La diferencia entre la Madre Teresa y el Dalai Lama

El domingo habría cumplido 102 años 

La diferencia entre la Madre Teresa y el Dalai Lama o Billy Graham, según su biógrafo judío 

La forma en que recordamos a una figura religiosa dice mucho sobre nosotros mismos, sostiene David van Biema en el «Time». 

Actualizado 25 agosto 2012 

ReL 

En septiembre se publicará en España un libro que ya fue un éxito en inglés: La Madre Teresa: La vida y las obras de una santa moderna, de David van Biema,  columnista del Time que le dedica a la fundadora de las Misioneras de la Caridad un artículo en el último número de la revista, con ocasión de acercarse el 102º aniversario de su nacimiento, un 26 de agosto de 1910 (murió el 5 de septiembre de 1997). Se titula «Por qué la Madre Teresa todavía importa», y lo encabeza una reflexión: «La forma en que recordamos a una figura religiosa dice mucho sobre nosotros mismos«.

Una vida rica antes y después de morir

Van Biema es judío, y por tanto no habla como católico. De hecho, empieza explicando que se le ocurrió el artículo planteándose una cuestión: «¿Cómo recuerda la gente secular a un santo?»: «Intenté imaginar lo que yo sabría sobre esta mujer hace quince años, si no me dedicase a escribir de religión para vivir. Probablemente que era buena con los pobres. Poco más. Una amiga de Lady Di. Llegué a la conclusión de que, a no ser que fuese un piadoso católicos, sabría muy poco. Y eso me condujo a considerar la diferencia entre la forma en que la Iglesia católica trata su meritoria muerte y la forma en la que lo hace el común de la sociedad».

Van Biema enumera entonces la apertura del expediente sobre sus virtudes heroicas, la investigación sobre su posible santidad, el reconocimiento en 2002 de un milagro y su beatificación en 2003, la consideración sobre un posible segundo milagro para canonizarla…: «Hay obstáculos y pasos adelante, disgustos y triunfos, a través de los cuales la vida de Teresa después de morir, se convierte casi en tan rica como antes de morir. Año tras año se conduce a los creyentes a través de un proceso que define y pone a prueba su significado para la Iglesia«.

Graham o el Dalai Lama

Los no católicos, sin embargo, olvidan rápidamente. «Los americanos somos lo contrario del niño de la película El sexto sentido: no vemos muertos», dice con ironía, con la excepción del tratamiento a los presidentes y a Martin Luther King: «Es como si, cuanto más polarizada y fragmentada se hace nuestra sociedad, menos acuerdo hay sobre a quién deberíamos recordar«.

¿Qué pasa con otros líderes religiosos? El predicador Billy Graham ha figurado en el Top 10 de los hombres más admirados en 55 de los últimos 56 años. Pero, cuando muera, «¿quién salvo los evangélicos recordará por qué lo era?». El Dalai Lama recibió el Premio Nobel de la Paz en 1989, pero «¿qué quedará en la retina pública salvo su sonrisa y la frontera del Tíbet?». «Los límites religiosos que tales figuras derribaron en vida por la pura fuerza de su personalidad o de sus actos se cerrarán de nuevo sobre sí mismos en las paredes de la tumba», afirma Van Biema.

Análisis de «trabajó por los pobres»

En el caso de Madre Teresa, lo ve distinto, y analiza qué decimos cuando decimos que «trabajó por los pobres»: «Cuando decía ´los pobres´, la Madre Teresa subtitulaba ´los más pobres de los pobres´, creando una nueva categoría y una correspondiente obligación moral, identificada primero en los peores barrios de Calcuta y luego -¡sorpresa!- casi en cualquier lugar a donde mires. 
También intensificó el concepto de ´trabajar con´, lanzando a sus religiosas a una íntima, sistemática y en ocasiones brutal convivencia con los más pobres». Por último, «con su habilidad para las relaciones públicas y sus viajes incansables, transformó ese humilde mandato en instituciones: miles de escuelas, orfanatos y hospicios en casi todos los países del mundo». Y todo ello, junto al hecho, revelado tras su muerte en su correspondencia, de que hizo todo eso «a pesar de una devastadora sequedad espiritual de cuarenta años».

«Trabajó con los pobres», concluye Van Biema, «es un lema que me ayuda a evocar algo más que un rostro cuando intento recordar por qué la Madre Teresa sigue siendo importante para un judío secular como yo mismo. Y -sucede a veces- cuanto más lo evoco, más me parece que vale la pena evocarlo».

Consejos Útiles

No olvidar el contexto…

Unos consejos a quienes desean que el Señor venga pronto y castigue al mundo 

Monseñor Charles Pope recuerda sólo debe desearse la segunda venida en arrepentimiento y humildad, y que llegará tras una intensa persecución. 

Actualizado 25 agosto 2012 

C.L. / ReL 

Charles Pope es licenciado en informática, se ordenó sacerdote en 1989, se especializó en Sagradas Escrituras, ejerce como párroco de San Cipriano en Washington, D.C., y aloja su blog en la página web de la archidiócesis. Tiene la virtud de decir las cosas convenientes de forma caritativa pero muy clara, sin importar si molestan o no: hay que predicar «a tiempo y a destiempo«, pedía San Pablo (II Tim, 4, 2).

Y en uno de sus últimos post aborda una cuestión en forma de pregunta: «¿Estás realmente preparado para la venida del Señor?».

El contexto del deseo de la segunda venida

Porque hay en su círculo muchos cristianos (y entre ellos, «hermanos católicos») que hablan «con gran convicción de que el Señor puede venir pronto, o al menos traerá un gran castigo sobre el mundo; hay casi un deseo de que eso ocurra», dice.

Y ese deseo tiene desde luego una base bíblica. El Nuevo Testamento se cierra en el Apocalipsis con unas palabras muy claras. «¡Ven, Señor Jesús!». Y la misma liturgia incluye, en el embolismo que sigue al Padrenuestro en la misa, una oración sobre esa venida: «Líbranos Señor de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres del pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la venida gloriosa de nuestro salvador, Jesucristo».

Hay, pues, concluye monseñor Pope, un deseo «apropiado» de la segunda venida del Señor. Sin embargo, «tampoco debemos olvidar el contexto de ese deseo. El contexto lo constituyen el arrepentimiento y la humildad, lo constituye nuestra necesidad de ser purificados y apartados del pecado para estar preparados» para ese día del Señor.

Las palabras del Apocalipsis, pues, suceden «sólo tras un periodo de intensa purificación para la Iglesia», con «sufrimientos purgativos y persecuciones a los fieles». El deseo de esa venida, pues, tiene que estar enmarcado por una gran humildad, suplicando la gracia de la misericordia no sólo sobre nosotros, sino sobre el mundo entero, para que nosotros y el mundo estemos preparados antes de que el Señor venga».

¿Estaríamos entre los escogidos si viniese ahora?

«El peligro que hay que evitar en nuestro deseo de la venida del Señor», aconseja monseñor Pope, «es una noción triunfalista de que ´Dios le dé al mundo el castigo que merece´. Porque al pedir a Dios que aplaste a los malvados, no deberíamos presumir con demasiada facilidad que nosotros no estaremos entre los aplastados«.

«Dios es santísimo, y en su segunda venida, o incluso en una venida sobre el mundo en forma de ´mero´ castigo, podría no incluirnos necesariamente a nosotros en el círculo íntimo de los bendecidos, sea cual sea el elevado concepto que tengamos nosotros de nosotros mismos. Insisto, Dios en santísimo, y hay muchas razones para no desear estar presentes en el Gran y Terrible Día del Señor», continúa, y recuerda la advertencia del profeta Amós (5, 18): «¡Ay de los que ansían el día de Yahveh!».

Monseñor Pope insiste en que para el cristiano es legítimo y obligado «esperar a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos» (I Tes 1, 10), sólo insiste en el contexto: arrepentimiento y necesidad de la gracia salvadora de Dios. «¡Sí, Señor, ven!», concluye: «Pero, por favor, prepáranos para ese grande y terrible día, el día del sobrecogimiento. ¿Qué podré alegar en mi debilidad? ¿Quién intercederá por mí?…Líbranos del orgullo que nos hace olvidar que necesitamos tu misericordia todos los días, como la necesitan nuestros enemigos y quienes te rechazan».

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