«Cuando hay un embarazo inesperado, la vida no se acaba. Empieza»

El embarazo, un calvario por culpa de su novio 

Amber, madre a los 16: «Cuando hay un embarazo inesperado, la vida no se acaba. Empieza» 

¿Derecho a «elegir»? «Se elige cuando se decide tener sexo. Luego, hay que ser responsable de las consecuencias de esa elección.» 

Actualizado 22 julio 2012 

C.L. / ReL 

La historia de Amber Kortekaas no tiene nada de excepcional. Su caso es como el de muchas chicas que se quedan embarazadas a los 16 años, le echan valor a su situación y tienen a su hijo. Lo que destaca en esta joven norteamericana es la madurez y tranquilidad con la que explica a LifeSiteNews por qué nunca se le pasó por la cabeza «elegir» matarle.

Porque «elegir» [choice, en inglés] es la palabra clave de la cultura de la muerte para vestir en positivo al movimiento abortista en Estados Unidos, autodenominado así, pro-choice, para esconder que lo que se elige es la destrucción de un ser humano.

Amber tiene claro, sin embargo, que la elección es anterior al embarazo, no posterior a él: «Para mí, elegir es cuando un elige conducir después de haber bebido. Uno es responsable de haber optado por conducir. Del mismo modo, elegir es cuando uno decide tener sexo. Uno es responsable de lo que pase después de esa elección«.

Y en su caso tiene un mérito añadido, y es que descubrir el verdadero rostro del padre de su hijo no ayudó precisamente a aquietar las aguas.

Como en miles de casos

La historia no tiene nada de excepcional. Amber, en un periodo de descontrol emocional adolescente, comenzó a gustarle a un chico que no dejaba de llamarla y de querer salir con ella. La hizo «sentir importante», y al cabo de un tiempo cedió a sus verdaderas pretensiones: «Me sentí obligada a darle lo que quería. Una estupidez, ¿verdad?».

A los pocos días, durante un campamento juvenil en el verano de 2010, empezó a sospechar que estaba embarazada. Siguió con todas las actividades por si se trataba de otra cosa, pero en la última semana ya no tenía dudas y empezó a pensar en lo que se le venía encima: volver a casa y decírselo a sus padres: «La idea de contárselo todo era terrible. Mi madre es una mujer muy amable y religiosa que no tenía ni idea de lo que yo hacía a sus espaldas».

Pero algo ayudó a transmitir la noticia: cuando fueron a recogerla al campamento, notaron su inquietud y Amber vomitó en el coche durante el camino de vuelta su madre adivinó «instantáneamente» la razón. 

En vez de condenarla, se volcaron con ella: «Me sentí muy feliz así, porque sé que habría sido todo mucho más difícil si no lo hubiesen hecho».

Un desequilibrado

Sobre todo, porque entonces empezaron a descubrir el verdadero rostro del padre de la criatura. El chico, hasta entonces «divertido y encantador», demostró ser una personaobsesiva y controladora, y a acosar a Amber con continuos sms, llamadas si no los respondía al instante, visitas si no lo cogía para saber dónde estaba y por qué no respondía.

Descubrió además que se había inventado historias sobre sí mismo para ganar su admiración y conseguir el objetivo de acostarse con ella.

Empezaron a discutir por el nombre del niño, sobre si Amber trabajaría o no, o si seguiría yendo al colegio y, sobre todo, dónde vivirían. Él amenazaba con suicidarse si no conseguía lo que quería. Sobre todo, pretendía que ella viviese con él, pero Amber se negaba: «Sabía que no me ayudaría a terminar el instituto».

«Me mentía constantemente sobre todas las cosas. Podíamos estar discutiendo al teléfono toda la noche. Ahora lo veo más claro, pero entonces era duro para mí darme cuenta de lo hundida que me sentía. Creía que él era mi único amigo. No podía creer que estuviese abusando de mí y manipulándome», cuenta Amber, que continuó viviendo con sus padres y empezó el curso siguiente: «No pude contar con mis amigos, pero comprendí la importancia de mi educación».

Nace Jonah

El 4 de marzo de este año nació Jonah: «Fue un parto natural, sin epidural, y no tardó mucho en estar en mis brazos. Quedé agotada, pero fue muy emotivo. Valió la pena. Él era real, estaba vivo, respiraba, era adorable«.

El padre de Jonah redobló su asalto para controlar la vida de Amber, y en el mismo hospital acabó en urgencias con un ataque de ansiedad. «Pase lo que pase, no dejes a tu hijo a solas con ese chico«, le dijo una enfermera que había presenciado el incidente, que le reveló como una persona muy desequilibrada.

«Rompí con él al día siguiente», dice. Hoy, la custodia de Jonah la tiene ella y él visita a su hijo siempre con supervisión.

¿Elección? Responsabilidad

A partir del nacimiento de Jonah y de la ruptura con su novio, la vida de Amber mejoró: «Empecé a sentirme bien conmigo misma«, confiesa, tras meses de inseguridad adolescente justo durante el embarazo.

Y todo, por su hijo: «La idea de que podría haber destruido tan fácilmente algo tan maravilloso aún me aterra», comenta sobre la posibilidad de abortar. «Sí, he tenido que renunciar a muchas cosas, pero no creo que sea el fin del mundo. Tengo un hijo que me quiere, y yo le quiero más que a nada.  Estoy disfrutando de la vida».

Dice que lamenta haberse acostado con aquel chico, pero no su decisión de dar a luz. Tiene claro que su «elección» fue estar con su novio. Una vez quedó embarazada, «ya no habíaelección, sino simplemente responsabilidad«.

Y concluye: «Me siento orgullosa de haber sido capaz de asumir la responsabilidad de mis actos, de afrontar las consecuencias y hacerlo lo mejor posible. Amo a mi hijo. Cuando hay un embarazo inesperado, la vida no se acaba… Empieza«.

 

Se jugó la vida para salvar a la Virgen de la Paciencia

1936: a golpes con la imagen 

La familia que se jugó la vida para salvar a la Virgen de la Paciencia, patrona de Oropesa del Mar 

Los Marco Prats habían acogido en su casa a dos religiosos que fueron detenidos por los milicianos. 

Actualizado 21 julio 2012 

Avan / ReL 

Una familia valenciana salvó de la destrucción a la Virgen de la Paciencia, patrona de la localidad castellonense de Oropesa de Mar, tras ocultarla en su casa durante la persecución religiosa de 1936.

La advocación de la Paciencia nació en 1619, tras un ataque berberisco sufrido por la localidad de Oropesa, según publica en su último número el periódico Paraula. Según las crónicas de la época, durante el ataque pirata una imagen de la Virgen, probablemente del Rosario, que se veneraba en la conocida como Capilla de la Defensa, fue destrozada.

Se trataba de una talla en madera de ciprés, de 57 centímetros y datada a finales del siglo XVI, aproximadamente coincidiendo con la repoblación de Oropesa. Los restos de la imagen fueron llevados al convento de las Carmelitas Descalzas de San José y Santa Teresa de Valencia, “donde probablemente cambió el nombre de su advocación, dado el laborioso y paciente trabajo de las monjas para restaurarla”, según publica el semanario de la archidiócesis de Valencia.

1931-1939: la persecución antirreligiosa

La imagen fue venerada en el convento durante más de tres siglos, con la excepción del periodo de la Segunda República (cuando la quema de conventos) y la Guerra Civil, en la que la imagen hubo de ser conservada a escondidas en la casa particular de la familia Marco Prats, situada frente a la Puerta de los Hierros de la catedral de Valencia.

Durante cinco años, la imagen “recibió culto en la intimidad familiar con la discreción que la peligrosa situación requería”, tal y como relata Eduardo Marco , quien por aquel entonces contaba 9 años. 

Tras el estallido de la guerra, la familia Marco Prats acogió en su casa a dos hermanos religiosos, por lo que “la vivienda fue objeto de continuos registros policialeshasta que en agosto de 1936 unos milicianos se presentaron en el domicilio para llevarselos detenidos. En uno de los asaltos, un miliciano “golpeó la imagen contra la pared, la cabeza de la escultura rodó por el suelo” y se partió en varios trozos, que la familia conservó.

Terminada la contienda en 1939, la imagen se recompuso y fue devuelta a la comunidad carmelita del convento de San José, después de haber sido protegida durante casi diez años. Allí permaneció hasta 1964, cuando el párroco de Oropesa solicitó a las monjas el regreso de la imagen a la ciudad castellonense, a donde llegó el 3 de octubre de 1964, 345 años después del origen de su devoción.

En la actualidad se conservan dos copias en Oropesa, una para ser procesionada y otra para ser venerada en la parroquia. Una tercera copia se donó al convento de San José de Valencia, hoy ubicado en la localidad de Serra y una cuarta imagen se entregó al museo diocesano de la catedral de Segorbe.