad, santificar mi trabajo, mis estudios, que empiezo a retomarlos; y santificar mi vida y la de los demás.

      San Josemaría me ha enseñado a vivir: ese hombre me hizo reaccionar y le debo mucho de lo que soy. Él me formó espiritualmente y me ayudó a limpiarme por dentro, a perdonar, a pedir perdón, a perdonarme a mí mismo, y me enseñó que Jesús es realmente nuestro amigo, nuestro Padre, y que nos ama más que nadie. Antes de conocerle yo no tenía nada, no era nada. Ahora soy feliz y mi vida, gracias a Él, por fin tiene sentido.

      Ahora que ya he cumplido mi condena, he vuelto a mi tierra distinto de como entré a la prisión; y todo gracias a Dios, que tomó mi vida para reconstruirla de nuevo. Ahora que le he entregado mi vida me estoy preparando para, si Dios quiere, acceder al seminario.

J. A.

Nace una central de medios católica

AdEthic, promovida por Aleteia.org 

Nace una central de medios católica para suministrar publicidad respetable en Internet

Actualizado 25 septiembre 2012 

Jorge Enrique Mújica / ReL 

Entre los diferentes servicio que ofrece Google se encuentran también dos destinados a la publicidad on line y que, al día de hoy, son los más usados y conocidos a nivel mundial: Google AdSense y Google AdWords.

En síntesis, son herramientas que permiten obtener ingresos monetarios mediante la colocación de anuncios en webs y blogs. Pero hay una particularidad más: los visitantes de los portales y bitácoras que acogen Google AdSense no ven publicidad cualquiera sino una preestablecida por AdSense de acuerdo a la temática del portal, del artículo o del contenido específico de la página que están visitando. 

Poco a poco Google AdSense se ha ido extendiendo a publicidad individualizada en contenidos, lugares o aparatos específicos como videos, dominios de internet o dispositivos móviles. 

La posibilidad de obtener sin mucho esfuerzo una ganancia económica ha sido acogida por millones de webs y blogs en el mundo, muchos de ellos también católicos. Sin embargo, la mayoría de las ocasiones la publicidad ofrecida por iniciativas confesionales en la red se convierte en promoción involuntaria hacia páginas contrarias a la fe católica y, en muchos casos también, incluso a portales moralmente inaceptables. 

En este contexto, de la mano de la red social Aleteia.org, ha nacido AdEthic, un network de publicidad seleccionada que ofrece un valor ético a la publicidad: «no sólo publicidad para obtener ganancias sino publicidad para crear solidaridad y caridad», comentan los promotores. O en otras palabras: Google AdSense pero en versión católica. 

Otro de los objetivos de AdEthics es la creación, a través de la inserción publicitaria católica, filtrada y seleccionada en blogs y webs, recursos económicos para el sostenimiento de iniciativas de solidaridad y caridad: una red publicitaria de alto nivel capaz de generar valor y cambiar el rostro del mercado, haciéndolo solidario. 

En síntesis, AdEthic ofrece un filtro de publicidad filtrada de acuerdo a estándares católicos con el fin de monetizar el tráfico de la propia web por medio de la publicación de banners y publicidad creativa en diferentes formatos. 

Para esto, AdEthics consiente la elección anticipada de las categorías de productos y servicios que pueden quedar inseridos en el propio blog o portal. A los anunciantes les permite llegar a una gran audiencia de calidad en un contexto de exclusiva visibilidad (con el punto extra de que, además, ayudan a obras de caridad cristiana). 

AdEthic es un proyecto impulsado por la Fundación para la Nueva Evangelización a través de los Medios (http://www.fem-roma.org/) y es miembro de la red social Aleteia.org. 

Para aprovechar este recurso es necesario darse de alta en la web de AdEthic (de momento sólo está en dos idiomas: inglés – http://www.adethic.net/?lang=en– e italiano –http://www.adethic.net-), sea como inversor o como beneficiario del servicio.