También los cardenales caen

Actualizado 1 septiembre 2011

                   A veces tenemos un concepto de la Iglesia tan sublime, tan espiritual, o tan mezquino, que nos extraña que algunos de sus miembros puedan tener un fallo. Cualquiera de la sociedad, del ámbito político o cultural, puede dar un tropezón y casi siempre se intenta justificar. Pero hay del que tropieza, o cae, si este lleva el signo de lo sagrado. Entonces se monta el espectáculo mediático, y todo un coro de voces chilla y braman contra la institución. Es habitual este fenómeno en sociedades tan clericales, o anti, como la española, por poner un ejemplo.

                   Estoy estos días, en curso de formación espiritual y teológica, conviviendo con un unos miembros de la Curia vaticana, con un obispo y con un cardenal de raza negra, presidente de uno de los Dicasterios romanos. Cuando hablamos de cardenales nos lo imaginamos vestidos de colores, envueltos en una hierática atmósfera de litúrgico protocolo, casi inaccesibles, santos por decreto. Hay que acercarse a ellos con sigilo, reverencias y besuqueo. Pero en la intimidad no es así. Este cardenal se quitó hasta el anillo para ponerse a la altura de todos. Sí, es cardenal en el orden jerárquico, pero es sacerdote con todos. Comparte la misma mesa, los mismos medios de formación, uno más en la concelebración eucarística, y hasta en deporte en los ratos de descanso.

                   Nadie diría que es cardenal al verlo jugar al frontón, por supuesto con su indumentaria deportiva. Y ganaba o perdía dependiendo de la marcha de la partida. Una de las veces dio un traspié y cayó al suelo dislocándose la mano. Desde ese momento la lleva en cabestrillo, y hay que ayudarle hasta para partir el pan. Se trata obviamente de una caída física, pero me ha dado pié para reflexionar un poco sobre la parte humana de la Iglesia.

                   Nadie está libre de un tropiezo moral, como nadie está libre de una enfermedad. Y eso lo debemos comprender. Somos duros a la hora de juzgar a los demás, sobre todo a los miembros más visibles de la Iglesia. Con frecuencia son motivo de mofa y chirigota en los programas de ciertas telebasuras. No hay telenovela que se precie que no salga a relucir un cura, un obispo, o un  cardenal si es posible. Cuanto más alto mejor. Y generalmente no para ensalzarlos.

                   Somos humanos. Es verdad que los que predicamos debemos también “dar trigo”, pero el demonio es muy astuto y se las sabe todas. Y ante el eventual fallo, cundo las voces mediáticas y los comentarios braman, habrá que recordar aquellas palabras de Jesús: El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El tesoro más valioso de la Iglesia no son las catedrales o los museos, y tampoco la indumentaria reglamentaria de sus miembros más visibles.  Su mayor riqueza está en el alma de cada uno cuando está en gracia de Dios y recibe el Cuerpo de Cristo. Está en las almas que oran en el silencio de los sagrarios y en los muros de los monasterios. Está en las horas que un sacerdote pasa en el confesionario esperando al alma penitente para absolverla, o en aquel medio de formación en donde se le enseña al cristiano a ser santo.

                   El cardenal tuvo una caída física y se levantó. También tendrá sus fallos morales y se confesará. El Papa también lo hace con frecuencia, como lo han hecho siempre los santos, y lo siguen haciendo. Gracias a Dios la jerarquía de la Iglesia está compuesta por hombres, como los demás, que nos pueden comprender. No nos fijemos tanto en la mota del ojo ajeno y dejemos de ver la viga que llevamos nosotros.      

                   Hablando Benedicto XVI de los fallos humanos de miembros de la Iglesia, y manifestar el dolor que les causa, afirma: No obstante, el Señor nos ha dicho que habrá cizaña en el trigo, pero que la semilla, su semilla, seguirá creciendo. En esto confiamos… La verdad, unida al amor bien entendido, es el valor número uno… No debemos minimizar lo malo, en igual medida tenemos que estar agradecidos y poner a la vista cuánta luz se difunde desde la Iglesia católica. Si la Iglesia dejara de estar presente, significaría un colapso de espacios vitales enteros (“Luz del mundo”, págs. 31 y ss.).

                   Pues esta es mi reflexión ante la caída física de un cardenal, que muestra su parte frágil común a todos, pero que en el fondo bulle un amor a Dios y al mundo que le hace levantarse siempre y continuar compartiendo su fe con los demás. ¡Eh ahí su grandeza!

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

El declive de las órdenes religiosas

En un artículo sobre las congregaciones religiosas

Vittorio Messori aborda el declive de las órdenes religiosas: «¿El final de una gran historia?»

Señala el «imparable descenso numérico» de las congregaciones y la errada opción de «endulzar la ascesis y la disciplina» y de las vocaciones de Asia y África.

Actualizado 3 septiembre 2011

ReL

El intelectual y escritor católico italiano, Vittorio Messori aborda en un artículo el dramático declive de las órdenes religiosas llegándose a preguntar si acaso no estamos ante «el final de una gran historia».

Messori formula la pregunta tras la constatación del «imparable descenso numérico de las innumerables congregaciones de religiosos, y de manera aún más acentuada, de religiosas«, fenómeno que según el reconocido intelectual comenzó una «caída imprevista» por mediados de los años sesenta y que lo atribuye a la «secularización» y a «las perspectivas tras el Vaticano II».

El escritor italiano explica en su artículo publicado enCorriere della Sera que hoy las jóvenes que antaño sentían la vocación del servicio y que lo realizaban a través de una familia de monjas de «vida activa», hoy piensan más bien en un contrato en un hospital o en un colegio estatal.

«También las congregaciones masculinas han visto desaparecer los menesteres para los cuales habían sido fundados. Tanto entre los hombres como entre las mujeres ha actuado también el espíritu conciliar del redescubrimiento del “sacerdocio universal” con la consiguiente revalorización del laicado, y la conciencia de que para ser cristianos hasta el fondo, la vida religiosa no es el camino obligatorio», explica Messori.

Reacción equivocada

La respuesta ante la crisis por parte de las congregaciones religiosas, prosigue Messori, no fue escoger el rigor y «no aflojar las riendas» sino, por el contrario, tras el Vaticano II, re-escribieron sus Reglas y Estatutos «para endulzar la ascesis y la disciplina«. «El aburguesamiento de vidas que habían sido austeras, no atrajo novicios deseosos del Absoluto, como todos los jóvenes, ni compromiso con el espíritu de la época», comenta.

Señala además que «después del éxodo impresionante del decenio 67-78, esos vacíos no han sido llenados de nuevo y (aunque de modo más o menos acentuado, según los Institutos) el descenso continúa y la edad media cada vez es más alta«.

¿La renovación viene de Asia y África?

El pensador también se muestra escéptico respecto a una posible revitalización de la vida religiosa gracias a la aparición de numerosas vocaciones venidas de Asia y África.

«Demasiadas dudas sobre el origen de la ´vocación´ (un modo, como para nosotros hace tiempo, de huir de la miseria, de estudiar, de convertirse en alguien), culturas, temperamentos, historias demasiado diferentes…».

Las estadísticas no tienen piedad

Continúa valorando que las estadísticas «no tienen piedad» y que es realidad cotidiana la conversión de casas de formación en casas de reposo, el cierre de escuelas, el abandono de conventos históricos y el pase de iglesias a la diócesis.

«¿Triste realidad para un creyente? Ciertamente es doloroso asistir al declive de las instituciones que un día fueron beneméritas y madres de tantos santos, y constatar el dolor de cristianos que han dado la vida a Familias que amaban, y que ahora, las ven extinguirse», explica. 

Sin embargo, para Messori «desde la perspectiva de la fe, nada puede ser verdaderamente inquietante» y afirma que «la Providencia que guía la historia sabe lo que hace»: «La Iglesia no es un fósil, sino un árbol vivo donde, siempre, algunas ramas se secan mientras otras brotan y se revigorizan».

El Evangelio sine glossa

Messori concluye su escrito afirmando que «a cada generación, en muchos cristianos seguirá encendiéndose la necesidad de vivir el Evangelio sine glossa, en toda su radicalidad».

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La mafia busca acallar a un sacerdote

La calabresa «Ndrangheta» lo intimida buscando su silencio

Amenazas telefónicas, cartas con balas y ahora disparos: la mafia busca acallar a un sacerdote

Fue intimidado cuando el coche en el que viajaba recibió varios disparos la noche del 29 al 30 de agosto en la ciudad italiana de Calabria.

Actualizado 2 septiembre 2011

Zenit

El sacerdote Giuseppe Campisano, conocido por su oposición a la “mafia” calabresa, la Ndrangheta, fue intimidado cuando el coche en el que viajaba recibió varios disparos la noche del 29 al 30 de agosto en la ciudad italiana de Calabria. Anteriormente había recibido ya amenazas telefónicas y cartas acompañadas de balas.

Su obispo, monseñor Giuseppe Fiorini Morosini, expresó públicamente su solidaridad con el sacerdote, párroco de San Roque del municipio de Gioiosa Ionica, y le invitó a proseguir su “ministerio precioso y apreciado de sacerdote dedicado a su misión religiosa y social” ;.

El obispo de Locri-Gerace condenó firmemente “el gesto intimidatorio, fruto de la cobardía de personas que no saben o no quieren afrontar los problemas a través de la confrontación y el diálogo cívico”.

Al mismo tiempo, invitó a “todos los habitantes de Locride, creyentes o no, a ampliar su conciencia cívica, que no puede ocultarse en un vil anonimato cuando hay que afrontar los problemas”.

Según el obispo, es necesario “reafirmar nuestro compromiso por la nueva evangelización en nuestro territorio y llamamos a todos los fieles a una mayor coherencia entre su fe y su vida, recordando que la fe no puede reducirse a una devoción exterior, sino que debe acoger la invitación de Cristo a poner en práctica su palabra”.

El padre Campisano reveló a Radio Vaticano que “el acontecimiento está relacionado con la fiesta de san Roque”, tras la decisión tomada por el obispo y el sacerdote de dar un “rostro religioso” a esta fiesta, hasta ahora “insignia de un paganismo absoluto”.

El sacerdote explicó que “la fiesta empieza a las nueve y media de la mañana y acaba unas doce horas más tarde, al anochecer, y ello es escandaloso por el ruido de los tambores y por el baile, sobre todo de los jóvenes, de todos los lugares de Locride”.

La fiesta de san Roque, que tiene mucho “nombre”, es objeto de una “forma de poder y de control precisamente por la circulación, por el flujo de dinero, porque la feria es enorme” y los mafiosos “pasan sistemáticamente por todos los tenderetes para la extorsión”, denunció.

También cree que el gesto de intimidación responde a las jornadas dedicadas a la legalidad organizadas delante de la iglesia: cuatro tardes que han tenido un gran éxito y en las que “el tono ha sido muy fuerte”.

Los disparos, precisó, tuvieron lugar a una hora en la que todavía hay mucha gente en la calle: “querían hacerse escuchar”.

Para el padre Campisano, Gioiosa Ionica se encuentra en “una zona gris, muy peligrosa” y tiene una “zona negra, clara, conocida por todos –conocemos los nombres y apellidos”, pero la “zona gris” es un “estilo de vida, de connivencia con este tipo de personalidad y de mentalidad”.

Los que han “aceptado el mensaje evangélico”, “sostienen” a su párroco y “colaboran”, y esto cuenta en este “pequeño resto”, añadió. Respecto al miedo, el sacerdote confiesa que ha empezado poco a poco a “vivir con” él y que hoy lo lleva mejor.

¿Pero cómo combatir la Ndrangheta? “Yo lo estoy intentando con el Evangelio –respondió el padre Campisano-, con la animación de los jóvenes, con la educación de los chicos, poniendo en marcha grupos familiares en los que se tratan distintos temas; yo intento evangelizar”.

“Otro instrumento que estoy proyectando adoptar es el de ir al encuentro de las víctimas de la usura, que es otra terrible plaga –añadió-. Soy muy optimista; si no, esto no valdría la pena: ¿qué sentido tendría, después de 30 años, permanecer aquí para combatir y luchar?”.