¿apostar por lo efímero o proteger lo sagrado?

Actualizado 7 agosto 2012

El iPad y los libros sagrados: ¿apostar por lo efímero o proteger lo sagrado?

El uso creciente de dispositivos móviles y su uso durante la misa u otros oficios litúrgicos relevantes ha llevado a los obispos de la Conferencia Episcopal de Nueva Zelanda a dictar una medida disciplinar: los iPad, e-readers y smartphones no están permitidos como sustitutos del Misal Romano.

Esa disposición disciplinar es la primera a nivel Iglesia católica y abarca a todos los sacerdotes neozelandeses. ¿Qué está detrás de la medida? El blog «Evangelidigitalización» publicaba el 5 de agosto de 2012 una traducción de un artículo del padre Antonio Spadaro aparecido originalmente en la revista mensual italiana «Jesus» («Come cambia il concetto di Libro sacro al tempo dell’iPad”», julio de 2012). En esa publicación el sacerdote jesuita evidenciaba cómo los obispos neozelandeses identificaron los libros sagrados, como el Misal Romano, con los iconos, para tomar esa decisión.

En la tradición cristiana oriental los iconos suponen no sólo un elemento de acceso a la contemplación de las cosas divinas sino también un soporte que trata de evidenciar la eternidad, y en ese sentido lo sagrado, contra lo efímero de las cosas que pasan. Los libros actuales supondrían un soporte duradero en contra de lo fluido y pasajero de las «páginas» de los dispositivos móviles que, conforme muestran el time line de Facebook o Twitter, otras muestran algo tan sagrado como las palabras de la consagración del cuerpo de Cristo (véase «¿Se puede usar el iPad para celebrar la misa?»).

¿Habrá uniformidad posteriormente de modo que en todas las Conferencias Episcopales se proceda igualmente? Quizá sea el momento para que la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos intervenga y dicte normas comunes para todas las diócesis del mundo. ¿Deben ser necesariamente prohibitivas? Posiblemente no. Una solución podría ser reservar el uso de tabletas exclusivamente para las celebraciones litúrgicas (es la opinión, por ejemplo, de un especialista en liturgia, cf. «El iPad en la misa: ¿sí o no? Entrevista a un especialista»), aunque será otra la instancia que decidirá definitivamente.

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Insiste en llamar monstruos a la gente sin brazos

Su miedo a la talidomina en 1962, origen de su postura

Rosa Regás insiste en llamar monstruos a la gente sin brazos escudándose en el diccionario 

Ante la indignación social, Rosa Regás se reafirma: «monstruo, ser que tiene anormalidad notable y fea», cita. ¿Se lo diría a la cara al guitarrista Tony Meléndez o la bailarina Simona Atzori, ambos sin brazos? 

Actualizado 8 agosto 2012 

Pablo J. Ginés/ReL 

La escritora Rosa Regás, que indignó a muchas personas al llamar en un artículo «monstruos» a los niños con malformaciones prenatales, se ha reafirmado en esta palabra y la justifica aludiendo al diccionario María Moliner: «Monstruo, ser que tiene alguna anormalidad muy notable y fea». 

(Cabría señalar a la escritora que el diccionario no especifica que la anormalidad sea física: también hay anormalidades morales «muy notables y feas»; los monstruos morales existen).

Regás llamó dos veces «monstruos» a los niños que nacen con malformaciones, criticando el cambio a la Ley del Aborto anunciado por el ministro español de justicia, Alberto Ruiz Gallardón. 

«Que sea el señor Ruiz Gallardón el que tenga que decidir si una mujer ha de dar a luz un monstruo todavía me parece más aberrante», escribía Regás. Y también: «Señor Ministro, ¿no le parece que antes de dar vida a los monstruos debería ocuparse de que no se resquebrajara la dignidad de los vivos, y defender para ellos trabajo, vivienda, educación y sanidad?».

El pasado lunes,en su blog en elmundo.es Regás insistió en defender su postura eugenésica y se remitió a una experiencia personal. 

El origen del trauma de Regás

En 1962, embarazada de su tercer hijos, ya con siete meses y medio, leyó en una revista francesa acerca de bebés que nacían con una «anomalía congénita que consistía en la falta de las extremidades, es decir, con las manos surgiendo directamente de los hombros, sin brazos ni antebrazos». Se atribuía a la ingesta de talidomina del padre o la madre, y ella se asustó mucho porque éste era un fármaco que ella tomaba contra el insomnio. 

El artículo no era un artículo cualquiera ni neutral en ningún sentido: fue el artículo que abrió el camino al aborto en Francia, usando una y otra vez la idea del «monstruo», que merecía ser eliminado en cualquier fase del embarazo, y no solo en las primeras. «En Francia el aborto todavía tardó 13 años en ser legalizado -gracias sobre todo al impulso que dio a la ley Simone Weil- primero hasta la décima semana, luego ya en 2001 hasta la duodécima semana del embarazo, realizados todos desde 1982 por la seguridad social francesa», detalla Regás, admirativa.

En cuanto a su caso, explica que sintió una gran «angustia», pero no abortó porque su embarazo estaba ya muy avanzado y no sabía donde acudir para practicárselo. La sociedad de 1962 no estaba tan bien equipda como la nuestra para abortar bebés de 7 meses y medio: eso salvó la vida de su hijo.

En sus palabras: «Me quedaba más o menos un mes y medio para el parto así que no había forma de pensar en un aborto que por otra parte no habría sabido por donde moverme: en aquellos años la cuestión nunca me había preocupado ni a mí ni a las personas de mi conservador entorno, y menos aún se me había ocurrido pensar en él como uno de los ineludibles derechos que debía conseguir la mujer», explica.
 
Bebé sano, alma herida

El niño nació perfectamente sano («precioso, con ojos azules») y sin problemas. Pero en vez de aprender una lección de confianza en la vida y de gratitud, ella elaboró lo vivido como una ideología forjada en el miedo que había pasado. 

Lo formula así: «Su presencia [la del bebé sano] logró trasmutar la memoria de aquel parto que había temido como el mayor de los peligros que se cernía sobre mi vida, pero me ha dejado incólume la conciencia del dolor de tantas mujeres que no tuvieron la suerte que a mí me otorgó el azar en un asunto que los franceses resolvieron hace tanto tiempo [el aborto libre de niños enfermos] y que nosotros, los españoles, teníamos también resuelto pero que hoy, con el pretexto de unos principios morales que ni siquiera pueden afianzarse, como pretende el Ministro, en conocimientos científicos, amenaza con devolvernos a la edad de las cavernas», concluye.

Mírame y llámame monstruo

Pero la cuestión de fondo (más allá de si es moral matar bebés por ser distintos al estándar estadístico) es si Rosa Regás llamaría a la cara «monstruos» a las personas que no tienen brazos escudándose en el diccionario María Moliner. «Monstruo» es una palabra que pretende dar miedo… así se usó en el debate del aborto en Francia y en España: el aborto como solución al miedo y a la angustia. 

Pero ¿llamaría Regás «monstruo» a la bailarina sin brazos Simona Atzori, estrella de la ceremonia inaugural de los Juegos Paralímpicos de Pekín? 

O a Tony Meléndez, el famoso guitarrista que toca con los pies, sin brazos por la talidomina que tanto asustó a Regás.

¿Llamaría monstruo a Nick Vujicic, que no solo no tiene brazos sino que carece de piernas, pero es un consumado conferenciante y líder y ejemplo en temas de superación? 

O a Kyle Maynard, tambiénsin brazos y sin piernas, deportista y autor del libro «Sin excusas«. 

Es bueno que el mundo tenga niños preciosos de ojos azules como el hijo sanísimo de Regás. Pero gente como Atzori, Vujicic, Meléndez o Maynard (gente sin brazos) es quien hace del mundo un lugar increíble y asombroso, para todo aquel que tenga ojos para ver y corazón para asombrarse. Por supuesto, quien vive anclado en la «angustia» del pasado, permanece ciego a esto. 

Quizá Regás, la de 2012, no la de 1962, no se ha molestado en teclear «sin brazos superación» en Google.

Presiones médicas para deshacerse de un hijo enfermo

Su hija iba a ser un vegetal y tenía que abortarla. El día del parto, nació perfectamente

«Mucha gente nos animó a abortar, nos decían que éramos muy jóvenes», asegura esta madre que, pese a las presiones, decidió, junto a su marido, continuar adelante con el embarazo. El bebé no presentaba malformaciones o problemas de salud. Su madre dice que es un milagro de Dios. 

Actualizado 8 agosto 2012 

Isis Barajas/ Revista Misión 

“Mi ginecólogo me pidió permiso para documentar mi caso, ya que dice que cada uno de mis embarazos es un mundo”. Y así es. Los cuatro hijos de Manolo y Nuria han sido auténticos milagros.

El primero fue María, la mayor. En la segunda ecografía del embarazo descubrieron que tenía dos quistes en la cabeza. “El ecógrafo nos dijo que fuésemos con los resultados al ginecólogo. No dijo más. Ni una explicación de lo que suponía, ni las posibles consecuencias…nada. Yo me derrumbé y me puse a llorar, y me juré que esa era la primera y la última vez que lo hacía”, relata Nuria.

Desde el principio, con la vida

Lo primero que hizo su ginecóloga fue proponer una amniocentesis, pero ellos se negaron: “Desde el primer momento le dijimos que, pasase lo que pasase, íbamos a seguir adelante con el embarazo”. A partir de ahí, cada semana le hacían una ecografía y los quistes no desaparecían. 

“Mucha gente nos animó a abortar, nos decían que éramos muy jóvenes y que había mucho tiempo por delante”, explica Nuria. Pero para ella la decisión estaba tomada y, en buena parte, gracias a su trabajo en la ONCE con niños con plurideficiencia.

 “Al entrar cada mañana en el cole, veía a aquellos niños que eran como los médicos pronosticaban que iba a ser mi bebé y no podía dejar de pensar: ‘¿a cuál de ellos mato?, ¿cuál me sobra?’. La respuesta fue siempre que todos eran importantes, por lo que ¿cómo no lo iba a ser también mi bebé?”.

Los quistes no eran un sueño

Mientras tanto, el embarazo siguió adelante y los quistes seguían estando ahí, no eran un mal sueño, y llevaban tanto tiempo que el cerebro de María no había podido crecer y tenía«daños graves e irreversibles». Le dijeron poco menos que su hija sería un vegetal. Pero llegó el día del parto y… “contra todo pronóstico, la niña estaba bien. 

Le hicieron pruebas, le hicieron un seguimiento completo durante los primeros meses… y María estaba bien. Los médicos no se lo explican, no saben qué pasó… Yo sí, yo sé que es un milagro, y ver cada día a María me recuerda que Dios está siempre detrás de cada uno de nosotros, que nos ama profundamente y permite que las cosas sucedan en un momento concreto de nuestras vidas. Pero también sé que si María hubiese nacido con malformaciones, Dios me habría dado fuerzas para asumir esa situación, sé que me habría cuidado como siempre lo ha hecho”.