Del quirófano a la Clausura

Actualizado 12 agosto 2012 

Del quirófano a la Clausura: La Virgen se lo pidió 

OCURRIO ESTE SÁBADO

Del quirófano de la Cínica Universitaria de Navarra a la clausura de Carmelitas después de leer y meditar los mensajes de la Virgen en  Medjugorje

La cirujana Akiko Tamura ingresa hoy en las carmelitas de Zarautz. Tras cinco años dedicándose a la cirugía torácica, lo deja todo porque ha sentido «la llamada de Dios»

Si hace tres años alguien le hubiera dicho a a Akiko Tamura que iba a dejar su carrera de cirujana por convertirse en monja de clausura le hubiera contestado que si estaba «loco». Después de hacer prácticas en un laboratorio en la Universidad de Harvard , estudiar Medicina en la Universidad de Navarra y acumular éxitos en la Clínica Universitaria de Navarra como cirujana torácica, ha sentido «la llamada de Dios» e ingresa hoy en el monasterio de las hermanas carmelitas de Zarautz. Deja atrás a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes y cambia las intervenciones con cirugía robótica por los rezos en el convento de las Carmelitas Descalzas. Confiesa que a ella no se le hubiera ocurrido esto pero que «es el plan de Dios».

LA TRAYECTORIA

Harvard: Realizó sus primeras prácticas en un laboratorio de esta universidad.

Hospital de Massachussets: Fue voluntaria como auxiliar en la UVI de cirugía torácica.

Universidad de Navarra: Estudió Medicina en Pamplona y quedó la número 860 de 7.000 en el MIR.

Clínica Universitaria de Navarra: Ha trabajado durante los últimos cinco años.

«Soy una persona muy activa, pensé que era lo contrario al prototipo de monja de clausura»

«Al principio mi familia me preguntaba ´¿Qué vas a hacer en un convento? ¿Perder todo tu talento?´»

Si hace tres años alguien le hubiera dicho a a Akiko Tamura que iba a dejar su carrera de cirujana por convertirse en monja de clausura le hubiera contestado que si estaba «loco». Después de hacer prácticas en un laboratorio en la Universidad de Harvard , estudiar Medicina en la Universidad de Navarra y acumular éxitos en la Clínica Universitaria de Navarra como cirujana torácica, ha sentido «la llamada de Dios» e ingresa hoy en el monasterio de las hermanas carmelitas de Zarautz. Deja atrás a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes y cambia las intervenciones con cirugía robótica por los rezos en el convento de las Carmelitas Descalzas. Confiesa que a ella no se le hubiera ocurrido esto pero que «es el plan de Dios».

Fuente: www.Diariovasco.com

 perderelmiedoaequivocarse.blogspot.com.es/2012/08/maria-akiko-tamura-del-quirofano-monja.html

Nota: Mi dirección de correo electrónico: juan.garciainza@gmail.com ha sido pirateada junto con mis contactos, y andan pidiendo dinero en mi nombre. No hagan caso, es una estafa que ya está en manos de la policía. Mi nuevo correo es: jjuangarciainza@gmail.com
Gracias por la colaboración 

Le dije a Dios: «si existes este es tu momento»

Manuel Viego es hoy sacerdote

«Estaba hasta arriba de ácidos, me sentí muy mal… y le dije a Dios: si existes este es tu momento» 

Manejaba dinero, era jóven y no le importaba el mañana, sólo buscar el placer. Un día se dio cuenta de que nada de eso le hacía feliz y buscó a Dios. Hoy Manuel Viego es sacerdote. 

Actualizado 14 agosto 2012

Pablo Ginés/ ReL

Manuel Viego vivió lo que el dinero, el sexo y la droga tenían para ofrecerle. Hasta que se encontró con Dios. 

-¿Cómo fue su juventud?
-Mi familia era católica, pero yo tuve una mala experiencia con la Iglesia en mi infancia y me alejé de Dios. A partir de los 16 años yo ya trabajaba y tenía dinero. Me dieron a probar porros, me hacía sentirme bien, me evadía. Fui comercial, trabajé en la construcción, ponía música y copas en discotecas… 

-No sufrió problemas económicos…
– No, ganaba mucho dinero y durante años lo gasté en fiestas. Fui a más, me metía de todo, muchos ácidos, a veces esnifaba coca. Como muchos, buscaba ser feliz en el placer. Estuve con una chica, luego con otra…

-¿Y cómo cambió esto?
-Al cabo de unos años, me fui de fiesta a Tenerife en la Semana Santa de 1992. Solo vi el Teide y el mar de lejos. Me junté con unos conocidos en un apartamento. Toda la noche estábamos de juerga, y de día dormíamos, o estábamos de jacuzzi y sauna. La noche de Viernes Santo nos pusimos hasta arriba, sobre todo de ácidos. Me sentí muy mal. Me di cuenta que nada de aquello me hacía feliz. Pensé que iba a perder la razón, que nada en la vida tenía sentido. 

Entonces vi una iglesia cerrada y pensé que a lo mejor mi madre tenía razón y Dios existía. 

– ¿Y su madre tenía razón?
– Sí. Me dio por hablar con Dios. «Si existes este es tu momento», le dije, «he hecho de todo y no consigo ser feliz». Pensé rezar, pero no me sabía el Padrenuestro porque lo habían cambiado cuando lo aprendí. Pero sí recordaba el «Ave María», así que recé a la Virgen. Y resultó que Dios existía. Sentí que Dios estaba a mi lado, que me acompañaba y me decía «levántate y anda». Esa experiencia me cambió. Al día siguiente, Sábado Santo, fui a una iglesia, consulté los horarios de misa, hablé con un sacerdote. Y me pareció que todo eran mensajes de Dios para mí.

– ¿Hubo más experiencias en ese sentido?
– Sí. Poco después tuve otra experiencia fuerte de cercanía de Dios haciendo un cursillo de Cristiandad en Covadonga. Allí descubrí a la Iglesia, y que Dios no juega con las personas, que nunca me dejó.

– ¿Cambió de golpe? 
-No, cambiar de vida fue un proceso lento. Intenté vivir en cristiano, desde la fe, la relación con mi pareja. Hubo ruptura, claro. ¡Si cada vez que hay un problema lo quieres solucionar en la cama…! Más adelante fui a pasar una semana en un retiro de la Comunidad de Bienaventuranzas en Toledo… y me quedé tres años. Allí entendí que quiero transmitir lo que he vivido, evitar que otros sufran lo que yo he sufrido. Empecé a estudiar en el seminario de Sigüenza, luego en el de Oviedo. 

Una nueva vida
Cuando fue ordenado sacerdote el 3 de abril de 2005, Manuel Viego supo que había llegado una etapa de plenitud en su vida, un etapa orientada al servicio. Durante un tiempo fue el pastor de 14 parroquias de la montaña asturiana. Su casa, que es grande, siempre está llena de gente y siente la llamada de decir a los jóvenes que «se acaba antes el picador que la mina», es decir, que los goces no llenan, que sólo Dios llena al hombre.