«Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren es cruel e inhumana»

Discurso al Instituto San José

Benedicto XVI: «Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren es cruel e inhumana»

El Papa tuvo un encuentro muy emotivo con los enfermos de las Orden de San Juan de Dios a los que habló del sufrimiento humano.

Actualizado 20 agosto 2011

ReL

Benedicto XVI ha visitado esta tarde a unabenemerita obra eclesial dedicada a atender a enfermos y a personas discapacitadas, llamada Fundación Instituto San José, que está administrada por la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, cuyo origen se remonta al siglo XVI. 

La orden está formada por 1.200 hermanos, más de 40.000 profesionales, 8.000 voluntarios y más de 300.000 benefactores. Acogen y atienden a personas enfermas y necesitadas en todo el mundo, y es una de las mayores organizaciones internacionales de cooperación sin ánimo de lucro.

Comienza su actividad en 1898, meses antes de su inauguración, atendiendo a los soldados españoles enfermos repatriados de Cuba. El 20 de junio de 1899 comienza oficialmente su actividad asistencial a enfermos de epilepsia. En la Fundación Instituto San José asisten a personas discapacitadas físicas y mentales, en particular a personas con epilepsia.

El Santo Padre ha sido recibido por el Superior de la orden, Fr. Rafael M. Martínez en la plaza dedicada a San Benito Menni, en presencia de un grupo de 120 enfermos y trabajadores de varios centros españoles.

Antonio Villuendas, un joven con discapacidad física se dirigió al Santo Padre con unas breves palabras de dedicación de los dones. A continuación,Evelin Cava, con discapacidad intelectual, le regaló al Pontífice un cuadro pintado por otro joven discapacitado.

Sentido de la vida y el sufrimiento

Benedicto XVI comenzó su discurso señalando que «cuando el dolor aparece en el horizonte de una vida joven, quedamos desconcertados y quizá nos preguntemos: ¿Puede seguir siendo grande la vida cuando irrumpe en ella el sufrimiento? A este respecto, en mi encíclica sobre la esperanza cristiana, decía:´La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre (…). Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana´ (Spe salvi, 38)». 

Enseñar el drama del sufrimiento

«Estas palabras reflejan una larga tradición de humanidad que brota del ofrecimiento que Cristo hace de sí mismo en la Cruz por nosotros y por nuestra redención. Jesús y, siguiendo sus huellas, su Madre Dolorosa y los santos son los testigos que nos enseñan a vivir el drama del sufrimiento para nuestro bien y la salvación del mundo«.

Dignidad de cada vida humana

El Papa recordó «la dignidad de cada vida humana, creada a imagen de Dios. Ninguna aflicción es capaz de borrar esta impronta divina grabada en lo más profundo del hombre». 

«Esta especial predilección del Señor por el que sufre nos lleva a mirar al otro con ojos limpios, para darle, además de las cosas externas que precisa, la mirada de amor que necesita. Pero esto únicamente es posible realizarlo como fruto de un encuentro personal con Cristo»

Reconocimiento a los cuidadores

El Papa tuvo unas palabras de afecto y cercanía a todos los religiosos, profesionales y familiares que está cerca de los que sufren: «De ello sois muy conscientes vosotros, religiosos, familiares, profesionales de la salud y voluntarios que vivís y trabajáis cotidianamente con estos jóvenes. Vuestra vida y dedicación proclaman la grandeza a la que está llamado el hombre: compadecerse y acompañar por amor a quien sufre, como ha hecho Dios mismo. Y en vuestra hermosa labor resuenan también las palabras evangélicas: ´Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis´ (Mt 25, 40)».

La ternura del enfermo nos abre a la salvación

«Por otro lado, vosotros sois también testigos del bien inmenso que constituye la vida de estos jóvenes para quien está a su lado y para la humanidad entera. De manera misteriosa pero muy real, su presencia suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura que nos abre a la salvación. Ciertamente, la vida de estos jóvenes cambia el corazón de los hombres y, por ello, estamos agradecidos al Señor por haberlos conocido».

Construir la civilización del amor

Por último, el Santo Padre señaló la inestimable labor que realizan los que se dedican al cuidado de enfermos, construyendo así la civilización del amor: «Nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, de cada vida, os necesita: vosotros contribuís decididamente a edificar la civilización del amor. Más aún, sois protagonistas de esta civilización. Y como hijos de la Iglesia ofrecéis al Señor vuestras vidas, con sus penas y sus alegrías, colaborando con Él y entrando ´a formar parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano´ (Spe salvi, 40)».

Para leer el discurso completo, pinchar aquí.

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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